Carapaz salda cuentas con el Tour y Pogacar y Evenepoel castigan a Vingegaard en Superdévoluy

Actualizado Miércoles, 17 julio 2024 - 18:15

"En una caída de mierda se fue todo al carajo". El pasado Tour le duró a Richard Caparaz un suspiro, accidentando en la bajada al Vivero junto a Enric Mas, fractura de rótula y adiós en la primera etapa del País Vasco. Ha ganado en cada rincón, un palmarés asombroso el del ecuatoriano, un fuori classe que al fin se estrenó en la Grande Boucle, en solitario en la estación de Superdévoluy tras un ataque de los suyos, sin mirar atrás, en el ascenso anterior al Col du Noyer. [Narración y clasificaciones]

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Si este año se vio de amarillo por primera vez en el arranque en Italia, Carapaz rompió su maldición particular en estos últimos días, cuando el Tour se aproxima a ese final inédito con la crono de Niza. Inédito era Superdévoluy, una etapa trampa con 3.000 metros de desnivel acumulado y tres puertos seguidos para terminar. Ideal para el del Education First, cada vez más pleno -una caída en la Vuelta a Suiza le hizo no llegar al 100%-, que lanzó su ofensiva en la subida más dura, la antepenúltima, atrapó a Simon Yates, le superó y ya no miró atrás hasta la meta. Aventajó al británico en 37 segundos y a un Enric Mas que reaccionó tarde, en 58.

«Esto es lo máximo. Veníamos intentando pelear por una victoria de etapa desde el principio del Tour. De hecho, era nuestro principal objetivo. Este triunfo es una representación de toda América. Me siento muy orgulloso de estar aquí para representarla de la mejor manera», admitió el primer ecuatoriano en ganar en el Tour.

Por atrás parecía todo en calma. Había sido un amanecer tenso desde Saint Paul Troix Chateaux, el viento primero, los intentos de fuga después. El desorden hasta la primera ascensión, cuando un cuarteto hizo camino y después un grupo de 47 ciclistas entre los que había tres españoles, Mas y Aranburu del Movistar y Christian Rodríguez del Arkea. Ahí estaba el triunfo y la paz parecía firmada hasta que Carlos Verona aceleró para posicionar a Ciccone. Y todo saltó por los aires también entre los favoritos.

Porque no se detiene el espectáculo en el Tour, que eleva su temperatura en los Alpes pese a que Tadej Pogacar parezca tener el asunto controlado. Y aún así, lo vuelve a intentar, al ataque de amarillo, así será recordado el esloveno. "A veces, ni yo mismo sé para qué ataco. Supongo que estaba disfrutando mucho del puerto, que era muy empinado y muy bonito, y me apeteció arrancar para probar cómo llegan mis piernas a esta tercera semana de competición", dijo después con media sonrisa. Cuando Vingegaard se quedó alarmantemente solo (Jorgenson no resistió y Laporte y Van Aert iban por delante), el del UAE soltó su zarpazo y llegó con 7 segundos sobre Evenepoel y 11 a Vingegaard en la cima del Col du Noyer. En el descenso, con la ayuda de Laporte, se volvieron a unir, pero Remco también había intuido la debilidad de quien le antecede en la general y volvió a atacar en la subida final.

Fueron diferencias pequeñas (dos segundos más con Pogacar, 12 con Remco), pero Vingegaard comprobó la ambición de sus rivales. Quedan dos etapas durísimas el viernes y el sábado y la reconquista de Tadej parece un hecho (3:11 de ventaja ya). Ahora parece que también la segunda plaza peligra para el danés, pues la crono final es terreno Remco.

Joxean Fernández Matxin: “Pogacar siempre te pide por favor y acaba con un gracias”

Actualizado Martes, 16 julio 2024 - 23:56

"Matxo esto, matxo lo otro, así me llama. Pero nos entendemos con la mirada", cuenta el cerebro que está detrás de Tadej Pogacar, un español de Basauri que fue ciclista amateur y ahora es director del UAE Emirates, pero, sobre todo, es y será un descubridor de estrellas. Joxean Fernández Matxin responde a EL MUNDO con calma en el hall del hotel del equipo del líder del Tour y presume de una memoria prodigiosa: recuerda como si fuera ayer la primera vez que vio en persona a aquel niño rubio, tras una carrera en la ciudad croata de Motovun en la que no ganó a los profesionales porque se le salió el pie del pedal. "Era supertímido, sólo miraba al suelo".

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¿Estáis donde queréis?
Hemos ejecutado el plan de manera precisa. Nunca se analiza cuántos minutos de ventaja quieres, aunque obviamente ser líderes esta semana sí era un objetivo. En amarillo-rojo estaban marcadas las etapas en las que queríamos victoria. La crono la queríamos al máximo. Y el Macizo Central. Trabajamos para intentar ganar esa etapa, pero Vingegaard fue mejor. Analizando a posteriori, Tadej arrancó un puerto antes de lo que queríamos. Los dos días de Pirineos también estaban marcados.
Llegan los Alpes, donde Vingegaard ganó los dos últimos Tours.
Tadej no tiene una espina clavada con los Alpes, para nada. Mira, en Marie Blanque ganó su primera etapa del Tour y al año siguiente perdió un minuto, por ejemplo. Las estadísticas en ciclismo no funcionan. El estado de forma de cada momento las rompe. Es como cuando comparan con Pantani, con Armstrong... No corremos contra ellos. Son efemérides que están bien para la gente, pero nosotros pensamos en el rival, en las condiciones, en el rendimiento, en el esfuerzo y en la recuperación. Somos más científicos y realistas. Ahora las condiciones de Tadej no son las mismas que el año pasado, así que que corra en Alpes o en una etapa u otra, no altera para nada ni la táctica ni la actitud.
¿Qué ha cambiado este año?
Cuando ganas te sientes poderoso e imbatible. Y cuando te ganan sientes necesidad de mejorar. Hemos asumido y reconocido la superioridad del año pasado de Jonas y del Visma y hemos valorado táctica y técnicamente donde teníamos que mejorar. Esa necesidad ha hecho que se profesionalice absolutamente más todo el trabajo, los detalles, la preparación, entrenar cosas que sean menos visibles. Por ejemplo, antes y después de cada etapa del Giro, Tadej siempre entrenaba en la bicicleta de crono.
¿Cómo plantearon lo de Giro y Tour?
Fue una idea mía. Se lo explique en octubre, en el primer pre stage en Abu Dhabi. Le dije: 'Giro y Tour, pero déjame que acabe'. Hay tres aspectos. Primero, porque es uno de los pocos años en los que hay cinco semanas entre Giro y Tour. Una semana para la recuperación, tres de trabajo y una pre Tour. Es la perfección. Segundo: el Giro eran 11.000 metros menos de altitud que el anterior. Que son muchos, un desgaste mucho menor. Y tercero: para hacerlo, sólo tuvo 10 días de competición pre Giro, sólo cuatro carreras. Strade Bianche, Milan-San Remo, Volta a Cataluña, la única por etapas, y Lieja. Desde Lombardía 2023 tuvo casi cinco meses sin competir, un descanso más que razonable. Llegó al Giro en un 80% y al Tour al 100%. También vimos que la participación en el Giro no era brutal. Y minimizamos esfuerzos.
Un reto de otra época.
En el 2019, cuando llegó al equipo, pensamos que en el 2020 hiciera el Giro. Y posiblemente el 2021 Vuelta. Y en su cuarto año el Tour. Pero su proceso ha sido tan prematuro... Ganó en Algarve, en California, en País Vasco podía haber ganado... Allí, en Eibar, en el hotel, le dije de cambiar el programa. Estaba listo para la Vuelta. Lo vio perfecto. Fue nuestra primera conversación seria. Recuerdo que me dijo que si las cosas no iban bien en la Vuelta, la tercera semana se retiraba. Yo le dije: 'No, tú eres un campeón y los campeones no se pueden retirar'. Prefería que bajara el pistón. Las conversaciones de planificación con él son fáciles. Le conozco, sé lo que él quiere. Y él a mí. Es el mejor del mundo, cómo no voy a escucharle.
Matxin, con Pogacar y Soler, en el Tour del 2023.

Matxin, con Pogacar y Soler, en el Tour del 2023.MARCO BERTORELLOMUNDO

Es casi una relación paterno filial.
Cuando él empezó, había mucha más relación, porque estaba aprendiendo todo, me preguntaba. Él ya ha aprendido. Pero sigue consultándome cosas más técnicas. Lo bueno que tiene Tadej es que siempre te pide por favor y siempre acaba por un gracias. Trabajar con alguien así es muy fácil. Tenemos una relación de confianza. A veces ni me pide las cosas, si me mira mal ya se por dónde va. Y se ríe cuando le hago algún gesto.
¿Cuándo fue la primera vez que escuchas de él?
La primera persona que me habló de él fue Andrej Hauptman, que ahora forma parte de los técnicos del UAE. Fue corredor mío con el Coldirola. Entonces vi una de las carreras más importantes júniors, el Giro della Lunigiana. Me asombró, tenía 16 años y ya hizo lo que hace aquí, yendo líder atacó. Ese tío tenía carácter y talento, eso no se entrena ni se compra. Eso me marcó. Eso sólo me ha pasado con Freire, el único corredor en el mundo del que yo he hecho de manager personal. Tenía un don, hacía las cosas por inercia, perfectas. Eso lo tenía Tadej.
Siga.
En 2017, fue al Istrian Spring Trophy en Croacia, que él corría con el Ljubjana Radenska, iban de negro y rosa. Él otro día le enseñé un vídeo y se reía. Competía con dos profesionales de 30 años y el chavalito arranca antes del pavé final, se le sale el pedal y no gana. Yo estaba allí y vi que era el más fuerte, el chico de 18 años con profesionales expertos. Les había vacilado. Ahí fue la primera vez que hablé con él. Supertímido. Miraba para abajo. Entonces le invito a hacer un test de esfuerzo a Bélgica con el Quick Step, pero hubo una confusión, saltaron las alarmas y el viejo Lampre le firma, el UAE de ahora. Esa casualidad aceleró el proceso. Una historia bastante curiosa. Yo entré un año después al UAE y bromeamos sobre la situación. Tuve algo que ver en su fichaje, pero no directamente.
¿Qué le sorprendería a la gente de la personalidad de Tadej?
Que es normal. Va al bus y si se tiene que sentar en el tercer asiento, pues se sienta. No quiere ser el primero en el masaje, si le toca el último, pues el último. Tiene gestos de compañero. En el Giro vino un buen amigo que le quería regalar una cosa especial. Me dijo, que no me lo regale a mí, que se lo regale a todo el equipo. No pretende que le des privilegios. Y luego hay momentos difíciles. Llegas al autobús y hay 500 personas. Y él siempre se quiere parar a hacer fotos y firmar. Pero ante eso... Y tampoco lo puede hacer sólo con unos pocos. No podemos perder una hora en cada salida. Necesita recuperación y tranquilidad mental. Le agradecemos a la afición y les pedimos perdón.
¿Le costó recuperarse psicológicamente de los dos Tours perdidos?
No, todo lo contrario, fue la motivación suficiente para ser mejor. Van der Poel y Van Aert, su rivalidad, les ha hecho mejores a ambos. En el caso de Vingegaard y Pogacar es igual.
¿Te cuesta contenerle en carrera?
Todo lo contrario, porque a mí me gusta su carácter ofensivo. En Gredos, en la Vuelta de 2019, venía de ganar dos etapas y era quinto en la general. Le dije, tienes 20 años y no pierdes nada. El último puerto era muy Valverde, pero había uno que se llamaba Peñas Blancas a 41 de meta. Le ordené que atacará ahí, un plan muy agresivo. Me dijo, 'perfecto'. Eso un chico de 20 años. O todo o nada. Lo hizo, ganó la etapa, hizo podio, consiguió el maillot blanco...

Philipsen completa su triplete el día que Pogacar se hizo centenario

Actualizado Martes, 16 julio 2024 - 18:09

Son 100 días de Tadej Pogacar en el Tour, la carrera que vino a honrar hace ya cinco veranos. Dos victorias, dos derrotas. Tan asombroso todo con 25 años. Busca la reconquista, la tiene en la mano aunque los Alpes amenacen al fondo. Es centenario el esloveno, un triturador de récords: 34 días de amarillo, 14 victorias de etapa, 89 veces en el podio. Lo estuvo de nuevo en Nimes, líder ahora de la carrera y también de la montaña. El último día para los sprinters comprobó el triplete de Jasper Philipsen, al que su compañero Van der Poel dejó en bandeja una victoria a la que no pudo opositar Biniam Girmay. [Narración y clasificaciones]

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Se fue al suelo el eritreo junto a dos ciclistas del Education First en una de las últimas curvas, ya en Nimes, y tuvo que entrar en meta herido y ayudado por sus compañeros del Intermarché-Wanty. El africano opositaba a su cuarto triunfo precisamente donde su continente fue historia. El 27 de julio de 1950, el argelino Marcel Molinès triunfó en solitario en la taurina ciudad, culminando una escapada en la que tuvo de aventurero a otro norteafricano, Abdel-Kader Zaaf.

Fue una jornada plácida tras el descanso del lunes, en la que al pelotón apenas le inquietó el intento en solitario de Gachignard, atrapado a 25 kilómetros del final.

Se le complica a Girmay también el maillot verde de la regularidad, pues Philipsen, que entró muy por delante de Phil Bauhaus y Alexander Kristoff, le restó 100 puntos de una tacada y ya está a sólo 31. Es la octava victoria parcial para el belga del Alpecin, siete en los dos últimos Tours. Quizá sea el tipo más rápido del planeta, pero seguro tiene a los mejores preparadores con Van der Poel, Van Poppel...

El martes, el Tour avanza hasta Superdévoluy, casi 180 kilómetros in crescendo y tres puertos para acabar, el penúltimo el Col de Noyer (7,6 kilómetros a casi el 8% de pendiente media).

800 toneladas, 10 km. de vallas, 47 ‘trenes carretera’ y un casting de conductores… Así es la “aventura diaria” de montar (y desmontar) una etapa en el Tour

Actualizado Lunes, 15 julio 2024 - 23:41

Baja el Tour de los Pirineos en estado de shock por las exhibiciones con aroma de revancha de Tadej Pogacar y se encamina hacia los Alpes, con Niza al fondo como final inédito el próximo domingo. Y descansa el pueblo en movimiento que es la Grande Boucle, con sus casi 5.000 personas, en los alrededores de la medieval Carcassone, donde el UAE Emirates y el Movistar vieron juntos el domingo la final de la Eurocopa y sólo Adam Yates no acabó festejando. Tras el lunes de tregua, la salida de Gruissan y la meta en Nimes, última oportunidad para sprinters. Pero, ¿cómo se monta (y desmonta) todo esto?

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Es el Tour una caravana andante, etapa a etapa por toda la orografía francesa. Más de tres semanas de salidas y llegadas, con sus podios, sus aparcamientos, sus zonas vips, sus arcos... Son cunetas engalanadas, montañas abarrotadas de aficionados, de equipos, seguridad, periodistas... Un rompecabezas logístico diario que lleva solucionando 44 años en la sombra XPO. "Nuestra labor es que nadie nos perciba", cuenta a EL MUNDO su presidente en Europa, el español Luis Gómez.

"Es un reto cada día, pero un desafío muy bonito", que incluye una flota de 47 camiones que trasladan 800 toneladas de material (vallas, pinturas, podios, arcos...). Un equipo compuesto por 65 trabajadores divididos en tres equipos con tres misiones concretas. Aunque... "Cada día, cada tarde, puede cambiar la cosa. La planificación se puede venir abajo porque haya cambios meteorológicos, porque se estropea un camión, acude más público de lo normal o se cambia el recorrido por algún motivo de última hora", explica Gómez.

El equipo de las salidas acude el día antes a la ciudad de la que partirá la etapa y trabaja en el montaje durante cuatro o cinco horas. El de las metas, el mismo día de la etapa por la mañana para que a mediodía esté todo preparado. Y el de los puntos intermedios también el día antes en la medida de lo posible. Todos en consonancia con la organización, las autoridades locales y la gendarmería. Y luego, claro, el desmontaje. "Es una aventura diaria", dice el directivo español, que destaca "la pasión" que mueve a XPO y a sus empleados, clave junto a la experiencia de que todo salga bien.

Uno de los camiones del Tour de XPO Logistics.

Uno de los camiones del Tour de XPO Logistics.XPO

"La planificación no es sólo los 21 días que sucede el Tour. Empezamos a trabajar a partir de octubre, cuando se definen los recorridos. Analizamos físicamente, vemos los puntos con dificultades para prevenir de antemano o adaptarnos", explica. Los principales retos ocurren en las etapas especiales, las de montaña, las contrarrelojs con salida y llegada en puntos cercanos o, por ejemplo, la que transcurrió por los caminos blancos de Troyes. "Fue espectacular, pero para nuestros camiones de gran tonelaje...", cuenta Gómez que detalla los vehículos especiales que manejan, "trenes carretera", con un segundo remolque añadido. "Dependiendo de la etapa, este segundo remolque no se utiliza. Las de montaña son más difíciles, pero más bonitas. Maniobrar en carreteras estrechas. Nuestros conductores lo asumen como un reto personal".

"Como los pilotos de rallies"

Esos más de 60 conductores trabajan en XPO, una logística con más de 200 centros y 14.000 empleados sólo en Europa (39.000 en todo el mundo). Y pasan una especie de casting, pues se presentan voluntarios muchos más. "La mayoría son franceses y se sienten orgullosos. Pasan tres semanas fuera de casa, trabajando casi las 24 horas, lejos de sus familias... Y son como los pilotos de rallies, ellos suben los puertos antes del Tour, toman anotaciones de las curvas... La preparación es exhaustiva, porque los tiempos son limitados".

Aunque ninguna dificultad como el año del covid, cuando el Tour se retraso a septiembre de 2020 para celebrarse con medidas sanitarias que obligaron a testar continuamente a los conductores, a desinfectar el vallado a diario y a instalar una doble protección para que la gente no se agolpase y guardase las distancias de seguridad. Hay que destacar que, en una etapa normal del Tour, si se pusieran en fila, las barreras ocuparían 10 kilómetros.

Gómez y su equipo no se olvidan de la sostenibilidad, de la responsabilidad de contribuir al cuidado del medio ambiente por esos parajes tan bellos que atraviesa el Tour. "Las bicicletas no van con motor, pero nuestros camiones es inevitable. Así que intentamos que el C02 que emiten sea el menos posible (usan biocombustible HVO). Este año como novedad hemos introducido un camión totalmente eléctrico. Estamos muy sensibilizados con la descarbonización", concluye el presidente en Europa de XPO.

El récord de Pantani triturado por Pogacar en Plateau de Beille y el lamento de Vingegaard: “Si mantiene este nivel…”

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 22:44

Cuando Mark Cavendish, bien arropado por cinco de sus compañeros del Astana, cruzó la línea de meta de Plateau de Beille, a casi 1.800 metros de altitud, habían transcurrido 51 minutos y 35 segundos desde que lo hiciera Tadej Pogacar. El británico no fue el último. Poco después entraba Fernando Gaviria y a 52:37, al mismo límite del fuera de control que no superó Bran Welten, acudía, completamente quebrado, el último sprinter, Arnaud Démare.

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Eran los restos del naufragio de una jornada para el recuerdo, de una ascensión memorable. El esloveno, al que su compañero Adam Yates había avisado de que esa subida, "es la más dura que ha hecho en su vida" (más de 15 kilómetros a casi el 8% de desnivel medio, después de los cuatro puertos anteriores), destrozó todos los registros. Aprovechando la rueda de Jonas Vingegaard primero, en solitario después. Paró el crono en 39:58, tres minutos y medio más rápido de cómo subió Marco Pantani en 1998 (43:28). En 2007, Alberto Contador lo hizo en 44:08.

Como Pantani y como Eddy Merckx, ganador Tadej de etapa en el Giro con la maglia rosa (cinco veces) y en el Tour con el maillot amarillo (dos), algo nunca visto en el siglo XXI.

Sus queridos Pirineos, como las montañas verdes de su Eslovenia natal. Es la 14ª victoria de etapa de Pogacar en el Tour (alcanzó a Marcel Kittel) y más de la mitad de ellas han llegado en estas cimas. Desde aquella iniciática en Laruns en 2020, por delante de Roglic, a las dos del fin de semana en el que dejó el Tour prácticamente visto para sentencia. "He ganado muchas etapas en los Pirineos. De algún modo, adoro estas montañas... ¡y es recíproco!", expresaba el líder, que afronta la etapa de descanso con una renta de 3:09 sobre Vingegaard.

El danés no pudo ser más valiente. Fue con todo, arriesgando quizá demasiado con los Alpes en el horizonte aún. "Si mantiene este nivel, no tengo nada que hacer. Está muy difícil el Tour", confesaba en la cima, ya con la mascarilla, obligatoria para todo el pelotón, puesta. "Sufrí bastante en su primer ataque, pero después noté que era él quien lo pasaba mal. Intentó descolgarme una última vez y vi que no tenía piernas para ello, así que decidí arrancar yo pese al riesgo de reventar. Por suerte, me salió bien", admitió Pogacar.

La jornada tuvo noticias positivas y negativas para los españoles. Al fin se vio a Enric Mas, presente en la escapada del día junto a sus compañeros Oier Lazkano y Javier Romo. El balear aguantó con los cinco elegidos, pero fue engullido por Pogacar y Vingegaard en Plateau de Beille. "He podido disfrutar. Conocía bastante la etapa, al ser cerca de donde residimos, y lo he pasado como un niño pequeño. Ha sido 'un mundo nuevo' para mí. Esta no es ni mucho menos la mejor versión de Enric Mas, y las sensaciones no son muy buenas, pero vamos a seguir intentándolo", admitió.

También se comprobó a un gran Mikel Landa, que entró cuarto en meta, a 3:54 de Pogacar. Aventajó en casi un minuto a Joao Almeida y más a Adam Yates y un Carlos Rodríguez al que arrebató el quinto puesto en la general. El del Ineos sufrió "muchísimo". "Me he cebado y lo he pagado", admitió.

Pogacar destroza el Tour en Plateau de Beille en una respuesta mortal al ataque de Vingegaard

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 18:28

Fue la mirada atrás la sentencia, el golpe de gracia a un Tour que, salvo sorpresa mayúscula, quedó sentenciado en las rampas de Plateau de Beille, a una semana del final inédito en Niza y con los Alpes todavía por recorrer. Fue valiente Jonas Vingegaard porque no le quedaba más remedio y murió con las botas puestas, al ataque ante quien no admite comparación. Tadej Pogacar es, indudablemente, el más fuerte. Alzó los brazos por tercera vez y supo que la reconquista es un hecho. [Narración y clasificaciones]

Los rostros esconden el sufrimiento, aunque son tantas las batallas, que Tadej y Jonas desentrañan cada gesto del rival. No hay secretos ya para ellos. Incapaz de contener los arreones finales del esloveno, cada vez más lejos en la general, Vingegaard optó por cambiar de estrategia, por mostrar todas sus cartas. A riesgo de perderlo todo, como así fue después. Maduró la etapa con su equipo, asumiendo por primera vez la responsabilidad en los cuatro puertos precedentes al desenlace, de salida el Col de Peyresourde bajo el calor de los Pirineos que obligaba a los ciclistas a marchar ya en la meta de Loundeville con los característicos chalecos de hielo.

Y atacó salvajemente bien temprano el danés, a más de 10 kilómetros de la cima de Plateau de Beille, para propiciar el mano a mano, para comprobar si la alta montaña, los esfuerzos acumulados y el sopor eran su baza ante Pogacar. Para explorar todos los límites posibles. Pero no cedió su Némesis, que buscaba agua y alivio a su rueda, que afilaba su hacha mortal, que sabía que resistir era ya un triunfo pero quería más. No dudó el líder, también desde bien lejos, para protagonizar una auténtica desolación.

Miró atrás Vingegaard tras su postrero acelerón y ahí supo Tadej que era su momento. Restaban casi cinco kilómetros y medio y se lanzó el del UAE, imparable hasta la meta, voraz. Hundiendo psicológicamente a su contrario. La aventajó en 1:08, una distancia nunca antes vista y le deja a más de tres en la general. El resto fue una carnicería: Evenepoel a 2:51, Landa a 3:54, Almeida, Yates y Carlos Rodríguez todavía mucho más lejos.

Una etapa para el recuerdo. Porque es un duelo jamás visto antes en la historia del ciclismo. No hay precedentes de dos tipos con semejante amor propio, con tanta superioridad, con esa capacidad de encajar los golpes y prepararse para el siguiente asalto. Es un combate diario en el que todo influye. Las fuerzas propias, el coraje del equipo, el clima, la orografía y hasta el paso de los días.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.MARCO BERTORELLOAFP

Una jornada en la que apareción, al fin, Enric Mas, en un Tour que no le sonreía, que le vio fuera de la nobleza desde bien temprano, que alargo su mal fario con él. Ya sin opciones en esa general que hasta hace nada era su objetivo (siempre frustrado), eligió la etapa más dura hasta el momento para dar la cara, para colarse en la escapada del día y para ser parte del quinteto que aguantó hasta la ascensión final. En las faldas de Plateau de Beille (casi 16 kilómetros con una media del 7,9% de desnivel), llegó el balear junto a De Plus, Hindley, Carapaz y Jonannessen con una ventaja que superaba los dos minutos y medio.

Pero lo que venía por atrás era un huracán.

Primoz Roglic abandona el Tour antes de la 13ª etapa tras una fuerte caída

Primoz Roglic abandona el Tour antes de la 13ª etapa tras una fuerte caída

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 12:34

El esloveno Primoz Roglic, uno de los favoritos para el Tour de Francia, abandonó la carrera el viernes por la mañana justo antes de la 13ª etapa tras su fuerte caída la noche anterior, así lo anunció su equipo Red Bull-Bora.

"Después de una revisión detallada por parte de nuestro equipo médico anoche y nuevamente esta mañana, se tomó la decisión de que Primoz Roglic no será titular hoy", dijo el equipo.

El ganador del último Critérium du Dauphiné fue sexto en la clasificación general, a 4:42 del maillot amarillo Tadej Pogacar.

El jueves bajó dos puestos tras una fuerte caída en la final de la duodécima etapa.

Eterna maldición del Tour de Francia, única Gran Vuelta que falta en su colección, cruzó la meta a más de dos minutos del ganador y con el hombro derecho sangrando.

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El esloveno de 34 años ya había caído en el mismo hombro en el Dauphiné y tiene fama de caer a menudo al suelo, ya sea por falta de destreza o porque llegó al ciclismo muy tarde tras una carrera inicial en saltos de esquí.

El jueves, no pudo hacer mucho cuando el kazajo Alexey Lutsenko chocó contra una isla separadora en forma de salchicha que lo hizo girar y atropellar a varios corredores.

Pogacar y sus dos perseguidores en la general, Remco Evenepoel (a 1:06) y Jonas Vingegaard (a 1:14) pasaron sin incidentes. No fue lo mismo para Roglic, que colocado en el lugar equivocado, en el momento equivocado, pasó por encima de su bicicleta.

Girmay firma un 'hat trick' en el Tour y sus triunfos pasan de anécdota a rutina

Girmay firma un ‘hat trick’ en el Tour y sus triunfos pasan de anécdota a rutina

...Y de pronto, en medio de la monotonía, a 12 kms, de la meta, cuando el pelotón aún no se había desperezado para preparar el sprint, Lutsenko hizo el "afilador" en una mediana. Arrastrados por él, bastantes hombres dieron con sus huesos en tierra. Notoriamente Roglic, que, a su pesar, va forjándose una desdichada leyenda de ciclista maltratado por la cara amarga de la casualidad.

Con el hombro derecho enrojecido, con toda esa zona, espalda, costado, dañada, llegó, en compañía de sus "coéquipiers", y con el rostro impasible de la resignación suprema, a casi dos minutos y medio de Biniam Girmay, quien, con su tercera victoria, daba buena cuenta de toda la nómina de velocistas. No estaba entre ellos Jakobsen, que había abandonado. También, enfermo, Pello Bilbao.

Tras la tempestad entre la realeza y la alta nobleza del Tour en la undécima etapa, llegó la calma en la duodécima, otra de más de 200 kms. (204), entre Aurillac y Villeneuve Sur-Lot. Uno de los dos días de reposo activo antes de los Pirineos, un par de etapas tremendas el sábado y el domingo, sobre todo el domingo, con cuatro puertos de primera y uno de categoría especial.

Antes de la caída de Roglic, en la que también se vieron envueltos Van der Poel y, entre los nuestros, García Pierna, no ocurrió casi nada. Previamente a ese percance y al sprint, sólo hubo que registrar el movimiento inicial y único de la escapada de Valentin Madouas y Quentin Pacher (Groupama), Anthony Turgis (Total Energies) y Jonas Abrahamsen (Uno-X Mibility). No se sabe muy bien qué pretendían los tres primeros en una etapa destinada al sprint final. Pacher y Turgis, quizás, su primera victoria profesional.

Por su parte, Abrahamsen, el corredor que hasta el momento ha acumulado más kilómetros en fuga, ha ido haciendo durante toda la carrera: puntuar en los puertos de tercera y cuarta. Es casi grotesco ver encabezar la montaña (de momento) a un corredor corpulento, macizo, de caderas anchas, culón. Pero está aprovechando muy bien las "tachuelas" para hacerse ver y adquirir un protagonismo legítimo.

La escapada, de la que acabó descolgándose Turgis después de la última cota, expiró a 41,7 kms. de la meta. Llegó a disponer brevemente de una máxima ventaja de 3:40. Pero nunca tuvo oportunidad alguna de llegar a buen puerto.

Aunque amodorrado, el pelotón iba rápido. Pero en las etapas predominantemente llanas, con carreteras anchas de buen piso, con tiempo agradable, sin viento en contra y con estas bicicletas tecnológicamente avanzadísimas, ir, digamos, a 45 por hora no tiene mayor dificultad. Son velocidades que se alcanzan por pura inercia.

El grupo principal se desperezó a siete kilómetros de la llegada. Afrontó los últimos y rectos metros con los sprinters rasgando a máxima potencia el aire. Girmay emergió de entre ellos, y otra vez de entre sus propias dudas de los últimos meses, para certificar una victoria clara de piel oscura. Tan clara como la clase de Roglic. Tan oscura como su suerte.

Vingegaard resurge en el Macizo Central y avisa a Pogacar que el Tour es cosa de dos

Vingegaard resurge en el Macizo Central y avisa a Pogacar que el Tour es cosa de dos

Nunca se sabe, y menos con tanta carrera por delante y sujeta a tantos azares y peligros. Pero el Tour ya parece cosa de dos. Y esos dos son Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. Y viceversa. Dos colosos en la cima conjunta e inseparable de la clase común. Dos enemigos en la fraternidad de las alturas compartidas. Dos rivales irreconciliables en la jerarquía gemela.

El Macizo Central, 211 kms. con 4.350 metros de desnivel, concentrados prácticamente en los últimos 50 kms. contempló la pugna de dos gigantes enfrentados el uno al otro y a sí mismos en la comparación propia con la ajena. Cada cual es quien es y vale lo que vale. Pero la identidad y la valía del uno no son independientes de las del otro.

La segunda etapa más larga de este Tour, una de las cuatro de más de 200 kms., y la más exigente echó a volar desde la salida bajo el impulso de un Richard Carapaz que agitó el pelotón. Que lo zarandeó, contagiándole sus nervios o siendo contagiado por él, y no paró hasta arrastrar consigo a unos cuantos elementos, entre ellos Lazkano y Healy, y formar una escapada de 10 que nunca llegó a adquirir una ventaja más allá de los dos minutos.

En su largo y aplaudible protagonismo, sus componentes no eran nada desde un principio. No significaban nada, a la espera de que los acontecimientos de verdad, los más trascendentes, estallaran con la virulencia de una batalla y la belleza de una danza. De un combate y un baile. En el pelotón se presentía, se mascaba la tensión de una espera impaciente y, al mismo tiempo, temerosa.

Col de Puy Mary Pas de Peyrol, a 36 kms. de la meta. Eminencia de 1.590 metros de altitud, de 5,4 kms. de longitud al 8,1% de media y algún tramo sostenido al 14%. Montaña verde y espesa que, al ritmo de un pelotón cada vez más enflaquecido, se fue tragando a los escapados.

... Y entonces, a 580 metros de la cima, atacó la bestia amarilla. Nadie sobre una bicicleta en este mundo puede resistir tanta potencia en un corredor que cuenta con el motor de una máquina y las alas de ángel. Nadie en ese primer momento. Roglic, desmintiendo su experiencia, lo intentó. No pudo. Vingegaard, que va testando sobre la marcha su forma real, atrapó a Primoz. Más atrás, Evenepoel, que va aprendiendo a pasos agigantados, fue más prudente y subió a su ritmo.

Coronó Pogacar. Vingegaard y Roglic, a 16". Evepeneoel, a 34". Más lejos, Carlos Rodríguez, Ciccone, Adam Yates, Almeida, Landa... Admirables secundarios en una obra y un escenario reservados, en sus primeros papeles y bajo las luces más brillantes, a otros.

Pogacar mantenía medio minuto sobre Vingegaard al acabar el descenso. Pero Vingegaard, recortando metro a metro, jadeo a jadeo, lo alcanzó en el ascenso al col de Le Pertus. Todavía el esloveno se llevó los ocho segundos de bonificación en la cima, por cinco del danés. Descendieron juntos. Y empezaron juntos la última dificultad del día, el col de la Font de Cère.

Para entonces, aunque treparan en comandita y en igualdad de resultados y posibilidades, Vingegaard se había rearmado moralmente y obtenido una ventaja psicológica sobre quien había tratado con todas sus fuerzas de reducirlo, dejando la carrera asomada a la sentencia definitiva.

Coronaron. Bajaron a toda velocidad durante kilómetro y medio. El Tour sólo eran ellos. Afrontaron un repecho final de 800 metros. Se lo disputaron con la lógica avidez de todo triunfo parcial. Pero fundamentalmente con la pretensión de obtener el uno sobre el otro una superioridad anímica.

Estaban en juego muchas más cosas que una victoria de etapa, por importante que fuera. Cualquiera pudo ganar. Lo hizo Vingegaard para rematar por centímetros una jornada en la que le ha dicho a Pogacar que ha vuelto, que está mejor cada día y que, aunque, sí, nunca se sabe, esto es una cosa de dos, no de uno. De lo dos de los últimos cuatro años.

Evenepoel llegó a menos de medio minuto. Roglic, que se cayó, a menos de uno. Están aún ahí. Pero lejos...

Jasper Philipsen supera a Girmay y termina con su maldición en el Tour

Jasper Philipsen supera a Girmay y termina con su maldición en el Tour

Final de la maldición y nuevo integrante en la fiesta de los sprinters. El belga Jasper Philipsen, por fin, pudo anotarse su primera victoria de etapa en esta ronda y terminar con su permanente frustración. El velocista del Alpecin superó al eritreo Biniam Girmay (el más eficaz en esta edición, con dos triunfos) y se olvidó de sus desagradables momentos: en la sexta etapa fue descalificado por cerrar a Van Aert y fue segundo en la quinta y octava.

El compañero de Van der Poel fue el más afortunado en un día de charleta, de intercambio de confidencias. Jornada sin apenas historia, la primera etapa plácida de este Tour.

La cita posterior a la jornada de descanso suele ser peligrosa por la dificultad de algunos para adaptarse al cambio de biorritmos. Un entrenamiento inadecuado o un exceso de inactividad han acarreado dolorosas facturas en otras ocasiones. Este martes, el pelotón alertado por esos precedentes y pensando en los próximos desafíos, con entrada en el Macizo Central y luego visita a los Pirineos, se tomó la etapa con tranquilidad hasta el tramo final.

Ayuso, Aranburu y Lazkano

Ni siquiera, los aventureros de turno se lanzaron a ganar cuota de pantalla. Un ejercicio de transición para Tadej Pogacar, que mantiene su puesto de privilegio en la clasificación general, y Jonas Vingegaard, muy satisfecho tras haber superado el primer tercio de la carrera con sólo 75 segundos de desventaja respecto al esloveno.

La llegada a la meta de St. Amand Montrond también fue la clausura de un encuentro sin sobresaltos para Juan Ayuso, Alex Aranburu y Oier Lazkano, que celebraron su elección para los Juegos de París. El compañero de Pogacar doblará, al afrontar la prueba en línea y la contrarreloj.

A por el Macizo Central

Eso sí, fue un día muy señalado por el noruego Jonas Abrahamsen (Uno-X) que igualó el récord del belga Ludo Peeters, datado de 1984, al portar el maillot de líder de la clasificación de la Montaña durante las 10 primeras etapas del Tour.

Este miércoles, una etapa complicadísima, con desgaste permanente. Única excursión en el temido Macizo Central. Serán 4.350 metros de desnivel en 187 tortuosos kilómetros. La parte más dura se concentra en los últimos 50 km, con los ascensos al Col de Néronne (3,8 kilómetros al 9,1%), el Puy Mary Pas de Peyrol (5,4 km al 8%) y el encadenado final al Col de Pertus (4,4 km. al 7,9%) y el Col de Font de Cere (3,3 al 5,8%) previos a la meta en Le Lioran. Nueva criba en el top ten de la carrera.