Las finales ganadas en el último suspiro tras un recorrido arduo y casi siempre en desventaja escapan bastante al análisis técnico. El baloncesto, que con sus tanteos altos permite a veces palizas memorables, también ofrece más momentos cruciales que
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Los clubes miembros de la Euroliga han acordado fijar la reanudación de los partidos en Israel, a partir del próximo 1 de diciembre, tras reunirse este martes y analizar la situación actual en Gaza después del reciente anuncio de las iniciativas de alto el fuego y paz.
Los equipos israelíes de la Euroliga y la Eurocopa, que estaban disputando sus partidos como locales en sedes neutrales desde octubre de 2023, podrán volver a jugar ambas competiciones en sus pabellones dos años después.
Hasta ese 1 de diciembre, la Euroliga "seguirá de cerca la evolución de los acontecimientos", manteniéndose "en estrecho contacto con las autoridades locales y extranjeras, los equipos visitantes y todas las organizaciones pertinentes", según ha explicado en un comunicado.
Los clubes propietarios de la competición, que "garantizará que la seguridad y el bienestar de todos los involucrados sigan siendo la máxima prioridad", han dicho acoger "con optimismo y esperanza" el reciente plan de paz para Gaza.
No hay un tipo en Europa con semejante talento. Quizá tampoco ninguno con una personalidad tan insondable. La genialidad es Mario Hezonja. Es muy probable que el próximo curso no vista de blanco, que abandone el Real Madrid donde ha alcanzado esa plenitud tantas veces prometida. Pero hasta ese momento, ahí quedan sus exhibiciones. Será recordado y también añorado. En Belgrado resultó majestuoso. Como dos días antes en Berlín. Dos triunfos que, además, certifican la obviedad: los de Chus Mateo serán el mejor equipo de la temporada regular, de principio a fin y con récord de victorias ya (25) a falta de tres partidos. [76-88: Narración y estadísticas]
En tres días, Hezonja anotó 47 puntos, 25 sólo en el Stark Arena, donde hizo de todo, disfrazándose de ese líder que no siempre es, siendo lo trascendental que todo el mundo sabe que es capaz. Contagió a sus compañeros y anuló al grupo de Zeljko Obradovic, que cayó a la lona al final del tercer acto y ya no fue capaz de levantarse pese a que realmente el Madrid no se jugaba demasiado.
Qué diferente a lo ocurrido hace 10 meses, con la vida en juego para ambos en esos cuartos de la Euroliga. Tanta pasión que todo se había desbordado en el WiZink, aquella vergonzosa pelea y todas sus consecuencias. Esta vez el Madrid llegaba al Stark Arena con la calma de quien ya hizo sus deberes, con la prudencia del que sabe que ahora no es el momento de forzar la máquina. Todo lo contrario que el Partizan, en plena batalla por colarse en los puestos del novedoso play in de la Euroliga y con un recibimiento de uñas para Yabusele.
En los de Chus Mateo, esa diferencia de intensidad de reflejaba principalmente en la ofensiva, más fallos de lo habitual, rotación menos fluida, ideas más grises. Compensaba con el esfuerzo defensivo y el Partizan tampoco era capaz de sacar partido, pese a que los blancos apenas anotaron cuatro canastas (de 27 intentos) en los primeros 14 minutos. La tónica era la igualdad, con más protagonismo del habitual para Carlos Alocén, con un Campazzo algo débil, afectado por ese virus estomacal que ha dejado a media plantilla tocada (no viajaron a la gira ninguno de los tres veteranos, Rudy, Chacho y Llull y tampoco jugó esta vez Dzanan Musa). E incluso con la aparición del canterano Hugo González en la rotación.
ANDREJ CUKICEFE
Todo se animó a la vuelta de vestuarios, despejados ambos de los corsés, liberadas las muñecas. El retorno fue un poderoso intercambio, con Frank Kaminsky y Mario Hezonja como protagonistas, dos tipos que hace nada lucían en la NBA. El pívot martilleaba desde el perímetro sin nadie que le siguiera el rastro. El croata, puntos, rebotes y asistencias, tomaba la responsabilidad para que el Madrid siguiera en la brecha y más, pues un repentino 0-16 le otorgó, con Campazzo despertando también, por primera vez una ventaja lustrosa (54-68). Fueron tres minutos finales insólitos, por los suelos el Partizan, eléctrico el Madrid, que iba a anotar en ese tercer acto más puntos que en toda la primera mitad. Un ratito que iba a resultar clave.
Fue un k.o. técnico. Porque el arranque del cuarto final no sirvió para espabilar a los serbios. Un triple de Hezonja, ya completamente desatado, alargó el parcial (2-21) y la sensación de superioridad en el infierno del Stark Arena. El duelo se había acabado, todos rendidos al inabordable genio de Mario Hezonja (cinco de seis en triples, seis rebotes, cuatro asistencias...) para la cuarta victoria a domicilio consecutiva del Madrid, despejando cualquier atisbo de crisis.
La sensación es de absoluta 'campazzodependencia', como si en las manos del pequeño base estuviera la única solución de un Real Madrid de arreones, en busca de su identidad y de la propia confianza que le haga despegar en esta temporada de dudas y derrotas a domicilio. De vuelta al refugio del WiZink, donde no sabe lo que es perder, acabó con la Virtus para tomar algo de aire en esta Euroliga que le comprueba, con sorpresa, demasiado descolgado. [98-86: Narración y estadísticas]
El domingo desplumó al Gran Canaria y aunque ante la Virtus de Cordinier (cuya figura ha sonado con fuerza en los últimos días como posible refuerzo) hubo otros nombres propios -los 20 puntos de Hezonja, el dominio de Tavares, los 1.100 partidos para la historia blanca de Sergio Llull y hasta los destellos de Rathan-Mayes y sus cinco tripeles- fue el acelerón en el tercer cuarto de Campazzo (11 puntos y tres de sus nueve asistencias en ese tramo) el que enterró cualquier opción visitante, el que contagió al resto, y aupó a un Madrid necesitado de alegrías y buenas inercias.
Porque no había resultado un amanecer contundente, si es que lo que pretendía Chus Mateo era dar un golpe en la mesa de las incertidumbres que le rodean. Especialmente en defensa, el equipo no lograba contener los puntos sencillos de Cordinier, Shengelia y Clyburn, que anotaban como si no les costara. Menos mal que enfrente estaba Mario Hezonja en uno de esos días: acabó el primer acto con 13 (tres triples) de los 28 puntos blancos.
Pero el segundo comenzó con un 0-9 de los italianos. Demasiada desidia. Demasiada descoordinación defensiva y hasta un punto de insolidaridad. Todo eso provocó el run-run en las tribunas y el (enésimo) minicabreo de Hezonja al ser sustituido. Aún así, el Madrid seguía en la brecha: con Hugo González encontró algo más de equilibrio y el acierto desde el perímetro compensaba la sangría recibida.
Shengelia
Shengelia, pura fiabilidad, regresó de vestuarios con ocho puntos de carrerilla, una pesadilla hasta que Campazzo decidió que ya estaba bien de vaivenes. El argentino tocó a rebato y todos le siguieron como se sigue a los líderes, con los ojos cerrados, puro contagio de energía renovada, defensa ahora sí con colmillo y un rival que ya no encontraba resquicios y cedía. Acudieron las transiciones marca de la casa y un triple del Facu coronó un parcial de 15-3 para establecer la máxima (73-60) y aportar la calma necesaria. No está el Madrid para más noches tontas y menos en casa.
El colchón sobre el que empezar a respirar. Tres triples de Rathan-Mayes, en su mejor partido de largo desde que llegó este verano, sentenciaron al comienzo del acto final, con una máxima (96-76) a la que ya ni el prolífico Shengelia ni la clase eterna de Belinelli podían aspirar a remontar. Sin respiro, el jueves acude el Efes, seguramente una prueba más exigente parea este Madrid todavía sin Musa, Feliz ni Garuba.