El choque vivió tres expulsiones nada más comenzar y ya es la segunda que sufre Green en lo poco que llevamos de temporada en la NBA
Momento en el que Green le hace la llave a Gobert.NBA
Que Draymond Green tiene la mecha muy corta lo sabe todo el mundo en la NBA. Que no es el tipo indicado con el que meterse, también. Pero la última ‘locura’ del jugador de los Warriors la vivió el francés Gobert sin ni siquiera haber cruzado una mirada con Green.
El pívot de los Timberwolves sufrío una especie de ‘mataleón’ del bueno de Draymond en el primer minuto del choque entre Minnesota y Golde State después de que su compañero Klay Thompson tuviera un encontronazo con Jaden McDaniels. Gobert, que acudió a separar a los jugadores para que la cosa no fuera a más, ni vio como por detrás, cual portero de discoteca con un mal día, apareció Green y le hizo una llave en el cuello totalmente desproporcionada y sin venir a cuento.
Algo debían de tener pendiente, si no no se entiende una ‘ida de olla’ de tal calibre. Es cierto que Green es un sospechoso habitual que no rehuye una pelea y si puede la provoca él mismo, pero tal ataque al francés sólo puede significar que ya le tenía entre ceja y ceja.
Draymond, evidentemente, fue expulsado. Y ya van dos esta temporada. Los otros dos jugadores que lo empezaron todo, Klay Thompson y Jaden McDaniels, también fueron expulsados tras el tumulto.
El resultado es lo de menos, pero los Timberwolves acabaron llevándose el duelo por 104-101. La ausencia de Curry por problemas en la rodilla y el gran partido de Karl-Anthony Towns, quien anotó 33 puntos, decantaron un aburido choque entre Minnesota y Golden State que comenzo como un combate de kárate.
Baloncesto
LUIS NÚÑEZ-VILLAVEIRÁN
@LNvillaveiran
Actualizado Lunes,
7
agosto
2023
-
22:40El entrenador nacional y Rudy hablan sobre la ausencia de Ricky Rubio e...
Oklahoma City Thunder es el séptimo campeón diferente de la NBA en siete años, diez equipos distintos han ganado el título en los últimos siete años. De las 28 ciudades con equipo en la liga (Nueva York y Los Ángeles tienen dos), los finalistas de este curso, Indiana Pacers y los Thunder, juegan, respectivamente, en el séptimo y el tercer mercado más pequeños.
¿Cómo es esto posible? ¿No hay un Real Madrid, un Barça, un Bayern, un PSG, clubes de grandes ciudades, mucho más ricos que sus rivales, con más medios, mejores jugadores y un dominio constante? No, no los hay. En el país del capitalismo salvaje, el deporte es un reducto socialista. Y bendito sea.
Todas las grandes ligas norteamericanas se mueven alrededor de un principio sagrado: la igualdad. Simplificando mucho sistemas complejos y con excepciones, hay un límite salarial igual para todos, ricos y pobres. No puedes fichar estrellas de otro equipo con contrato en vigor salvo mediante intercambios de jugadores en los que los sueldos que salen y los que entran tienen que ser similares. No hay un Bayern esquilmando al Dortmund ni un Barça pagando la cláusula de Nico Williams. Y, por supuesto, los peores equipos son los primeros en elegir en el draft a los mejores jóvenes que llegan a la liga, así estás a pillar a un LeBron James o un Wembanyama de pasar de insignificante a candidato al título.
En resumen, tu equipo, juegue dónde juegue y tenga la historia que tenga, puede ganar el anillo igual que los Lakers. Todos tienen esperanza, ninguno está condenado a una vida eterna animando a un club sin más aspiración que la supervivencia como complemento del negocio de unos pocos gigantes o, en una de las cosas más tristes que hay, hacerse de un equipo que no es el de tu ciudad para poder ganar. ¿Han visto las escenas de Oviedo? ¿No sería precioso que toda hinchada pudiera vivir días así cada pocos años y por cualquier objetivo?
Sería precioso, sí. También sería imposible. Los grandes clubes jamás lo aceptarían y muchos aficionados, esos que llevan una semana riéndose del Auckland City, el Al Ain y el Mamelodi Sundowns, no lo entenderían. Nos han vendido que lo que importa es el desenlace y no el camino, que ser humilde es ser insignificante y que el objetivo no es competir sino humillar. Nos lo han vendido y lo hemos comprado. Tenemos una cultura deportiva lamentable. Esa es la verdad.
Tras un verano de no demasiados vuelcos en el mercado y con uno de los drafts menos entusiastas de los últimos tiempos, la temporada NBA pone sus focos y sus incógnitas en los rescoldos del curso anterior, en si lo de los Celtics campeones es una era que arranca, en si los Nuggets de Jokic serán capaces de resurgir, si Wembanyama está ya listo para llevar a un nivel superior a los Spurs o, evidentemente, si será la última temporada de LeBron James y en qué dará de sí el experimento de jugar junto a su hijo Bronny (y con su colega JJ Redick en el banquillo de los Lakers).
Aunque el más poderoso de los desafíos sin duda es el que atañe a Luka Doncic y no sólo por su inaplazable candidatura al anillo tras el fogonazo de los Mavericks en el tramo final del pasado curso que les llevó hasta las mismísimas Finales. La continuación de aquella química y la ilusionante adquisición de Klay Thompson, el inseparable compinche de Steph Curry en los históricos Warriors, elevan la presión y las expectativas en el colectivo de Jason Kidd a una NBA que ha visto cómo se disparaba su interés global gracias a su estrella.
Ayer mismo se hicieron públicos unos datos demoledores. Impulsada por los partidos de Dallas, la audiencia promedio de televisión de los partidos de los Playoffs 2024 emitidos en horario estelar en España aumentó un 44% el año pasado. El debut de Luka en las Finales tuvo un aumento del 61% en comparación con el año anterior. Y el ex del Real Madrid fue el cuarto jugador de la NBA más visto globalmente en redes sociales durante la temporada regular, con más de 1.200 millones de visualizaciones (solo por detrás de LeBron, Curry y Wembanyama). Además, los Mavericks fueron el equipo más visto en las redes sociales de la NBA durante los Playoffs y el segundo equipo en la plataforma League Pass la temporada pasada, con un aumento del 22% en su audiencia.
A Doncic, camino de los 26 años y en la que será su séptima temporada en la NBA, le persiguen las sospechas de su permanente enfrentamiento con los árbitros y de su aparente sobrepeso. De lo que no hay ninguna duda es en su rendimiento deportivo, hasta el punto de que ya a nadie le extrañaría que acabara el curso promediando un triple-doble (firmó 33,9 puntos, 9,8 asistencias y 9,2 rebotes), algo que sólo han conseguido Russell Westbrook y Oscar Robertson. Eso, sin duda, elevaría su candidatura al MVP, otro reto pendiente. Tampoco nadie recela ya de su capacidad de liderazgo, de involucrar a sus compañeros.
Doncic, durante las pasadas Finales de la NBA contra los Celtics.Julio Cortez
Lo logró con Kyrie Irving y parece que no le va a ser difícil conseguirlo con Klay, el cuarto jugador que más triples ha encestado en la historia de la NBA (2.982). Con esos dos veteranos talentos a su vera, se amplían las amenazas ofensivas de los Mavericks. Un equipo que ya demostró su salto defensivo tras los traspasos de mitad de temporada. Con la llegada de Daniel Gafford y PJ Washington, no sólo ganó 16 de los últimos 20 partidos de la temporada regular (además de las tres primeras eliminatorias de playoffs, pasando por encima de Clippers, Thunder y Wolves), también pasó a ser una de las mejores zagas de la competición.
"Una de las principales razones por las que vine aquí es la oportunidad de jugar junto a Doncic. Hay 82 partidos de temporada regular para que desarrollemos química. Pero para ser honesto, creo que es un jugador tan bueno que no necesitará mucho tiempo para eso", admite Klay, en busca de nuevos desafíos y de una versión similar a la anterior a sus graves lesiones: rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda y del tendón de Aquiles de la pierna derecha de forma consecutiva.
Doncic, que es duda para el inicio del curso por una contusión en el muslo izquierdo, ha tenido un verano como casi siempre movido. Pero tras no lograr el billete para París en el Preolímpico disputado en Atenas, ha podido descansar casi tres meses. "Todos hablarán de lo que hicimos el año pasado, pero esa temporada ya terminó. Este es un nuevo capítulo en el viaje de este grupo y tenemos que generar química. Internamente, la paciencia siempre ha estado ahí. Eso es lo único en lo que podemos apoyarnos. No tenemos prisa. Entendemos que va a llevar tiempo. Llegará un momento en que, si perdemos un partido, seguiremos trabajando por nuestro objetivo, que es ganar un campeonato", ha admitido un Kidd que aún no ha podido probar a su Big Three en pretemporada.