Mientras la liga negocia un nuevo contrato con las televisiones, las nuevas sanciones no evitan que referentes como Butler, Booker o Beal se queden el banqullo pese a estar sanos
Butler, en el banquillo, ante Minnesota, este domingo.DAVID BERDINGGetty Images via AFP
La NBA está en un momento decisivo. En el parqué, de momento, tranquilidad, la temporada acaba de empezar y hasta la primavera no habrá debates. Pero en los despachos la liga se juega su futuro. El año que viene acaba el contrato televisivo que permite que ESPN y TNT emitan los partidos en todo Estados Unidos y hay mucho dinero sobre la mesa. Muchísimo. Si desde hace una década entre ambas cadenas pagan 2.500 millones de euros por curso, el nuevo acuerdo podría elevar esa cifra hasta los 8.000 millones, pero también podría quedarse en la mitad.
En las negociaciones, ya en marcha, hay muchos factores en juego, como la caída de los suscritos al cable en EEUU, el auge de las plataformas de streaming -Netflix y Disney quieren pujar por los derechos- o la bancarrota de la Diamond Sports Group, la red que emite la NBA a nivel regional, pero hay uno que afecta directamente a la competición: las estrellas actuales descansan demasiado.
Desde que los San Antonio Spurs de Duncan, Parker y Ginobili lo pusieran de moda hace ya casi 20 años, el llamado load management, la gestión de los minutos en cancha de los mejores, se ha ido extendiendo a todas las franquicias y hoy es casi imposible que alguien dispute los 82 partidos de la liga regular. De hecho, el curso pasado sólo lo hicieron 10 jugadores. Aunque no se lesionen, la mayoría de referentes se pierden varios encuentros cada año -especialmente fuera de casa- para quedarse en una cifra entre 50 y 70 disputados. En los últimos cursos Luka Doncic se ha quedado siempre alrededor de 65 partidos y LeBron James, de 55.
En sólo tres partidos de esta temporada, ya se ha visto a ídolos como Devin Booker, Bradley Beal y Jimmy Butler en sus banquillos, vestidos de calle, sin más problemas que los que indican el programa de cálculo con el que sus entrenadores gestionan su fatiga. Butler, de hecho, fue abucheado la noche del domingo por el público de Minnesota y respondió lanzando besos a las gradas.
Las nuevas multas
«El load management es parte del asunto, sí», reconocía hace unos días Joe Dumars, vicepresidente ejecutivo de la NBA, en referencia a la negociación del nuevo contrato de derechos de retransmisión. Porque cada vez que una estrella se pierde un partido la audiencia cae en picado y las televisiones ya están escaldadas. El mes pasado, para frenar esa práctica, la liga estadounidense anunció nuevas sanciones contra los equipos, pero de momento no funcionan.
Los 100.000 dólares para la primera infracción, 250.000 dólares para la segunda y el millón de dólares de castigo por cada ausencia adicional son poca cosa para las franquicias y, además, hay subterfugios. Los veteranos tienen permiso para descansar más y la mayoría de conjuntos recurren a su equipo médico. La NBA, como es lógico, sólo puede castigar las faltas de los jugadores que no estén lesionados y se ha multiplicado los partes con «molestias» como excusa para el descanso. Hay muchísimo dinero sobre la mesa, pero la temporada es taaan larga.
En la biografía de Carlos Alcaraz queda un capítulo por explicar. Su idilio con el tenis se ha narrado muchas veces: del niño que jugueteaba con la raqueta todo el día por las pistas de la Real Sociedad Club de Campo de Murcia al adolescente que asombró al mundo. Su ascenso siempre se narra directo, sin paradas, de la infancia al éxito. Pero no fue así. Durante unos meses, Alcaraz quiso dejar el tenis y dedicarse a otro deporte.
Lo recuerda Alfredo Sarriá, entrenador y coordinador de su club, ahora rebautizado como Carlos Alcaraz Academy: "Carlos tenía 13 años, cambió de categoría, se quedó sin grupo de entrenamiento y en muchas clases estaba solo. Estuvo una temporada así. Al mismo tiempo había empezado a jugar al fútbol sala, era el pichichi del equipo y los compañeros de la escuela le iban a animar. Recuerdo que decía: ‘Quiero dejar el tenis y pasarme al fútbol sala. Aquí ganó un punto, miro alrededor y no hay nadie. En el fútbol sala estoy con mis amigos’. Por suerte, su padre le animó a seguir y, bueno, el resto es historia".
Las dudas de adolescencia de Alcaraz hoy no son más que una anécdota, pero demuestran una máxima: necesita estar arropado. Más allá de lo tenístico, que revalide su título de Roland Garros, el Grand Slam en el que debuta este lunes ante Giulio Zeppieri, depende de que sienta el amor de los suyos. En un circuito repleto de jugadores que viven en Montecarlo o Dubai y viajan con sus entrenadores y, como mucho, sus parejas, Alcaraz todavía reside en El Palmar y moviliza a todo su entorno para los torneos.
Un paseo por Roma
Su hermano Álvaro es su sparring; su amigo íntimo Fran Rubio se ha incorporado este curso a su equipo como fisioterapeuta; sus padres no fallan en su palco; y en las gradas, siempre que pueden, animan sus colegas. Estuvieron muchos en Barcelona, donde fueron los más ruidosos, otros pocos en Montecarlo y estarán todos los que puedan en la Philippe Chatrier si todo va bien. En su entorno aseguran que su reivindicación en el documental de Netflix ‘A mi manera’ se entendió mal: no eran ganas de fiesta, eran ganas de seguir en su mundo. El tenis le exige una vida solitaria, pero él se resiste. Más importantes que las noches en Ibiza, eran las mañanas en el piso de sus padres, donde todavía duerme, aunque se ha comprado una casa cerca. "Nunca se sabe qué pasa en el futuro, pero a corto plazo es imposible que se vaya a vivir a otro sitio", comentan. La semana pasada en el Masters 1000 de Roma, de hecho, una de las cosas que más disfrutó Alcaraz fueron sus visitas al Coliseo y la Fontana di Trevi junto a dos amigos.
Roberto RamacciaEFE
"Los tenistas se acostumbran a viajar desde pequeños y algunos generan pronto un desapego, pero Carlos siempre ha necesitado ese vínculo con los suyos. Cuando estaba fuera, llamaba a familiares y amigos cada día. Tuvimos que trabajar su marcha a Villena para entrenar con Ferrero como una renuncia personal, aunque no dudó en hacerlo", analiza Josefina Cutillas, psicóloga deportiva de Alcaraz durante su adolescencia en Murcia, que añade: "Ha humanizado el deporte de élite. Tiene muchas cosas a su alcance, pero sabe que su felicidad no está en otro sitio que con su gente".
El mismo peluquero de siempre
Esta misma semana, Alcaraz ha pasado un par de días en El Palmar, lunes y martes, donde apenas tuvo tiempo de nada. Ni tan siquiera sacó un hueco para cortarse el pelo. En algunos hoteles caros en los que se hospeda e incluso en torneos como Wimbledon, el actual número dos del mundo cuenta con servicio de peluquería, pero él sigue recurriendo a un vecino, Víctor Martínez, al que conoce desde hace años. "No es mi cliente, es mi amigo. Voy a su casa a cortarle y también a sus hermanos Álvaro y Jaime. Iba a ir al Mutua de Madrid, pero como al final no jugó hubo que esperar. Por eso en Roma llevaba el pelo tan largo. Nos veremos cuando vuelva de París", cuenta Martínez que empezó con la estética masculina como hobby cuando trabajaba en El Pozo.
CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
"A veces le da por raparse y antes me pedía más degradados, pero en el tenis se llevan cortes más clásicos. En el fútbol es lo más normal, pero en el tenis queda agresivo", analiza quien ha podido ver en directo a Alcaraz en varias ocasiones, como en una Copa Davis. Cuando recibe visitas así, el tenista suele seguir una tradición: él pone las entradas, claro, pero también invita a la cena.
Carlitos, Carlico o Charly
"Carlos siempre va a jugar muy bien en Barcelona y en Madrid porque allí siempre tiene a muchos amigos en las gradas. En otros torneos es más difícil, en Roland Garros se intenta, pero escuchar a los suyos en casa le da un punto más de motivación. Sabe que piden permisos en el trabajo, que se pegan una paliza en coche, que se pagan el hotel y él responde", proclama Sarriá y concluye con una cuestión esencial que flota alrededor de Alcaraz y su gente: ¿Cómo le llaman?
De toda la vida, en su casa le han llamado Carlitos para diferenciarlo de su padre, pero últimamente los amigos le animan a base de gritos de "¡Vamos, Charly!". Por Carlitos responde -así todavía le reclaman muchos-, pero él mismo se autoproclama Charly cuando se anima en voz alta. "Lo de Charly se lo pusieron en Villena cuando se fue a entrenar con Ferrero y muchos amigos le llaman así ahora. En su casa siempre era Carlitos, o mejor dicho 'Carlico', que eso de Carlitos es muy fino para lo que hablamos nosotros en Murcia", concluye el coordinador de la Carlos Alcaraz Academy sobre el jugador que a partir de este lunes buscará su segundo Roland Garros consecutivo.
«Hace 12 años emigré a Estados Unidos y mis inicios fueron difíciles. No fue el sueño americano. Básicamente terminé en la calle, viviendo y durmiendo en un coche. Un día estaba en un centro de donaciones, un lugar donde la gente sin recursos compra ropa de segunda mano, y vi una colección cerrada muy grande de cromos de fútbol. Costaba 200 dólares y me quedaban 200 dólares. Sabía que el fútbol estaba creciendo en Estados Unidos, que el coleccionismo de béisbol o de baloncesto movía mucho dinero en el país y pensé que quizá valía la pena, que podía sacar algo. Realmente tampoco imaginé que llegaría a dedicarme exclusivamente a los cromos», relata el argentino Damian Olivera-Bergallo, uno de los coleccionistas de cromos más importantes del mundo, con una vida que exige un relato.
De la nada al lujo. De trabajar como lavaplatos o como conductor de Uber en Miami a viajar por el mundo en busca de rarezas de memorabilia. De la ausencia de contactos a quien llamar a ser invitado por Leo Messi en su casa de Barcelona. En conversación con EL MUNDO desde su casa en Bloomfield Hills, en Michigan, donde vive ahora y dirige su propia empresa, recuerda su ascenso.
«Durante años seguí durmiendo en el coche con la colección de cromos en el maletero. Fui aprendiendo sobre graduación y sobre autentificación hasta que me pude dedicar exclusivamente al coleccionismo. La primera venta importante de aquella caja inicial fue por 2.500 dólares, pero en ese paquete había un cromo por el que llegué a sacar 175.000 dólares», recuerda Olivera-Bergallo que hasta hace un par de años no tenía competencia en lo suyo: los cromos de Leo Messi. Vendiendo estampas de otros futbolistas y comprando todo lo que encontraba del 10 argentino llegó a copar el 95% del mercado.
La camiseta más icónica de Messi
«Pero en los últimos tiempos se ha multiplicado la competencia, especialmente en China, y ya no sigo el ritmo de antes. Ahora me estoy frenando un poco, compro objetos de coleccionismo de calidad, no sólo cromos, y trato de disfrutar de la vida. He automatizado ventas a través de la web y delegado en algunas funciones», comenta Olivera-Bergallo, que durante cinco años fue dueño de uno de los objetos más importantes de la historia del Barça. La camiseta que Messi mostró al público del Santiago Bernabéu en aquel 2-3 de 2017 fue suya gracias a un intercambio con un jugador del Real Madrid y luego, en 2022, la vendió por 450.000 dólares.
¿Por qué un cromo tiene más valor que otro?
Por su calidad, por su antigüedad y por su rareza. Un cromo impecable, que no ha sido tocado, vale más que uno manchado. También un cromo muy antiguo o uno de una edición muy pequeñita. Aunque los más importantes son los primeros de cada edición, los llamados rookies. Un rookie de Leo de gran calidad puede rondar los 300.000 dólares, más si es de una edición antigua o una única. Yo tengo uno así que además está firmado, así que no puedo decir el coste que tiene.
¿Y cómo consiguió una firma tan preciada como la de Messi?
Es una buena historia. Yo estaba en Barcelona en ese momento y él ya jugaba en París. Me llamaron desde su equipo y me preguntaron si podía estar al día siguiente a las cinco de la tarde en su casa. Y, obvio, cogí un vuelo y llegué puntual. Abrió la puerta él mismo y me dijo: «Hola, Damián, ¿Cómo estás?». Había leído un artículo sobre mí en un diario argentino y estaba muy interesado en lo que hacía. Le mostré los cromos, le expliqué las diferencias, me hizo muchas preguntas.
El boom del coleccionismo en la pandemia
En los últimos años, Olivera-Bergallo ha llegado a acuerdos con futbolistas y ex futbolistas, como Alexia Putellas o Ronaldinho, para distribuir su memorabilia en exclusiva, aunque acepta que es difícil controlar la piratería. Después del boom vivido durante la pandemia, cuando muchos aficionados gozaron de tiempo de sobra y se multiplicaron las ventas, ahora el coleccionismo de fútbol mantiene un crecimiento sostenido que asegura el futuro del argentino. Gracias a sus más de 120.000 cromos y sus cerca de 1.000 camisetas, todo protegido por una empresa especializada, Olivera-Bergallo vive, ahora sí, el sueño americano.
Recuerda Carlos Soria su sorpresa cuando en la primavera de 2004 llegó al campo base del K2, posiblemente la montaña más difícil de escalar del planeta, y se encontró allí un plató de cine. Italia celebraba el 50 aniversario de su primera ascensión a un ochomil, la realizada por Achille Compagnoni y Lino Lacedelli en 1954, y lo hacía con una película con actores conocidos y financiación pública de la RAI. «Tenían millones de presupuesto y un montón de medios», cuenta el alpinista que lamenta que en España no exista un proyecto parecido.
El 2025 que está a punto de empezar se cumplen 50 años de la primera ascensión a un ochomil de dos españoles, Jerónimo López y Gerardo Blázquez, que en 1975 hollaron el Manaslu (8.163 metros) y no hay un film previsto, ni intérprete contratados, ni mucho menos dinero para rodar una de historia basada en hechos reales. Pero, eso sí, está Carlos Soria. «A los italianos en el K2 les faltaba alguien que realmente hubiera estado en la primera ascensión 50 años atrás», rememora y eso es lo que él puede aportar. ¿Para qué se necesitan actores y efectos especiales si se puede grabar como vuelve a subir el propio Soria?
Esa es la idea: la primavera que viene, Soria, que tiene 85 años y ya participó en la expedición de López y Blázquez -aunque no llegó a la cima-, quiere volver al Manaslu para poner en valor el hito que consiguieron cinco décadas atrás.
"Si estoy bien, tiro para arriba"
«El proyecto nació hace un año a partir del impulso de Carlos. Yo sabía que la ascensión al Manaslu de 1975 había pasado desapercibida porque fue un año de muchos cambios en España y aquí entonces apenas se valoraba el montañismo. Con mi productora pensé en hacer un documental, le propuse una entrevista a Carlos y se me ocurrió decirle que podríamos intentar ir al campo base para grabarla allí. Me respondió: 'Si voy al campo base del Manaslu y estoy bien, yo tiro para arriba'. Y, bueno, a partir de ahí empezamos a trabajar», relata Alberto Flechoso, responsable de Atrevida Films, vicepresidente de la Real Sociedad Española De Alpinismo (RSEA) Peñalara y ahora impulsor de la expedición Manaslu, 50 años después, que de momento está a medias.
Para cubrir el presupuesto, que ronda los 190.000 euros e incluye la contratación de los sherpas de la prestigiosa compañía Seven Summit Treks se necesitan unos patrocinadores que todavía no han llegado. La Comunidad de Madrid aporta una ayuda de cerca de 20.000 euros, pero aún falta. «Esperamos que después de la Navidad se active todo», alienta Flechoso. Los números están por hacer, pero si es por Soria fuerza no faltará.
«Me encuentro cada día mejor, muy ilusionado con la vuelta al Manaslu. Tener proyectos es mi manera de vivir», comenta el alpinista, en forma pese al accidente sufrido el año pasado. En mayo de 2023, en otro intento de ascender al Dhaulagiri, un guía sherpa cayó, arrastró a Soria con él y le fracturó la tibia de la pierna derecha. Estaban a 7.700 metros y en el largo y peligroso descenso al campo II, casi pierde la vida. Luego, de vuelta a España, tuvo que operarse, pasar dos meses en la cama y cruzar por una lenta rehabilitación hasta que a finales de año volvió a la bicicleta, a la escalada, a su montañismo de toda la vida.
La prueba en el Pico Lenin
Quienes le ven entrenar a diario en el rocódromo Sputnik de Las Rozas o en los senderos de La Pedriza en la Sierra de Guadarrama aseguran que la recuperación es total. «Vive como si estuviera en un campo de altura, como si fuera un monje shaolin. Se levanta a las cinco de la mañana, hace sus ejercicios de fuerza, a las siete ya está en el rocódromo... Es una cosa fuera de lo normal. Cuando no esté, se le estudiará», concluye Flechoso que hace unos meses pudo comprobar en primera persona el estado físico de Soria.
Como preparación para el Manaslu, ambos se fueron hace unos meses al Pico Lenin, de 7.134 metros, en Kirguistán y sólo una violenta tormenta impidió que el entrenamiento acabará en la cumbre. «Carlos se quería probar en altura y quedó claro que está en forma. A mí me impresionó muchísimo. Por la calle, lo ves andando y la gente lo adelanta, pero en altitud no para, es alucinante. Tiene unas cualidades únicas. Cuando pasábamos delante de montañeros mucho más joven lo miraban y flipaban: '¿Pero este señor mayor quién es?'», cuenta Flechoso que, si el dinero alcanza, formará parte del equipo que vaya al Manaslu junto a Soria, otros alpinistas como Luis Miguel Soriano, Sito Carcavilla, Pedro Mateo y Jorge Palacios, el presidente del RSEA Peñalara, Javier Garrido, y la corredora de montaña Belén Rodríguez que buscará cumplir con su propio objetivo.
Socia del mismo RSEA Peñalara, ambiciona establecer el primer récord femenino de ascenso y descenso a cumbre desde el campo base, que está a unos 4.850 metros. La plusmarca masculina, en posesión del estadounidense Tyler Andrews, está en menos de 10 horas, un tiempo asombroso. Si todo va bien, en una subida clásica se invierte como mínimo el doble de horas.
Sama, donde es "hijo adoptivo"
El plan de todo el equipo pasa por volar al Nepal a mediados de marzo, realizar la aclimatación a la altitud en el valle del Khumbu, a casi 4.000 metros de altitud, y plantarse en abril en el campo base en busca de una oportunidad para ascender. Ese previo previo antes de atacar al Manaslu permitiría a Soria volver a visitar Sama, un pequeña aldea donde ya es «como un hijo adoptivo». Su primera visita fue en 1973, en la primera expedición española a la montaña nepalí, volvió en 1975, nuevamente en 1999 y más tarde en dos ocasiones en 2010, cuando pisó la cima por primera vez.
«Recuerdo que en 2010 les ofrecimos llevar lápices y material escolar para los niños y nos dijeron que les hacía falta 70 colchones y 70 edredones. Pues allí que fuimos con todo eso. Gracias a la ayuda de mucha gente conseguimos llevárselo», recapitula Soria, que esta vez quiere llevar material para la digitalización de los edificios públicos del lugar, como la escuela
La ilusión por el regreso a Manaslu aplaza así el final de la carrera por los 14 ochomiles de Soria, al que sólo le faltan dos. Le queda el Shisha Pangma, pero sobre todo le queda el Dhaulagiri. Allí fue en 1988 cuando todavía trabajaba como tapicero y todavía no había sumano ningún 'ochomil', en 2001; en 2006; cuando falleció su compañero Pepe Garcés en una grave caída; en 2011; en 2012; en 2016, en 2017 dos veces, en primavera y en otoño; en 2018, en 2019; en 2021, justo después de la reapertura tras la pandemia; y en 2023, cuando sufrió el accidente.
En total 12 intentos sin éxito en la que ya se ha convertido en su montaña fetiche, para lo bueno y para lo malo. «Lo importante ahora es ir al Manaslu, poder ir. Estoy seguro que lo conseguiremos, me hace muchísima ilusión», finaliza Soria, de camino a homenajear, si alcanza el presupuesto, a la primera expedición española que holló la cumbre de un ochomil, hará ya 50 años.