El estremecedor relato de L.F., un portero de 16 años que recibió una paliza en un partido de juveniles en El Prat: ” Si no se llega a proteger, le parten la cabeza”

El estremecedor relato de L.F., un portero de 16 años que recibió una paliza en un partido de juveniles en El Prat: " Si no se llega a proteger, le parten la cabeza"

«No hice nada distinto. Acabó el partido, fui al centro del campo, di la mano a los jugadores del otro equipo y estaba yendo al vestuario cuando me pegaron una patada por detrás a la altura de la rodilla. Antes no me había dado cuenta de nada. Me caí al suelo. Y varios me empezaron a pegar patadas por todo el cuerpo. Por instinto me tapé la cabeza con las manos, pero dejé de entender lo que estaba pasando, abrí los ojos y lo veía todo negro. Hasta unos minutos después no pude moverme. Mi entrenador y mis padres vinieron a ayudarme, pero estuvo un rato atontado».

L.F., de 16 años, juega una liga más, una liga como cualquier otra, el Grupo 27 de la Segunda División juvenil de Cataluña. Es el portero del actual líder, el Colegio Sagrat Cor de Sarrià en Barcelona, y uno de los equipos menos goleados. Hasta el pasado 27 de enero, simplemente se divertía jugando a fútbol. Disfrutaba de su deporte «desde pequeño» y estaba con los amigos, sin más pretensiones, centrado en aprobar primero de Bachillerato y encaminarse a alguna Ingeniería. Pero aquel día sufrió una agresión sobre el campo que todavía hoy no logra entender.

«Tras finalizar el encuentro aficionados jóvenes del equipo local han entrado al campo y han agredido a jugadores del equipo visitante, saliendo mal parado el portero del Sagrat Cor, con varias patadas en la cabeza. Sólo he conseguido apreciar a un jugador del equipo local, L.P., dándole una patada. Posteriormente se ha avisado a las fuerzas públicas», relata el árbitro del partido en una acta fría, pero precisa. Según los testigos, en el campo del Club Barcelonista Terlenka, en El Prat, justo después del silbido final «entre 10 y 12 personas» saltaron desde un fondo al campo para golpear a los jugadores del Sagrat Cor y acabaron enganchando al portero. Lo apalearon con la ayuda incluso, como registró el colegiado, de un futbolista local. El gol en el último minuto del Sagrat Cor para llevarse la victoria por 1-2 fue la excusa para el ataque.

«Cuando marcaron, mi hijo lo celebró cerrando los puños y escuché que alguien desde la grada le gritaba: ‘No celebres que ahora te parto las piernas’. No le hicimos caso, pero después… Cuando llegué a donde estaba él después de la paliza, estaba temblando, fue horroroso. Podía haber sido una muerte en el campo. Si no se llega a proteger, le parten la cabeza, lo matan», denuncia la madre del guardameta, Patricia, que detalla el parte de daños.

Denuncia ante los Mossos

Además de varios hematomas craneales, L.F. tiene roto el dedo pulgar de la mano derecha lo que, no sólo le impedirá jugar durante varias semanas, también le impide seguir sus clases con normalidad y pincharse la insulina que necesita como diabético. Un parte del Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues confirma la lesión y es la base de la denuncia que la familia del portero ha presentado contra L.P., el futbolista local que participó en la paliza. El procedimiento deportivo, en cambio, ya está cerrado. Por lo registrado en el acta, la Federación Catalana de Fútbol impuso tres partidos a puerta cerrada al C.B. Terlenka y ocho encuentros de sanción para el jugador agresor en cuestión. Nada más. Aunque el Sagrat Cor reclamó y subrayó que los Mossos ya actuaron en otro partido del mismo equipo esta temporada.

La entrada a las instalaciones donde se produjo la agresión.GORKA LEIZAARABA

«Estamos colaborando con los Mossos y el chaval sancionado no está viniendo a entrenar. Lo que hizo es grave, pero es un crío de 16 años, no lo podemos sentenciar», dice José Sandoval, directivo del Terlenka, pero la víctima, L.F. no está de acuerdo. «Quien me pegó va a poder jugar antes que yo y, además podrá estar en el partido de vuelta. Después de todo, este mismo año vamos a volver a coincidir en un campo de fútbol. No lo entiendo», señala.

Todas las agresiones, en el fútbol

Lo que le ocurrió es otro ejemplo más de la lacra que ensucia al fútbol, que ennegrece su ambiente desde la élite hasta las categorías inferiores. Los datos son alarmantes y, pese a las campañas, no mejoran. Según el recuento de la Guardia Civil para la Comisión Estatal contra la violencia, el racismo y la xenofobia y la intolerancia en el deporte, en la temporada 2018-2019, la última con datos, hubo agentes en 9.118 partidos no profesionales, 6.362 de fútbol y 2.756 de otros deportes y casi todos los incidentes registrados, un 98,8%, fueron en el fútbol. En concreto actuaron en 174 encuentros y sólo dos fueron de otro deporte, , el baloncesto. La mayoría de veces (107) tuvieron que proteger al árbitro, aunque también se contabilizaron muchas agresiones entre espectadores (45) y, como en el caso de L.F., de espectadores a jugadores o viceversa (20).

El resumen anual de la Oficina Nacional de Deportes de la Policía Nacional, que sólo actúa en eventos profesionales, también desprende números parecidos: la temporada pasada, la 2021-2022, expulsaron de las gradas a 593 espectadores y detuvieron a 93 y todos estaban viendo fútbol.

“En el basket no tendría problemas”

«Es deprimente que para jugar al fútbol tenga que pasar por esto. Si me fuera al basket no tendría estos problemas», señala el agredido, L.F., que años atrás ya dejó un club para huir de su ambiente competitivo y regresar al colegio. «A mí porque me encanta el fútbol. Si alguien se apunta por ver qué tal, sin tanta pasión, no dura ni un año. En cada partido recibo insultos, amenazas… me dicen de todo», añade desprotegido pese a la evolución de la legislación.

Según los artículos 47 y 48 de la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, la llamada Ley Rhodes, aprobada en 2021, todas las entidades implicadas -federaciones, clubes…- tienen tres obligaciones específicas: la formación de los profesionales que trabajan con los niños, contar con un delegado de protección y elaborar protocolos que aborden «la discriminación, los insultos y la humillación en contextos deportivos».

En la mayoría de casos no se cumple ninguno de los tres requisitos y eso acaba en un entorno agresivo, cuando no violento, y, al final, en incidentes y hartura. Un estudio conjunto de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y la Universidad de Huelva, reveló que un 40% de los adolescentes abandonan el deporte entre los 12 y los 14 años -un 48% en el caso de ellas, un 33% de ellos- y concluyó que la causa principal era «el impacto del entorno deportivo» en su autoestima.

«Después de todo lo que ocurrió, de ir al hospital y a los Mossos a denunciar, llegamos a casa a las 12 de la noche, nos sentamos en el sofá y le dije a mi hijo: ‘Me harás feliz el día que dejes el fútbol’», recuerda la madre, Patricia, que, al parecer, no verá sus deseos cumplidos: «Él quiere volver a jugar y lo hará. Pero tendrá que pasar unas semanas por rehabilitación y le costará poner la mano. Ya le he dicho que es libre de jugar de nuevo, pero no quiero que comparta campo con alguien que le ha pegado una patada en la cabeza».

kpd