Corre, corre. Y corre, corre. Y corre, corre. Y Carlos Alcaraz dijo: “Ya está, para”.
Cuando acabó su partido de cuartos de los Juegos Olímpicos de París con victoria sobre Tommy Paul por 6-3 y 7-6(7), se encerró en el gimnasio que hay en Roland Garros -en las plantas bajas de la Philippe Chatrier- y tardó casi dos horas en salir. Hasta ayer, después de cada triunfo olímpico, le tocaba ducharse rápido, fotografiarse con los fans que le esperaban e
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David Goffin alzó la voz: «Algunos seguidores están aquí para molestar y no para animar. Los jueces de silla deberían intervenir, hoy uno me ha escupido un chicle. Muchos jugadores se quejan, hay ese sentir en el vestuario». Iga Swiatek, la número uno del mundo, le replicó dirigiéndose a la grada de la Philippe Chatrier: «Por favor, no gritéis durante el juego. Esto es serio para nosotras, estamos jugando por mucho dinero y puntos. Espero no convertirme ahora en una de esas jugadoras que no les gustan y a las que la abuchean». Y finalmente Novak Djokovic, también número uno, cerró la denuncia: «Quiero que los aficionados animen, que canten, pero a veces se pasan de la raya, es irrespetuoso. He vivido lo que vivió Goffin y apoyo sus quejas, hay que plantar cara a esos espectadores».
Roland Garros no es una caldera. Está muy lejos del ruido de cualquier partido de fútbol, de baloncesto, está lejos incluso del ambiente de la antigua Copa Davis. Pero los tenistas están acostumbrados al silencio absoluto. Y éste en París a veces se rompe, cada vez más. En su partido de segunda ronda ante Casper Ruud en la Suzanne Lenglen, Alejandro Davidovich se encontró con una aficionada que le daba indicaciones siempre que se acercaba al lateral a secarse el sudor y, al final, el español avisó del palique al juez de silla. El árbitro no hizo nada. Pero la mujer, entonces sí, avergonzada, calló. El debate es casi tan antiguo como el mismo tenis, pero con tantos deportes ruidosos, con gritos del público en cada jugada y música de los altavoces en cada parón, cada vez es más conveniente. ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
Más allá de Wimbledon, donde el mutismo está tan arraigado como vestir de blanco y comer frutas con nata, el US Open siempre ha dejado fluir el bullicio y el Open de Australia lleva el mismo camino. En las últimas ediciones, de hecho, permite la libre circulación de los aficionados -sin tener que esperar a entrar y salir en los descansos- e incluso ha montado un bar, el AO Courtside Bar, desde el cual se puede seguir la acción de la pista 6. El follón es considerable. El éxito del establecimiento, también.
El alcohol prohibido (un poco)
«Nos encanta que haya emoción y que la gente se exprese. Pero seremos inflexibles en cuanto al respeto por los tenistas y el desarrollo de los partidos. Si no te portas bien o lanzas cosas a los jugadores, te expulsaremos», amenazaba Amelie Mauresmo, directora de Roland Garros, en un encuentro organizado expresamente con los enviados especiales de otros países. El objetivo era frenar la idea de que el Grand Slam parisino es un desmadre y, para eso, anunció una medida: ley seca, prohibido el alcohol. En un principio parecía que no habría más cerveza, ni champán, ni vino en todo el recinto, pero en realidad sólo se ha vetado su venta en el interior de los estadios. La mayoría de aficionados comen y beben fuera antes de entrar a las pistas así que el veto es limitado.
Si hay un problema no será la solución. Pero... ¿Realmente hay un problema? En dirección contrario a Goffin, Swiatek o Djokovic, otros tenistas ya han comentado que el alboroto no les molesta, más bien todo lo contrario. Paula Badosa, que ha jugado sus dos partidos en las pistas pequeñas anexas a la Suzanne Lenglen, donde hay ruido por todos lados, defendió la libertad del público de gritar. «Ella [Swiatek] tiene suerte de jugar todos los partidos en la Philippe Chatrier, donde no molesta el ruido de otras pistas. Pero, dicho eso, a mi no me molesta el público, todo lo contrario. Me motiva. Hace unos años fue muy difícil jugar sin público por culpa del covid y ahora estoy muy contenta con afición», aseguró la tenista que este viernes se enfrentará a Aryna Sabalenka (sobre las 14.00 horas, Eurosport) precisamente en la Philippe Chatrier, la pista central.
En su misma línea se han pronunciado la mayoría de tenistas estadounidenses, siempre entregados al show, como Coco Gauff:«La mayoría de aficionados son respetuosos y yo cuando veo un partido como espectadora también quiero hacer ruido. Entiendo que sea difícil si alguien grita de repente, pero a mí me gusta que haya bullicio». ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
Para alcanzar la Villa Olímpica hay que cruzar un abismo. Algunos deportistas saltan de golpe, ¡alehop!, y ya están en los Juegos, pero la mayoría sufren horrores sólo para clasificarse. El billete olímpico a veces es más complicado que una medalla. Hay muchísimo que perder -la presencia en la élite, dinero en becas, la máxima atención mediática- y poquito que ganar. Por eso los torneos preolímpicos son tan desagradables. Nervios, sudores, agobios y, al final, si hay suerte, una celebración efímera. La España de balonmano lo descubrió este viernes de mala manera: el trámite ante Argentina se convirtió en una pesadilla de la que sólo pudo despertar en el último minuto.
La selección ganó (23-26), logró matemáticamente el pase para los Juegos de París y disfrutó de la fiesta posterior en Torrevieja, pero antes tuvo que padecer y padecer.
Con tanto juego las piernas temblaron, también es lógico. Si en el partido anterior ante República Checa todo salió bien, un paseo sin baches, esta vez casi todo salió mal, sobre todo de inicio. Ante Argentina, una selección que en toda su historia sólo disputó los Juegos de Río 2016 y gracias a la clasificación directa de Brasil, España estuvo demasiados minutos por detrás, más de media hora.
En toda la primera parte nunca llegó a dominar el marcador y alcanzó el descanso con empate (14-14) de chiripa. Luego en la segunda parte mejoró, pero caminó sobre el alambre, con ventajas mínimas y sin alivio.
Durante un buen rato, Elke Karsten, líder de Argentina, una jugadora de rotación en el Bera Bera, amenazó con convertirse en un personaje negro en la historia del balonmano en España. Sus ocho goles y sus asistencias colapsaron la defensa de la selección que en ataque acumulaba demasiadas pérdidas -ocho en la primera parte y seis en la segunda-.
Sólo el liderazgo de la primera línea formada por Paula Arcos, Jennifer Gutiérrez y Shandy Barbosa y el regreso a la portería de Merche Castellanos llevaron a la selección a los Juegos. Este domingo habrá partido ante la potente Países Bajos, pero ya sin nada en juego, con ambas selecciones ya clasificadas. España ya ha cruzado el abismo para alcanzar la Villa Olímpica.
Una esperanza resonaba estos días en el entorno de Rafa Nadal: que la suerte esté de nuestro lado. En las últimas semanas, el vencedor de 22 Grand Slam ha sumado entrenamientos magníficos y, por eso, su mal juego en el Masters 1000 de Roma se leyó como una consecuencia de la falta de partidos. Nada más. Estaba en condiciones de desplegar un mejor tenis. Según su gente, en Roland Garros, si el sorteo del cuadro fuese amable, si los dos o tres primeros partidos no eran exageradamente exigentes, Nadal podría llegar lejos en el 'grande' francés. "Si llega a la segunda semana, apostaría por él como ganador", declaraba incluso su tío, Toni Nadal, en 'La Voz de Galicia'. Pero este jueves esa esperanza se desvaneció.
Pese a sus 14 títulos allí, París le dio la espalda al español. En la división del cuadro, Nadal quedó emparejado en primera ronda con Alexander Zverev, posiblemente el peor rival posible. Mientras los tres primeros del ranking ATP, Novak Djokovic, Jannik Sinner y Carlos Alcaraz, llega con dudas, el alemán -ahora cuarto en la lista- aterriza en Roland Garros después de alzar el título en Roma: es el favorito más forma. Además, Zverev tiene la espina clavada de las semifinales de 2022, cuando se lesionó ante Nadal y tuvo que retirarse, y ya sabe lo que es ganar en tierra batida al español, pues lo hizo en los cuartos de final del Mutua Madrid Open de 2021.
El único consuelo de Nadal es el resto de camino. Si consigue superar a Zverev, durísima prueba para su estado de forma, tendrá delante algunos partidos en los que realmente podrá encontrar su ritmo, su juego, su tenis. En segunda ronda se mediría al vencedor del duelo entre David Goffin y Giovanni Mpetshi Perricard; en tercera ronda, quizá ante Tallon Griekspoor -su sparring la semana pasada en Mallorca-; y en cuarta ronda, ante un Holger Rune dubitativo o ante Karen Kachanov. Luego, ya en cuartos de final, le esperaría Daniil Medvedev, por ejemplo, pero esa ya es otra historia, como el posible duelo con Novak Djokovic en semifinales. Su final será ese debut ante Zverev.
Alcaraz y los qualys
Por el lado contrario, en forma y fondo, colocó el sorteo a Carlos Alcaraz que tendrá un suave aterrizaje en París y podrá probar su lastimado antebrazo derecho. Jugará contra un adversario llegado del torneo clasificatorio en primera ronda y, quizá en segunda ronda, y a priori hasta cuartos de final no encontrará un rival de su nivel. En cuarta ronda le podría esperar los jóvenes Félix Auger-Aliassime o Ben Shelton, pero ninguno de los dos está en su mejor momento -pese a la rara final del canadiense en el Mutua Madrid Open-. Luego, entonces sí, en cuartos de final se toparía con Andrei Rublev o Stefanos Tsitsipas y podría haber una semifinal Alcaraz-Sinner. En la primera ronda del torneo también destacará el enfrentamiento entre Novak Djokovic y Pierre-Hugues Herbert y el duelo entre Andy Murray y Stan Wawrinka, dos campeones de Grand Slam.
Badosa, tampoco afortunada
En el cuadro femenino, Paula Badosa sufrió la misma mala fortuna que Nadal. También ausente la pasada edición, la española empezará con una cabeza de serie, Katie Boulter, podría vérselas con la estadounidense Sloane Stephens en segunda ronda y ya en tercera ronda tendría un enfrentamiento hipotético con su amiga Aryna Sabalenka, número dos del ranking mundial. Badosa, que alcanzó los cuartos de final hace tres años, deberá pelear duramente si quiere alcanzar la misma ronda. En el Grand Slam empezarán, como mínimo, 14 españoles, una cifra notable. Junto a Nadal, Alcaraz o Badosa, estarán Alejandro Davidovich, Pedro Martínez o Sara Sorribes, con opciones de alcanzar la segunda semana.