Por qué la NBA es el gran caladero de la Euroliga (y no al revés)

Por qué la NBA es el gran caladero de la Euroliga (y no al revés)

Cuando Bob McAdoo aterrizó en Milán en el verano de 1986 era toda una rareza. El que había sido máximo anotador de la NBA luchando por la Copa de Europa. Lo mismo que Dominique Wilkins años después en Atenas. En la Euroliga que arranca este jueves y que festeja su 25 aniversario (todavía sin sede para su Final Four de mayo) sólo hay un equipo, el novedoso París Basketball, en el que ninguno de sus jugadores ha debutado en la mejor liga del mundo. Otros, como el aspirante Olympiacos, posee hasta 10 con pasado yankee. El trasvase de cada verano se ha convertido en la gran animación de la competición. Y este 2024 no ha sido excepción.

La noticia ya no es que los mejores de Europa acaben en las redes de la poderosa y millonaria NBA, que apunta directamente a los jugadores en formación. Esta vez apenas le ocurrió a Gerschon Yabusele, impulsado a última hora por su asombroso despliegue con Francia en los Juegos Olímpicos. Sasha Vezenkov, que para la mayoría de los General Managers es el mejor refuerzo del verano (para el 53,8%, según la encuesta de BasketNews) ha deshecho el camino que recorrió hace un año junto a Vasilje Micic y está de vuelta en el Olympiacos. Un viaje en sólo ya una dirección que incluye jugadores de todo pelaje, desde veteranos que encuentran un motivante último baile en Europa, hasta jóvenes en busca de la oportunidad que no se les otorga en el frenético mercado americano con 30 franquicias (y 15 jugadores en cada una de ellas, además de los equipos afiliados de la G-League). Pero también tipos en el mejor momento de sus carreras ávidos de nuevos alicientes competitivos.

Es el caso, por ejemplo de Cedi Osman, el último fichaje del campeón. El turco tiene 29 años y ha disputado casi 500 partidos en la NBA (más de 70 la pasada temporada con los Spurs). Ahora está a las órdenes del inefable Ergin Ataman. «Si se tratara de otro jugador que no tuviera experiencia europea en su carrera, no hubiéramos hecho este traspaso. Pero Cedi tiene una gran carrera en la NBA y no tiene 33 o 34 años. Vino a Europa porque no encontró lo que quería en la NBA. Decidió jugar en la Euroliga porque vio y entendió, como muchos jugadores de la NBA finalmente entienden ahora, que la Euroliga es una competición de nivel NBA. A veces, más alto que el nivel de la temporada regular», aseguró rotundo el técnico del Panathinaikos.

Cedi Osman, antes de un partido con el Panathinaikos.

Cedi Osman, antes de un partido con el Panathinaikos.

Un caso parecido podría ser el del Evan Fournier (Olympiacos) o el de Furkan Korkmaz (Mónaco). El verano pasado ya habían llegado a la máxima competición europea tipos con mil batallas americanas como los hermanos Hernangómez, Kemba Walker o Jabari Parker. Y esta temporada el Real Madrid (que debuta en Múnich ante el Bayern, 20.45 h.) recoge el retorno de Garuba (como en su día hizo con Musa, Deck, Campazzo,Hezonja o Tavares), el Efes contará con dos clásicos de rotación como Stanley Johnson o Jordan Nwora, el Barça con Chimezie Metu, el Fenerbahçe con Boban Marjanovic, el Partizan con Aleksej Pokuevski, Frank Ntilikina y Carlik Jones, el Asvel con Shaquille Harrison y el Panathinaikos también con el gigante turco Omer Yurtseven. Todos tuvieron más o menos recorrido el año pasado en la NBA.

En total, serán 91 los jugadores que al menos han disputado un partido en la NBA. Ninguno de ellos como Serge Ibaka (ahora en el Real Madrid tras un curso en el Bayern), con 1.071 noches a sus espaldas, al que sigue Marco Belinelli (925). Sólo seis de los 18 equipos no podrían integrar un quinteto exclusivo de ex NBA, con el mencionado Olympiacos a la cabeza seguido de bien cerca por el Partizan (9) y Fenerbahçe (para los GM, el equipo de Jasikevicius es el que mejor se ha reforzado), Madrid, Barça y Monaco con ocho jugadores. En la ficticia clasificación de partidos NBA en sus filas, el primero con diferencia es, curiosamente, el Barça (1.955), seguido por el Madrid (1.750) y el Panathinaikos (1.617).

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: "Nos levantaremos"

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: “Nos levantaremos”

Para bien o para mal, el Real Madrid no tiene demasiado tiempo para lamerse las heridas de Berlín. Hubiera sigo igual en el caso de levantar la Duodécima, el Barça aguardaría en la vuelta de la esquina, 72 horas después del bocinazo final en el Uber Arena. "Lloraremos esta noche y nos levantaremos mañana", pronunció Chus Mateo lo que es el sentir de una plantilla enrabietada. Si hace un año la euforia de Kaunas pasó factura en la final de la ACB, el eterno rival, ahora en semifinales, se presenta como a la vez como amenaza y acicate.

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Pero también como prueba de fuego de lo que puede terminar como una temporada de éxito o provocar una crisis. Aunque de eliminar al Barça aún le restará al Madrid la final -previsiblemente contra el Unicaja, que se las ve a partir del martes contra el UCAM Murcia, y sin factor cancha-, acabar reconquistando la Liga Endesa supondría un triplete lustroso tras la Supercopa y la Copa, acompañado del 'casi' de la final de la Euroliga. No hacerlo, sin embargo, se uniría al dolor de la derrota contra Panathinaikos y desembocaría en medidas quizá diferentes en la configuración de una plantilla que todavía tiene a muchas de sus piezas con la incertidumbre de no haber renovado.

El Real Madrid no ha tenido un año especialmente desafortunado con las lesiones. Más allá del grave percance de Deck en Valencia, Mateo ha llegado al tramo decisivo con la plantilla completa y habiendo podido dosificar esfuerzos durante el extenuante curso -"vamos a terminar con 90 partidos. No es fácil"-. Pero resultó llamativa la "falta de energías" ("nos ha faltado algo de fuerza, algo de físico") mostrada en las segundas partes de ambos partidos de la Final Four, donde, en total, anotó 57 puntos. Síntoma peligroso para lo que se viene, con un Barça que acude más fresco tras no haber participado en la cita de Berlín y finiquitar por la vía rápida al Tenerife el jueves en cuartos.

Y están las cuentas pendientes, especialmente las de la final de Copa, donde el equipo de Grimau estuvo más cerca del título de lo que pudiera parecer. El ambiente del WiZink el miércoles (20.30 h.), también será significativo del sentir de unos seguidores que fueron minoría en el Uber Arena. "Nos vamos a levantar de esta. Seguro que nuestra afición va a reconocer el esfuerzo", dijo Mateo. "Tenemos que usar esto como combustible ya que tenemos otro título por delante", recapacitó Campazzo.

Garuba y Lorenzo

Además de todo lo que va a suponer el choque deportivo contra un Barça consciente de la oportunidad de enderezar su propia temporada, está la batalla en los despachos del propio Madrid. Antes de la Final Four, varios de los que están en proceso de renovación se mostraron optimistas con su continuidad. Especialmente Edy Tavares, pero también Mario Hezonja, quien sorprendió mostrando claramente su intención de seguir e incluso bromeando con sus conversaciones con el presidente: "El señor Florentino me amenaza con que siga aquí. Ojalá...". Ambos fueron dos de los jugadores que rindieron a un nivel más bajo ante Panathinaikos, lastrado por las faltas y el poderío de Lessort el MVP de la Final Four 2023 y precipitado el croata, quien no dudó en entonar el mea culpa después.

Es seguro que será la última lucha por la ACB de Rudy Fernández, pero tampoco se descarta que lo sea para otros dos veteranos como Sergio Rodríguez y Fabien Causeur. La continuidad de Poirier tampoco parece garantizada y vuelven a sonar los nombres de Lorenzo Brown un Usman Garuba que regresaría tras su periplo NBA y que, además, proporcinaría una plaza de cupo nacional de las que el Madrid anda necesitado.

Muchas incógnitas sin resolver. Evidentemente, todo hubiera sido más sencillo en los despachos con la Euroliga conquistada. Y menos presión en la cancha en el desafío de la Liga Endesa.

Del “es mi culpa” de Hezonja a la “confusión” con el arbitraje de Chus Mateo: así fue la triste noche del Madrid en Berlín

Actualizado Lunes, 27 mayo 2024 - 00:48

Un año atrás, la euforia era colosal en Kaunas. La canasta de Llull bien lo valía. Dos años atrás, la tristeza era enorme en Belgrado. Esta vez en Berlín, tercera final seguida (no obviar el mérito) tocó otra vez la rabia por la derrota, por lo que se le escapó de las manos a un Real Madrid que se imaginó bien temprano con la Duodécima, cuando mediado el segundo acto mandaba alegre y pletórico por 14 ante el Panathinaikos. Ahí ya habían aparecidos los problemas sin embargo, como larvas que luego pudrirían la fruta, las faltas de los interiores como primer síntoma.

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Estaban avisados con Mathias Lessort, que ya en el WiZink (28 puntos), en la que entonces era la primera derrota del Madrid en Euroliga, allá por finales de febrero, había dominado la pintura. El francés es un portento. Tan poderoso como Tavares y Poirier y quizá más rápido aún. Cuando el africano cometió la segunda falta no habían pasado ni cuatro minutos y Chus Mateo se cogió tal cabreo con los árbitros que vio una técnica. A Poirier no le fueron mucho mejor las cosas. Acabó expulsado y también vio una técnica por protestar en la segunda parte.

Al entrenador madridista, que se mostró "orgulloso" de sus jugadores en todo momento, le extrañó mucho esta circunstancia. No fue una queja radical contra el arbitraje de Rocha, Belosevic y Difallah, pero sí disparó con intención. "Las faltas nos han sacado sin duda del partido. Estoy confuso con el arbitraje. Pronto nos pusimos con faltas con los grandes. Durante el año en Euroliga no nos había pasado. Facu también tuvo muchas faltas, pero en su caso fue cierta frustración (acabó eliminado con cinco). Una técnica a Vince que también le cargaron. Pero son cosas del juego. Hay que saber asumirlo. Seguramente no fue el mejor día en ese aspecto para nosotros. No me quejo, pero uno espera que el nivel sea un poco parejo a la hora utilizar las manos", explicó el entrenador, al que Ataman, como bromeó en la previa, acabó impidiendo meterse en el club de técnicos con dos Euroligas seguidas.

No hubo demasiadas excusas en las entrañas del Uber Arena, donde retumbaban los cánticos enfervorecidos de los aficionados griegos, reyes de Europa 13 años después. "Mentalmente no ha habido problema. Lo hemos intentado, como siempre, hasta el final. Cuando nosotros estábamos acertados, ellos respondían. No nos han dejado encadenar acciones en ataque. Han sido mejores, han estado más acertados y han merecido ganar", admitió un Llull que esta vez comprobó como el héroe era un viejo rival, un jugador con tantas cosas en común con él, el MVP Kostas Sloukas. "No supimos encontrarle solución a la intensidad en defensa que le metieron. Fuimos muy previsibles en ataque, no movimos muy bien la pelota... Podríamos haber jugado un poco más en el interior también. Eso nos ha hecho no ser eficaces en el ataque. Ellos atacaron bien, tuvieron paciencia", reconoció un Facundo Campazzo que lo intentó todo.

Coincidieron las palabras del argentino con una de las claves que también criticó Mateo. Sus jugadores no supieron conectar con sus pívots. "Después del descanso, empezamos a perder el control. No jugamos con la misma disciplina que al principio. Tenemos que crear de dentro a afuera. Pensamos que el camino fácil era jugar sólo de forma perimetral. Y nuestro baloncesto es ganar primero en la pintura. Perdimos cierta agresividad. La zona nos dio un resultado momentáneo, un efecto. Pero Sloukas metió dos tiros importantes", expuso.

La segunda parte fue un completo desastre. El Madrid pasó de 56 en la primera a sólo 26, siete apenas en el tercer cuarto. Un guion parecido al del viernes contra Olympiacos, aunque ahí los blancos lograron mantenerse. Esa precipitación en el perímetro tuvo una cara visible. Mario Hezonja lanzó tantas veces sin sentido. Y sin acierto, uno de siete desde el perímetro. Junto a Yabusele, fue el más señalado. Eso sí, el croata, siempre tan duro en sus declaraciones, no dudó en culparse a sí mismo. "La derrota ha sido culpa mía totalmente, he perdido un título muy importante para mi equipo. Absolutamente. Es la verdad y hay que decirlo como es. En baloncesto si no metes canastas no vas a ningún lado. Se puede hablar de defensas y todas estas mierdas que parecen muy guapas para internet, pero si no metes, no puedes hacer nada. Pero hoy he perdido un título muy importante para mi club. Siempre hablo de corazón. Lo grandes jugadores ganan torneos", dijo en Onda Cero a David Camps.

El Panathinaikos arrebata el trono al Real Madrid y es campeón de Europa 13 años después

Actualizado Domingo, 26 mayo 2024 - 23:13

Se le escapó la gloria al Real Madrid en Berlín, esquiva esta vez, arrebatada por un histórico de vuelta. Tuvo que ser el Panathinaikos, 13 años después de su última Euroliga, ante quien cediera el trono el equipo de Chus Mateo. Ante ese Ergin Ataman que empieza a ser el ogro particular. Se derritió inexplicablemente el Madrid, sin referentes ni ideas ni pulmones, en una segunda mitad que le costó carísima. Los griegos, con un imperial Kostas Sloukas y apoyados en la fervorosa marea verde, son campeones de Europa por séptima vez. [80-95: Narración y estadísticas]

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Las Final Four guardan misterios difíciles de resolver. Como que un equipo que amanece con 36 puntos en un cuarto se queda en 26 en toda la segunda mitad, nueve canastas en juego. Un suicidio explicado en la defensa del rival, en su agresividad que no fue capaz de igualar el Madrid, falto esta vez de héroes, horrible y señalado Hezonja, superados sus dos gigantes por el francés Lessort y Campazzo y compañía por los dos americanos eléctricos de Ataman, Jerian Grant y, sobre todo, Kendrick Nunn.

Fue una muerte paulatina la del Madrid, pero igual de dolorosa. Pretendía, al fin, acabar con ese maleficio que indica que desde hace 56 años no es capaz de enlazar dos Euroligas seguidas. Y ahí seguirá, con el honor eso sí de haber disputado las tres últimas finales, de seguir siendo temible pese a todo. Ahora el rey es verde, como en los tiempos de Obradovic.

Pero nada fue así en el comienzo, que se asemejó al de la semifinal contra Olympiacos del viernes. Como si en estas batallas en las que la mayoría duda, el Madrid encontrara el patio de su recreo. Y eso que el ambiente en el Uber Arena, teñido de verde, era feroz en contra. Pero cómo explicar que un chico tímido y sin apenas protagonismo, un canterano llegado de niño desde Senegal y al que su entrenador ha decidido colocar como titular en los cuatro partidos de las dos últimas Final Four anote ocho puntos de carrerilla, incluidos dos triples. O que en el primer acto, pura adrenalina y rock and roll, los blancos se dispararan a 36 puntos de récord, la perfección ofensiva, pese a que Tavares pronto se tuviera que ir al banco con dos faltas con fuerte cabreo (y técnica) de Chus Mateo.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.ODD ANDERSENAFP

El Panathinaikos, como Olympiacos, volvió a encontrarse con un rival lanzado ya desde el amanecer. Eso no es casualidad. De nuevo el plan Mateo, al que sostenía un estupendo acierto, inspiradísimo Dzanan Musa. La máxima llegó tras un par de buenas canastas de la segunda unidad -el Chacho y Causer para el 41-27-, pero el soufflé blanco fue bajando a la vez que Lessort se adueñaba de la pintura. Coincidieron cuatro triples fallados, un robo en primera lídea de Jerian Grant (con antideportiva de Musa) y el subidón de las tribunas. Un parcial de 2-12 y la irrupción de un factor inesperado, pues Lucas Vildoza apenas cuenta para Ataman. Pero el argentino bien conoce a Campazzo. Fue su némesis, acercó a los helenos (46-45), aunque el propio Facu y Musa, con dos triples, volvieron a estirar la cuerda antes del descanso de una noche apasionante, la primera parte con más puntos de una final.

Si Sloukas (nombrado MVP) había cerrado el segundo cuarto, también abrió el tercero. Era el héroe. El veterano llegado este verano desde el eterno rival para devolver al equipo a estas cumbres. El PAO, con Juancho Hernangómez insertadísimo en su pujanza, importante en la intendencia griega (anulando a Yabusele), se estaba subiendo a las barbas de un Madrid cada vez más sufriente. Tavares y Campazzo cometieron la tercera bien rápido y un triple de Nunn al fin dio la vuelta al marcador (56-58).

El Madrid se encontraba de repente totalmente incómodo, sin recordar los resortes que le habían hecho poderoso, sin soluciones con los tres veteranos juntos en cancha, ni canastas (¡siete puntos en todo el tercer cuarto! su peor registro en toda la temporada), con un Hezonja desesperadamente errático, los pívots colapsados (cuarta de Poirier tras una técnica) y Ataman cada vez más seguro.

Las penetraciones valientes del Chacho eran oxígeno momentáneo en una selva de intensidad, pero cuando Lessort hizo la cuarta y Ataman optó por Mitoglou al cinco, fue el griego el que puso la máxima con un triple, extendida por Grant para encender todas las alarmas (65-73). El Madrid optó por la zona para cambiar la tendencia y Llull contestó los dos triples de Sloukas, en un duelo 'old fashion'. Una de las pocas canastas que el PAO concedió en transición, un mate de Tavares, arrimó al Madrid cuando ya visualizaba la orilla (76-79).

Pero ya no hubo más Madrid. Ya no hubo arrebato final, como tantas otras veces. Faltó frescura y talento. Dos hachazos de Nunn, un tipo que fue estrella en la NBA, y el temple del mágico Sloukas hicieron claudicar al rey en Berlín.

¿Otra ruptura histórica en un envejecido Real Madrid?

¿Otra ruptura histórica en un envejecido Real Madrid?

Actualizado Domingo, 26 mayo 2024 - 23:10

Hace justo 60 años que el Real Madrid ganó su primer título europeo, una larga historia con muchos triunfos y también largos períodos de sequía, el último de los cuales terminó hace ya un decenio con la llegada de Pablo Laso y el regreso del éxito, prolongado en 2023 con otra Euroliga tras aquel extraño cambio de entrenador.

La lamentable derrota de Berlín, con un equipo que empezó durante 10 minutos como si fuese heredero de los mejores Boston C

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La pócima de Sergio Rodríguez en su idilio con las Final Four: “Pasármelo bien y mucha adrenalina”

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 22:44

Ese «cuerpecillo» del Chacho, como lo definió cariñosamente Chus Mateo el viernes en la euforia tras la semifinal, ha vuelto a llegar dispuesto a todo a la hora de la verdad. Han pasado 13 años de su primera Final Four -los mismos desde que el Panathinaikos ganara su última Euroliga, aquella del Sant Jordi- y 14 desde que fichara, por primera vez, por el Real Madrid. Se fue y volvió. Y ni él hubiera soñado que este último baile al que aún no quiere poner fecha de caducidad (aunque su retirada a final de este curso es algo que a nadie extrañaría) hubiera resultado tan asombroso. Pepu Hernández solía hacer un juego de palabras con el nombre de quien fue su pupilo en el Estudiantes y en aquella selección campeona del mundo en 2006. Con las mismas letras que forman el nombre de Sergio también se puede escribir riesgo. Pero hace tiempo que el veterano base es más bien todo lo contrario; es absoluta fiabilidad.

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"Es mi sexta final. A tratar de disfrutarlo", cuenta a EL MUNDO justo antes del entrenamiento del Madrid el sábado en el Uber Arena, con su calma habitual.

¿Cómo haces para mantenerte físicamente sin que parezca que pasan los años?
Con las cosas que me han ido bien en momentos anteriores, eso me ayuda. Más o menos es lo mismo, cosas que han ido bien. Pero también estar muy mentalizado de trabajar durante el año. El acoplarte al equipo, a los compañeros. Los años de cambio son más movidos, los que repites como este las rutinas son más fáciles.
Tu temporada y la pasada han sido muy parecidas en el rendimiento, con ese subidón durante el playoff y la Final Four.
Pero ha sido un año diferente este. El año pasado el equipo tuvo muchos cambios. Como era normal, la adaptación de todos es diferente. Este año ha ido más rodado, bien desde el principio, hemos entendido cómo iba la temporada y los momentos en los que había que estar bien. Y cuando juegas en el Madrid hay que culminar con los títulos.
¿Muchas diferencias entre Olympiacos y Panathinaikos?
Sí. Olympiacos tiene una gran defensa, son muy competitivos, muy físicos. Panathinaikos tiene talento, jugadores desequilibrantes... Tienen mucha calidad. Nuestros partidos contra ellos en temporada son una referencia extraña, hubo bajas en ambos en el primero y el otro, que perdimos en casa, fue justo después de la Copa, no estuvimos al nivel. Será complicado y diferente.
Llevas toda tu carrera dando la sensación de que lo estás pasando genial jugando al baloncesto. Este domingo, si fuera la última, no será diferente, ¿no?
Claro. A pasármelo bien. Y con mucha adrenalina. Estamos todo el año trabajando para este momento. Hay que estar muy concentrados.
¿Hubieras imaginado que tu vuelta al Real Madrid resultara tan exitosa?
Sabía donde venía. Al equipazo que había, con jugadores muy determinantes. Hemos trabajado bien. El año pasado nos llevamos la Euroliga, este otra final ya y queremos hacer lo mismo.

«Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four», le elogia su entrenador, que hace un año, mismo escenario, le comparó con un torero: «Cuando saca la muleta y se pone a torear...». En un par de semanas Sergio Rodríguez cumplirá los 38 y esta es su novena Final Four. En abril nació Roberta y la familia ya es más que numerosa con Carmela, Greta y Sergio. Todos están en Berlín "menos la pequeñita". El Chacho se conoce y se encuentra fresco. Hace más de una década que sigue la misma rutina física, la que comenzó con Joaquín Joan, el preparador de Pau Gasol y tantos otros. «Todo está planificado desde septiembre», cuenta quien decidió poner punto y final a sus veranos con la selección (154 partidos y siete medallas, entre ellas un oro Mundial y otro Europeo y la plata olímpica de Londres) tras los Juegos de Tokio con la vista puesta en lo que está sucediendo, alargar su carrera. Y en noches como la de este domingo (20.00 h.) ante el Panathinaikos, final inédita, en la que el Madrid buscará su Duodécima Euroliga y volver a ganar dos seguidas más de 50 años después.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.CLEMENS BILANEFE

Sergio ha hablado estos días de «aceptar los roles», pero también de esa sensación «tan buena y bonita de cuando ganas, que quieres perseguirla continuamente». Desde que volvió al Madrid, tras su temporada en los Sixers y su paso por CSKA (campeón de Europa en 2019) y Armani (Final Four 2021), ha calcado su hoja de ruta. El año pasado disputó 40 partidos en Euroliga, casi 15 minutos de promedio, 4,9 puntos y 4,4 asistencias. Pero lo mejor lo dejó para el final. El quinto partido contra el Partizán en el WiZink será siempre recordado como uno de los más plenos de su carrera: 19 puntos y seis asistencias para poner en pie al WiZink. En la Final Four de Kaunas también estuvo cumbre, 12 puntos y cinco asistencias al Barça y 15 y nueve en la final contra Olympiacos.

Este año, a pesar de la llegada de Facundo Campazzo, lo ha vuelto a hacer. 31 partidos en Euroliga, 15 minutos por noche, 4,2 puntos y 4,3 asistencias. Pero en el momento clave... «Tengo la confianza de entender que el equipo confía en mí», decía antes de partir a Berlín. Superior en la serie contra el Baskonia y estupendo el viernes ante el Olympiacos, donde Chus Mateo le otorgó los mandos en los últimos minutos cuando los griegos trataban de remontar y había que congelar el tiempo. Sin perder la magia. La noche en el Uber Arena se cerró con asombro, una preciosa asistencia por la espalda del Chacho a Dzanan Musa para terminar con todo.

Rudy dirá hoy adiós a la Euroliga, Llull seguirá y el Chacho... "Jugadores tan buenos mentalmente son capaces también de programarse o de sacar energías nuevas, frescas, desde la pura motivación y desde la capacidad de saber cuándo es el momento para sacar lo mejor", resumía mejor que nadie ayer Sergio Scariolo en Berlín, en declaraciones a Gigantes.

Ergin Ataman, el excéntrico y polémico entrenador que vuelve a amenazar al Real Madrid y que fracasó con Musa: “Tuvimos algún roce”

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 17:10

Ergin Ataman es genio y figura, un entrenador siempre rodeado de polémica, un tipo sonriente y confiado también, que el sábado llegaba a la rueda de prensa oficial de la Euroliga acompañado, cómo no, por su hijo Sharp. El ya no tan pequeño de 13 años ha ido siempre de la mano de papá, siempre en primera fila, en cada viaje ya fuera del Efes o ahora con el Panathinaikos, a la vera de las estrellas del equipo, día lectivo o no. "Conoce todo lo que pasa en el vestuario. Me sigue a todos los lados y habla mucho conmigo sobre los partidos", dice de él su padre, al que incluso le hace el 'scouting' de los rivales.

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Ergin es odiado y amado y en esa ambivalencia se siente feliz. Le ha costado lo suyo llegar a la cima, pero ya es una leyenda tras los dos títulos logrados con Efes, el último en la final de 2022 ante, precisamente el Real Madrid. El miércoles, a su llegada al hotel de Berlín, los aficionados del Fenerbahçe le recibieron con algún altercado. "Un pequeño incidente con gente pequeña", despejó después con su sorna habitual. La misma que le llevó a despedirse del Palau hace tres años recordando a la afición culé sus dos títulos cuando fue expulsado: "Soy el campeón". O la que le hizo prometer hace meses que "llevaría la séptima estrella al OAKA".

Sus críticas a los árbitros y las consiguientes sanciones por ello ya no sorprenden a nadie. El último conflicto ocurrió durante la serie de cuartos contra el Maccabi, la que permitió a los griegos volver 12 años después a la Final Four. Tras perder el primer partido en el OAKA dijo que se iría del club si no conseguían el objetivo. Luego arremetió contra los colegiados y no se presentó a la rueda de prensa y la Euroliga le sanción con 35.000 euros en total. También después de un rifirrafe contra los de Tel Aviv les acusó de amenazarle. "Alguien del staff de Maccabi, no sé quién porque no llevaba la acreditación, me dijo: 'Ya verás en Israel. Ya verás lo que te hacen los sionistas'".

Cuando este verano fue fichado por el decaído Panathinakos, parecía una apuesta realmente arriesgada. No era la primera vez que Ataman, que también es seleccionador turco, entrenaba fuera de su país -tuvo una etapa en Italia, en el Montepaschi Siena al que llevó a la Final Four y en la Fortitudo Bolonia-, pero mezclar su personalidad con la del igualmente inflamable Dimitrios Giannakopoulos, presidente griego, no parecía una buena idea. Y tampoco el comienzo del curso fue alentador, pese a los millonarios refuerzos -entre ellos Kostas Sloukas, arrebatado al eterno rival-, pero la reacción de la segunda parte de la temporada fue estupenda, 17 victorias en los últimos 22 partidos para acabar segundos, sólo por detrás del Real Madrid al que mañana en el Uber Arena intentarán impedir el back to back. "Chus quiere ganar dos veces consecutivas. Pero no quiero darle ese récord porque fui el último en lograrlo en la Euroliga. Entonces, esa será otra motivación para mí", bromeó ante su colega.

La vida de Ataman y sus bravuconadas -llegó a decir que su Efes podría disputar los playoffs de la NBA- bien podría dar para una una película. Su abuelo materno fue Ministro de la Guerra en Turquía y sus familiares por parte de padre son poderosos empresarios dedicados a la fabricación de calcetines para Turquía y para Italia (de ahí su dominio del idioma). Él sería el villano de ese guion y seguramente le encantaría verse en el papel.

Pero más allá de todo lo que le rodea, también están sus éxitos deportivos. Ha ganado casi 30 títulos y lo que logró en el Efes está a la altura de los mejores equipos de la historia de la Euroliga. Aunque también tiene sonoros fracasos y uno de ellos estaba este sábado sentando a su vera en el Uber Arena. Cuando Dzanan Musa regresó renegado de la NBA fue a parar a las órdenes de Ataman y aquello no funcionó bien. "Gané la Euroliga, pero no le di mucho tiempo. Fue un error. Lo perdimos. Espero que no se quiera vengar en la final", trató de templar gaitas con el bosnio. El propio Dzanan recordó aquella temporada 2020/2021, la anterior al fichaje por el Breogán que le cambió la vida. "Llegué a mitad de temporada y no podía esperar jugar mucho. Conoces el carácter de Ergin y el mío. Tuvimos algún roce en la cancha y fuera. Pero todo es respeto entre nosotros. Ganamos el título ese año. Hizo un trabajo increíble. Y aprendí mucho de Shane [Larkin] y Vasa [Micic], me ayudaron mucho a estar en esta posición", explicó el alero del Madrid.

Los 20 minutos mágicos en los que el Real Madrid acabó con el Olympiacos: “ritmo y rebote”, la cerveza de Chus Mateo y el “cuerpecillo” del Chacho

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 01:47

"No dudes de que me voy a tomar la cervecita. Y mañana, ya tocará analizar a Panathinaikos". Chus Mateo estaba especialmente satisfecho en las entrañas del Uber Arena. Cada vez desprende más seguridad en sí mismo y no es para menos. El domingo ante Panathinaikos (20.00 h.) puede ganar su segunda Euroliga en dos años. El inicio de semifinal del Real Madrid fue una oda al trabajo previo, al plan de partido tan milimétricamente diseñado por el técnico madrileño. Esta vez, gracias a finiquitar tanto la serie de cuartos contra Baskonia como la de ACB contra Gran Canaria por la vía rápida, tuvo más tiempo si cabe para preparar la cita más importante de la temporada. Y el 28-10 de salida lo demuestra.

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El entrenador blanco resumió las claves. La entrada de Eli Ndiaye (titular como en la pasada Final Four), con Hezonja al tres, respondía a una misión fundamental. Controlar el rebote junto a Tavares. Eso es el maná del baloncesto blanco, la clave para poder correr, para herir a la mejor defensa de Europa, la misma que había dejado en menos de 60 puntos al Barça en los dos partidos finales de la serie de cuartos, el quinto en el Palau incluido. No había nada al azar. "Hemos entendido perfectamente lo que teníamos que hacer para batir a Olympiacos. Controlar el ritmo del partido y correr después del rebote", resumió Mateo, que reconoció que ese acierto inicial (cuatro de cuatro para empezar) le dio "ventaja".

Otro elemento fundamental fue el de anular a los gigantes del rival. Ahí, pletóricos Tavares y Poirier, en una pintura que estuvo repleta de agresividad -"la verdad que me han dado muchos palos, pero sabíamos que iba a pasar eso", concedió el africano-. Otro dato estadístico difícil de creer. Entre Moustapha Fall, Nikola Milutinov y Moses Wright sólo lanzaron una vez a canasta en todo el partido. "Es verdad que no tuvieron asistencias. Pero para jugar contra Tavares y Porier... hay que estar mejor preparado mentalmente. Esos primeros minutos nos han costado demasiado", resumió Giorgios Bartzokas.

La entrada temprana de un Causeur que no venía contando, la posterior de Llull, Campazzo dividiendo la zona y optando ora por el pick and roll, ora por el pase abierto a la esquina. Todo estaba previsto en la pizarra. El Olympiacos sólo pudo atrapar seis rebotes en la primera mitad, uno en el segundo acto. En la segunda, en plena remontada a la desesperada, cogió 25, 11 ofensivos. "Hemos tenido la mala suerte de jugar contra el Madrid en una gran momento. Su talento, su experiencia, su plantilla y la dirección de su entrenador. No empezamos como deberíamos. Metieron los tres primeros triples y cogieron confianza. No diría que estábamos asustados, pero no hicimos el mejor acercamiento a este partido", reconoció un rato antes un apesadumbrado Bartzokas.

Chus Mateo celebra la victoria contra Olympiacos.

Chus Mateo celebra la victoria contra Olympiacos.CLEMENS BILANEFE

Cuando Llull puso la asombrosa máxima (54-29), la primera parte de la hoja de ruta estaba completada. Incluso mejor que en los planes previstos. Hacer 56 puntos al descanso a Olympiacos resulta una quimera. También estaba claro que los griegos, con su carácter, iban a intentar regresar. Y ahí, de nuevo, el temple de Mateo. "Sabíamos que no era suficiente. Hemos seguido luchando y sabíamos que podían volver. Cuando nos golpeaban con triples y rebotes ofensivos, hemos estado juntos y hemos sido capaces de controlar el ritmo al final con dos bases y el reloj corriendo", explicó el entrenador blanco, que elogió especialmente a dos hombres.

El primero fue Hezonja y su actitud defensiva. Chus se rompió con el croata cuando este se lanzó al suelo con todo a robar una balón. "Es bonito verlo jugar en ataque. Cuando lucha en defensa, para mí es algo grande, cuando roba un balón... Muestra su carácter. Cuando hacen algo para el equipo me hace sentir orgulloso", dijo. Y el otro es Sergio Rodríguez, fundamental en esos instantes de amenaza helena. Acabó con ocho puntos y cuatro asistencias y todo el saber hacer que atesora en su veteranía. En la que posiblemente sea la última Final Four de su carrera. "Es una maravilla ver al Chacho con su cuerpecillo, cómo va sacando pases. Nunca ha tenido un físico extraordinario, pero se mantiene bien. Nos da clases magistrales. Es una gozada poder coincidir con él. Estoy encantando. Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four", elogió al tinerfeño.

Ejercicio de excelencia y temple: el Real Madrid tumba a Olympiacos y buscará la Duodécima

Actualizado Viernes, 24 mayo 2024 - 23:50

Fue como si el Real Madrid llevara toda la temporada o toda la vida aguardando este día. Una noche de Berlín para el recuerdo ya, un ejercicio de excelencia tan elevado que sólo un fracaso el domingo en la final contra Panathinaikos (20.00 h.) podría empañarlo. Pero en el Uber Arena no hubo mañana para los de Chus Mateo, sólo una batalla que afrontar con los ojos inyectados en pasión. Buscará hurgar en su propia historia y volver a levantar dos Euroligas consecutivas, como en el 68, tras despedazar al Olympiacos, ese querido enemigo otra vez frustrado por el blanco. [87-76: Narración y estadísticas]

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Pugnará por su duodécima Copa de Europa, la cuarta de las últimas 10, por la segunda de Chus Mateo, la cuarta de Rudy, Chacho y Llull y tantos otros hitos. Por agrandar una leyenda que se explica en movimiento y en hambre. Y también en resistencia cuando el rival, a la desesperada, intentó sin suerte la remontada en la segunda mitad.

Porque se puede definir gráficamente la perfección en el baloncesto en los 10 minutos con los que amaneció el Real Madrid en el Uber Arena. Habla de la mentalidad de un equipo nacido para estas cumbres. Llegados a la hora de la verdad, el colmillo, la determinación, el coraje. Ese extraño cosquilleo llamado miedo en el rival. Todo eso es parte del ADN y no se entrena.

Las finales se ganan, dice el tópico. Cuando se quiso dar cuenta, el Olympiacos, el fiero colectivo que defiende mejor que nadie en Europa, el que ganó el quinto en el Palau, el que dejó al Barça en menos de 60 puntos en los dos últimos partidos de la serie de cuartos, estaba tiritando en el Uber Arena, pese a lo rojo de la mitad de las tribunas. Le llovían los triples, cinco casi seguidos entre Hezonja y Musa, Campazzo repartía asistencias como un tahúr y Tavares dominaba las pinturas, la propia y la ajena, como en sus mejores días. Resultó un torbellino. Más madera con la aparición de Yabusele, que había dejado su sitio en el quinteto a Eli Ndiaye para cumplir con las tradiciones, como lo fue el canterano en los dos partidos de la pasada Final Four.

La segunda unidad no bajó la guardia y la distancia se disparó con dos triples del Chacho mediado el segundo cuarto. Chus Mateo recurrió a Causeur, en el ostracismo últimamente, siempre con el corazón a punto en estas citas el veterano francés. Mientras, el factor psicológico Llull aguardaba en el banquillo. Por si había conato de remontada, pues en la memoria lejana aparecía un primer cuarto casi calcado, el de la final de Londres 2013 (27-10 entonces), la única de las cuatro que Olympiacos ha ganado al Madrid.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.ODD ANDERSENAFP

Apareció el capitán y llegó una máxima de frotarse los ojos (54-29). Era el acierto (9 de 13 en triples), pero, principalmente, eran las ganas, la energía de dominar de manera apabullante el rebote: el Madrid le dejó apenas seis en toda la primera parte al Olympiacos, sólo uno en todo el segundo acto. Sólo un triple de McKissic, el único potable en los griegos, sobre la bocina, dio algo en lo que creer a sus desesperados aficionados, que un rato habían visto cómo el eterno rival regresaba a toda una final continental.

Apareció el alma del Pireo, porque los de Giorgios Bartzokas son mucho más de lo que habían demostrado. Ahora sólo quedaba morir matando, jugar sin red. Entre el segundo y el tercer acto, un parcial de 2-14 que les arrimó para despertar a sus incondicionales. Un empujón más (66-56) con Williams-Goss y, sobre todo, Alec Peters, que anotó 14 puntos en ese tramo, donde el Madrid ya no dominaba el rebote y donde Musa y sus puntos fáciles y Llull y sus canastas de guerrero suponían casi toda la resistencia.

El Madrid había perdido la chispa en pos de la agonía. En su mente se había encendido el botón rojo de la resistencia, de acercarse al final y olvidar el baloncesto, con lo peligroso que eso resulta. El tiempo estaba de su parte pero no las sensaciones (31 puntos en toda la segunda mitad). Williams Goss hacía daño ante sus ex compañeros, como si tuviera cuentas pendientes. Pero cuando se arrimó a ocho (77-69), también las fuerzas abandonaron ya al Olympiacos. Chus Mateo le dio la muleta al Chacho y, con el remate de Musa, bajó los brazos a una noche de perfección y sufrimiento.

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Peleas y aficionados colándose: el caos se apodera del Final Four minutos antes de la primera semifinal

Actualizado Viernes, 24 mayo 2024 - 22:58

Dos clásicos, dos herederos de la grandeza de Zeljko Obradovic, regresaban a una Final Four. Una semifinal con aroma de tiempo recobrado, con tanto sello también de sus entrenadores, pues las verdaderas estrellas de Panathinaikos y Fenerbahçe, como lo fue en su día el genio de Cacak, son ahora Ataman y Jasikevicius. Se fundió a verde la tarde en Berlín, un histórico de vuelta a la lucha por el cetro, por aquello que fue suyo hace no tanto. En una semifinal marcada por el caos, los atenienses, reyes de la defensa, del rebote con el poderoso Lessort y de la genialidad con Nunn y Grant, se impusieron de principio a fin.

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La Final Four amaneció con una tensión que hacía años que no se vivía, con tres de las aficiones más calientes de Europa presentes en Berlín. Caos en los alrededores del Uber Arena, conatos de pelea, aficionados que se colaban y detenciones. La primera semifinal se tuvo que retrasar media hora, con los jugadores del Panathinaikos y Fenerbahçe sin saber muy bien qué hacer ese extraño rato, unos prolegómenos que lo enfriaron todo. Y que a los turcos no les sentaron nada bien, para desesperación de Jasikevicius. Cinco años de espera para esto.

Un 12-0 de salida, más de cinco minutos para la primera canasta del Fenerbahçe, al que la entrada de Sanli dio algo de oxígeno. Aunque el verdadero tipo al que agarrarse era otro ex del Barça, Nigel Hayes-Davis, que se marchó al descanso con 12 puntos y su equipo más cerca que nunca (38-36). Fue una remontada paulatina pero que no se iba a consumar, con los fuegos artificiales de Ataman apagándose poco a poco (16 puntos en el segundo acto).

Sloukas, defendido por Dorsey, en el Uber Arena de Berlín.

Sloukas, defendido por Dorsey, en el Uber Arena de Berlín.Andreas GoraAP

Pero el lastre era pesado y el PAO, con su rotación escasa -Juancho apareció en el segundo cuarto con un triple, pero tras un par de fallos y una bronca de Ataman no volvió más-, respondía a los acercamientos turcos, cada vez más peligrosos (51-50). Fue en ese impás cuando los griegos apretaron el acelerador para encaminarse a aquel lugar que ocuparon tanto tiempo, cuando eran los reyes (seis Euroligas de 1996 a 2011). Precisamente aquel título del Sant Jordi fue su última final.

Un parcial de 9-0, con el poderío de Lessort apareciendo en Berlín y Giannis Antetokounmpo observando a su hermano Kostas en primera fila -también Bill Murray estaba entre los vips-, hundió definitivamente a los de Jasikevicius. Cuando Kendrick Nunn asestó un dos más uno y puso la máxima por entonces (65-52), el Fenerbahçe estaba ahogado en su propia frustración ya y restaban cinco minutos. Saras, el único de los cuatro técnicos presentes en la Final Four que sabe lo que es ganarla como jugador, seguirá siendo el único de los cuatro que la sigue sin haber ganado como entrenador y eso que ha estado presente en cuatro de las últimas cinco.