El habitual paseo por Roma para coronar al campeón del Giro de Italia tuvo en esta edición 108, una de las más sorprendentes que recordará la Corsa Rosa, la bendición del nuevo Papa. León XIV recibió al pelotón a las 15.30 horas en el Vaticano, antes del inicio de la última etapa.
“Sepan que son modelos a seguir para los jóvenes de todo el mundo. Les agradezco su labor y espero que, así como han aprendido a cuidar el cuerpo, el espíritu también sea siempre bendecido. Estén siempre atentos a la totalidad del ser humano: cuerpo, mente, corazón y espíritu. Que Dios los bendiga”, pronunció el Papa Prevost, que estrechó la mano de Simon Yates, Mads Pedersen, Isaac del Toro y Lorenzo Fortunato, las cuatro maglias del Giro. Y recibió un maillot rosa del presidente de RCS, Urbano Cairo.
La anécdota del encuentro la protagonizó Nairo Quintana que se saltó el protocolo y se acercó al Papa para estrechar su mano. Los corredores pasaron por la Plaza de San Pedro, los Jardines Vaticanos y salieron por la Porta del Perugino para iniciar la etapa final. De ahí, con los festejos típicos del final de cada gran vuelta, afrontaron los 144 kilómetros por Roma, casi siempre controlado el pelotón por el Soudal, el Alpecin y el Visma.
Olav Kooij celebra su triunfo en Roma.LUCA BETTINIAFP
A falta de 70 kilómetros triunfó una fuga de seis hombres (Verre, Paleni, Cerny, Hepburn, Pietrobon y Marcellusi), que mantuvieron un pulso con el pelotón durante muchos kilómetros: su ventaja apenas llegó a los 30 segundos. Josef Cerny fue el que más resistió; fue neutralizado a falta de menos de seis kilómetros, ya en la última vuelta al circuito.
El triunfo de etapa fue para Olav Kooij, su segundo de este Giro. Por delante de Kaden Groves y Moschetti. Lanzado por Van Aert y completando la fiesta del Visma Lease a Bike, que lució un maillot negro y rosa para la ocasión
Como si el Giro fuera una enorme partida de póquer que se disputa entre montañas, los protagonistas esconden en sus pedaladas lo que su físico y sus sensaciones afirman, para bien o para mal. Conscientes todos que todavía son balas de fogueo, que todo se va a decidir en el encadenado dolomita de la próxima semana, cinco etapas tan exigentes, tanto desnivel acumulado, que nadie podrá disimular nada ya. Tras la lluviosa contrarreloj de Pisa que poco aclaró, los Apeninos fueron de nuevo caldo de especulación. Y en esas aguas revueltas, poco ciclistas con más colmillo que el infatigable Richard Carapaz.
El ecuatoriano volvió a pescar, su octava victoria de etapa en una gran vuelta, la cuarta en el Giro que ya lograra conquistar en 2022, seis años después de la última en Courmayeur. Un palmarés que será legendario, incluido también el oro olímpico de Tokio. "Elegí el momento adecuado", explicó, como tantas veces hizo en su carrera, ese punch imbatible que puso entre la espada y la pared a los que pretenden ser triunfadores en Roma. Cuando atacó Carapaz, en la última subida del día, Pietra di Bismantova, todos se miraron y lucieron la mejor de sus caretas.
Carapaz, del Education First, en el podio.LUCA BETTINIAFP
Primoz Roglic pareció flaquear, como unos cuantos kilómetros antes, en el poderoso San Pellegrino, uno de los puertos más duros que va a subir esta Corsa Rosa (14 kilómetros casi al 9%), cuando probó Egan Bernal. Tampoco Juan Ayuso realizó ningún alarde. Fue su amenazante compañero, el líder Isaac del Toro, el que amagó con reaccionar al mazazo de Carapaz, pero al poco echó el freno. Después, Mauro Gianetti, el director del UAE Team Emirates, hablaba bajito con el mexicano. Todos son incógnitas y diferencias tan cortas todavía que el ecuatoriano, que aventajó finalmente en 10 segundos al primer grupo (encabezado por Del Toro, que rascó seis con una bonificación que no pelearon ni Roglic ni Ayuso), es ya sexto a no demasiado de los mejores.
"Tenemos las piernas, podemos seguir luchando, quiero intentarlo", pronunciaba el de Carchi, acordándose del cumpleaños de su hijo, una muesca más en su carrera camino de los 32 años, otro zarpazo del veterano entre los jóvenes osados que le rodean. En una jornada que avanzó con las piernas aún entumecidas por la crono del martes por las rampas de San Pellegrino, donde la escapada del día no pudo abrir el hueco. Y eran cinco corredores notables, con Pello Bilbao, Nairo Quintana, Plapp, Fortunato y Wout Poels. El Lidl, con el voraz Mads Pedersen tirando en primera persona, fue el más empeñado en que no hicieran camino.
Baloncesto
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Actualizado Sábado,
20
mayo
2023
-
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Fueron 173 partidos, uno más que Alberto Herreros, uno menos que Fernando Romay, el 15ª en la lista de históricos de la selección española. El primero, un 14 de agosto de 2009, en Las Palmas contra Cuba, un amistoso en el que llevó el dorsal 18 a la espalda. El último, el pasado verano en el Pierre Mauroy de Lille, uno de los escenarios icónicos de su periplo con España (allí, en 2015, fue parte de la histórica semifinal contra Francia), en la derrota contra Canadá en los Juegos de París. Camino de los 38 años, Sergio Llull, sin rastro de decadencia en su baloncesto, dice adiós a la camiseta que jamás rechazó, la que formó parte de su leyenda y en la que deja un legado que va mucho más allá de canastas imposibles y medallas.
Lo hizo este lunes en Madrid, acompañado por la presidenta Elisa Aguilar y por varios de los tipos con los que acumuló éxitos, su familia de cada verano, el patio de su recreo. Allí, en el Museo de la FEB en Alcobendas, estaban Jorge Garbajosa,Ricky Rubio, Felipe Reyes,Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Juan Carlos Navarro, Willy Hernangómez, Víctor Claver, Santi Aldama... y, por supuesto, Sergio Scariolo, el que le hizo debutar y con el que jugó su último partido. "Nunca podré devolverla la confianza que me dio", le dijo un Llull emocionado.
Que abrió su discurso con un guiño a su condición mágica, a ese don para resolver partidos con el corazón en un puño: "Estoy nervioso, prefería tener el balón en las manos y solo seis segundos por jugar". Con la selección Llull vivió momentos únicos y conquistó hasta siete medallas en 13 torneos, entre ellas el oro Mundial de China en 2019. También tres cetros continentales (2009, 2011 y 2015), la plata olímpica de Londres 2012, el bronce de Río 2016 y el del Eurobasket de Eslovenia en 2013. Pero también experimentó sinsabores, deportivos (como la eliminación en el Mundial patrio de 2014 o los dos últimos veranos sin medalla en el Mundial de 2023 y en los Juegos de París) y físicos. Con España, en un partido amistoso de preparación para el Eurobasket 2017 en Tenerife, el balear sufrió la peor lesión de su carrera, la rotura de los ligamentos de su rodilla. En 16 años sólo se perdió ese verano y el del Eurobasket 2022, lesionado también antes de empezar. "Me he dejado el alma... y alguna parte de mi cuerpo".
Llull, rodeado por los históricos de la selección, en su despedida.Eduardo Candel Reviejo / FEBEFE
Llull, al que costó encontrar hueco y protagonismo en el colectivo que venía de ganar el Mundial de 2006, amaneció con la osadía que siempre ha caracterizado su carrera. En ese Eurobasket 2009 protagonizó un momento iniciático e inolvidable, jugándose la última posesión del partido contra Turquía y recibiendo la recriminación pública de Marc Gasol, con el tiempo su compañero inseparable. "Teniendo a Pau en el campo, jugársela con el chico que acaba de llegar... Pasan estas cosas", explotó el gigante. España acabaría ganando ese oro, en pleno apogeo de la edad dorada. Tras el Mundial 2010, llegó el oro en el Eurobasket de Lituania, la plata en Londres, el bronce con Orenga en Eslovenia... Y el cielo del oro Mundial en Pekín, donde Llull dejó una de sus mejores noches con la selección. En el angustioso partido de semifinales contra Australia, con dos prórrogas, anotó 17 puntos (cuatro triples) y repartió seis asistencias.
Llull, con la Copa del Mundo en 2019.EM
"Ha sido un honor y un auténtico privilegio defender la camiseta de la Selección. He tenido la suerte de coincidir con una generación irrepetible de jugadores, auténticos ídolos para mí, y espero haber ayudado a trasmitir los valores de La Familia a las nuevas generaciones", concluyó Llull, irrepetible.
"Me siento un privilegiado por cada campeonato, por cada paso", reconocía el menorquín (que, curiosamente, se va sin afrontar un torneo como capitán) en una entrevista con EL MUNDO durante el pasado Preolímpico de Valencia, al que acudió como garante del legado, justo los días que nacía su tercera hija, Almudena.