Dinamarca, nuestro último rival (por ahora), fue también (por siempre) el primero. Hace 104 años, en otro sábado y con otro 1-0, nació la Selección española. Corría el 28 de septiembre de 1920 y transcurrían los Juegos Olímpicos de Amberes. Nació simultáneamente ‘la furia’, nuestra orgullosa seña de identidad durante tanto tiempo: el choque. Curiosamente, también ante Dinamarca, cambió para ser sustituida por otro estilo: el toque. Se dio, en Aar
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Aúlla, ronca, la sirena. Un parpadeo y Cameron McEvoy (Australia) es el campeón olímpico de los 50 libre 21 segundos y 25 centésimas después. A un aleteo, cinco centésimas, el británico Ben Proud. A un carraspeo, 31, el francés Florent Manaudou. La velocidad, qué curioso, qué raro, es para viejos. McEvoy tiene 30 años. Proud, 30 el mes que viene. Manaudou, el ídolo, la leyenda pre-Marchand...¡33! La natación tiene razones que la razón no entiende
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La primera etapa de las grandes rondas es a menudo como un ensayo con todo, como una especie de aperitivo para abrir boca antes de entrarle a fondo al menú. La de este Giro, entre Durrës y Tirana, en la insólitamente ciclista Albania, tuvo su interés y su sabor a causa de un recorrido quebrado, engañoso, con un puerto de segunda y otro de tercera que se subió dos veces.
La victoria de Mads Pedersen fue el fruto de una labor denodada, continua, indesmayable, premeditada del Lidl-Trek a partir del primer paso por el puerto de Surrel, de tercera, sí, pero de 7 km. al 4,6 % de media y con un tramo al 13%, a 40 km. de la meta.
Ya ese primer paso dejó fuera de combate a los sprinters (Kooij, Bennett, Magnier, Fretin). De eso trataba el esfuerzo del Lidl-Trek. En el segundo paso se quedó Groves. Y con él algunos hombres relevantes (Poels, Aresmann...) Al Lidl se le unió en la producción de la escabechina el Red Bull Bora de Roglic. No pocos hombres sufrieron las consecuencias de ese tipo de etapas de cierta, aunque no excesiva, dureza que les pilla con las piernas todavía no acostumbradas a los grandes esfuerzos. Padecen lo que en boxeo se llama un golpe en frío.
Fe y fatalismo
Cuando faltaban cinco para la llegada, en el frenesí de las colocaciones la cabeza y de una de esas curvas traicioneras que la velocidad convierte en asesinas, una caída de varios hombres dejó fuera de la carrera a Mikel Landa, evacuado en ambulancia con un collarín y con aspecto de haber sufrido no pocos estragos de consecuencias aún por determinar no solamente en este Giro. A las primeras de cambio, Mikel empezó y terminó a la vez.
Por fas o por nefas, tan reiterativas que hacen del azar una costumbre, el alavés no levanta cabeza, y hace tiempo que el landismo ha incorporado a la fe el fatalismo. Una combinación de desdichas que no deja de contribuir al culto al ídolo.
El pelotón del Giro, durante una de las ascensiones de la primera etapa.AFP
Así las cosas, el triunfo de Pedersen, primer líder de la carrera, fue el de la lógica, con Van Aert otra vez segundo en esa incompleta mezcla de éxito y fracaso, ambos a medias, que le caracterizan últimamente. Ninguno de los grandes favoritos, excepto Landa, que no reunía tamaña vitola en comparación con Roglic y Ayuso, e incluso con Bernal o Carapaz, experimentó merma en sus posibilidades. Ayuso, y nosotros con él, tuvo un susto a 91 km. de la llegada y cambió de bicicleta.
El Giro seguirá discurriendo por Albania en las dos siguientes etapas. La segunda, una contrarreloj apetitosa de casi 14 kms. Y la tercera, el domingo, con otra emboscada de media montaña que amenaza con seguir haciendo pupa a las piernas aún en proceso de mejora. El Giro se ha estrenado con emociones fuertes. Que no decaiga.