Una esgrimista egipcia revela que compitió en los Juegos Olímpicos de París embarazada de siete meses

Una esgrimista egipcia revela que compitió en los Juegos Olímpicos de París embarazada de siete meses

Actualizado Martes, 30 julio 2024 - 10:51

La esgrimista egipcia Nada Hafez, de 26 años, participó estando embarazada de siete meses en los Juegos Olímpicos de París 2024, en los que consiguió llegar a los octavos de final en la categoría de sable.

"Lo que a ti te parecen dos jugadoras en el podio, ¡en realidad eran tres! ¡Éramos yo, mi oponente y mi bebé que aún no ha llegado a este mundo!", escribió Hafez en su cuenta de Instagram, donde se calificó como una "olímpica embarazada de siete meses".

En la publicación, la esgrimista reveló que durante el embarazo ha tenido que hacer frente "a una buena cantidad de desafíos, tanto físicos como emocionales" para llegar a competir en el evento deportivo más importante del planeta.

"La montaña rusa del embarazo es dura de por sí, pero tener que luchar para mantener el equilibrio entre la vida y el deporte fue una tarea agotadora, pero valió la pena", señaló la egipcia, que se dijo "llena de orgullo de haber conseguido un lugar en los octavos de final".

Hafez -también graduada en Medicina y especializada en patología clínica- avanzó hasta octavos de final tras derrotar por 15-13 a la estadounidense Elizabeth Tartakovsy, la número siete del mundo, pero fue eliminada de la competición tras caer por 15-7 ante Jiyoon Hyung, de Corea del Sur.

"Me llena de orgullo haber conseguido un lugar en octavos de final (...) Estos Juegos Olímpicos en concreto fueron diferentes: ¡tres veces olímpica, pero esta vez llevando a un pequeño olímpico!", dijo la esgrimista, que ya participó en los JJOO de Río de Janeiro de 2016 y en Tokio 2020.

Un sable de bronce para la redención de Ucrania

Un sable de bronce para la redención de Ucrania

Entró en el palacio de cristal como si fuera un caballero medieval, con su sable y su armadura, agitando su larga melena rubia, antes de colocarse la visera. Sobre la máscara de protección, los colores de su bandera: azul y amarillo. Sobre su espalda, su nombre, jaleado por parte de la grada cada vez que conseguía tocar a su contrincante y anotar un punto: Kharlan. Acabó logrando la primera medalla olímpica para Ucrania.

Olga Kharlan (Mykolayv, 33 años) era ayer uno de los focos de atención en el majestuoso palacio de cristal donde se están celebrando las pruebas de esgrima,el Grand Palais. La atleta ucraniana, además de en lo deportivo, fue protagonista porque, con su sable, ha hecho bandera de la batalla para impedir la presencia de los deportistas rusos en estos Juegos Olímpicos de París.

La campeona olímpica fue eliminada del mundial de esgrima de Milán el año pasado tras haberle negado el saludo a su contrincante, la atleta rusa Anna Smirnova, de 23 años. Esta representaba al país bajo el estatus de «atleta individual neutro».

Después de la prueba, como es habitual, la rusa se le acercó, pero Kharlan la apartó con su sable antes de girarse y marcharse. La guerra en el país, el debate sobre la relación entre la geopolítica y el olimpismo, se escenificó en aquella pista aquel mes de julio, a través de dos mujeres vestidas de blanco y espada en mano.

La rusa protestó ante la federación de esgrima, que descalificó a Kharlan. Esta no ha dejado de defender su causa: «Nunca le daré la mano a un atleta ruso», reivindicó. El destino de la campeona ucraniana en estos Juegos estuvo en el aire hasta que el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, le envió una carta invitándole a participar en el evento olímpico y se le retiró la sanción. Kharlan tiene cuatro medallas olímpicas y 60 podios mundiales.

«Me resulta imposible imaginar cómo te sientes en estos momento: con la guerra en tu país, el sufrimiento de la población en Ucrania, la incertidumbre sobre tu participación en el Mundial de Milán (...) Es admirable cómo has gestionado esta increíble situación y quiero expresarte mi apoyo», le decía Bach en la misiva.

En el Grand Palais de París, bajo su impresionante cúpula, Kharlan fue batiendo ayer a sus contrincantes. Empezó por la mañana imponiéndose a su rival japonesa. Cada punto anotado, la ucraniana gritaba. Después, eliminó a la de Azerbaian y a la italiana. La eliminó la francesa para llegar a la final, pero consiguió imponerse a la coreana y lograr el bronce, la primera medalla para Ucrania.

Últimos juegos

Estos de París pueden ser sus últimos Juegos, pues ella misma ha ya ha dicho que quiere tomarse un tiempo de descanso. La guerra rusa en su país y su combate para denunciar la participación rusa, la han desgastado.

Kharlan dijo que, tras la guerra, pensó en dejar el esgrima. «En la competición tenía muchas ganas de demostrar algo y ganar para mi país y para mis padres, porque el deporte da esperanza y emociones positivas. Pero durante medio año no tuve fuerzas para un mínimo resultado individual o de equipo», dijo cuando fue descalificada en el mundial de Milán.

En estos Juegos no han participado esgrimistas rusos ni tampoco bielorrusos. Podían hacerlo pero no con su bandera, sino bajo el estatus de atleta individual neutral. Ninguno de los que podrían haber competido se inscribió.

La que quedó eliminada en su debut olímpico fue la esgrimista española Lucía Martín-Portugués. La deportista, que aspiraba a lograr medalla, fue abatida a la primera. «Qué vergüenza, he perdido a la primera cuando venía a por medalla. No me he encontrado», dijo la atleta, llorando, en declaraciones a la prensa. En la grada la arroparon las infantas Leonor y Sofía, así como por presidente el del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco. La española ha devuelto el esgrima español a la competición olímpica tras 16 años sin participación.

Lucía Martín-Portugués, un sable contra la epilepsia: "Me podían dar 14 crisis de ausencia en un día. Era peligroso"

Lucía Martín-Portugués, un sable contra la epilepsia: “Me podían dar 14 crisis de ausencia en un día. Era peligroso”

Actualizado Jueves, 9 mayo 2024 - 23:20

Un día, plena adolescencia, Lucía Martín-Portugués (Villanueva de la Cañada, Madrid, 1990) cruzaba la atestada calle Preciados y, de repente, todo se fundió a negro. "Cuando volví en mí estaba en medio, con los coches cruzándome por los lados y sin que nadie se parase a a ayudarme", recuerda. Uno de aquellos episodios que eran tortura sin explicación hasta que tiempo después descubrió, "tras muchos estudios y pruebas", que se trataba de epilepsia. Apenas un obstáculo superado: este verano, el culmen de una carrera, buscará una medalla en sus primeros Juegos Olímpicos.

Para saber más

Para saber más

Lucía, risueña, «dicharachera», «una ridícula profesional» como autodefinición, es una fiera sable en mano. A ella de pequeña, «como a todas las niñas de los 90», la apuntaron a ballet mientras que su hermano hacía esgrima. Y aquí, su frase de cabecera: «Lo mío era menos tutú y más tratrá». «Me va más lo de pegarme que lo de las poses y las danzas. Y me fue bien desde el principio», rememora esta odontóloga que en París alcanzará un hito: desde 2008, Araceli Navarro, no había una española olímpica en esgrima.

Y allí, en el Grand Palais, se acordará de su padre, fallecido hace 11 años de un cáncer de pulmón, del que no pudo despedirse porque, ya en sus últimos días, le dijo que se fuese a disputar el Europeo y ella le lloró a 2.000 kilómetros. Por eso, siempre en su cuello, las joyas de Miguel Ángel, las que en uno de los últimos torneos le salvaron. «Me dieron un golpe, pero le dieron un golpecito a uno de los collares y está marcado. Y gané. Es como si él hubiese parado un ataque», cuenta.

Pero para experiencia vital, el trance de superar lo desconocido, esas «crisis de ausencia» que no entendía. «Lo tengo supercontrolado, hace siete años que no me da una. Pero para llegar a este punto me ha costado. Muchos intentos de medicaciones, higiene de vida... Siempre digo que no hay que resignarse, que hay que seguir luchando», admite, antes de relatar el proceso. «Cuando murió Antonio Puerta yo me asusté muchísimo, porque leí que él también se mareaba. Me hicieron estudios, me vieron un montón de médicos en el CAR y me dijeron que no era nada del corazón. Me mandaron a un neurólogo, que rápidamente identificó una epilepsia, sólo había que ponerle nombres y apellidos: crisis de ausencias».

Lucía Martín-Portugués, con su sable.

Lucía Martín-Portugués, con su sable.Angel NavarreteMUNDO

Lucía estaba pero no estaba. Se encontraba mal y de repente ya no se acordaba de lo que sucedía. «Le decía a la profesora: '¿Puedo ir al baño?' y lo siguiente que recordaba era estar sentada en la silla. La gente me contaba cosas, vives como en un metaverso», explica. «Me podían dar 12 o 14 crisis de epilepsia en un día y como tuviese una semana un poco estresante, estaba dos o tres días así. A veces era peligroso».

La madrileña, en plena batalla ahora por subir su ránking olímpico, es una apasionada de la música, del reguetón a Sabina pasando por el tecno si es necesario. Porque lo que más le sorprende de sí misma es su transformación sable en mano, el «modo supervivencia». «Cuando mis amigos vienen a verme competir siempre se quedan alucinados. Me dicen: 'Parece que les quieres matar'. Antes de salir a la pista, en el equipo chocamos y decimos: 'Matar o morir'. Tyson decía que no le gustaba mucho en lo que se convertía cuando se subía al ring. Sabes que uno de los dos va a perder, va a morir y tienes que hacer lo que sea dentro del deporte para no ser tú. Me gusta esa esa adrenalina. Pero no me gusta ese nivel de agresividad que saca esa Lucía deportista».