Así es y así piensa el delantero israelí vetado por apoyar los ataques a Gaza

Así es y así piensa el delantero israelí vetado por apoyar los ataques a Gaza

La terrible hambruna en la Franja de Gaza pasa factura al mercado de fichajes. La ideología, la política y la guerra condicionan todos los sectores, y el fútbol no es una excepción. El conflicto entre Israel y Hamás marca el futuro del delantero Shon Weissman (Kiryat Haim, Haifa, 1996). El fichaje del goleador judío ha sido rechazado por el Fortuna Düsserldorf después de la presión ejercida por los aficionados del club alemán ante el posicionamiento mostrado por el jugador en los últimos años sobre la represión de Israel a la población gazatí.

Bild informó el martes que el futbolista, tiempo atrás, había publicado en sus redes sociales varios mensajes tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, en el que murieron 1.219 personas y que dio paso a la ofensiva de Israel en Gaza, que ha provocado ya más de 60.000 muertos. Bild recordó que Weissman pidió en redes a Israel que «borrara Gaza del mapa» o que «lanzara 200 toneladas de bombas» sobre este territorio palestino. «No hay inocentes (en Gaza), no necesitan ser advertidos», habría escrito en otro mensaje. Weissman borró posteriormente las publicaciones y las atribuyó a un error en un momento de gran carga emotiva. Pero los hinchas del club de Düsseldorf no olvidaron el pasado y señalaron que esos comentarios fueron «irrespetuosos y discriminatorios, contrarios a los principios que Fortuna representa y trata de promover».

Después de descartarse su fichaje, el delantero indicó que no modificará su pensamiento sobre el conflicto. «Seguiré portando con orgullo la bandera de mi país allá donde juegue», dijo. También recalcó que no permitirá que se le considere un incitador al odio.

«Soy hijo de una nación que está de luto por los horrores del 7 de octubre. Ese día negro sigue siendo una herida para mí como miembro de una familia israelí y como atleta que representa a mi país», expuso Weissman en referencia al asesinato de cientos de israelíes a manos de Hamas. «Es posible y necesario oponerse al daño a personas inocentes en ambos lados, pero no permitiré que se me retrate como alguien que incitó al odio», añadió el delantero, que actualmente milita en el Granada, en la Segunda División española.

Weissman agregó que sigue «comprometido» con «los valores de la humanidad, el espíritu deportivo y el respeto mutuo». «Nadie externo puede entender realmente por lo que hemos pasado. La lealtad no se debate, especialmente cuando tu pueblo aún está enterrando a sus muertos», sentenció el delantero de 29 años, que ha disputado 33 partidos con Israel y que esta semana se marchó a Düsserdorf para pasar la pertinente revisión médica con el Fortuna. «Estoy profundamente agradecido por el apoyo que he recibido de personas que realmente me conocen y seguiré portando con orgullo la bandera de Israel donde juegue», subrayó.

El futbolista judío ya escuchó protestas de los hinchas del Granada cuando fichó por el club, en enero de 2023. El Granada está dispuesto a desprenderse del delantero porque su marcha aligeraría la masa salarial del club. Semanas atrás, el delantero tuvo ofertas de clubes griegos y chipriotas, pero no se llegó a ningún acuerdo.

Weissman no es el único jugador que ha visto afectada su carrera por esta guerra. En 2023 Maguncia, club de la Bundesliga, despidió al neerlandés de origen marroquí Anwar El Ghazi por varias publicaciones en redes, un despido que la justicia alemana consideró injustificado, informa Afp. Noussair Mazraoui, ex defensor de Bayern Múnich y ahora en Manchester United, tuvo que pedir disculpas tras pedir en redes la «victoria» para «nuestros oprimidos hermanos de Palestina».

Los Juegos de París en un mundo sin tregua: Ucrania, Gaza y la frustración del olimpismo

Los Juegos de París en un mundo sin tregua: Ucrania, Gaza y la frustración del olimpismo

Los Juegos Olímpicos no pueden cumplir con uno de los mandatos que daban sentido a su creación: la tregua olímpica. La razón es que el evento que arranca con un homérico y desafiante recorrido por el Sena, lo hace en un mundo sin tregua, rotos los equilibrios geopolíticos del pasado, en el periodo más inquietante desde la Guerra Fría y con la crecida de movimientos y dirigentes populistas y radicales. Francia no es ajena al fenómeno, pese al 'No Pasarán' con el que la izquierda ha evitado el triunfo de la extrema derecha, aunque ello no puede convertir a París, la Atenas del olimpismo moderno, en la Olimpia que detenía las guerras.

Los conflictos en Ucrania y Gaza continúan en paralelo a las hazañas de sus atletas, incluso un puñado de rusos que lo harán sin bandera. Tras las sanciones occidentales, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió apartar de los Juegos a Rusia y Bielorrusia, hecho que rompe, asimismo, lo más parecido al equilibrio geodeportivo del pasado, entre Estados Unidos y la extinta URSS. Rusia no llegó a igualar el viejo poder soviético, por la pérdida de repúblicas, Ucrania entre ellas, y la caída del comunismo, en el que el deporte era una de las pocas vías para cambiar una vida. Pero se mantenía como vértice del nuevo orden, hoy destruido como consecuencia de la política y cargado de interrogantes. El Equipo de los Refugiados, creado en 2016 y formado en París por 37 deportistas, es el reconocimiento del olimpismo de su propio fracaso, de su incapacidad de pacificar menos de un mes un mundo en convulsión.

Biden, Putin y Trump

El presidente ruso, un nostálgico de la gran Rusia que conecta con el dominio soviético, tiene una orden de detención de la Corte Penal Internacional. El de Estados Unidos acaba de quebrar y dejar expedito el camino del regreso a la Casa Blanca a Donald Trump, convertido en un mártir tras el atentado sufrido en Pensilvania. Joe Biden era el símbolo de la debilidad que urge cambiar a los miembros del Partido Demócrata, y Vladimir Putin es el de la amenaza para el mundo. Entre ambos gravita un Trump peligrosamente cerca del ruso en su mandato anterior.

El poderoso equipo de Estados Unidos, que colocará a LeBron James, un Ulises de su deporte, en el mascarón de proa de su barcaza en el Sena, está llamado, pues, a dominar el medallero, mientras que los escasos rusos o bielorrusos competirán bajo la bandera olímpica, la bandera de la vergüenza para Putin, que hace sólo seis años mostraba al mundo la eficacia de su Mundial de fútbol. En Tokio ya tuvieron que hacerlo, entonces por las sanciones por dopaje al estado ruso, y escucharon a Tchaikovsky en el podio. China aparece como el contrapoder americano, heredera del deporte de Estado de las antiguas potencias del Este, otra vez entre acusaciones de dopaje.

Los israelíes, como jefes de Estado

En el país occidental con las mayores comunidades musulmana y judía, además de haber sufrido sangrientos atentados islamistas, desde Charlie Hebdo a Bataclan, la presencia de las delegaciones de Palestina e Israel redobla el desafío de seguridad que ya propicia el contexto mundial y la novedosa ceremonia, con una grada de kilómetros a orillas del Sena. Los deportistas hebreos se mueven a los centros de entrenamiento con medidas propias de jefes de Estado. Como ocurrió en Eurovisión, aguardan protestas en sus competiciones, después de que miembros de la Francia Insumisa dijeran que los israelíes no son bienvenidos en París. El ministro de Interior, Gérald Darmanin, intervino para decir lo contrario y evitar un conflicto diplomático.

El recuerdo del atentado de Múnich, en 1972, en el que murieron 11 miembros de la delegación israelí, además de varios terroristas del grupo palestino Septiembre Negro, es inevitable y mantiene en alerta a la fortificada seguridad en una ciudad abandonada por muchos parisinos. Los agentes están en cada esquina, en cada puente, aunque sin que, por ahora, se perciba tensión.

La huida parisina y los visitantes

Los Juegos no seducen del mismo modo a los habitantes de las grandes metrópolis del mundo, que ya viven todos los días el olimpismo de las finanzas, la cultura o la alta política. No son lo mismo París o Londres que Barcelona o Atenas. Las visitas, sin embargo, compensarán la huida local. París espera unos 15 millones de personas a lo largo de estos 19 días. Barcelona'92, cuya cosecha de 22 medallas aspira a superar la delegación española, con más mujeres que hombres, también se celebró en un mundo cambiante, por primera vez sin la URSS. Cambiante pero menos inquietante que el actual.

Ucranianos, palestinos o israelíes, y hasta rusos sin bandera, no competirán liberados de los conflictos de sus países, como hacía Milón de Crotona, el mejor luchador que recuerdan los Juegos de la antigüedad, en Olimpia, casado con la filósofa Myia, hija de Pitágoras. Entonces dejaba la guerra sin temores para competir por el pacto entre todas las ciudades-estado. Ni París ni Francia ni el mundo, representado por la ONU en la Resolución 118 por una nueva tregua olímpica, lo han conseguido esta vez. El oro es su objetivo, la paz es el oro imposible de un mundo que pone sus ojos en los Juegos, pero les niega su razón de ser.