Copa del Rey de Baloncesto
Real Madrid 86 Valencia 85
Los de Chus Mateo, que comenzaron ganando por 16 (31-15), se salvan de la eliminación tras el fallo sobre la bocina de Chris Jones. Deck, decisivo y lesión de Llull.
A Chris Jones, un trotamundos que empezó su carrera fuera de Estados Unidos en Mongolia, le van los finales calientes. Hace unos días cerró un partido en el OAKA con un triple sobre la bocina. En su bandeja final, que escapó del aro por un suspiro, estuvo el destino del Real Madrid, tan errático y lleno de dudas que disputará las semifinales de la Copa después de un buen suspiro de alivio. Ante un Valencia de puro coraje, los de Chus Mateo jugaron con fuego y Deck evitó que se quemara. [86-85: Narración y estadísticas]
La Copa de las sorpresas que nunca se producen, la que regresó a Badalona 38 años después, abrió gas en un Olímpic ni siquiera repleto con un duelo de sensaciones fuertes. Adrenalina para empezar. Y eso que el amanecer no presagiaba tal pujanza. Pero iban a ser púgiles de dos caras, tan calamitoso el inicio del Valencia como el final del Madrid; o al revés.
Energía de ida y vuelta, confianza que se diluye y dudas que regresan cuando parecían enterradas. Se siente el Madrid en semifinales aunque vuelvan sus sospechas en los cierres de partidos, principalmente cuando sus viejos pretorianos no están en el ajo. Cuando no hay un base puro poniendo orden en la pista.
Antes, el poderío. Porque aguantarle la mirada a este Real Madrid de las mil amenazas resulta misión imposible si no se le iguala la intensidad, al menos. Cuando el Valencia de Mumbrú quiso darse cuenta era doblado en el marcador: en ese tramo descorazonador de casi 13 minutos apenas había gastado tres faltas. Pecado mortal que marcaría los restos.
Tavares domina de inicio
El rebote, claro, era una quimera para los taronjas, a los que el plan inicial de sacar a Tavares de la zona con los triples de Dubjlevic le salió fatal. Es más, todo lo que tenía que ver con el gigante africano era una pesadilla para ellos. Y Chus Mateo no dudó en mantener a su puntal los 12 primeros minutos en cancha. Para entonces todo parecía encarrilado, en el marcador (31-15) y en las sensaciones.
Porque la siguiente mala noticia para el Valencia fue la irrupción de Hezonja, que encadenó 10 puntos en un abrir y cerrar de ojos, con esa capacidad natural para hacer daño desde cada rincón de la pista. Y, pese a todo, se fue con aliento al descanso. Porque Tavares les dio un respiro y porque Evans y Prepelic desde casi el medio del campo sobre la bocina recortaron distancias con dos triples.
Esos pequeños detalles marcan grandes aventuras. Porque ya nada iba a ser igual. El Valencia regresó de vestuarios consciente de que la vida concedida era un regalo quizá inmerecido. Pero no por ello iba a dejar de intentar aprovecharlo. Se entregó a Chris Jones y al pequeño genio de Jared Harper, y arrojó toda la agresividad que le quedaba. En ese empeño de al menos morir de pie, con el acierto desde el perímetro recobrado, fue soñando cada vez más fuerte con la gesta.
Los pequeños detalles ahora iban contra el Madrid, que fallaba tiros libres y concedía demasiado a un rival envalentonado. Y, aún así, mantenía la compostura y la ventaja. Aunque no hubiera rastro de los veteranos. Rudy Fernández, que sale de lesión, fue uno de los descartes (junto a Abalde, tal es el lujo de la plantilla blanca), Llull dio el susto con un golpe en su rodilla izquierda y Sergio Rodríguez ya no volvió en la segunda mitad.
La rebelión taronja iba a poner todo patas arriba. Porque el Madrid se empeñaba en dispararse al pie, con graves errores de Musa. Harper consumó al fin la remontada (79-81) y, entonces, en el caos de ataques desordenados, Gaby Deck asomó su garra. Cinco puntos del argentino que iban a ser la clave, aunque para ello el Madrid sobrevolara el drama cuando, tras otra posesión desastrosa, el balón quedó en las manos de Jones. Y, entonces, como en ‘Match point’, la pelota salió para el lado que salvaba a Chus Mateo.