Todos hacia arriba, un sueño en vertical. Justo después de la pandemia, España se llenó de aficionados a la escalada, en una moda que aún hoy se mantiene porque lo tiene todo. La apertura de decenas de rocódromos -en los últimos seis años se ha pasado de 152 a los 366 actuales-, referentes como el campeón olímpico Alberto Ginés, los hermanos Pou o Alex Honnold, el empuje del marketing de marcas punteras, innovaciones como el autoasegurador y, sobre todo, unos notables beneficios físicos. Pocos deportes mejoran a la vez la fuerza, la resistencia y la flexibilidad.
Pero la tendencia también tiene su lado oscuro. Con cientos de miles de practicantes en España -hay 300.000 licencias entre montañeros y escaladores-, la escalada indoor esconde un riesgo para la salud aún poco estudiado y menos combatido: la pésima calidad del aire en los rocódromos.
«Los niveles de contaminación que hemos medido se encuentran entre los más altos jamás documentados a nivel mundial. Son comparables a los de las autopistas de varios carriles en megaciudades de China», explica Thilo Hofmann, científico ambiental en la Universidad de Viena y director de un estudio pionero en la materia. Junto a investigadores de su centro y de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), Hofmann recolectó muestras en una decena de rocódromos de Austria, Suiza, Francia y España entre febrero de 2023 y junio de 2024. El análisis reveló que el aire puede ser tóxico. ¿Por qué?
Desde hace décadas se sabe que el magnesio que se utiliza para mejorar el agarre puede ser irritante y, por tanto, peligroso para personas con problemas respiratorios. Pero el nuevo problema viene de otro lugar: de los pies de los escaladores. O, más concretamente, de sus pies de gato. La suela de la mayoría de estas zapatillas se fabrica con caucho y libera micropartículas cada vez que contacta con una presa. Cada ascensión genera polvo, y más polvo, y más polvo. Una exposición esporádica es inocua; una continua, potencialmente problemática.
El estudio de Viena y la EPFL llegó a registrar valores de inhalación de hasta 48 ng/kg/día, lo que en una persona de 70 kilos supone absorber 3,4 microgramos diarios de compuestos químicos del caucho. Anilina, difenilguanidina, benzotiazol y hasta 6PPD: todas ellas toxinas que se acumulan en el organismo de los escaladores más asiduos, los instructores y los trabajadores de los rocódromos.
El ejemplo de los campos de hierba artificial
«Las suelas de las zapatillas de escalada se parecen a los neumáticos de los coches. Tienen aditivos químicos que las hacen más resistentes y duraderas, pero también son tóxicos», expone Anya Sherman, científica ambiental de la Universidad de Viena que, junto a Hofmann, impulsó el estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology Air. Hofmann y Sherman compartían afición por la escalada y de una conversación entre ambos surgió la idea de analizar la contaminación ambiental de los rocódromos.
«Empezamos a hablar del residuo negro que queda en las presas por culpa de la abrasión de las suelas. De cómo los escaladores lo retiran para mejorar el agarre y lo lanzan al aire. Y pensamos que había que examinarlo», cuenta Sherman, que al igual que Hofmann reclama más investigaciones sobre el tema.
Hace sólo una década se empezó a estudiar el uso del caucho en superficies como los campos de fútbol de césped artificial o los parques infantiles y los resultados fueron tan evidentes que ya existe legislación en su contra. La Comisión Europea prohibió en 2023 el uso de este material como relleno y en los próximos ocho años deberá sustituirse. Lo mismo podría ocurrir con las suelas de los pies de gato. «La comunidad científica lleva muy poco tiempo prestando atención a los aditivos derivados del caucho y todavía no conocemos todos sus efectos», concluye Hofmann, que espera que en el futuro el aire de los rocódromos sea un aire limpio.
“Se requiere más investigación”
La cadena de rocódromos Sputnik, consultada por EL MUNDO, quiso rebajar el alarmismo creado por el estudio al señalar que se tomaron muestras de pocos recintos y que “las implicaciones del caucho para la salud aún no se han investigado a fondo”. “En Sputnik se cumple con la normativa vigente y se garantiza una ventilación superior a lo exigido, gracias a sistemas de climatización en funcionamiento continuo, desestratificadores que favorecen la circulación del aire y una estricta limpieza y sustitución de filtros”, comentan desde la empresa que tiene locales en Alcobendas, Las Rozas, Berango, Chamberí y Legazpi.