El caso estadístico del Real Madrid es exuberante y milagroso. Cinco disparos a puerta, cinco goles. Goles de Carvajal y dos de Vini muy oportunos, un tanto regalado del desafortunado meta Mamardashvili y una propina para Rodrygo hicieron posible la
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Por segunda vez en una semana, al Barça le tocó vivir la cara más amarga del fútbol. Tras el mazazo de la eliminación en los cuartos de final de la Champions frente al PSG del pasado martes en Montjuïc, se despidió a la práctica de cualquier opción de pelear por la Liga con una derrota por 3-2 ante el Real Madrid en el clásico.
Los barcelonistas, al término del duelo, se acercaron a la zona en la que podía haber más de los suyos para agradecerles su apoyo. Errores propios a nivel defensivo y lo que, para los visitantes, fueron a su vez fallos de apreciación del colegiado del duelo, César Soto Grado, acabaron por condenarlos a una derrota que puede significar, ya sí, el punto y final de la etapa de Xavi en el banquillo azulgrana. Si había algún tímido resquicio para ello, acabó por verse borrado de un plumazo.
«Me faltan palabras por el tema de la tecnología de la línea de gol, por el hecho de que no encuentren una buena imagen para revisarlo. Me parece una vergüenza, porque en otras ligas también lo tienen. Este mundo del fútbol mueve mucho dinero, no hay dinero para lo que es importante y me parece una vergüenza», reflexionó Marc André ter Stegen al término del encuentro, quien apuntó que la derrota se debió también a errores propios.
«No hemos estado al nivel de competitividad que deberíamos haber estado y eso nos quita puntos», agregó. «Es la realidad, no hay que callarse: es una vergüenza. Sí lo es sí», apuntó por su parte Xavi Hernández. «En la previa dije que ojalá el árbitro pasara inadvertido y que acertara. Ninguna de las dos», sentenció el técnico barcelonista. «Con el partido que hemos hecho, lo normal es ganar. Hemos jugado mejor», apostilló.
Un gol por decidir
La primera parte fue muy movida. Los azulgrana protestaron el penalti señalado a Cubarsí sobre Lucas Vázquez al entender que fue el madridista quien buscó el choque con el defensa. Esos, al menos, fueron los gestos que evidenció Xavi desde su área técnica y que fueron recogidos por las cámaras de televisión. La revisión del VAR, no obstante, no consideró oportuno modificar la decisión tomada con el juego en vivo por parte de un Soto Grado al que, ya terminado el partido, se le acercó el propio central canterano para preguntarle por el motivo de la pena máxima.
No mucho más tarde después, también a instancias del videoarbitraje, se decidió no conceder finalmente gol a los barcelonistas en una jugada que fue revisada durante varios minutos y en la que no acabó de quedar claro si el balón había atravesado o no completamente la línea de gol. El cuerpo de Lunin, que acabó dentro de su propia portería, en este caso, hacía imposible contar con una imagen que fuera realmente inapelable.
La imagen de Gündogan preguntándole al árbitro si no le había vibrado la muñeca, tal y como si ocurre, por ejemplo, en acciones de este tipo en la Premier, debería ser motivo de sonrojo para muchos. No es demasiado comprensible que una Liga que quiere codearse con la inglesa a nivel de repercusión y seguimiento internacional no tenga implementada una tecnología de línea de gol que pueda discernir, sin la menor duda posible, acciones que pueden decidir partidos e, incluso, un campeonato.
La lesión de De Jong
Muy especialmente, en un partido como el clásico, con una audiencia potencial de más de 600 millones de espectadores. Javier Tebas, el presidente de LaLiga, por su parte, respondería todas las criticas vertidas en las redes con un escueto tuit en el que tras señalar "Sin comentarios" recordó múltiples fallos de esta misma tecnología.
Después, llegaría una acción, esta más tímidamente protestada por los barcelonistas, alrededor de una posible pena máxima sobre Lamine Yamal que ni el colegiado del encuentro ni el VAR consideraron punible. Y, para colmo de males, en el tiempo añadido, Frenkie de Jong acabó dejando el terreno de juego tras una fuerte entrada de Valverde. El holandés, que se recuperó hace poco de un fuerte esguince en el tobillo derecho, abandonó el terreno de juego entre lágrimas, con claros gestos de dolor y tapándose la cara con las manos. Su ya maltrecho tobillo se llevó, otra vez, la peor parte.
La noche del 29 al 30 de enero, Nic Von Rupp (Lisboa, 1990) sufrió una crisis de pánico. Se levantó con fiebre, vómitos y empapado en sudor frío. "Era una mezcla de ansiedad, miedo y adrenalina", confiesa a EL MUNDO. Azotaba la tormenta Herminia sin piedad la costa portuguesa y traía a Nazaré olas de más de 30 metros. El surfista afrontaba junto a su equipo, Mountains of the Sea, el reto de introducirse en las frías aguas de esta pequeña localidad y, a falta de confirmación oficial, surfear la ola más grande de la historia.
"Cada vez que entras en Nazaré es como si fuera tu primera vez, lo haces con la incertidumbre y el miedo de no saber si surfearás la ola más grande de tu vida o sufrirás una caída de la que no sobrevivirás", apunta Von Rupp. Porque no se trata solo de bajar un monstruo de más de 30 metros lleno de baches, corrientes y rachas de viento que dificultan la práctica de cualquier deporte, sino de entrar en el océano cuando éste te muestra todo su poder. "Es tan brutal que sabes que cada caída puede suponer tu muerte", apunta.
El equipo del luso está pendiente de la medición del Instituto Hidrográfico de Portugal de las dos boyas que proporcionan la información que podría quitar el récord a Sebastián Steudtner. El surfista alemán, también en Nazaré, descendió por un monstruo de 28,57 metros el 24 de febrero de 2024. "Cuando surfeas una ola de ese tamaño es como si pasearas por la montaña más alta del mundo sobre una placa de fino hielo", apunta el posible nuevo récordman.
Pero, récords aparte, para Von Rupp afrontar semejantes condiciones es un reto en sí mismo. Para ello se prepara durante todo el año tanto física como, sobre todo, mentalmente además del "talento y el coraje" imprescindibles. "Quiero ser el tío más preparado en el agua", admite. Y, en días quizás menos aterradores, practica también las líneas que debe seguir para bajar unas rampas como las que proporcionan esas olas y, especialmente, evitar caerse y ser engullidos por esas "gigantescas masas de agua".
Los deportistas, si caen de una ola de esas características, pueden pasar sumergidos en torno a dos minutos de tiempo y Von Rupp define estar ahí abajo como "ser vapuleado por Mike Tyson por todas las partes de tu cuerpo". "El problema es que, del golpe, lo haces ya casi sin aire", explica el surfista de olas grandes y habla de la importancia, sobre todo, de mantener la calma en ese "oscuro túnel" que es como pasar a "otra dimensión".
Esas circunstancias se entrenan en la piscina. Son momentos de superar el pánico, de estar bajo el agua sin oxígeno e, incluso, recuperar la consciencia tras sufrir un breve desmayo. "Tienes que pensar que no pasa nada por estar ahogándote, que tu equipo aún tiene 10 minutos para sacarte y reanimarte", apunta con total normalidad un surfista cuya peor experiencia fue precisamente esa, pero no a él sino a un amigo suyo.
"Lloré como un niño"
"Una de las peores experiencias de mi vida fue cuando vi a mi amigo Alex Botelho sin pulso en la playa tras un accidente en una competición. Afortunadamente, el equipo médico le reanimó y se pudo recuperar en el hospital, pero fue un momento aterrador. Lloré como un niño, algo que no me había pasado nunca", explicó el deportista extremo que menciona, en cambio, su mejor momento como "el silencio" de bajar una ola grande y "encontrarse con la naturaleza".
Son ya 10 años que Von Rupp lleva buscando no sólo encontrarse con la naturaleza sino hacerlo en sus momentos más extremos. Recientemente, el surfista portugués consiguió vencer por equipos en el Tudor Nazaré Challenge junto a su compañero Clément Roseyro. Es precisamente esta marca relojera la que le ayuda a dedicarse al deporte que más ama desde que es un niño. "Soy muy afortunado de trabajar con marcas que representan mis valores como Tudor y su lema Born To Dare (Nacido para atreverse) encaja a la perfección con mi rutina diaria", destaca.
Nic Von Rupp sujeta una tabla de surf.Tudor
El amor de Von Rupp no es sólo por el deporte, sino por el modo de vida que representa. De hecho, pese a haber ganado pruebas internacionales en el circuito de surf, el deportista luso prefirió "seguir su pasión" y abandonar el campeonato para surfear olas grandes. Otro de los momentos de rebelión como el que tuvo con sus padres de pequeño cuando no le querían dejar cambiar el corcho (bodyboard) por la tabla de surf. "Por suerte mi entrenador les convenció", apunta.
Así, Nic Von Rupp seguirá viajando y esperando los swells perfectos para encontrar las olas más grandes. Superará ansiedades, desmayos y momentos de pánico para disfrutar de los 10 segundos de bajada y los días de incertidumbre que supone afrontar monstruos marinos de 30 metros de alto. Su corazón lo tiene claro: "Siento que vivo mi sueño, todo lo que deseé se está haciendo realidad", concluye.
Puede ser una de las tenistas que más ha crecido en los últimos meses. La bielorrusa Aryna Sabalenka desató anoche toda su potencia de juego e hizo gala de su versatilidad para imponerse a la norteamericana Jessica Pegula por 7-5 y 7-5, en la final del US Open.
Es su segundo grande del año, tras el ganado en Open de Australia en enero de este año, y el tercero de su carrera, pues también venció en Australia en 2023.
Sabalenka, de 26 años y número dos del mundo, se sacude así la derrota del año pasado sobre la pista central de Flushing Meadows ante Coco Gauff, a la que sucede como nueva reina del torneo.
Pegula estuvo a la altura en ambas mangas, pero Sabalenka hizo una fabulosa demostración de tenis poderoso y aguerrido, para someterla en una hora y 53 minutos.
La tenista de Minsk (Bielorrusia) es la primera de su país en ganar el Abierto de Estados Unidos. Suma 16 triunfos en su carrera -3 majors y 6 Master 1000- y lideró el ranking WTA en 2023.