El misterio de la desaparición de una tenista: su teléfono apagado, el antidopaje, la huida al extranjero… ¿Qué ha pasado con Camila Giorgi?
Última ubicación conocida: una historia en Instagram de hace 20 horas con un vestido de encaje escotado con pequeñas rosas, plagada de comentarios masculinos (corteses, atrevidos, aduladores: el habitual clímax desencadenado por su innegable belleza) y corazones virtuales.
Fuera del ámbito de las redes sociales, se han perdido las huellas de Camila Giorgi, de 32 años, originaria de la región italiana de Las Marcas, de la ciudad de Macerata. Es hija de un argentino (Sergio, también su entrenador) y de una italiana (Claudia, estilista personal de su hija), con pies de una pintura del siglo XV -Steffi Graf también los tenía: es un cumplido- y un talento tenístico intermitente, debido a limitaciones personales. Ha desaparecido repentinamente, sin previo aviso, y sin seguir, como es habitual, el curso lógico de las cosas.
De hecho, antes de comunicar su voluntad de retirarse a la WTA, el circuito profesional femenino, con un movimiento astuto del que no había informado a nadie, Camila se ausentó del protocolo antidopaje. Quienes con la curiosidad de revisar el archivo (público) del organismo responsable de la integridad del tenis (la Itia se ocupa de sustancias prohibidas y apuestas) son los que descubrieron que Giorgi ya no era una tenista en activo desde el 7 de mayo, fecha de inicio de la competición en el Foro Itálico, a la que no se había inscrito.
Atónita, la WTA la buscó para hacer un comentario, encontrando teléfonos desconectados (el suyo, el de su padre, los de sus hermanos Leandro y Amadeus), un mensaje vago y sibilino (Camila dará noticias no antes de Roland Garros, tal vez), y el eco de un rumor que sugería que se había trasladado precipitadamente al extranjero debido a problemas en Italia.
Lo único cierto, porque se ha registrado, es el reciente enjuiciamiento por parte de la Fiscalía de Vicenza por el asunto de los certificados falsos de Covid. "Las investigaciones se centran en una médica de Vicenza que, para cubrirse las espaldas, ha mencionado a personas famosas: yo me vacuné en varios lugares, estoy tranquila", según la última entrevista en el Corriere, también involucrando a la cantante Madame.
Emigrada por elección o necesidad, este parece ser el punto final de una jugadora llena de cualidades no materializadas: número 26 del mundo en su mejor clasificación, un Masters 1000 (Montreal 2021) y los cuartos de final en Wimbledon (2018) como punto culminante. Siempre con una fe ciega en las habilidades como entrenador de su padre, un veterano de la guerra de las Falkland con ideas propias sobre preparación, táctica y técnica, locura y carisma bajo la misma cabellera despeinada, capaz de mantener unida a la familia Giorgi después de la más terrible de las pérdidas: la muerte a los 23 años de su hija mayor, Antonela, en un accidente automovilístico en París.
Es ahí donde Camila se entregó por completo a Sergio, adoptando sus métodos, defendiéndolo a capa y espada ("Papá ha creído en mí desde el principio, tenemos un vínculo único, ha dedicado su vida a mí"), rechazando entrenadores mucho más cualificados, patrocinadores prominentes y consejos, Camila y Sergio contra el mundo, una batalla personal hasta la derrota contra Swiatek -la número 1 de la WTA- en Miami, fue el 23 de marzo, su último partido.
A las pocas colegas con las que hablaba les reveló su intención de abandonar el tenis para tener un futuro en la moda. La apatía de los últimos meses era evidente, pero nadie pensaba en un final así, lleno de prisa y sospechas. Derrotada por Swiatek, sonreía, casi liberada: "Finalmente puedo ir a Orlando al parque de atracciones de Harry Potter", dijo. Perdida en el mundo mágico de Hogwarts, precisamente, así es como está Camila.