La paraciclista australiana Paige Greco, oro paralímpico en Tokio 2020, falleció el domingo a los 28 años tras sufrir un "episodio médico repentino" en su domicilio de Adelaida (sur de Australia), según informó su familia este lunes en un comunicado difundido por la federación nacional de ciclismo, AusCycling.
"Paige lo significaba todo para nosotros. Su amabilidad, su determinación y su calidez nos acompañaron cada día", señalaron sus padres, quienes agradecieron las muestras de apoyo recibidas y destacaron el orgullo que sienten por la forma en que su hija representó a Australia.
Greco hizo historia en los Juegos de Tokio al conquistar el primer oro para Australia, tras imponerse con récord mundial en la carrera individual de 3.000 metros en la categoría C1-C3. También logró dos bronces en las pruebas de ruta y contrarreloj, y fue distinguida en 2022 con la Medalla de la Orden de Australia por sus servicios al deporte.
El director ejecutivo de Paralympics Australia, Cameron Murray, recordó a Greco como "una atleta extraordinaria y, sobre todo, una persona excepcional", mientras que la responsable de AusCycling, Marne Fechner, subrayó: "Su espíritu positivo y mirada valiente dejaron huella en todos los que la rodearon".
Antes de dedicarse al ciclismo adaptado, Greco compitió en para-atletismo e intentó clasificarse para los Juegos de Río 2016, una meta que se le resistió. Tras ello, se mudó a Adelaida para entrenar en el Instituto del Deporte de Australia del Sur y concluir un grado en ciencias del deporte.
Desde su debut internacional en 2019, acumuló varios títulos y récords mundiales, además de múltiples medallas en campeonatos del mundo. Este año había sumado dos bronces en la Copa del Mundo y en el Mundial de carretera, ambos disputados en Bélgica.
AusCycling y Paralympics Australia indicaron que ofrecerán apoyo a la familia y que "honrarán adecuadamente" el legado deportivo y humano de la ciclista.
"¿Quiere mi huella dactilar?", repite Juan José Florián cuando llega a un hotel. En recepción, la reacción siempre es la misma: primero se sorprenden, luego se inquietan y, finalmente, se relajan con la risa. Florián se hace llamar Mochoman porque, como se dice en su país, Colombia, está "mocho", es decir, no tiene manos. También le amputaron la pierna derecha.
"El humor es básico en mi vida. La gente cree que las personas con discapacidad estamos bravos, que vivimos con frustración, pero yo he aprendido a vivir con ello", cuenta en conversación con EL MUNDO, después de que Movistar haya estrenado un Informe + sobre su vida.
A los 30 años, una bomba de las FARC dirigida quizá a su madre (que regentaba un negocio y no aceptaba la extorsión), quizá a él, soldado del Ejército, casi lo mata. Antes había huido de la guerrilla, que lo había reclutado forzosamente, y se había enrolado en el Ejército colombiano. Después se curó de una larga depresión gracias al deporte: primero la natación, después el ciclismo. Ahora sueña con estar en los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028, tras arrasar en los campeonatos adaptados de su país.
En el documental relata usted mismo la explosión. ¿Cómo ha conseguido hablar sobre ello?
No lo recuerdo. Me voló las manos, una pierna, un ojo, me reventó los oídos, me dejó metralla en todo el cuerpo... pero realmente sólo recuerdo despertar en la UCI. En el coma tuve alucinaciones, pero lo duro fue después. Estaba todo el día sedado. Me pasaba los días a oscuras para no verme. Yo no quería vivir. Quería que me mataran.
Conocía perfectamente de quién venía la bomba.
Claro. Mi mamá no pagaba la extorsión. Nos amenazaban, pero no prestábamos atención. Nunca creímos que iban a llegar a tanto. De adolescente, con 16 años, las FARC me habían reclutado forzosamente, pero conseguí escapar. Recuerdo las maniobras, las armas... Viví muchas cosas crueles. Pero las pude soportar. De aquellos momentos saco mi fortaleza mental. Nunca me dejé influenciar, nunca creí en la ideología que me intentaron inculcar. Conseguí salir.
Y se alistó en el Ejército.
Siempre había querido ser soldado. De niño, cuando estaba el Ejército, jugábamos hasta tarde e íbamos a la escuela a salvo de que nos reclutaran. Cuando pude entrar, me dediqué a evitar que capturaran a otros adolescentes y sentía mucha compasión por aquellos que desertaban, como había hecho yo. Cumplí mi sueño.
Después del atentado, ¿cómo descubrió el deporte?
Fui un día a la Dirección de Veteranos y me encontré con otros soldados amputados que nadaban. Quise probar. Y aquello me cambió. La piscina me ayudó demasiado: en ella ahogué todos mis dolores psicológicos y físicos. En la piscina encontré un estilo de vida, me incluí en la sociedad, conocí a otras personas... Dejé todas mis lágrimas allí. Aprendí que no podemos quedarnos en el odio, el rencor o el miedo. Hay que arriesgarse a querer, a vivir, a sentir.
Incluso llegó a charlar con un excombatiente de las FARC.
Apareció un día mientras tomaba café. No sé si fue él quien puso la bomba, no me lo confesó. Me miró y me dijo: "Perdón". Le contesté que estaba vivo, que podíamos hablar, que me regalara unos pescados de los que cultivaba.
Después llegó el ciclismo.
Si la piscina fue enseñanza, el ciclismo fue mi salto al mundo. Conseguí adaptarme una bicicleta, que no es algo fácil en Colombia. Aquí estamos muy atrasados: los andenes no están adaptados, las ayudas que existen en España aquí no existen. Pero encontré amigos que me ayudaron. Me hicieron piezas exclusivas para mí. Por ejemplo, freno con la barbilla. Lo tengo todo preparado.
¿Le costó adaptarse a la vida diaria?
Se necesita mucha paciencia. Hay que aprender a depender de otra persona. Es un tema muy complicado. Tengo la fortuna de tener a mi esposa, pero sigo con acompañamiento psicológico. Aunque me vean sonriente, en los sueños se me presentan muchas pesadillas. Todavía me veo volando en pedazos o como combatiente.
Cuentan que un día atacó a Alejandro Valverde.
(Se ríe). Pinchó y le hice la broma. Nos reímos, nos dimos leña un ratico. El deporte me ha dado esa posibilidad: poder entrenar el año pasado con esos grandes ídolos aquí en Colombia. Con Nairo [Quintana], con Valverde... Fue un honor.
Y ahora, a por los Juegos Paralímpicos.
Sigo trabajando, sigo creyendo, aunque de momento las oportunidades no se me han dado. En Colombia tengo muchas limitaciones, pocos recursos. Pero el deporte paralímpico te permite una carrera muy larga. Mi referente es el español Ricardo Ten, que tiene 50 años y sigue encima de la bicicleta. Eso mismo espero hacer yo. Pase lo que pase, el ciclismo sólo me ha traído cosas buenas. Mientras se disputaban los Juegos Paralímpicos de París, yo me encontraba en una zona de Colombia muy afectada por los suicidios, dando charlas para evitarlos. Siempre digo: "Mírenme a mí: si yo puedo hacer cosas con todas estas limitaciones, ustedes también pueden".
¿Cómo es la situación actual en Colombia?
Se están reviviendo los atentados, las extorsiones, los desplazamientos, los reclutamientos forzados. Ahora no es tan visible y uno no entiende el por qué. En muchos lugares del mundo creen que aquí en Colombia estamos en paz, pero seguimos viviendo el terrorismo. Este mismo año, en el municipio donde yo sufrí el atentado hubo una serie de explosiones en los locales de comerciantes que se negaban a pagar.
Un escándalo sacude el mundo del judo paralímpico, al conocerse que la azerbaiyana Shahana Hajiyeva ha sido vetada de por vida al descubrirse que no tenía problemas de visión. La decisión ha sido tomada tras los resultados de un examen médico, desvelando que la judoca de 24 años de edad no presentaba ninguna limitación visual que justificara su participación en la categoría paralímpica.
Hajilleva ha sido condecorada con la medalla de oro de los Juegos Paralímpicos de Tokio en la categoría de discapacidad visual, así como la medalla de oro en el Campeonato de Europa de Róterdam en agosto de 2023. Aunque la intención de la medallista era competir en la cita de Astaná, no pudo hacerlo al no superar la prueba de la Comisión Médica Internacional.
El Comité Paralímpico Nacional de Azerbaiyán ha emitido un comunicado oficial defendiendo a su deportista, atribuyendo la descalificación de aquel momento a un cambio en el reglamento. No obstante, este nuevo caso reabre el debate sobre los controles de verificación en el deporte paralímpico.
Elena Congost lloraba en la meta del maratón de los Juegos Paralímpicos de París 2024 porque le habían quitado el bronce cuando llegó su marido, Jordi Riera, ex gimnasta, y le sorprendió: «No es tan malo como piensas». La maratoniana invidente ya era viral, pero todavía no lo sabía. Por ayudar a su guía, Mia Carol, que tropezó en los últimos metros de la carrera, le habían descalificado y las imágenes de la injusticia ya estaban en millones de pantallas en todo el mundo.
«Me sorprendió cuando encendí el móvil y me estaban llamando todas las televisiones y todas las radios. Yo estaba hundida, muy mal, había perdido la medalla, y no entendía nada. Sentía mucha pena por haber fallado a mi gente. Pero poco a poco, fui asimilando el fenómeno que se había generado. Al final, una experiencia negativa se convirtió en algo precioso. Se me abrió todo un mundo para ser altavoz, dar charlas, transmitir valores. Me salieron patrocinadores como Adidas, Iberdrola, Caja Rural, Sanitas...», cuenta Congost en conversación con EL MUNDO medio año después de la experiencia que le cambió la vida. Antes ‘sólo’ era la campeona paralímpica de maratón en los Juegos de Río 2016; ahora es un emblema. Hay que ayudar al compañero, aunque te metas en un lío.
David Ramirez / Araba Press
Ahora Congost vuelve a competir. Según reconoce, a sus 37 años y madre de cuatro niños, si hubiera ganado una medalla en París se hubiera retirado, pero la injusta descalificación le empujó a seguir. Con más apoyo económico y algo que le arde por dentro, quiere ganar en los Juegos de Los Ángeles 2028 en la categoría T12, aquella reservada a atletas con discapacidad visual. Para ello ha empezado una preparación que tendrá una primera parada en la Ibiza Media Maratón del próximo 5 de abril.
¿Fue mejor la descalificación que la medalla?
Ahora creo que sí. No tengo la medalla, no pude disfrutar del podio, pero lo que ocurrió en París me regaló un montón de experiencias, de oportunidades y, sobre todo, de cariño de la gente. Perdí la medalla, pero gané el cariño. Al principio lo hubiera enviado todo a tomar por saco. Pero ahora tengo claro que quiero sacarme la espina en Los Ángeles 2028.
La denuncia contra el Comité Paralímpico
En los últimos meses Congost ha cambiado de guía, de Carol, que tiene 57 años y combinaba el atletismo con su empresa -la cadena de peluquerías Carol Bruguera-, a Roger Sans, de 29 y centrado en el correr, liebre de una olímpica como Marta Galimany. Y en los últimos meses se ha hecho autónoma como conferenciante después de mucho tiempo combinando su trabajo como maestra con las becas como atleta. «Con Mia sigo teniendo buena relación, pero ya habíamos hablado que después de París cambiaría de guía. Me vino el nombre de Roger, que era mi nutricionista, y la adaptación ha sido fantástica. En Ibiza quiero volverme a sentir atleta y luego trabajar para llegar al 200% a los siguiente Juegos», proclama Congost, con una guerra aún por librar.
En los días posteriores a los Juegos Paralímpicos de París, la corredora española recibió la llamada del abogado Jean-Louis Dupont, famoso por el caso Bosman, que le ofreció apoyo legal para pelear por la medalla. Y en ello está. Con el apoyo del despacho Dupont-Hassel y de de Roca Junyent, Vigo y Meo Law, hace unos meses presentó una denuncia ante el Tribunal de Primera Instancia de París contra el Comité Paralímpico Internacional (CPI) para reclamar por los daños sufridos. Su intención es recuperar su bronce ex aequo por dignidad. O como mínimo forzar a un cambio de norma, que supuestamente ya está en marcha. En diciembre, el presidente del IPC, Andrew Parsons, aseguró que se iba a revisar para que no se repitieran agravios como el sufrido por Congost, pero de momento no se ha hecho.
David Ramirez / Araba Press
«La demanda tardará y no sé qué va a pasar, pero quería que mi reclamación fuera oficial», expone Congost, afectada desde el nacimiento por una atrofia del nervio óptico, atleta desde niña. Con sólo 15 años ya estuvo en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, curiosamente en los 100 y 200 metros. Luego fue subcampeona de los 1.500 metros en Londres 2012 y campeona en Río 2016, aunque lo mejor estaba por llegar. «No es tan malo como piensas», le dijo su marido cuando lloraba en la meta de París 2024 y ciertamente no lo era.
Melani Bergés, albina y por ello ciega en un 90% de su visión potencial, llegó a París, en julio de 2023, lista para competir en el Mundial paralímpico de atletismo en 100 y 200 metros lisos. En semifinales se topó con una atleta a la que acababa de vencer pocos meses antes en Jesolo (Italia): la transalpina Valentina Petrillo.
Bergés y Petrillo se saludaron calurosamente. «Ella ya me había contado, cuando nos vimos en Italia, lo mal que se lo estaban haciendo pasar en su país, lo mucho que estaba sufriendo». Petrillo, también ciega, había sido hombre, y como tal, con el nombre de Fabrizio, había ganado 11 títulos italianos en categoría paralímpica masculina. En 2019, con 46 años, había iniciado su transición a mujer, compitiendo por primera vez como trans en el campeonato italiano en septiembre de 2020.
En pista, en aquellas semifinales de los 200 metros lisos , Petrillo ganó a Bergés, y luego se hizo con el bronce en la final tras ser descalificada la competidora alemana por problemas con la cuerda que la unía a su guía. La italiana tenía 49 años y Bergés 33, pero «la verdad es que tiene cuerpo de hombre y hace muy buenas marcas para su edad», explica la española ahora, año y medio después, a EL MUNDO, justo cuando Donald Trump acaba de firmar una polémica orden en Estados Unidos para, según él, «proteger al deporte femenino» impidiendo que las personas trans compitan en esa categoría en su país.
"Es una injusticia total"
Así que Bergés, maestra en Toledo, competidora paralímpica desde que ganara su primer Mundial a los 14 años, con 15 mundiales y europeos a sus espaldas, se convirtió en una de las primeras deportistas españolas «perjudicadas», según expresión propia, por la entrada en competición de atletas trans, «que en realidad biológicamente son hombres», dice ella, en la categoría femenina.
Manu ReinoAraba
«Se dijo entonces en todos los medios que Petrillo me quitó la plaza en los Juegos Paralímpicos y no fue así, es totalmente falso: lo que me quitó fue un puesto en la final del Mundial, y la posibilidad de una medalla», cuenta. «Ahora, la realidad es de una injusticia total que las mujeres tengamos que competir ahora con hombres biológicos cuando nos ha costado un siglo tener nuestras categorías, nuestro espacio para hacer deporte. Es injusto y si me ha tocado a mí tener que decirlo, representando al resto de compañeras, pues lo digo».
Bergés, que después de pasar por la residencia Blume se fue al Centro de Alto Rendimiento de Madrid cinco años, y siempre se ha buscado «la vida» con becas «para ir tirando en esto del deporte paralímpico», ahuyenta «muy fácilmente» la acusación, recibida desde diversos ámbitos, de transfobia: «En mi propia familia tengo a una persona trans: un primo hermano. Cada uno que haga con su vida lo que quiera, y menos mal que tenemos esa libertad. Pero no podemos invadir la de los demás, y eso está pasando en mi deporte. Se pretende borrar la categoría femenina. Si no se ponen límites, al final habrá una categoría masculina, y una trans, porque los hombres hormonados para ser mujeres van a tener siempre más capacidad física, musculas y pulmonar que cualquier mujer».
¿Por qué, a su juicio, no ha hecho nada el Comité Paralímpico Internacional? «No lo sé. Imagino que no se quieren mojar, que no es popular hacerlo, o que temen que les llamen tránsfobos. Es lo único que se me ocurre. Sencillamente, no se atreven».
El PP ha registrado en el Congreso de los Diputados una proposición de modificación de la denominada Ley Trans para «garantizar la igualdad en las competiciones deportivas femeninas». Para muchos llega tarde, porque la mayor parte de federaciones deportivas ya ha legislado limitando el acceso de personas transgénero, «pero no todas», matiza Bergés, «por ejemplo la mía no».
Manu ReinoAraba
La Relatora Especial sobre la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, Valentina Petrillo, presentó el 8 de octubre pasado un informe ante la Asamblea General de Naciones Unidas sobre «violencia ejercida contra las mujeres y las niñas en el deporte», en que afirmaba que «hasta el 30 de marzo de 2024 más de 600 deportistas femeninas perdieron más de 890 medallas en más de 400 competiciones de 29 deportes distintos» por la participación de trans en esas pruebas.
La propuesta del PP
«Yo no quiero para nada que las eliminen de nuestras competiciones», dice Melani Bergés, «lo que quiero es que puedan competir, de la manera que sea, pero en igualdad de condiciones. Yo no puedo competir con alguien que no vea absolutamente nada, porque yo tengo un fondo del 10%, y tampoco contra nadie que vea perfecto. Pues esto es igual».
Le preocupa, también, tener que poner voz al problema: «He asumido hasta ahora que yo pongo la cara en este problema, porque es verdad que fui perjudicada por ello, pero quienes deberían solucionarlo, nuestros representantes, son los que deberían hablar, no lo hacen y si esto me empieza a pasar factura psicológica dejaré de hacerlo».
La propuesta del PP llega con la bancada del otro partido mayoritario, el socialista, dividida: en el último congreso del PSOE se impusieron las llamadas feministas clásicas, que propugnan medidas como la ahora impulsada por los populares, a la que por otro lado se opondrán frontalmente Sumar y Podemos, más partidarios de la doctrina queer y de la autodeterminación de género, que tacha de tránsfobo todo lo que se distancie de su postura.
Fue un martes 13, la madrugada del martes 13 de julio de 2010, cuando el mundo de Maria Petit cambió. Volvía de fiesta en moto junto a una amiga, no pudo esquivar a un camión de harina mal aparcado y el impacto fue violento. Por suerte -y seguramente gracias al casco que llevaba puesto-, salvó la vida, pero perdió la vista. A los 17 años pasó de adolescente «que salía mucho» a...
«A buscar mi sitio de nuevo como podía. Con los estereotipos que tenía creía que o me ponía a vender cupones o me convertía en paralímpica», recuerda en conversación con EL MUNDO Petit que, al principio, optó por el segundo camino. O, mejor dicho, se lanzó de cabeza al segundo camino. Corrió, corrió y corrió hasta llegar a la final del Europeo de atletismo paralímpico de 2014, hasta completar los 100 metros en 14 segundos, hasta que se dio cuenta que se estaba equivocando. «Corría por inercia, para demostrar que seguía siendo válida, pero no era lo que necesitaba. No me había adaptado a la ceguera, no era independiente. Podía competir en el Europeo, pero no salía sola de casa. Decidí parar. Y, entonces sí, fue muy duro, pero llegó la adaptación real», rememora Petit, un torbellino, purito nervio, que ahora sabe dónde descargar toda su energía.
Su técnica en la montaña
Mientras estudiaba Integración Social y encontraba su sitio en el mundo laboral -hoy trabaja en la comunicación de Hallotex, una empresa textil de Mataró-, probó el yoga, probó el surf, probó el fútbol, probó la escalada en roca, probó el kayak y, entre otras muchas cosas, probó el trail running. Y ahí se enganchó. ¿En el trail running? Sí, sí, en el trail running. Correr por la montaña no parece lo más recomendable para una persona invidente, pero Petit ha hallado la manera. Con su método ha finalizado las pruebas cortas del Trail Moixeró o de la Gorbeia Suzien y recientemente completó los 44 kilómetros de los Tres Días Trail Ibiza en un tiempo destacable.
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¿Cómo lo hace?
Correr en asfalto es relativamente fácil. Si las piernas te funcionan puedes incluso ir rápido con la ayuda de un guía. Pero en la montaña es diferente. Llevo dos guías, una delante y la otra detrás, y las tres vamos cogidas a una barra. La guía de delante es quien da las instrucciones, quien avisa de piedras, de raíces, de agujeros, de ramas, y la guía de detrás lleva el timón. Se necesita valentía, ganas de vivir emociones fuertes y mucha confianza en el equipo. En las bajadas vamos rápido y hay mucha tensión, pero es divertidísimo.
Petit confiesa que acaba las carreras con las piernas hechas trizas y que ha perdido la cuenta de las caídas sufridas, pero no va a parar. «No veo el paisaje, pero siento el paisaje. Lo distingo a través de mis pies. La tierra, la vegetación. Cuesta explicarlo, pero yo también siento que estoy en contacto con la naturaleza, vivo esa libertad, noto esos estímulos distintos», revela la corredora que sueña con correr un maratón de montaña, aunque es complicadísimo soportar el desgaste.
La dificultad de entrenar
Más allá del cansancio físico -de correr y de sostener la barrer-, la exigencia psicológica es alta y prepararse es casi imposible. Cada vez que quiere salir a correr por la Serralada Litoral que rodea Vilassar de Mar, su pueblo, a unos 25 kilómetros de Barcelona, Petit tiene que cuadrar la agenda de tres personas: toda una gesta. «Corro por asfalto, que es más fácil, y hago ejercicios de fuerza. Pero sé que será difícil. No pienso eso de 'si quieres, puedes'. Hay mensajes motivacionales que blanquean la discapacidad. Yo no soy una superheroína, ni tampoco un ser de luz. Tengo mucha empenta, pero llego donde llego y no soy ni más buena ni más mala que antes», aclara quien desde la Fundación Adecco lucha por favorecer la integración laboral de las personas con discapacidad.
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«Para mí es más fácil subir al Kilimanjaro o al Aneto que bajar a la calle a tirar la basura. Sigue habiendo obstáculos, pero puedo cumplir con mi trabajo sin problema. Utilizo el móvil, el Whatsapp, las redes sociales, ha habido muchos avances en eso», expone Petit, que asegura que ha vuelto a subir a una moto y que, en realidad, apenas piensa en el martes 13 de julio de 2010 en el que su mundo cambió.
El Comité Paralímpico Español (CPE) solicitará la medalla de bronce para Elena Congost y su guía Mia Carol Bruguera. Y lo hará enviando un escrito, que ya prepara el organismo, a la World Para Athletics ( Federación Internacional de Atletismo Paralímpico) pidiendo que se les otorgue a ambos el tercer puesto en la prueba de maratón para personas con discapacidad visual.
Esta decisión llega horas después de que Congost soltara la cuerda que le unía a su asistente durante un segundo para evitar su caída, debido a los calambres, y ayudarle así a mantenerse en pie y cruzar la línea de meta. Este acto reflejo fue castigado, siguiendo el reglamento, con la descalificación nada más terminar la carrera.
En el documento, el CPE buscará argumentar que esa acción no influyó de ninguna manera en el resultado, puesto que su competidora más próxima, la japonesa Misato Michisita, se encontraba a casi cuatro minutos de distancia.
El pasado domingo, el presidente del organismo, Miguel Carballeda, ya anunció a través de un comunicado que se iba a plantear en la próxima reunión del panel de decisión, que comparten con el Consejo Superior de Deportes y la Federación Española de las Personas Ciegas, la concesión de la beca para ayudar a la deportista en su preparación. Una opción que, debido a su eliminación, la deportista había perdido.
El dirigente también ha afirmado que en esa reclamación demostrarán que "humanamente es un gesto que deja una huella importante al mundo del deporte y, sobre todo, un legado a los niños, para que en el futuro sean más deportivos".
Una de las deportistas que se ha pronunciado sobre lo sucedido ha sido Susana Rodríguez, campeona paralímpica de triatlón. La viguesa ha señalado que le pareció "injustísima" la descalificación de su compañera y que, para ella, la delegación española se había marchado de París con 41 medallas.
"Soy amiga de Elena desde niñas y la verdad es que me ha perecido súper cruel. Pero olé para ella. Tuvo un gesto humano que todos tendríamos. Un deportista ciego y su guía forman un equipo en todo. Si uno se cae el otro va ayudarle a levantarse", afirmó. Además añadió que "espera que en nuestro país tenga un reconocimiento como si hubiera sido bronce".
El pebetero de la llama olímpica de París se ha apagado hasta el año 2028. Momento en el que Los Ángeles recogerá el testigo. Han sido 11 días intensos de competición en los que 2,8 millones de espectadores han visto a sus héroes realizar ese último esfuerzo que les permitía ganar esa ansiada medalla.
En total, acudieron a la capital francesa 4.400 atletas, procedentes de 182 países diferentes, 278 guías y 3.000 periodistas acreditados que han contado las increíbles historias que se esconden detrás de los deportistas paralímpicos.
La delegación española se marcha de París con 40 medallas bajo el brazo, cuatro más que las que logró en Tokio, lo que la posiciona en la posición número 16 en el medallero, con siete oros, 11 platas y 22 bronces. Estas preseas han sido logradas por hasta nueve deportes diferentes, liderando la natación este ranking con 15, seguida del atletismo, el ciclismo y el triatlón. En este sentido, hay que destacar la hazaña de Teresa Perales, que con su medalla de bronce igualó el número de Michael Phelps y podría superarle si decide competir en 2028, y el oro de Susana Rodríguez, repitiendo la hazaña lograda en Tokio, sólo meses después de haber sufrido una aparatosa caída.
Además, nuestro país también ha mejorado respecto al número de federaciones que han aportado medallas al casillero, llegando a las ocho, número que supone uno más respecto a la edición anterior.
En este sentido, Miguel Carballeda, presidente del Comité Paralímpico Español, quiso también hacer balance de estos logros declarando que "está orgulloso" del paso de España por París. Puso un "notable alto" a los deportistas por su participación y agregó que "más allá de las medallas, queremos que la sociedad reflexione respecto a las personas con discapacidad".
Faltaban apenas dos metros para cruzar la línea de meta en la final de maratón con discapacidad visual. Elena Congost (Barcelona, 36 años) había conseguido alejarse más de tres minutos de su inmediata perseguidora, la japonesa Misato Michishita; era tercera, e iba a volver a pisar el podio ocho años después de su última medalla en los Juegos de Río. Pero todo cambiaría en un abrir y cerrar de ojos.
Su guía, Mia Carol Bruguera, que le había acompañado durante los 42,195 kilómetros de recorrido, se tropezó fruto de calambres en la pierna y Congost soltó durante un segundo la cuerda que les une para evitar que se cayera al suelo. Resulta casi imperceptible a la simple vista, pero fue lo suficiente para que, según el artículo 79.5 del reglamento, los jueces informaran de su descalificación nada más terminar la carrera.
"Estoy destrozada porque tenía la medalla", apuntó la atleta nada más conocer una decisión, que considera "injusta" y "surrealista". De hecho, en un primer momento, el Comité Paralímpico Español pensó que la eliminación de la deportista se debió a que su guía podría haber cruzado antes que ella la línea de meta, pero ella misma confirmó después el motivo. "Sólo dicen que he soltado la cuerda un segundo y como la he soltado pues ya está, no hay vuelta atrás. No entiendo que nadie pueda razonar ni entender la situación, que no es por hacer trampa ni para arrastrar a un atleta como se ha dado en la pista", declaró.
Además, también aclaró que su acción fue fruto de un "acto reflejo de cualquier humano" y que no supone "ningún tipo de beneficio" para ella ya que, pese a ello, nunca se paró en seco.
Vuelta a los Juegos
Congost había luchado mucho para llegar hasta ahí. Después de aquella última carrera en Brasil, la catalana decidió dejar a un lado su carrera deportiva para poder ser madre de cuatro hijos. Una pausa que terminó a principios de este año, cuando decidió regresar a unos Juegos Paralímpicos por quinta vez con el sueño de conseguir una medalla.
"Es triste porque además venía de estar sin beca y estar en la estacada y era uno de mis objetivos. No voy a volver a conseguir beca y estar en el plan ADOP (Apoyo al Deporte objetivo Paralímpico) y me volverán a dejar fuera de todo cuando creo que he demostrado lo que podía hacer", confesó la maratoniana.
Al conocerse la noticia, la Ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría ha querido mostrar su apoyo a la deportista a través de una publicación en sus redes sociales: "Elena Congost volvió hace unos meses tras un parón donde ha sido madre de cuatro niños. Hoy ha terminado tercera, pero ha sido descalificada. Ella ha priorizado ayudar a su guía al llegar a meta. Estamos inmensamente orgullosos de Elena y de Mia".
El tenis es un deporte de pasión, de entrega y de pundonor en el que es necesario luchar hasta la última bola para hacerse con la victoria. Una filosofía que Martín de la Puente (Vigo, 25 años) sigue desde pequeño.
El pasado jueves, él y su compañero, Daniel Caverzaschi, pusieron su firma en la historia paralímpica de nuestro país al vencer a la pareja francesa, formada por Cattaneo y Houdet, en el partido por el bronce de tenis en silla de ruedas. "Roland Garros es español", decían ambos nada más terminar el encuentro.
La gran cita no podía tener mayores obstáculos: última opción de poder conseguir una medalla en dobles, las gradas llenas gritando "¡Alle les bleus!", en favor de sus rivales y un primer set donde fueron superados. Todo estaba en contra y sin embargo, el trabajo tuvo su premio en el súper tie break del último parcial (4-6,6-4, 10-5). "Llevamos mucho tiempo trabajando para estos partidos. Tanto Dani como yo tenemos nuestra historia", apuntó De la Puente.
Síndrome de Proteus
La de este joven gallego con el tenis comienza desde muy pequeño, cuando descubre que un dedo de la mano es algo más grande de lo habitual. Al principio, y como él mismo cuenta, su familia no le dio mucha importancia, pero aquello acabaría derivando en más malformaciones y en un diagnóstico final que cambiaría su vida: síndrome de Proteus.
Una enfermedad rara que provoca un exceso de crecimiento de la piel y que, con ocho años y tras pasar 16 veces por el quirófano, le obligaría a perder su pie izquierdo y a no poder practicar su deporte. Pero De la Puente no se iba a rendir tan fácilmente y cuando descubrió el tenis adaptado sabía que se le "abría una nueva ventana al mundo".
Sólo había una opción: entrenar sin parar. Había que adaptarse. Aprender a desplazarse con la silla, manejar la raqueta y las ruedas al mismo tiempo, usar las manos para coger velocidad y poder llegar bien a la pelota, baches que terminaría superando con brillantez.
Comienzan los títulos
Con tan sólo 12 años comenzó a competir en torneos absolutos y a los 14 ya había ganado su primer Campeonato Nacional. El destino parecía claro y tras conseguir tres Mundiales consecutivos en la categoría sub-18, accedió a una beca para entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, lugar donde continúa residiendo en la actualidad y en el que han podido ver todo su crecimiento en los últimos años. En la categoría de dobles, aquel niño pegado a un a raqueta, consiguió en 2022 hacerse con su primer Grand Slam, el US Open, y la Copa de Maestros, dos títulos que más tarde también le llevarían a conquistar el liderato del ranking mundial.
Éxitos que también compagina con otros fuera de la pista, como su graduación en Administración y Dirección de Empresas. A nivel olímpico, tanto en Río de Janeiro como en Tokio, donde también formó pareja con Caverzaschi, ambos tenistas se habían quedado a las puertas de las semifinales, pero en esta ocasión, nada más superar a los neerlandeses Egberink y Scheffers, también en la muerte súbita, la pareja ya era consciente de que el sueño estaba muy cerca. Superado ese bloqueo, llegaron las semifinales, donde esperaban los japoneses Takuya Miki y Tokito Oda, éste, número dos del mundo, pero no pudieron hacer nada (5-7.6-2, 10-8). "Pasé una noche muy mala tras ese partido. Me venían constantemente esos dos puntos al final", recordó su compañero, Daniel Caverzaschi.
"Hubo que ponerse firme"
Con sólo el bronce por delante quedaba poner en valor todo el trabajo mental realizado durante la semana y pasar por encima del constante ruido del público. "Hubo un momento en el que el árbitro tuvo que poner un poco de orden por nosotros. Había veces que entre saque y saque estaban gritando '¡vamos!' y no se escuchaba lo que pasaba. Hubo que ponerse un poquito firme porque si no, no se iba a jugar", declaró el vigués.
Ya con esa medalla en el bolsillo, De la Puente todavía tenía por delante su partido por el bronce en el cuadro individual, que le enfrentó en la tarde de ayer al argentino Gustavo Martínez, pero en esta ocasión, con el techo cubierto por la lluvia parisina y a pesar de los gritos de ánimo que recibió desde la grada, no pudo evitar una derrota contundente por 6-1, 6-2.
"Ha sido un día duro, la verdad no voy a esconderlo. Él ha hecho un gran partido y creo que yo no he estado a la altura", dijo tras el encuentro. El resultado no esconde la historia de superación de un tenista que tiene cordaje para rato.