Manuel Pellegrini vive momentos complicados en el banquillo del Real Betis Balompié. La reciente derrota frente al Valladolid, que sólo había ganado tres partidos en dieciocho jornadas, dejó un dato rotundo: la 24/25 es la peor primera vuelta desde que el técnico chileno desembarcó en Sevilla en 2020. 25 puntos, décimo clasificado, a cinco puntos de Europa y con síntomas de fatiga en los planteamientos deportivos.
«Nos faltó actitud», dijo el entrenador tras el mal partido en Pucela. Lo anímico imponiéndose a lo lúdico. No es el qué, sino el cómo. Un vestuario que arrastra dudas, falta de liderazgo y poca confianza en sí mismo. El errático desempeño en Europa tampoco ha ayudado al equipo, que atraviesa una racha con poco juego, poco gol y futbolistas sobrepasados por la responsabilidad. Con este panorama, el club verdiblanco se enfrenta este miércoles (21.00 h., Movistar) en octavos de final de Copa del Rey en el Lluís Companys a un renacido Fútbol Club Barcelona.
La dirección deportiva dejó demasiados agujeros sin tapar tras la renovación del plantel en verano. La crisis del Betis actual no es solo una cuestión de puntos, sino también de sensaciones. Plantilla desmantelada y un recambio insuficiente. El Betis que ganó la Copa del Rey en la temporada 2021/22 ya no existe. Jugadores clave como Guido Rodríguez, Álex Moreno, Canales o Borja Iglesias han salido, y sus sustitutos no han estado a la altura. La gestión del club, además, parece haber entrado en un ciclo de venta constante sin reposición de calidad equivalente, lo que ha dejado al equipo sin una base sólida. Se irá Rui Silva, se ha ido Assane Diao, y Lo Celso estará KO unas semanas.
Un técnico erosionado
El desgaste de Pellegrini es evidente. Aunque en varias etapas de su ciclo en el Betis se han generado dudas, siempre había conseguido hacer magia para superar los momentos críticos. Fue él quien convirtió a Juanmi en un goleador inesperado, sacó lo mejor de Borja Iglesias y devolvió a Isco a un nivel competitivo. Pero esta vez, el técnico chileno parece agotado, harto de encajar piezas en un puzle en constante cambio. Sus últimas declaraciones reflejan ese cansancio, y lo más preocupante es que el Betis parece haber perdido su capacidad de sorprender. Como dijo alguna vez Lopera: «Me estáis exigiendo… que me estáis cansando». Algo similar parece ocurrirle ahora al chileno.
El problema no es solo la calidad de los fichajes, sino también la pérdida de líderes en el vestuario. Jugadores como Joaquín, Canales y Guardado eran los referentes emocionales y deportivos del equipo. Ahora la plantilla parece huérfana, y aunque Isco muestra cierta ambición, no parece suficiente para canalizar la crisis. Esa falta de liderazgo también se traduce en el campo, donde el equipo muestra mucha ansiedad. La dupla ofensiva formada por Vítor Roque y Bakambu tiene menos pólvora que sus predecesores, y los números lo confirman: el Betis es el peor equipo de las cinco grandes ligas en la diferencia entre goles marcados y goles esperados.
Otro síntoma del desgaste de la plantilla es la falta de alternativas en posiciones clave. El año pasado, Ayoze tenía a Abde como recambio. Este verano, Ayoze se fue y no llegó nadie para ocupar su lugar, lo que refleja la política errática de fichajes. Situaciones similares se ven en otras demarcaciones. El caso de Guido Rodríguez es paradigmático: una pieza fundamental que salió sin que el club encontrara un sustituto de su nivel.
Un torneo propicio
El Betis se enfrenta ahora a una encrucijada: confiar en que Pellegrini pueda reconducir la situación, o asumir que su ciclo está llegando a su fin. Queda la incógnita de si el Betis será capaz de reaccionar en Copa del Rey, ese torneo que ha dado tantas alegrías al club en los últimos años. La ilusión es menguante y los problemas estructurales del equipo no suelen solucionarse con heroicidades puntuales. Quizá vivamos el ocaso de una etapa dorada.
El partido contra el Barcelona de este miércoles llega como un desafío monumental para un equipo que busca desesperadamente un punto de inflexión. El recuerdo de aquel gol icónico de Juanito en 1994, con Koeman desolado, que dejó una de las imágenes más representativas de la historia reciente del club, resuena como un símbolo de rebeldía y esperanza. En aquella ocasión, un Betis modesto y en Segunda desafió al todopoderoso Barça de Johann Cruyff. Fe y corazón bastaron.
Ahora, treinta años después, la situación es distinta, pero aquel espíritu combativo sigue siendo referencial para los béticos. Necesitan reencontrarse con ese coraje que les permitió dar aquellas sorpresas y que, en tiempos recientes, parecía haber sido reemplazado por una versión más pragmática y fiable del equipo. La pregunta es si esta plantilla y este Pellegrini, desgastado pero aún capaz, encontrarán un bálsamo en la Copa. Un alivio para una crisis que amenaza con devorar los cimientos de un proyecto que fue exitoso y ahora tambalea.