Era una calurosa noche de junio de 2023 en Pekín cuando 68.000 personas pagaron de media más de 500 euros para ver a Lionel Messi. Argentina y Australia disputaban un amistoso en el Estadio de los Trabajadores, en el centro de la capital de China. Pero el partido en sí era intranscendente para los aficionados chinos. Todos ellos habían pagado una fortuna únicamente para ver a Messi.
Era la séptima vez que el astro argentino pisaba China. Ninguna otra súper estrella en la historia del fútbol -y casi de ningún otro deporte- ha tenido tanto impacto en el gigante asiático. Fue realmente una locura fanática lo que se vivió el verano pasado en Pekín con la Messimania. Su rostro estuvo estampado durante meses en carteles publicitarios por toda la ciudad y su aparición fue un necesario chute de alegría tras tres años en los que ninguna figura internacional de ese nivel había aparecido por allí por los largos cierres de la pandemia.
Era tan alto el pedestal en el que se encontraba Messi en China, que la caída del mito por su reciente “desplante” en Hong Kong se ha convertido en un asunto de honor y patria para millones de chinos, hasta el punto de que medios y políticos locales llevan días lanzando pregones nacionalistas atizando al futbolista argentino.
En Hong Kong se montó una buena cuando Messi, de 36 años, no saltó al campo el pasado 4 de febrero en un partido entre el Inter de Miami y un combinado de la liga de la ex colonia británica. Según su club, tenía una lesión en la ingle. Pero los aficionados no lo entendieron. Se pasaron todo el partido abucheando al jugador. También al copropietario del equipo, David Beckham, presente en el estadio. La masa enfadada pedía a gritos que les devolvieran las entradas.
La ira pública china se disparó aún más cuando, tan solo tres días después, Messi sí que salió desde el banquillo y jugó unos minutos en Japón contra en Vissel Kobe, el ex equipo de Andrés Iniesta, dejando además una memorable jugada para deleite de los aficionados japoneses.
Messi no aparece ante hinchas hongkoneses y chinos que habían viajado miles de kilómetros para verlo, pero sí aparece sobre el césped del vecino Japón, país al que la mayoría de los chinos odia. La polémica cruza distintas líneas rojas que tocan una fibra muy sensible en la superpotencia asiática.
La reacción de las autoridades chinas fue contundente: cancelaron dos amistosos que la selección Argentina iba a jugar en marzo en China. Los campeones del mundo se iban a enfrentar a Nigeria en Hangzhou y a Costa de Marfil, que acaba de ganar la Copa África, en Pekín. “Por razones que todos conocen, según las autoridades competentes, no se cumplen las condiciones para que el evento se lleve a cabo“, rezaba el comunicado emitido por el Gobierno de la ciudad de Hangzhou, que el año pasado fue la anfitriona de los Juegos Asiáticos.
Durante el fin de semana, mientras el enfado seguía aumentando, el organizador del partido de Hong Kong, Tatler XFEST, anunció que reembolsaría el 50% del precio de las entradas a los aficionados. “Hemos invertido millones de dólares y meses de arduo trabajo para traer un evento de clase mundial a Hong Kong”, dijo la compañía, manifestando también que la ausencia de Messi fue una “aparente falta de respeto” hacia los aficionados.
Desde la empresa han explicado que Messi, por contrato, debía jugar durante 45 minutos aquel partido a menos de que estuviera lesionado. En ese caso, reiteran, debería haber dado una explicación inmediata a los espectadores. No lo hizo. “El hecho de que Messi haya jugado en Japón el 7 de febrero fue como otra bofetada en la cara“, sentenciaba el comunicado del organizador.
“¿Por qué Messi no jugó en Hong Kong ni participó en el apretón de manos con el presidente ejecutivo de Hong Kong? ¿Y por qué sonreía, corría libremente y parecía estar en forma en Japón?”, escribió en su cuenta de X Hu Xijin, un influyente analista político de Pekín.
Algunos medios estatales chinos incluso han vinculado la ausencia de Messi con las trifulcas geopolíticas que tiene China por Hong Kong, una ciudad que contaba con un alto grado de autonomía hasta que, tras un año de protestas en favor de la democracia, Pekín cocinó una nueva ley de seguridad que borró en 2020 muchas de las libertades de las que disfrutaba la ex colonia. El periódico chino Global Times publicó un editorial subrayando que las acciones de Messi y el Inter de Miami podrían haber estado vinculadas a esfuerzos de “fuerzas externas que desean avergonzar a Hong Kong”.
Desde Japón, tras la tormenta desatada, la cuenta oficial que Messi tiene en Weibo, la versión china de X, publicó un mensaje que no convenció en China. “Fue una verdadera lástima no poder jugar en Hong Kong debido a una lesión en la ingle. Cualquiera que me conozca sabe que siempre quiero jugar y dar lo mejor de mí en cualquier partido”, decía el mensaje. Pero tras rastrear la dirección IP que había publicado ese comentario, los usuarios la encontraron en la provincia china de Sichuan, a más de 3.000 kilómetros de Tokio, donde el argentino se encontraba en ese momento. “No vuelvas nunca más”, le respondían muchos usuarios.
En Weibo, el hashtag “milagro médico” fue tendencia con más de 1,3 millones de visitas, con los usuarios tirando de sarcasmo para decir que cómo era posible que el futbolista se recuperara tan pronto de la lesión que le impidió jugar en Hong Kong. Varias empresas chinas que anuncian sus productos con la imagen de Messi llevan días recibiendo una oleada de comentarios pidiendo el boicot a esos productos si no rescinden el contrato con la estrella. Messi ya no es bienvenido en China.