El Real Madrid luce músculo: atropella al Valencia y vuelve a la final de Copa

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Hay veces que jugar contra el Real Madrid resulta como intentar contener a una manada. Siempre hay un bisonte que salta la valla, que escapa del vaquero, que embiste hacia el aro. Llegada la hora de la verdad, ya el primer trofeo a la vista (y con la lección a fuego de la semifinal perdida hace un año en Badalona contra Unicaja), se acabaron las dudas y los despistes. No es la primera vez que ocurre, el colmillo a tiempo. Con toda su tropa a punto, el mismo Valencia Basket que el jueves acabó con el Gran Canaria y con el que ya ha tenido algún susto incluso esta temporada (prórroga en el WiZink), fue arrollado de mala manera por los de Chus Mateo, una paliza por momentos sonrojante cuando todo se rompió a la vuelta del descanso. [95-76: Narración y estadística]

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Aguarda rival (o Barcelona o Lenovo Tenerife) este domingo en el Martín Carpena, donde alzó su última Copa en 2020, la que será su décima final en los últimos 11 años. A ella acuden los blancos plenos de confianza tras un ejercicio de superioridad total ante el Valencia de Alex Mumbrú, que fue expulsado de la tarde demasiado temprano. En una fatal sucesión de acontecimientos que le iban a dejar con cero posibilidades. En realidad, la estampida llegó por un error propio. Cuando Xabi López Aróstegui falló incomprensiblemente un mate completamente sólo con los taronjas arrimándose más que nunca. Después de eso y a pesar de estar el descanso por medio, el parcial del Madrid llegó a ser de 35-11…

Campazzo, defendido por Claver.ACB Photo

Como en el partido de cuartos del jueves, el Real Madrid, conocedor de los terrenos, amaneció con el acelerador a fondo. Ni se inmutó con los dos primeros triples de Brandon Davies, en misión de separar a Tavares de la zona. Pero el primer dilema pronto fue naranja. El ex de Zalgiris y Barça, el único ‘cinco’ sano en la plantilla de Mumbrú -llegó renqueante a la Copa, Boubacar Touré ni viajó-, siempre tan acertado ante los blancos desde el perímetro, se cargó con dos faltas en poco más de un minuto y su equipo se supo en un callejón. Descentrado y nervioso, encajó en un abrir y cerrar de ojos un 16-0, todo un primer lastre.

Le tocó a Mumbrú darle la vuelta a todo y en su mérito seguir compitiendo ante la primera avalancha. Porque el Madrid no hace prisioneros. Semi Ojeleye y un 0-7 antes del final del primer acto le dieron aliento. Más cerca todavía al poco, con la agresividad de Justin Anderson y un 2-10 solventando por esas ráfagas mortales de Sergi Llull. Como si el tiempo fuera su aliado, el balear encadenó ocho puntos consecutivos en un duelo que parecía frenético.

Regresó Brandon Davies (el dominio del rebote ya era claramente blanco) y le tocó volver a empezar al Valencia. Pero, a pesar del tercer triple del pívot (iba a acabar con cinco de seis intentos), pronto fue devuelto al banquillo, también su tercera falta. Aunque la jugada que mejor iba a resumir todo lo ocurrido iba a llegar justo al final. Tras un triple de López Aróstegui, el alero vasco robó un balón en primera línea y se dispuso a machacar en solitario, a la carrera. Pero algo no salió bien, erró estrepitosamente y en el caos de después, Dzanan Musa anotó y recibió falta. Una jugada de cinco puntos para el Madrid. Que, a continuación, aprovechó un breve percance físico de Chris Jones para cerrar con un triple liberado de Hezonja. Un castigo en un momento de esos clave. Porque, claro, a la vuelta, un dos más uno de Campazzo y 51-39…

Y Yabusele sumándose a la fiesta y un Valencia encerrado en las cuerdas que recibía golpes como un boxeador sin aliento. Deck, Campazzo (nueve asistencias), Poirier (y sus tapones) y una ventaja que rozó la treintena antes del final del tercer acto (77-50). Knockout.

Pero Mumbrú no arrojó la toalla, pese a lo evidente. Se marchó de la Copa el Valencia con la cabeza alta, ganando claramente el último parcial e, incluso, desatando un pequeño cisma en su rival. Tras unos minutos de despiste y el tiempo muerto de Chus Mateo, Llull gritó a Hezonja (se escuchó en todo el Carpena…), que no volvió a pista y que mostró un evidente enfado. Bien es cierto que el capitán y el croata lo solucionaron después en una pequeña charla.

No hizo falta el mejor Tavares, ni la participación de Causeur o Abalde. No fue necesario tampoco un héroe. Fue una excelente labor colectiva, esa intensidad que anhela Mateo, los fuegos artificiales de hace unas semanas. Y fue también, un aviso a todos: el Real Madrid quiere reconquistar la Copa.

kpd