El 'tío Juancho' o cómo Hernangómez encontró su casa en el Panathinaikos: el favorito del OAKA, "paciencia" con Ataman y el "alma del vestuario"

El ‘tío Juancho’ o cómo Hernangómez encontró su casa en el Panathinaikos: el favorito del OAKA, “paciencia” con Ataman y el “alma del vestuario”

El 'tío Juancho' (así le conocen ya en el vestuario) juguetea durante cada calentamiento con el hijo de Matthias Lessort -el compañero al que quiere como "un hermano"- y con los de Jerian Grant. Va a la playa con ellos, los carga en brazos en las celebraciones del Panathinaikos. También comparte confidencias con el polémico y disparatado presidente del club, Dimitrios Giannakopoulos, quien el día de su renovación hasta 2027 le escribió un mensaje público, toda una declaración de amor: «Un verdadero caballero. Un gran atleta. Un líder tranquilo. Una persona divertida. Un corazón amoroso. Y un cerebro de los que no se encuentran a menudo». «He encontrado mi casa. Estoy feliz», asegura el menor de los Hernangómez, quien halló en la improbable Atenas el refugio donde asentar su existencia e impulsar su carrera.

Para saber más

A partir de este viernes -primera semifinal ante el Fenerbahçe- en el Etihad Arena de Abu Dabi, Juancho busca seguir ampliando un palmarés ya asombroso, conseguir su segunda Euroliga de carrerilla (algo que no logra un jugador español desde hace 57 años, aquel Real Madrid de 1968 de Emiliano, Luyk...). Lo hace como pilar fundamental del Panathinaikos, aunque quien lo hubiera dicho. «Es el jugador que más ha mejorado esta temporada. Es el Juancho que los aficionados soñaban cuando firmó en el verano de 2023. Pero, sobre todo, es uno de los favoritos de la afición. El favorito de todos. Aquel que siempre está ahí para los demás. El que tiende la mano para ayudar, el que nunca falta cuando alguien necesita apoyo. El alma del grupo», cuenta a EL MUNDO un periodista griego cercano al día a día del campeón de Europa.

Aunque hace exactamente un año... También en la semi de la Final Four ante el Fenerbahçe, Hernangómez apareció en el segundo cuarto en el Uber Arena de Berlín -ese lugar tan mágico para él en el que una noche de verano asestó siete triples para ganar todo un Eurobasket con la selección-, clavó otra canasta de tres, pero a continuación cometió dos fallos, recibió una bronca de Ergin Ataman y ya no volvió a pisar la pista. Parecía prolongar su mediocre temporada de vuelta de la NBA, que había discurrido entre críticas por su alto salario, rendimiento irregular y hasta mala fortuna: una operación en el dedo al poco de comenzar y después, una sinusitis, le mandó al hospital en plena eliminatoria de cuartos contra el Maccabi. Y, sin embargo, sólo dos días después todo iba a cambiar para el español.

Nadie en Atenas había dudado de su esfuerzo y su compromiso, ni el propio Ataman. Pero en la final contra el Real Madrid, tocado por esa varita mágica que se posa sobre los elegidos, Juancho volvió a reescribir su historia. Esta vez salió y apenas volvió a pisar el banquillo, merced a su excelente labor de contención sobre Yabusele. Los verdes, 13 años después, eran campeones de Europa. El madrileño, en el lugar más insospechado, iba a encontrar los días más felices de su carrera.

Juancho Hernangómez, durante un partido contra el Real Madrid.

Juancho Hernangómez, durante un partido contra el Real Madrid.Panagiotis MoschandreouMUNDO

En una reciente entrevista en el podcast GBL, el ex colegial hablaba del proceso. ¿Cómo consiguió enderezar su relación con Ataman? «Con mucha paciencia». Hoy Juancho, con permiso del fenómeno Kendrick Nunn, es el rey del OAKA. Le corean los enfervorecidos aficionados griegos -«es la primera vez que me ha pasado en toda mi carrera, que un pabellón entero coreé mi nombre»-, le rodean los niños de sus compañeros y su inefable entrenador se entrega a él, el jugador sobre el que posa el equilibrio: ha promediado más de 27 minutos por partido (sólo por detrás de Nunn, MVP de la Euroliga). Y Juancho, tan madrileño que nunca fue de ningún sitio -en siete años en la NBA vistió seis camisetas-, es más feliz que nunca en Atenas.

Nunca el español encontró tal estabilidad. Seguro de sí mismo, ya no bascula sus sensaciones a través del acierto. Ahora es la defensa lo que impulsa su pujanza. Ha disputado los 39 partidos de la Euroliga del Panathinaikos, doblando sus números en anotación, rebotes y valoración. Elegido en el segundo mejor quinteto de la temporada. Y desatando su talento en momentos clave. Como en la final de Copa contra el Olympiacos -el derbi de Atenas, la final con la que todo el mundo sueña para el domingo en el Etihad-, donde aportó 11 puntos y 17 rebotes en la victoria del PAO. O hace unas semanas en la serie ante el Efes, donde dejó una actuación para la historia, el tope de valoración (40) de cualquier jugador español en Euroliga: 20 puntos, 16 rebotes... «Me siento genial. Es una guerra, un partido y la final. Estoy listo», desafiaba el tío Juancho a su llegada a Abu Dabi.

Abu Dabi no es Dubai

Abu Dabi no es Dubai

Actualizado Lunes, 19 mayo 2025 - 13:27

Tengo la maleta preparada para ir a los Emiratos a comentar para Movistar+ la Final Four de la Euroliga, mi quinta consecutiva. Poco abrigo y mucha bermuda, pese a que no estará TJ Shorts, el gran animador de la temporada. Tampoco el Real Madrid ni el Barça, marcas potentísimas del basket continental que no han tenido buena temporada en Europa.

Para saber más

Todos apuntan a las viabilidades económicas de las competiciones en Europa, gran tema de crítica. El aficionado quiere competitividad y el formato es tan duro que pocas ligas profesionales en el mundo tienen tres modelos en uno (liga regular, playoff y F4). Los presupuestos más altos de la historia se la juegan a un partido: Panathinaikos, Olympiacos, Fenerbahçe y Mónaco. Un nivel de inversión alto y capacidad de adaptación fichando y poniendo más dinero en mitad de temporada, con éxito: Theis, Gabriel, Mcollum, Bango, Saben Lee son nombres que llegaron tras las lesiones en esos cuatro clubes. Imprescindible reaccionar a tiempo.

No les hablen a estos dueños de rentabilidad, sostenibilidad o KPI (y otros índices para medir desempeño), eso ya lo exigen en sus empresas principales, de donde sale el maná. Todo lo que no sea levantar el trofeo es un fracaso. Conseguirlo es obligatorio para los que vuelan a Abu Dabi. Que no es Dubai, otro emirato que verán en Euroliga próximamente. Ya juegan la Liga Adriática. No tienen que entenderlo, ya hay dos equipos asiáticos en Euroliga hace décadas: Maccabi y Fenerbahçe.

Con turcos y griegos en la ecuación se aseguran los llenos en el Etihad Arena. Lo que no es seguro es si volarán los cachis de cerveza como en Berlín. El precio del alcohol allí es prohibitivo para quién guste. Diría con moderación pero si se da un Pana-Oly en la final (sería inédita) nada lo será. Ni las críticas a los arbitrajes por parte del perdedor (dos buenos colegiados españoles en el evento: Emilio Pérez y Carlos Peruga), ni la celebración del ganador, ni la tensión, puesto que sería el derbi eterno griego más grande de la historia en la época de la gran escalada presupuestaria que ambos lideran.

No olviden a Jasikevicius y a Spanoulis. Leyandazas entrenando a Fener y al hormonado Monaco, un equipo medianito hace cinco años, ahora candidato por impulso de los fertilizantes, cereales y azufre de su dueño. Esperemos que ese elemento químico y las crónicas periodísticas sean lo único que se refiera al infierno. Que no haya incidentes y que el nivel técnico y táctico del baloncesto europeo reinen en paz.

La vieja Europa se juega su campeón fuera del continente, un mundo globalizado como las plantillas de todos los equipos. Te puede gustar poco o mucho pero serán partidos de una intensidad máxima. ¿Seguirá gobernando la agenda mediática de Ataman?

Willy, Billy y la bilis

Willy, Billy y la bilis

Actualizado Jueves, 8 mayo 2025 - 18:59

Tras 20 años, no habrá equipo español en la Final Four de la Euroliga. El Barça estuvo a un pase de Kevin Punter a Willy Hernangómez de conseguirlo, pero el jugador del Bronx equivocó su papel en el baloncesto. No se puede salir siempre en los reelsde Instagram como un héroe. A veces, lo más sencillo es lo realmente genial.

Absolutamente diezmado, el Barça puso al lujoso Mónaco contra las cuerdas. La fiscalidad y el mecenazgo le permitieron a Billy Spanoulis tener una plantilla tan larga que le indujo a un error casi definitivo, mantener toda la serie fuera de la convocatoria a Papagiannis, un griego de 2,20 metros que además mete triples. Mientras, Fall y Hernangómez reboteaban y anotaban a placer. Big Papa terminó siendo el MVP del quinto partido, mientras Jabari Parker firmó una primera parte en -8 de valoración. Los claroscuros de un jugador tan talentoso como impredecible.

Joan Peñarroya sale reforzado de los playoffs, en una temporada europea donde muchos no creían que llegara a enero. Se puede dar un baño táctico al rival incluso perdiendo. Pero el baloncesto actual está tan en manos de los dos-tres jugadores exteriores mejor pagados que los entrenadores van con pies de plomo antes de exigir revoluciones pizarriles o pedir explicaciones.

Sencillo decirlo tras casi dos temporadas, pero Punter y Parker con tanto balón en sus manos y tan pocas ganas de pasarla en diagonal al poste no empastan nada bien con Willy, quien ha sido señalado continuamente sobre sus debilidades pero hasta última hora no le hicieron llegar la bola donde es dominante. Tampoco le pidan ser un jugador agónico, nunca lo fue. Spanoulis aún se está santiguando por lo ortodoxo porque una recepción más de Willy hubiera hecho a Billy fracasar desde el 2-0 y perder el quinto en casa. Lo nunca visto.

Digerir las grasas pesadas de la derrota y del momento que el baloncesto español encara no va a ser sencillo. Francia tiene 14 jugadores en NBA (y los que vienen), España resiste con Aldama. La pericia de Scariolo y sus jugadores ganando el Eurobasket 2022 parece que compraba tiempo. Pero desde entonces a ahora los dineros universitarios esquilman a las canteras principales españolas, igual que el proceso de reclutación de los clubes europeos no deja mucho dinero en Mali, Senegal, Nigeria u otros formadores de talento físico ¿adolescente? que les nutre a ellos. Es una época de muy baja regulación en el tránsito de jugadores futuribles. La inminente Liga Sub22 podría ayudar si hay una inversión que le proporcione estabilidad.

Durante un tiempo hablaremos del lanzamiento de Abalde y del no lanzamiento de Willy. Buenos jugadores internacionales a los que no podemos comparar con la generación anterior, los juniors de oro. Que el recuerdo no nos confunda, que la bilis no asome cuando empiezan a llegar estos tiempos más oscuros. Hay que repensar las expectativas.

La oda a la resistencia del Barça muere en la orilla: cae por la mínima en Mónaco y no habrá españoles en la Final Four

La oda a la resistencia del Barça muere en la orilla: cae por la mínima en Mónaco y no habrá españoles en la Final Four

Tuvo que ser así, de la forma más agónica, con un triple desesperado de Kevin Punter que no entró, como el Barça se despidiera de la Euroliga. Por primera vez en 21 años no habrá ningún equipo español en la Final Four. Pese a la oda a la obstinación del colectivo de Joan Peñarroya, su infinito amor propio para sobreponerse a todas las adversidades, murió en la orilla de Mónaco. Cruel premio a quien nunca se rindió. [85-84: Narración y estadísticas]

La batalla en la Gaston Medecin fue una prolongación de lo que ha sido el año para el Barça. Recibió golpes y más golpes, pero no hay un fajador igual. Recordará ese lanzamiento de su estrella como la irrupción inesperada de Papagiannis, el recurso que se sacó de la chistera Spanoulis para llevar a su equipo hasta Abu Dhabi. Allí se las verá con Olympiacos, donde él fue leyenda.

Punto arriba, punto abajo. Un avanzar en la angustia hacia un destino fatal. En el quinto y definitivo el Barça se quedó a un palmo de la hazaña. Un duelo en el que al comienzo del tercer acto se vio perdido, en el que se rebeló, confió en Willy Hernangómez, desequilibrante, en la pujanza de Justin Anderson, en el poder de su colectivo. Sufrió la mejor versión de Mike James y al desequilibrante Papagiannis. Y apenas un detalle le separó de la gloria.

La temporada del Barça ha sido eso, una constante rebelión ante las adversidades. Ante las recurrentes y graves lesiones (Laprovittola, Juan Núñez, Metu, Vesely...), ante la incapacidad económica para reforzarse y hasta ante los extraños sucesos, como el no fichaje de Heurtel o la espantada al universo NBA de su prometedor cantererano Dame Sarr. Con nueve efectivos profesionales y tres chavales ha afrontado una feroz serie contra el Mónaco.

En cada herida, también el fracaso en Copa, las dudas sobre Peñarroya, las recurrentes derrotas contra el Madrid, el grupo de jugadores se ha hecho más fuerte, más pétreo, más resiliente. Como si no les quedara otra que seguir adelante, que contradecir a su destino.

Punter, defendido por Papagiannis, en Mónaco.

Punter, defendido por Papagiannis, en Mónaco.SEBASTIEN NOGIEREFE

Por eso el Barça se levantó tras los dos mazazos iniciales en la Gaston Medecin que parecían desahuciarle. El Palau le dio vida y esperanza y aplacó las inercias del rival para deparar un quinto en el que desafiar a la historia: nadie había levantado jamás un 2-0 jugando el último a domicilio.

Partieron valientes los de Peñarroya, acertados desde el perímetro y dominando la situación. Haciendo de su defensa el valor clave. Pero si apenas encajó 15 puntos en el acto inicial, fueron 30 en el segundo, donde el Mónaco apretó, elevó la temperatura y recurrió a la experiencia y el talento de Mike James. También al gigante Papagiannis, un tipo al que su compatriota Spaonulis le tenía castigado desde hacía meses. Ante Fall y Willy necesitaba algo más y lo tuvo.

Eso minutos fueron crisis azulgrana. Y eso que el aro escupió un triple de Tarpey que hubiera puesto una máxima de nueve para a continuación comprobar como el de Punter, que ya por entonces era referencia absoluta azulgrana, entraba.

Pero a la vuelta siguió la puja local, Mike James reverdeciendo laureles, mostrando por qué es historia de la competición, máximo anotador de siempre. Se vio 10 abajo el Barça y resurgió con dos triples de Satoransky. Y un enorme Willy que bailó a Theis para sacarle la tercera y la cuarta y volver a empatar (54-54).

El último acto fue de infarto. Un absoluto toma y daca. Había aparecido un Jabari que había estado desastroso al inicio. Punter y Strazel tomaron la responsabilidad, aunque la última canasta del partido la iba a firmar James. Después falló Anderson, nada se pitó en el rebote ofensivo azulgrana, volvió a fallar James y en las manos de Punter, desde nueve metros y con Papagiannis delante, se fue el milagro.

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio "marcado", refuerzos pobres y la ACB como salvación

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio “marcado”, refuerzos pobres y la ACB como salvación

Pese a la épica final, un triple fallado sobre la bocina tras remontar 15 puntos en poco más de seis minutos, el ardor guerrero de plantar cara al mejor equipo de la temporada, y un Palacio aplaudiendo en pie a los que se dejaron la piel, el Real Madrid, finalista hace un año, campeón hace dos, no estará en la novedosa Final Four de Abu Dhabi. Y eso no deja de ser (mala) noticia en un club que nunca rebaja objetivos, menos en Europa, su razón de ser.

Para saber más

La rebelión, el amor propio y la sensación de decir adiós en el mejor momento de la temporada (17 victorias seguidas en ACB...), evitan el siempre temido calificativo de fracaso, pero el Madrid, tan acostumbrado a la abundancia, sigue sin saber lo que es levantar un título esta temporada: perdió las finales de Supercopa y la Copa (ambas contra Unicaja) y ni siquiera podrá pelear por una Euroliga que ya no pintaba bien desde el mismísimo amanecer.

El subcampeón tardó dos meses en ganar su primer partido a domicilio en Europa. Lo fue a lograr en el Palau Blaugrana, ante un Barça que tampoco estaba para muchas verbenas, y después de dos prórrogas. Desde esos primeros vaivenes, algunas derrotas tan duras, sorprendentes y ajustadas como ante el Asvel y el Maccabi (el propio Chus Mateo las subrayaba el jueves en rueda de prensa), el entrenador blanco, en su tercera temporada al frente del equipo tras sustituir (no sin polémica) a Pablo Laso, mandó un mensaje tan claro como sorprendente tratándose del Real Madrid: "Este año hay que tener paciencia".

Se refería Mateo a los cambios profundos sufridos en su plantilla. Que no eran mejores sino mermas. Asumía que la plantilla era más floja. Había perdido a Gerschon Yabusele a última hora (tras su exhibición en los Juegos Olímpicos, rumbo a la NBA), a Vincent Poirier mucho antes (la oferta del Efes no fue igualada), se habían retirado Rudy Fernández y Sergio Rodríguez y también partieron Causeur y Alocén. A cambio, recibió dos tipos sin experiencia en Euroliga (Rathan Mayes y Andrés Feliz, con desarrollo tan desigual, uno que ni cuenta y el otro titular en el cuarto partido ante Olympiacos), la vuelta de Usman Garuba, a Serge Ibaka con su experiencia y también con sus años más plenos atrás. No parecía la mejor planificación, demasiado esfuerzo económico en las renovaciones de Tavares y Hezonja. Y, después, como asumiendo los errores, llegaron el fallido Dennis Smith y un Bruno Fernando lejos aún del primer nivel exigido. Síntomas claros de falta de ambición.

"Cuando hay tantos cambios..."

El Madrid no murió ante Olympiacos, realmente, lo hizo mucho antes. El propio Chus Mateo lo reconocía. "Tardamos en encontrar el funcionamiento. Cuando hay tantos cambios... El 50% con respecto al año pasado. El inicio nos ha marcado la posibilidad de poder pelear. Estamos jugando finales desde hace un buen tiempo, incluido un play in que ha añadido dos partidos más, por no ser capaces de ser quintos. Ese inicio y algún partido como ante Asvel o Maccabi. Me acuerdo mucho de ellos. Hubiéramos evitado a uno de los mejores de Europa. Un equipazo", pronunciaba.

El técnico estuvo a punto de salir en diciembre, en plena crisis de resultados. Le salvó la Navidad, la falta de un sustituto claro y la reacción. Ahora, líder claro de la ACB en la que tendrá factor cancha en todas las eliminatorias, el título de Liga parece también el resquicio para que no haya una revolución en el banquillo. "Tenemos que ser exigentes con nuestra temporada, que nadie nos tenga que convencer de que está bien quedar octavos. Estamos para más. Que sea motivación para la próxima temporada de Euroliga. Y ya que estamos, en dos meses termina la Liga y es un objetivo para nosotros terminar el año bien", analizo todavía en caliente Facundo Campazzo.

Pero, aunque parezca lanzado en la competición doméstica, tampoco le resultará sencillo al Madrid. Ahí está el amor propio del Barça, el ambicioso Unicaja, el potente Valencia y el siempre incómodo Tenerife. Y la presión.

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

Es como si el Real Madrid hubiera necesitado verse completamente contra las cuerdas para despertar su lado más salvaje. Como si únicamente en la adrenalina de comprobarse al borde del desahucio, achicado por el todopoderoso Olympiacos, salieran todas sus virtudes aletargadas durante una temporada plagada de grises. Pero ni todo ese ímpetu le fue suficiente para mantenerse con vida en esta Euroliga que tan temprano se le enrevesó. El triple sobre la bocina fallado por Abalde le apartó del quinto partido en Atenas y de cualquier sueño de Final Four. [84-86: Narración y estadísticas]

Murió con las botas puestas, arruinado por un apagón imperdonable en la segunda mitad, frustrada la épica después, esos finales locos y maravillosos del Palacio, un 17-4 en el que hubo de todo, hasta mucha polémica (una falta en ataque de Tavares en pleno subidón...). Fue cruel el adiós después de todo.

La noche estaba dispuesta para la agonía y el éxtasis en el Palacio. Pero después de una preciosa primera parte de fuegos artificiales, el Real Madrid desapareció por completo (encajó un 2-14 al inicio del acto final) y el despertar no le valió. Borrado antes del mapa por un Olympiacos que se venga así de las últimas afrentas, la final perdida en Kaunas, la semifinal de Berlín. Emergió como un gigante al que quitan las cuerdas que le amarraban al suelo. Tan feroz como trémulo después el grupo de Bartzokas, disparos al pie que casi le cuestan un sofocón. Quedará para el recuerdo el triple imposible de Vezenkov casi en la meta.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.SERGIO PEREZEFE

Chus Mateo parecía haber dado con la tecla, el hueco por donde al menos hacer sentir incómodo a un rival sin apenas flaquezas. No hay otra fórmula, acudir al extremo físico, a disputar cada duelo individual como si fuera la vida. Espoleado por el ambiente, más fiero todavía este jueves, el Madrid había dejado en 28 puntos a los griegos en la segunda mitad del martes. Andrés Feliz y Abalde, los estandartes de esa revolución, partieron de inicio.

Ausentes por molestias Deck e Ibaka y con Evan Fournier de vuelta para Bartzokas, la otra gran novedad del amanecer fue la decidida apuesta por las transiciones. Brazeaba Mateo con cada rebote, tocando a rebato de un baloncesto a la carrera que pronto le dio réditos y la sensación de dominar el escenario.

En ese frenesí, Llull se siente poderoso. El capitán era consciente de lo que había en juego, de que las noches como ésta son como tesoros. Inyectó una marcha más (dos triples sin pensar marca da la casa), acompañado por otro inesperado, un dignísimo heredero al que mima en cada gesto. Hugo González apareció con la osadía de los adolescentes pero con el mismo colmillo que sus compañeros. Y, junto a Garuba, convirtieron el partido en un bendito manicomio en el que el Madrid se divertía y estiraba de paso el marcador grancias a Hezonja (43-34).

Extrañamente desaparecido Vezenkov (cero puntos al descanso), Olympiacos contenía la respiración y se refugiaba en Fournier. La agresividad del Madrid le cargaba de faltas y el tiro libre era el aliado griego (19 a su favor en ese tramo). La tercera de Tavares fue la peor noticia de toda una gran primera parte del Madrid.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.SERGIO PEREZEFE

Que quedó completamente diluida a la vuelta, todo el trabajo por los suelos. Se acumularon las malas noticias a toda velocidad. La cuarta de Tavares, la impotencia de repente del resto, observando cómo Olympiacos resurgía, daba la vuelta al marcador (51-58) con 16 puntos en cuatro minutos para silenciar el Palacio. Ante la crisis, la valentía de Andrés Feliz, un titán sin miedo a nada.

Pero era demasiado poco. El Madrid había vuelto a encajar 26 puntos, su ardor defensivo había sido disuelto, Vezenkov ya había llegado y cuatro triples seguidos (tres de Papanikolau, ex barcelonista) dispararon hacia la Final Four al Olympiacos. Aunque siempre hay que contar con la magia del Palacio. Cuando ya nadie creía, robos de fondo, canasta inverosímiles y algunas decisiones arbitrales que encendieron las tribunas. Erró Fournier un tiro libre y en la última jugada, 12 segundos, el balón acabó en Abalde y en su fallo los sueños del Madrid.

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

Como si tener cerca a Sergio Scariolo fuera una bendición para Willy Hernangómez, toda la temporada en entredicho, tantas veces hasta fuera de la rotación y las cuentas de Joan Peñarroya, gigante ante el Mónaco en un partido a vida o muerte. Apostó el Barça por la rebelión, por no rendirse ante un rival que le había abrumado en los dos primeros envites. Y logró una victoria para seguir creyendo en esta temporada repleta de baches. [100-89: Narración y estadísticas]

Como en aquella semifinal del Eurobasket 2022, Willy fue un coloso ante Daniel Theis. Pero no sólo el pívot madrileño; a la tarea azulgrana se sumaron casi todos los disponibles, que no son tantos, en la rotación azulgrana. Un golpe en la mesa en el segundo cuarto y un ejercicio de resistencia después para forzar el cuarto encuentro de la serie, el viernes de nuevo en el Palau.

El Barça se había sentido golpeado en sus dos noches en la Gaston Medecin la semana pasada. Dos derrotas duras, amplias, dos batallas en las que hubo más que baloncesto. No sólo se trataba de mantener con vida la eliminatoria, también de saldar cuentas pendientes con un rival a veces demasiado agresivo, consciente de su superioridad física.

Pero el abismo era enorme para un equipo que, siguiendo la tradición de todo el curso, no iba a contar con Jan Vesely para este duelo en el que una derrota era el adiós a Europa, otro título más en el limbo. Y, sin embargo, también tradición, cuanto más herido, más amor propio muestra el colectivo de Peñarroya.

Tras los preámbulos del primer acto, con intercambio ofensivo y un Mike James poderoso, el Barça se desató en el segundo. Fue un huracán en el Palau, un tramo de 20-2 en el que el Mónaco se tambaleaba como un boxeador sonado. Willy Hernangómez dominaba ya la pintura (iba a acabar con su tope de valoración en Euroliga, 31), Abrines y Brizuela eran puñales, Joel Parra y Justin Anderson todo pujanza -para mayor alegría del seleccionador Scariolo, presente en primera fila como comentarista de Movistar-.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.Enric FontcubertaEFE

Se disparó el Barça (44-29) y aguantó el tirón hasta el descanso, la reacción visitante con cuatro triples sin fallo de Alpha Diallo. Lo logró a base de acierto y dominio del rebote, velocidad y la inteligencia baloncestística que pedía Peñarroya en la previa para contrarrestar el poderío atlético de los de Vassilis Spanoulis.

Lo que iba a seguir a la vuelta, donde pujaba el Mónaco por meterse en la batalla, por inyectar algo de pavor en el Barça. Mike James enhebró 11 puntos de carrerilla, Okobo tampoco paró de anotar, pero enfrente estaba la resistencia, pese a la cuarta de Brizuela o el cansancio de Punter. Un triple sobre la bocina, desequilibrado, de Jabari Parker, otro de Joel Parra nada más comenzar el acto definitivo: todos se sumaban a la fiesta.

Que fue total cuando Willy, Jabari y Kevin Punter no temblaron en la recta de meta. Una merecida vida extra.

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Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Cuando los argumentos se agotan y las esperanzas menguan, sólo queda el corazón. Y en capacidad de imposibles, no hay nadie como el Real Madrid. Aunque parezca lejos de lo que fue, aunque asuste poco y no gane tanto. Ante Olympiacos, en una noche de rebeldía en el Palacio, se pidió otra ronda, se resistió a morir. [80-72: Narración y estadísticas]

Habrá cuarto rounda el jueves, porque un tipo como Alberto Abalde es un capitán sin galones que contagia desde el silencio y la humildad. Capaz de pedir perdón público por un error que pudo no ser suyo, de secar al tormento Williams-Goss, de anotar el triple que balanceó una noche. Porque se juntó con Andrés Feliz o Usman Garuba, que olvidaron sus malos días y encontraron su momento donde menos se sospechaba, en el igualadísimo último cuarto ante el Olympiacos en el que la derrota era muerte. Ellos, los secundarios, propiciaron un triunfo para seguir creyendo.

Las mismas tribunas que la noche antes acogían a los varados en la ciudad por el gran apagón vibraban ahora con un amanecer como requería la cita, aunque en el Palacio, en la que podía ser su última noche europea, sorprendieran algunas sillas vacías. A falta de otras cosas, al Real Madrid le hacía falta fuego para creer en el imposible, para al menos hacer dudar al impasible Olympiacos, el equipo que le había derrotado ya cuatro veces este curso, las dos últimas, la semana pasada, para poner pie y medio en la Final Four.

En estos abismos el pasado no importa, se trata de al menos avanzar un paso más. Pocos los saben tan bien como el Madrid, al que siempre le gustó el vértigo, el único en la historia de ser capaz de levantar un 0-2 (hace dos años ante Partizan, para luego salir campeón). En eso se aplicó, aunque el susto le duró más bien poco al grupo de Bartzokas, que no contó por lesión con Evan Fournier.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.THOMAS COEXAFP

Sin tener que estar pendiente del talento francés y con el impulso de sus seis triples del domingo en Girona, Musa arrancó como una moto. Nadie pudo pararle en todo el primer cuarto, 12 puntos y la sensación de plenitud. Pero el bosnio es el paradigma de este Madrid, que llegó a dominar al Olympiacos hasta por nueve puntos cuando Llull asestó un triple al inicio del segundo cuarto (30-21). Todo quedó emborronado en un momento y cuando Dzanan volvió, lo arruinó todo con un puñado de errores seguidos. Los griegos, impulsados por un tremendo Williams-Goss, primero hirieron con un 0-10 y más tarde con otro 0-13, con el Madrid pidiendo la hora del descanso.

Y todo ello aliñado con la buena rabieta por la actuación arbitral, heredada de los duelos en el Pireo. La grada clamaba, pero esta vez los jugadores blancos no perdían los nervios, aunque tuvieran unas cuantas acciones para hacerlo.

La vuelta fue ya una batalla sin guardias, dos púgiles desatados. Tavares dominaba sin faltas, Hezonja se echó el equipo a la espalda y le respondía Vezenkov, súperclases en pleno desafío. El Madrid necesitaba no parar de reaccionar, porque enfrente lo que había era una roca, con un fondo de armario bastante superior. Tras un impás de errores y la igualdad inquebrantable, una canasta de Llull pregonó un último cuarto de pura agonía.

Y de puro éxtasis cuando un par de elementos inesperados emergieron para, al fin, desequilibrar al Olympiacos. Fue el corazón de Garuba y Abalde el que puso todo patas arriba puntos y defensa desde la rebeldía. Era la segunda unidad, los guerreros, también Feliz, Ibaka y Llull, los que estaban haciendo perder el pie al equipo más duro de Europa.

Campazzo apareció después para que no se escapara un triunfo vital, porque los del Pireo se resistían pese a sus 28 puntos en toda la segunda mitad. Fue una noche de las de antaño, mágica y vibrante, aunque todo siga aún muy cuesta arriba para el Madrid.

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Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Aquel 2004 Arvydas Sabonis fue el MVP a sus 39 años de una Euroliga que el Real Madrid ni disputó. Tau Cerámica, Unicaja y Pamesa Valencia sí, junto al Barça, incapaz de defender su flamante corona del curso anterior, la primera de su historia. Rarezas.

Fue un cúmulo de circunstancias que jamás se ha vuelto a repetir. En la Final Four de La Mano de Elías no hubo entonces ningún equipo español presente para presenciar como el Maccabi de Anthony Parker, Jasikevicius y Vujcic levantaba el título. Al Barça de Pesic, mermado por las lesiones, el Montepaschi le dejó fuera en el Top 16.

Desde entonces, y fueron 19 las ocasiones (en 2020 no se disputó por la pandemia), siempre hubo al menos un nacional en la lucha por el título. Ningún país puede presumir de lo mismo, cuatro Euroligas por el camino. Aunque el chollo se le agota al baloncesto nacional, heridos de gravedad Barça y Madrid en sus series de cuartos de final contra Mónaco y Olympiacos respectivamente. A pesar del apagón, los griegos pudieron llegar el lunes a la capital de España por avión desde Atenas y, si vuelve la normalidad, el tercer partido se disputará esta noche en el Palacio (21.00 h.).

El 0-2 con el que ambos viajan de vuelta es casi un muro imposible de levantar. Lo primero son las sensaciones, las que arrastran desde la temporada regular, donde los dos tuvieron que reaccionar en las jornadas finales para evitar males mayores. El Barça, que ganó seis de sus últimos siete duelos, accedió directamente a los playoffs como quinto, 'beneficiado' por el triple empate. El mismo que condenó al Madrid (seis de seis en el tramo final) a un 'play-in' del que casi no sale con vida tras el susto inicial contra el Paris Basketball.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.SEBASTIEN NOGIEREFE

La historia está en su contra. De forma rotunda. Aunque puestos a rascar gestas, emergen dos del Real Madrid como asideros desde los que soñar. Hace dos años también se encontraron con un 0-2, dos derrotas contra el Partizan, ambas en el Palacio, y luego, tras la tremenda trifulca que acabó con varios sancionados en los dos equipos, enhebró tres asombrosas y dramáticas victorias para colarse (y ganar) en la Final Four. Hicieron historia y a ese espíritu se agarran: fue la única vez de 30 ocasiones que alguien levantó un 0-2 o un 2-0. Tampoco estuvo lejos lo de 2018 contra el Panathinaikos, donde perdieron de paliza el primero y ganaron los tres siguientes (para después alzar el título en Belgrado). Expertos en lo imposible. «Tenemos que mantener la cabeza alta, mantenernos unidos. Este equipo ya cambió la serie hace dos años, tenemos que pensar en positivo», pronunció Facundo Campazzo tras volver a caer en el Pireo.

La última vez que el Madrid no estuvo en la Final Four fue en 2021 (cayó en cuartos contra el Efes), cuando el Barça fue subcampeón en Colonia. La última vez que el Barça se ausentó fue el año pasado, cuando el Madrid perdió la final ante el Panathinaikos. En 2022 y 2023 se las vieron en semifinales (también habían coincidido en 2013 y 2014). La última vez que ninguno de los dos compareció fue en 2016, presente el Baskonia.

Los azulgrana, toda la temporada a contracorriente de lesiones, no fichajes y espantadas, han sufrido dos duras derrotas en la Sala Gaston Medecin, abrumados por la agresividad del Mónaco de Vassilis Spanoulis. «Si queremos volver aquí en 10 días, tenemos que mejorar sobre todo en defensa», admite Joan Peñarroya.

Más allá de la evidente crisis de la Euroliga (el otro participante de este curso, el Baskonia, acabó 14º), hay vida y plenitud en el baloncesto español. En la próxima Final Four de la Baskeball Champions League -del 9 al 11 de mayo en Atenas- volverán a estar Tenerife y Unicaja (en las últimas cinco ediciones hubo cuatro campeones nacionales). La semana pasada el Bilbao Basket alzó el primer título de su historia al ganar la final de la FIBA Europe Cup al PAOK de Salónica. Y un poco más allá, el Gran Canaria cayó en la misma final de la Eurocup ante el Hapoel de Tel Aviv.

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

No es la primera vez que la temporada europea del Madrid se tambalea en el abismo, aunque ahora sólo un milagro parece capaz de evitar su adiós. Acudió al amor propio en el segundo round en el Pireo tras el desastre del primer día, pero ni eso le alcanzó ante el todopoderoso Olympiacos. Una cantidad de pérdidas inasumible (18), un arbitraje desesperante, el dominio de Vezenkov, los fallos en los tiros libres y el temple final de los de Bartzokas, que ya están a un paso de la Final Four. [77-71: Narración y estadísticas]

Para saber más

Para saber más

Esta vez el Madrid murió batallando, con la sensación de que lo pudo conseguir. Pero también con aroma de frustración, de que, pese a todo, sigue lejos del Olympiacos. Fue más un ejercicio de orgullo y de defensa que de buen baloncesto. Hubo tipos llenos de rebeldía (Hezonja, Feliz...) y otros que volvieron a naufragar (Musa). El Palacio acogerá la próxima semana una eliminatoria que amenaza con no regresar a Grecia: son ya cuatro derrotas esta temporada ante el rival la que el Madrid ha arruinado las dos últimas Final Four.

Cuando se toca tal fondo que ni se compite, no hay demasiado que pensar. El cambio en el Real Madrid debía ser radical y así fue, desde el planteamiento a las ganas. Acudieron los blancos al amor propio y a la lógica, a Llull y a Abalde en el quinteto, la defensa agresiva, sin complejos esta vez, la valentía de quien realmente está contra las cuerdas.

El toque a rebato podía salir o no, porque enfrente no estaba cualquiera. Pero la reacción surtió efecto en un primer cuarto de hora que logró hasta silenciar por momentos el infierno de la Paz y la Amistad. Aunque el Madrid llevaba su penitencia en el propio ímpetu con el que bordaba la defensa, provocando errores y más errores en los lanzamientos de los de Bartzokas. Para desesperación de nuevo con el arbitraje, los blancos se cargaron alarmantemente de faltas (hasta 18 al descanso, 29 al final, decisiones algunas más que dudosas) y a base de acudir al tiro libre los locales se fueron a vestuarios hasta con igualdad.

Andrés Feliz

El Madrid había llegado a dominar con holgura (10-23), corriendo, reboteando, sintiéndose pleno al fin en el Pireo. Anotaron todos los que jugaron y Andrés Feliz era el paradigma de esa energía, un tipo no sólo recuperado para la causa, también para el porvenir. Pero en un abrir y cerrar de ojos se le fue la ventaja al garete. Un 14-2 de parcial, con Milutinov dominando la pintura y Saben Lee -tales son los lujos de la plantilla griega- el perímetro.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.PETE ANDREOUEFE

Al comienzo del tercer acto fue como si ambos hubieran recibido una pastilla para dormir. O más bien como si anticiparan que todo ser iba a acabar resolviendo en la recta de meta. Bajaron las pulsaciones, siguieron los fallos y se mantuvo la igualdad. El Madrid no podía seguir permitiéndose cometer faltas y Olympiacos veía el aro como un agujero para canicas: sus triples no entraban.

Y, sin embargo, aunque Hezonja volvió a estirar el marcador (45-52), lo locales mantenían una extraña calma, como si fueran conscientes de que más pronto que tarde su momento iba a llegar. En ese impás en que tan flagrantes eran ya las pérdidas de los visitantes como los errores desde el perímetro de los locales, sólo hacía falta una chispa que prendiera. Fue Saben Lee el animador, el mismo jugador que ya esta temporada, vistiendo el amarillo del Maccabi, ganó al Madrid un partido sobre la bocina.

La muerte del Madrid fue lenta y dolorosa. Como si respondiera a la lógica de la inferioridad, en cuanto se vio en problemas, se diluyó. Fue encajando sin prisa y sin pausa un parcial enorme de 19-2, Lee firmando acciones defensivas de highlight y Vezenkov martilleando con su talento indefendible.

Faltaban poco más de cinco minutos y Chus Mateo se vio increíblemente 10 abajo. Manejaba ahora un grupo descompuesto, incapaz de anotar, fallando hasta los tiros libres. Regalando balones y tomando casi siempre la decisión equivocada. Hezonja y Feliz intentaron una rebelión final, un parcial de 0-8 (67-64) que provocó una pequeña ilusión. Pero un triple de Peters y otro de Williams-Goss finiquitaron la noche, dejaron al Madrid herido de muerte.

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