El Madrid desquicia al Barcelona

El Madrid desquicia al Barcelona

Copa del Rey


Barcelona 0 Real Madrid 4

Actualizado

El equipo blanco, liderado por un Benzema que marcó tres goles y un Vinicius convertido en demonio para el Camp Nou, somete a los azulgrana y jugará la final de Copa

Benzema celebra uno de sus tres goles en el Camp Nou.Joan MonfortAP

El Real Madrid desquició a un Barcelona donde el tormento institucional amenaza con llevárselo todo por delante, incluido al equipo. Liderado el Madrid por Benzema, Modric y un Vinicius convertido en demonio para el Camp Nou, jugará la final de Copa nueve años después.

El Camp Nou fue la caja de resonancia de un tiempo viciado. Envenenado como está el fútbol y el balón como único e insuficiente antídoto, Barcelona y Real Madrid se batieron en un duelo en el que la carga emocional rayó lo insoportable.

El desvelo de Ancelotti, que había sido derrotado por Xavi en los tres últimos clásicos, se tradujo en una alineación en la que el italiano mezcló la urgencia ofensiva provocada por el 0-1 de la ida -de ahí la titularidad de Rodrygo– con la aspiración de arrebatar el balón a un Barcelona minimizado por las ausencias de Frenkie de Jong y Pedri en el corazón del juego. El peso de Kroos en la concepción es menguante, algo que su equipo penó durante largos tramos de la primera parte, aunque al menos el alemán contó con la ayuda de Valverde para no sufrir tanto en los duelos. Mientras que Camavinga, otra vez encerrado en el lateral, se las apañó bastante mejor que en su día Nacho con Raphinha. Aunque no podía ser éste un partido a ganar desde la pizarra o la coherencia, sino desde la exaltación. Y ahí sucumbió el Barça, superado y arrastrado al fondo de su propio volcán.

No hubo nada más metafórico que el origen del gol con el que el Real Madrid igualaba la eliminatoria. Cuando el primer tiempo ya se desmayaba, Courtois sacó una mano prodigiosa ante Lewandowski. Y el Barcelona, que hasta el momento se había mostrado de lo más serio en su repliegue defensivo, se vio superado en un contragolpe tramado sobre la pieza más débil de su retaguardia: Marcos Alonso. Vinicius lideró la revuelta, y pese a que Koundé trató de sacar la pelota bajo palos, el cuero continuó avanzando hasta la meta. Y por si hubiera alguna duda, allí estaba Benzema.

El Barcelona acusó ese golpe a deshora. Y comenzó a preguntarse si le mereció la pena entrar en esa guerra de nervios que Gavi no supo cómo evitar. Participó el centrocampista en todo tipo de escaramuzas junto a Vinicius, amonestados ambos antes de la media hora en una danza infernal de provocaciones, empujones y patadas. El brasileño sacó mucho más rédito de todo eso que el sevillano, que acabó con la cabeza en otro sitio.

Tan desubicados salieron los futbolistas del Barcelona del vestuario que el Real Madrid encontró el momento adecuado para provocar el derrumbe en los siete primeros minutos del segundo acto. Modric, con su porte de futbolista eterno, entregó a Benzema el 0-2. Fue fundamental el movimiento de prestidigitador de Rodrygo, especialista en el fútbol que pocos ven. Y Benzema remató a sus anchas en la frontal después de que Koundé se resbalara antes de poder acudir al rescate. Retozaron los azulgrana en su desconcierto en el 0-3, después de que Kessié pisara a Vinicius en el área en una acción de la que poco podía salir. Benzema, que ha recuperado el olfato en el momento determinante de la temporada, tampoco falló esta vez en el penalti.

Modric, por entonces, ya se había apoderado de la noche con su andar cachazudo, más que suficiente para someter al Barcelona. Xavi se quitó de encima a Kessié para dar entrada a Ansu, castigó el pobre rendimiento de Raphinha dando entrada a Ferran, pero el grupo azulgrana no miraba a otro jugador que a Araujo, extraña esperanza en ataque en un equipo en el que Lewandowski no dio una a derechas.

Tan hundido estaba el Barcelona que los de Ancelotti acabaron por tomar el cuarto tras otra carrera por la pasarela abierta a Vinicius y el dulce toque de Benzema para culminar su hat trick.

«Es divertido lo que uno no recuerda», insistía Foster Wallace en su Broma infinita. Y al Barcelona quizá no le quede otra ya que la amnesia.

kpd