Llegada la hora de la verdad, el Real Madrid se empeñó en no dejar lugar a dudas. Si encajó casi 200 puntos en los dos últimos partidos de la temporada regular, se ató los machos en el primer duelo de cuartos de final contra el Dreamland Gran Canaria para dejar una noche de esas en el WiZink en las que se muestra arrollador. Dzanan Musa fue el estilete de un colectivo con una pretensión clara: finiquitar cuanto antes el asunto para centrarse en la Final Four. [105-70: Narración y estadísticas]
Podrá certificar su pase a semifinales (donde se las podría ver contra el Barça a la mismísima vuelta de Berlín) el viernes en Gran Canaria, históricamente, un rival propicio. Se ha visto cinco veces en playoffs contra el Madrid -la última, el año pasado-, y ha sido como estamparse contra un muro: ha perdido los 12 partidos disputados. 13 con el de anoche. Y aún así, esta serie de cuartos al mejor de tres no deja de ser una trampa para los de Chus Mateo con el reto de volver a levantar la Euroliga a la vuelta de la esquina. Jaka Lakovic era consciente, pero su equipo se diluyó de mala manera en la segunda parte.
Aunque sufrió tres derrotas consecutivas que le abocaron al séptimo puesto y al cruce contra el segundo, el Granca acudía con la teoría aprendida. La importancia del rebote, de abrir el campo contra las torres rivales, de no conceder transiciones… Y de no derretirse ante los parciales del Madrid, que pronto encontró el acierto desde el perímetro y la inspiración de Musa (14 puntos en el primer acto). Aunque cargaba a sus interiores de faltas y no acudía al tiro libre, los amarillos seguían en la batalla, entre otras cosas por la extraña debilidad defensiva de últimamente de los de Chus Mateo.
En el primer acto había recibido el Madrid -entre el Valencia y el Baskonia le hicieron 199 puntos-, ya 25. Mejoró en defensa (45 ya hasta el final) y pronto amenazó con demarraje, con dos impresionantes triples de Llull (39-29). Tavares lo condicionaba todo y el Granca empezaba a mostrar resquicios de flaqueza. La mala noticia para los blancos fue sin duda la lesión de Rudy Fernández. No podía ser de otra forma, al arriesgar su mano en un robo a Slaughter se dañó la muñeca y se marchó directo a vestuarios. En poco más de una semana se celebra en Berlín la Final Four, la última para la leyenda balear. Afortunadamente, volvió tras el descanso, pero no participó más por precaución.
Poirier, siete mates
A la vuelta apretó a fondo el Madrid, con ansias de resolver cuanto antes. Pero fue casi más demérito visitante, porque a los tres triples completamente liberado errados por AJ Slaughter (fueron un claro punto de inflexión) contestaron Yabusele, Musa y Hezonja para estirar peligrosamente la máxima (70-47). Cuando nada entorpece a los blancos, cuando logran sentirse cómodos, cuando convierten la pista en un correcalles -hubo un par de alley oops extraordinarios y siete mates de un poderosísimo Poirier-, suelen convertirse en inabordables. El Granca, tan competidor 20 minutos, había desaparecido por completo del WiZink.
Y la distancia, con todo roto, tornó en escandalosa, llegando a la treintena tras un triple de Ndiaye que también participó en la fiesta y después casi a los 40. “Mis jugadores han entendido muy bien la importancia del partido. Pero no podemos confiarnos. Les hemos ganado por 35 y van a estar heridos. No hagamos tonterías”, pidió Chus Mateo al finalizar.