Roglic aparece a lo grande y da un zarpazo a la Vuelta

Actualizado Viernes, 6 septiembre 2024 - 19:16

"La commedia è finita". Primoz Roglic ganó la etapa riojana, se vistió de precioso rojo rubí; y, a menos que sea víctima de un cataclismo personal en forma de trompazo, otro de índole meteorológica como consecuencia de la caída de un rayo o un tercero de naturaleza animal a causa del ataque de un oso en la etapa del sábado, sentenció la Vuelta. El ciclismo no goza de la exactitud ni la certeza de la ciencia, ni padece la incertidumbre especulativa de la filosofía. Pero no deja de basarse en hipótesis lo suficientemente sólidas como para no verse sometido, al menos completamente, al puro azar.

Y esa hipótesis no del todo empírica, pero tampoco nada volátil, nos asegura más que nos sugiere que Roglic va a ganar esta Vuelta. Lo que queda de ella será con toda probabilidad una exhibición final que ratificará su superioridad física, su dominio táctico y, en resumen, su predominio "with the little help from their friends" (con la pequeña ayuda de sus amigos). El equipo, digno de su líder, se ha comportado magníficamente.

Esta vez la etapa y la general se disputaron simultáneamente. Dio gusto que lo parcial y lo total se unieran para proporcionar un espectáculo conjunto y exento de otra descripción y otro juicio que no fueran los que, de modo simbiótico, inspiraran ambas circunstancias. La larga (130 kms.) y poco prometedora escapada del día entre horizontes agraciados de una tierra fértil, cinco hombres que se quedaron en cuatro (Del Toro, Planckaert, Miholjevic y Petilli), fue neutralizada al pie del Alto de Moncalvillo, 8,6 kms. con una pendiente media del 8,9% y una máxima del 16%. Sol, temperatura agradable y un festival de buen ciclismo.

Y allí, en las iniciales faldas del coloso, empezó y acabó todo. A las primeras de cambio, el Bora Red Bull, atacó a saco. Vlasov y Daniel Felipe Martínez tiraron de su jefe, el auténtico Toro Rojo de la carrera. Tras los esfuerzos efímeros pero brutales de los compañeros, el esloveno se vio solo. El pelotón ya se había quedado en los huesos. Pero tenía aún carne y sustancia en los primeros-segundos espadas. Sin embargo, sorprendidos, aturdidos por lo precoz del ataque, no reaccionaron. Mientras pensaban qué hacer, cómo, cuándo y quiénes, Roglic ya volaba cuesta arriba. Aparte del más listo, también era el más fuerte. Una combinación imbatible. Recordaba al Roglic que, en 2020, en esas mismas rampas ya con los colores otoñales de octubre, se enfrascó en un duelo victorioso con Carapaz. Estaba en terreno conocido y amigo.

Enric Mas fue el primero en reaccionar. Salió en persecución, es un decir, de Roglic. En el acelerón le recortó unos segundos a Primoz, que ya iba con la velocidad de crucero. Luego, agotado el impulso, perdió esos segundos y algunos más. Tantos, que flaqueó en los últimos envites y fue superado por cuatro segundos en la llegada por Gaudu y Skjelmose, segundo y tercero a 46 de Roglic. Es posible que esté en la mejor forma de su vida. Pero no le da para lanzar ataques cortos y devastadores o emprender largos y sostenidos que le proporcionen victorias y nos hagan pensar en él como en un ganador. Los podios secundarios, valorables en su justa y alta consideración, pero insuficientes para hacer de él un campeón, son la medida de sus capacidades.

Se ha acercado a O'Connor, que, un día más, peleó hasta la extenuación para mantener el rojo. Pero igual que él amenaza al australiano, Carapaz le amenaza a él. Sábado imponente con una de las etapas capitales de la Vuelta. Tres puertos de tercera, dos de segunda y dos de primera, con la llegada en alto al Picón Blanco. No le faltará interés y algún tipo de trascendencia antes de la contrarreloj de Madrid, atractivo epílogo de una obra que parece resuelta, escrita en esloveno con tinta roja.

Épica victoria de Pablo Castrillo, que se consagra como nuevo ídolo español, en las rampas infernales de Cuitu Negru

Épica victoria de Pablo Castrillo, que se consagra como nuevo ídolo español, en las rampas infernales de Cuitu Negru

Esos 3.000 metros añadidos al Puerto de Pajares son un retablo de sufrimiento. Un martirio para unos corredores que se retuercen en un escenario de dolor. El Cuitu Negru es un calvario donde Pablo Castrillo se consagró como el nuevo talento del ciclismo español. El oscense (23 años), en un memorable ejercicio agónico, se anotó la victoria en la etapa reina de una Vuelta en la que Ben O'Connor mantuvo el liderato con enorme sufrimiento.

Castrillo, el único español que había ganado una etapa (Manzaneda, con el emotivo tributo a Manolo Azcona), volvió a sorprender a todos con un admirable trabajo de coraje y tesón. El chaval del Kern Pharma se metió en la escapada buena del día, con más de 100 kilómetros por delante, y supo administrar sus energías para superar en las paredes infernales del Cuitu Negru al ruso Aleksandr Vlasov y al francés Pavel Sivakov, dos veteranos curtidos en mil batallas. Otro triunfo para el nuevo ídolo, al que le llueven ofertas, el Ineos británico podría ser su destino.

Jornada espléndida en el Cuitu Negru, un sendero de tierra que fue asfaltado en 2012 para martirizar a los ciclistas. Entonces venció Dario Cataldo, aquella fue la ascensión más dura de su vida. Subió a un ritmo de nueve kilómetros a la hora, como si fuera andando. Ahora los desarrollos son más altos, pero el sufrimiento sigue siendo insoportable. En las rampas del 24% de desnivel, avanzar y mantener el equilibrio requieren esfuerzos titánicos. Esa carretera con el kilómetro más lento de la Vuelta no va a ningún sitio. Un vía crucis en el que los corredores serpentean con la vista perdida. Un Gólgota donde algunos encuentran satisfacción, como este Pablo Castrillo que se crece en el dolor. También O'Connor, que supo mantener el maillot rojo ante el asombro de unos especialistas que aventuraban una clamorosa derrota.

El australiano ya estaba advertido de la dureza del Cuitu Negru. Antes de tomar la salida en Infiesto analizó las imágenes de la única ascensión realizada a este pico. Se motivó al comprobar que era una subida larga, diferente a las de Ancares y Granada. ''Será una jornada dura, un día para la épica", vaticinó.

La subida a Pajares se encuadra en los parámetros normales de los puertos de la Vuelta. Lo que le hace distinto es ese apéndice que sale de la estación de Brañilín, con los tres y últimos brutales kilómetros. Un suplicio al que llegó O'Connor tras un castigo recibido en una etapa que arrancó con ritmo frenético impuesto por el UAE. Marc Soler y Sivakov se fugaron y cortaron el grupo de los mejores en el ascenso a la Colladiella, justo cuando abandonó el asturiano Pelayo Sánchez. Más de 100 kilómetros por delante que se cubrieron con un cuarto de hora de adelanto y con una fuga con la que también se metieron gente de calidad, como Kruijswijk, Vine, Sivakov, Daniel Felipe Martínez, Vlasov, Lazkano, Meintjes, Izagirre y Castrillo. Dos minutos de ventaja en la segunda subida a la Colladiella. Tres antes del comienzo de Pajares, ya con Sivakov, Vlasov y Castrillo como únicos supervivientes de la escapada.

Por detrás, el T-Rex Quick Step de Mikel Landa (extraordinaria la labor de Cattaneo) apretó para descolgar a los gregarios de O'Connor. El Movistar de Enric Mas también colaboró en la labor de desgaste. Roglic cambió de bicicleta en el comienzo del puerto de Pajares y recurrió a un monoplato y un piñón de 44 dientes. Todas las cartas boca arriba en una ascensión interminable de 18,9 kilómetros.

Primero atacó Landa, luego Roglic, pero lo hicieron sin contundencia, con el líder a10 metros por detrás. Continuó el esloveno y tras él saltó Enric Mas. El balear firmó su mejor subida de los últimos años. En las rampas más tremendas de Cuitu Negru superó a Roglic y ratificó que es un serio aspirante al podio. Ambos aventajaron a O'Connor en 36 segundos, una renta insuficiente para conquistar el maillot rojo. Ahora, el australiano supera al esloveno en 43 segundos y al español en 2.23.

O'Connor va perdiendo progresivamente el botín de 4.51 minutos de ventaja conseguidos en la Yunquera, pero aún tiene margen para comandar una carrera repleta de emociones intensas.

Este lunes, segunda jornada de descanso, preludio de la emblemática etapa de Lagos de Covadonga. Una etapa que volverá a cribar la general en el inicio de la última semana de la Vuelta, que también tendrá como citas especiales, la del viernes, con final en el alto de Moncalvillo; la del sábado, con meta en la cima de Picón Blanco, y la del domingo con la crono de clausura en Madrid. Casi nada.

O'Connor, en las rampas de Ancares, sufre como nunca para mantener el liderato de la Vuelta

O’Connor, en las rampas de Ancares, sufre como nunca para mantener el liderato de la Vuelta

Cima de Ancares. León a un lado, Lugo al otro y, allá en el fondo, Madrid. Tan cerca. Tan lejos. Ben O'Coonor salvó el rojo. Ha transcurrido un día más. Madrid, en teoría, está más cerca. Ha transcurrido un día más, sí. Pero Madrid, en realidad, se aleja. O'Connor empezó la etapa con 3:16 de ventaja sobre Roglic. La concluyó con 1:21. Antes, culminando una escapada de 23 hombres que fue por el camino haciéndose jirones, Michael Woods, canadiense, veteranísimo (37 años), obtenía su tercer triunfo en la Vuelta a lo largo de sus distintas participaciones.

Había descolgado a Mauro Schmid y a un Marc Soler que gasta demasiadas energías en escaramuzas estériles. Es una fuerza de la naturaleza, pero nos asombra y duele tanto despilfarro en un deporte en el que dosificar los esfuerzos gana batallas y guerras. Él no los escatima. No es su táctica: es su naturaleza.

Woods, de paso, le proporcionaba al Israel su primer triunfo en la carrera. Su éxito era el zumo. La carne, la chicha, la sustancia estaba por detrás, en un pelotón que se quedó esquelético en la brutal subida de 7,5 kms., al 9,3% de media y unos cuantos picos del 15%, en la que sobrevivían en los puestos de cabeza, más o menos dispersos, los tenores de la prueba.

Y ninguno más afinado y con la voz más potente que Primoz Roglic. Un recital en tono y timbre. Le fue haciendo el coro Enric Mas hasta que enronqueció. Incluso lo superaron, sufriendo como perros, Landa y Carapaz. El mallorquín, en un terreno que le favorecía teóricamente, no dio la talla de ganador. Roglic le desnudó y los otros aspirantes al podio también le descubrieron sus limitaciones. Mas, al igual que Soler, es como es, es lo que es.

Queda mucha y muy importante Vuelta, y el ciclismo está lleno de lances inesperados, de giros copernicanos. Pero así, en principio, con todo lo que llevamos recorrido, él, Landa y Carlos Rodríguez, sexto ahora en la general, parecen destinados a luchar por los puestos secundarios del podio, con, incluso, dificultades para hacerse con una etapa. La pugna por el rojo es hoy por hoy un diálogo entre O'Connor y Roglic. El australiano va perdiendo la voz. El esloveno la va alzando, aproximándola al grito. No es descartable que OConnor, que anda en la pelea, pueda acabar sexto si sigue cediendo golpe a golpe, verso a verso

Roglic ha ido jornada a jornada comiéndole terreno y tiempo al australiano. Los periodistas hemos hablado y escrito de "mordiscos", "bocados", "dentelladas" y demás metáforas del reino animal muy del gusto del gremio y de los aficionados. Frecuentes recursos estilísticos perfectamente descriptivos, por otra parte. Pero Roglic no va pellizcando, ni mordiendo, ni tragando, ni devorando... Va royendo, como quien va desgastando un hueso hasta dejarlo en el tuétano. Roglic no es un carnívoro. Es un roedor. Eso sí, implacable. Se encamina, y mucho más con la contrarreloj final, hacia su cuarta Vuelta.

Este sábado tenemos una etapa larga, la más larga de la Vuelta (200 kms.), interesante, con un puerto de 3ª y otro de 1ª (Leitariegos), que acaba en Villablino. Pero destinada de hacer de puente entre la de Ancares y dos de las reinas de la carrera: la del Cuitu Negro el domingo y, tras el descanso del lunes, la de los Lagos de Covadonga. Nunca se sabe, la vida y el ciclismo te dan sorpresas. Pero, probablemente, quien salga de líder de Asturias llegará de líder a Madrid.

Van Aert sella su triplete en la Vuelta tras culminar una fuga de 130 kilómetros por las Rías Baixas

Van Aert sella su triplete en la Vuelta tras culminar una fuga de 130 kilómetros por las Rías Baixas

Esta Vuelta de guerrillas se retroalimenta en su hábitat natural. Terreno sembrado de trampas en un recorrido de dientes de sierra en la primera cita con Galicia, un escenario propicio para las emboscadas en el que Wout van Aert se siente comodísimo. El belga, en las sinuosas carreteras próximas a las Rías Baixas, mostró su poderío tras consumar una escapada de 130 kilómetros. Tercera victoria para el fenomenal corredor del Visma. Si los anteriores triunfos los consiguió en al sprint, en Castelo Branco y Córdoba, este martes lo hizo tras aprovechar el impulso de una escapada nacida por el esfuerzo de Marc Soler, que terminó tercero.

La jornada, con un recorrido quebrado y sin descanso, fue controlada por el Decathlon de Ben O'Connor. El australiano manejó con acierto las mínimas acometidas de su adversarios. Carapaz, Yates, Enric Mas, Landa, Roglic y Carlos Rodríguez desaprovecharon una buena ocasión para limar distancia con un líder que cada vez se siente más identificado en su papel protagonista.

Tras el día de descanso y el traslado desde Granada a Ponteareas (cuna de los hermanos Delio y Emilio Rodríguez y de Álvaro Pino), los supervivientes de la ronda aliviaron su agobio con un gratificante descenso de la temperatura, de los 40 grados de Andalucía a los 27 de los parajes de Pontevedra. Todos se animaron en una excursión de 160 kilómetros que prometía sensaciones fuertes por el interesante perfil de la etapa: Subidas a cuatro puertos y un descenso de 20 kilómetros hacia la meta de Baiona. Una propuesta ideal para los aventureros. Un recorrido similar a esas palpitantes clásicas de primavera, con muros, toboganes y sin apenas zonas de recuperación. Esos desafíos que tan bien conoce Van Aert.

El arranque fue frenético, con los UAE hiperactivos. BrandonMcNulty y Marc Soler aceleraron para fracturar el grupo y provocar la escapada buena. Larga sucesión de hachazos, neutralizados por el Decathlon. No hubo tregua en el ascenso a Fonfría, con Soler, Van Aert y el belga William Junior Lecerf (gregario de Landa en el T-Rex) trabajando para consumar la fuga. Casi medio minuto de ventaja en el descenso, camino de la cota de Vilachán, con más de 100 kilómetros por delante, con el río Miño a distancia corta. Al trío de aventureros se unieron el alemán Juri Hollman (Alpecin) y el francés Quentin Pacher (Groupama). Seis minutos de renta a falta de 50 kilómetros, en el segundo alto de la jornada, poco antes del anuncio del abandono del italiano Ciccone.

En el inicio del Alto de Mougás, un puerto de primera categoría de casi 10 kilómetros al 6% de desnivel, Van Aert y Pacher abandonaron a sus compañeros de aventura. El pelotón viajaba estirado por las sinuosas carreteras de las Rías Baixas. El francés fue muy generoso e ingenuo. Colaboró con Van Aert sabiendo que el belga era muy superior en el sprint. Amagó con un ataque a falta de un kilómetro, pero su intentona fue inútil. Van Aert, sin aparente dificultad, aceleró y en sólo 20 metros descolgó al galo. El belga entró en la meta con el brazo derecho levantado y mostrando los tres dedos que le acreditan como el mejor cazador de etapas de la Vuelta. Antes de la llegada del pelotón, que apareció 5.30 minutos más tarde, tuvo tiempo para festejar el triunfo con su hijo y su esposa. Todos los focos para el belga, que todavía espera aumentar su fructífera cosecha.

Otro día a la expectativa de Carlos Rodríguez, que perdió a su gregario Laurens de Plus por Covid. El bicho sigue activo, Enric Mas y el resto de corredores del Movistar acudieron a la salida de Ponteareas con mascarillas. Todos en alerta por los contagios.

Este miércoles, cita con una jornada similar, con 166,5 kilómetros con salida y llegada a Padrón, con dos puertos de tercera categoría y dos de segunda. Fernando Escartín (director técnico de la carrera) aventura un día movido: ''La etapa muestra un terreno rompepiernas donde el pelotón tendrá complicado controlar a la escapada''. Pue eso, a disfrutar.

Adam Yates reina en las cumbres de Granada y ratifica su candidatura al podio de la Vuelta

Adam Yates reina en las cumbres de Granada y ratifica su candidatura al podio de la Vuelta

Adam Yates fue en Granada el O'Connor de Yunquera, aunque sin el premio del rojo. Solitario vencedor, puso en jaque la general, pero no la cambió en los dos primeros puestos. Produjo una convulsión, pero no un vuelco. Todo cambió para que nada cambiase. Al menos, en la cumbre de la tabla. Pero, incluso así, la etapa fue un homenaje al ciclismo y, en su planteamiento, desarrollo y desenlace, sin haber alterado la clasificación hasta dinamitarla, la ha dejado un poco más abierta. Un poco menos autoritaria.

Etapa imponente por su trazado y, sobre todo, a causa de los corredores, que son siempre quienes convierten las carreras, sean cuales sean sus recorridos, en un muermo o en un festival. Etapa grandiosa. Cada vez que se produce una de este calibre se habla de "ciclismo a la antigua". Pero es también "ciclismo a la moderna". Es también "ciclismo a la contemporánea". Es también "ciclismo a la eterna". El ciclismo de ayer, de hoy, de siempre.

Hubo rebeldes que desafiaron la teórica superioridad de O'Connor y Roglic, la lucha entre ellos dos, para tratar de asaltar el liderato o, al menos, colocarse lo suficientemente cerca como para, en lo que queda de Vuelta, optar al triunfo. Hubo inconformistas porque Adam Yates, David Gaudu y Richard Carapaz hicieron una apuesta heroica. Yates y Gaudu habían partido de la madrugadora escapada del día, tan numerosa (26 hombres) que, más que una escisión del pelotón, era una reproducción, y no precisamente en miniatura.

El francés estaba a 6:30 de O'Connor. El británico, a 9:27. La escapada-reproducción llegó a tener 5:30 de ventaja. El Puerto de El Purche, de 1ª categoría, largo, reseco, 1.476 metros de altitud, 89 kms. al 7,6% de media, con su cumbre erguida a 96 kms. de la salida y a 82 de la llegada dejó la fuga en los huesos y también puso al pelotón a dieta. Por delante sobrevivían dos UAE (Yates y Vine) y Gaudu (Groupama-Française des Jeux).

Richard Carapaz (Education First), a 6:44 de O'Connor, había abandonado el gran grupo en busca de un lugar al sol en la general. En la primera subida a Hazallanas, de 1ª, con 1.655 metros de altitud, 7,1 de longitud y un porcentaje medio de 9,5% con picos de 20%, fue agarrando a los náufragos de la escapada inicial y dejándolos tirados.

Yates, con ese estilo tan suyo, muy tieso sobre la máquina, la cabeza alta y la espalda rígida, dejó a Gaudu y Jay Vine. Coronó en cabeza. Carapaz había atrapado a Gaudu y Vine, y, perseguía, junto a un atormentado Pablo Castrillo, al que le precedía en la etapa y a los que iban por detrás, pero por delante en la general.

Esa general, con él, Yates y Gaudu, estaba cambiando, puesto arriba, puesto abajo, de forma virtual. Pero quedaba tanto camino por andar, por pedalear, que eso, significando mucho, no aseguraba nada en la vida real. La segunda ascensión a Hazallanas vio, de nuevo, a Yates en cabeza. Luego, a algo más de dos minutos, pasó Carapaz. Casi a cuatro, Gaudu. Por detrás, en un gesto casi insólito, Enric Mas, osado, se había desprendido de la reducida tropilla de ilustres y, en unión de Vine, cruzaba a continuación.

Roglic no reaccionaba. OConnor tampoco. Los demás bastante hacían con aguantar. Pero, después de todo, el esloveno y el australiano gozaban de cierta ventaja cronométrica. No tenían que cebarse. Ya se vería en los 23 kms. de descenso y llano que quedaban hasta la meta. En la bajada se produjo un hecho que pudo ser decisivo en el presente e incluso en el futuro de Enric Mas. Su bicicleta hizo un extraño. Perdió contacto con el suelo, amagó una pirueta, culebreó, coceó... Enric, entre la pericia y el milagro, se hizo con ella y pasó el peligro, aunque no el susto. ¿Qué habría sucedido si el mallorquín, con su historial de percances y miedos, se hubiese caído? ¿Cuánta gravedad de tipo físico y psicológico hubiera implicado el trastazo? Por suerte, nunca lo sabremos. Enric, además, ya en meta, se lo tomó como un presagio favorable. El sobresalto le ha reforzado la moral.

Yates, enorme, alzó los brazos. Luego llegó Carapaz. A continuación, el ramillete de favoritos. O'Connor, en un gesto de campeón, peleó y se llevó el sprint. Y, de paso, los cuatro segundos de bonificación. Está entero. Posiblemente Roglic también. Pasó un día regular, pero sigue en la pomada. Carapaz, tercero ahora, se interpone en el podio entre Mas y Landa. Pero todos están en un pañuelo.

Al décimo día, lunes de caridad después de este domingo de pasión, la Vuelta descansará y se trasladará con hombres, armas y bagajes al, por fin, fresco norte. A Galicia. El martes de resurrección abrirá entonces una ristra de días exaltantes que irán depurando una carrera que, una vez más, empieza de nuevo.

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic ganó. O' Connor flaqueó. Mas creció. Sintetizado, fin del resumen. Ahora, pormenorizando, el esloveno, entre la diferencia en la victoria y la bonificación, le arañó, no, le arrancó casi un minuto al australiano y está ahora a 3:49. El español asciende al podio en un día en el que Joao Almeida, reventado, se despidió de sus ilusiones. Landa, tercero en la meta, es ahora quinto en la general.

Otra vez, y van unas cuantas, empieza otra Vuelta. De manivela. Mejor de tuerca. En una etapa por terrenos elevados, pero carreteras sin excesivas brusquedades, con un puerto de segunda perdido por el recorrido, y presidida por 4,8 kms. brutales al 7,1% de media y con picos del 20%, en la cima de Cazorla, el esloveno fue el rey. Se ciñó una corona de metal precioso y le impuso a O'Connor, aún líder, con ventaja, pero tembloroso, una de espinas. Roglic, en ese epílogo de fuego a, otra vez, casi 40º, tiró de los restos dolientes del pelotón de ilustres y lo hizo añicos. Sólo le aguantó Enric Mas, cuya derrota en la línea de llegada es de las que valen por uno de esos triunfos que no acaba de abrochar.

Roglic, desbocado, rebasó a Oier Lazkano, Harold Tejada y Luca Vergallito, despojos supervivientes de los escombros de una fuga de ocho héroes con gloria y sin premio, y anunció con cohetería que está aquí, que ha vuelto sin, ya se ve, haberse ido. No hay más que hablar. No hay más que esperar, primero, a la etapa dominical y, luego, que venga lo que tenga que venir. Y no por obra del azar, sino del hombre. Del ciclista. De los ciclistas.

Cazorla enseñó su rampa

Federico García Lorca, de cuyo asesinato se cumplieron 88 años el pasado día 18, hace una semana, escribió: "Cazorla enseña su torre y Benamejí la oculta". En la Vuelta, la jienense Cazorla enseñó su rampa y la cordobesa Benamejí quedaba a 246 kms. al sudoeste. A mitad de camino entre ambas espera la lorquiana Granada, donde la carrera tendrá, dicho está, este domingo una prueba determinante. La lírica dará paso a la épica.

Granada, en su quebrado paisaje y sus tres ascensos de primera apiñados en la segunda mitad de la etapa, promete la, también segunda gran batalla general de la Vuelta, después de la del Pico Villuercas y, en explosiva brevedad, ésta de Cazorla. Roglic ascendió entonces, en Villuercas, a un liderato que perdería, dos días después, en Yunquera, a manos de Ben O'Connor y su solitaria proeza. Las circunstancias son ahora distintas.

O'Connor que parecía un líder sólido, se ha tambaleado sin llegar a caer. Quizás tuvo un día regular en una cuesta breve pero especialmente ruda. Quizás el calor, que de un modo u otro afecta a todos, le jugó una mala pasada. Veremos.

La carrera no se circunscribe solamente a él y Roglic. Ahora mismo sí, porque encabezan la general. Es la guerra entre las actuales primeras potencias. Pero hay otros combates, otras escaramuzas y otros nombres con distintas aspiraciones y capacidades. Sujetos todos a los azares de la carretera.

Ahora, a pensar en Granada, colofón de una de las etapas reina. Ante lo que nos promete, recordamos, después de Lorca, al poeta mexicano Francisco de Icaza: "No hay en la vida nada peor que ser ciego en Granada".

Así se sobrevive a una etapa extrema de calor: 200 bidones de agua, 80 kilos de hielo y chalecos refrigerantes

Así se sobrevive a una etapa extrema de calor: 200 bidones de agua, 80 kilos de hielo y chalecos refrigerantes

Actualizado Martes, 20 agosto 2024 - 22:20

''Esto es un horno'', advierte Enric Mas. "Todos sufrimos con este calor'', exclama el belga Wout van Aert. Escalar una montaña con tramos de 20% de desnivel con una temperatura de 40º grados, como sucedió el pasado martes en Pico Villuercas, es un riesgo para la salud. La deshidratación amenaza a unos corredores que este miércoles parten de Extremadura y enfilan hacia el brasero de Andalucía. Llegada a Sevilla y máxima alerta en el pelotón hasta el domingo, cuando concluye el periplo andaluz, con el ascenso las cumbres de Sierra Nevada.

Trabajo extra para los médicos y preparadores físicos de los equipos antes y después de las etapas. Extraordinarias medidas de hidratación y de técnicas de enfriamiento para combatir el calor asfixiante. Los ciclistas, al margen de los enormes esfuerzos que realizan en las horas centrales del día, están expuestos a la agresión solar en brazos, piernas y espalda. Al menos, la cabeza la tienen protegida por el casco. "Con las altas temperaturas hay que contrarrestar el estrés térmico. La solución es enfriarse, aplicar soluciones frías en la cabeza, muñecas y cuello", explica el doctor Antonio Escribano, catedrático de nutrición deportiva de la UCAM de Murcia y especialista en endocrinología, nutrición y medicina deportiva, informa Efe.

Para hacer frente a estas temperaturas extremas, las escuadras han potenciado los recursos de suministro de agua. El Movistar, la formación de Enric Mas y Nairo Quintana, utilizará en cada etapa 200 bidones de agua y 80 kilos de hielo, casi el doble de la cantidad habitual. Lo esencial es que los corredores mantengan estable la temperatura corporal, para ello utilizan chalecos refrigerantes, cubitos de hielo anudadas en medias y maillots transpirables. La deshidratación baja el rendimiento y puede provocar la pérdida de orientación.

En las jornadas habituales, los corredores suelen consumir hasta 1,5 litros de líquido por hora. El agua llega en bidones de medio litro que les proporcionan los coches de los equipos y los auxiliares situados en zonas estratégicas de las carreteras. Ese consumo de agua en etapas con las de esta semana puede multiplicarse por cinco. Los auxiliares se suelen situar cada 20 kilómetros, pero en jornadas abrasadoras pueden hacerlo cada 10 kilómetros.

''El consumo de agua y líquidos reponedores no debe descuidarse antes, durante y después de la etapa. Hay que anteponerse a la sed, evitarla, ir por delante, porque cuando la sed aparece es que ya hay deshidratación. El consumo de agua depende del peso de cada corredor, pero el mínimo es de cuatro litros. Ante todo hay que beber con frecuencia y con antelación, luego mojarse todo lo que se pueda y también suplir el agua con bebidas isotónicas", advierte el doctor Escribano.

Groves gana el primer sprint y Van Aert asume el liderato y da lustre a la Vuelta

Groves gana el primer sprint y Van Aert asume el liderato y da lustre a la Vuelta

Tributo al pionero y a la nueva joya del ciclismo luso. Siempre hay que ser agradecido con el anfitrión. Tras el banderazo de salida, la Vuelta tomó dirección a Torres Vedras, localidad natal de Joaquim Agostinho, el primer portugués en subir al podio de una gran ronda: tercero en el Tour de Francia en 1978 y 1979, y segundo en la Vuelta 1974. Ganó cuatro etapas en la Grande Boucle y tres en España. Esa localidad acoge un museo de ciclismo que lleva su nombre y alberga un busto de Rui Costa, único campeón del mundo portugués. A pocos kilómetros de allí, la caravana atravesó Caldas da Rainha (km 111), el pueblo de Joao Almeida, que aspira con convertirse en el primer lusitano que conquista la ronda española.

Visitas emotivas en la primera etapa en línea ganada por el australiano Kaden Groves, el velocista más acreditado de la ronda. El sprinter del Alpecin se impuso en la meta de Ourém a Wout Van Aert. El belga volvió a tirar al palo, como sucedió en la crono inaugural, con su tercer puesto. Ayer se quedó a un palmo de la victoria, pero fue premiado con el liderato de la general. Por las bonificaciones desplaza al estadounidense Brandon McNulty de la primera plaza del podio, que ahora queda a tres segundos del polivalente corredor del Visma. El maillot rojo de Van Aert (bronce en los Juegos Olímpicos de París) supone un gran espaldarazo publicitario para esta Vuelta necesitada de héroes.

Kaden Groves, que siempre estuvo muy atento en la cabeza del pelotón, se anotó su quinta etapa en la Vuelta. En 2023 sumó tres y en 2022, una. También cosechó un triunfo en el Giro de 2023. La de ayer también fue una jornada fructífera para Pau Miquel, el prometedor velocista del Kern Pharma, que terminó cuarto. El catalán sólo tiene 23 años y carece de victorias en el ámbito profesional.

Para saber más

Groves fue el más rápido de un día en el que Luis Ángel Maté volvió a acaparar notoriedad. El más veterano de la Vuelta (40 años), que fue el primero que tomó la salida en la contrarreloj de Lisboa, provocó la primera fuga de la carrera, nacida poco después de la marcha neutralizada de Cascais. El andaluz del Euskaltel se fugó en compañía de Ibon Ruiz (Kern Pharma). Ambos llegaron a tener una renta superior a los tres minutos. El fin la de la aventura llegó a 52 km de la meta, momento en el que Van Baarle abandonó por una caída. El belga es una sensible baja para la formación de Sepp Kuss y Van Aert.

Van Aert acaparó focos en una Vuelta sin dueño. Nadie quiere controlar la carrera porque aún no merece la pena desgastarse en beneficio de jefes de filas indecisos. Sin un equipo con un sprinter referencial, las etapas llanas o con ligeros repechos como la de este domingo, se antojan monótonas, con algunas intentonas de aventureros que buscan el triunfo desde la larga distancia (en cualquier momento, un espabilado puede encontrar la llave de la Vuelta, como sucedió en la anterior edición, con la escapada que impulsó a Sepp Kuss hasta lo más alto del podio). Este domingo, el grupo llegó a Ourém, en las cercanías del Santuario de Fátima, con una hora de retraso. Los nervios en el tramo final provocaron una caída en la que los principales damnificados fueron Joshua Tarling y Jhonatan Narváez.

Este lunes, la carrera presenta la última etapa en Portugal. Una jornada nerviosa de 191 kilómetros con salida en Lousa y final en Castelo Branco, que incluye el ascenso a un puerto de segunda y a otro de cuarta. El tramo final transcurre por un perfil descendente y sin apenas dificultades orográficas. Un día para esos aventureros a los que les gusta la soledad de la ruta, como El lince Maté, que este domingo lo intentó sin provecho.

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

El gigante de los Alpes encumbró al favorito y puso a prueba la capacidad de resistencia y sufrimiento de un orgulloso defensor del título. Tadej Pogacar derrotó a Jonas Vingegaard en las paredes nevadas del coloso Galibier en el primer desafío de alta montaña. Liderato para el esloveno, con una renta de 45 segundos sobre Remco Evenepoel y 50 sobre el danés. Una jornada espléndida para Juan Ayuso, que tras ejercer como gregario de Pogacar, tuvo el coraje de terminar tercero. Carlos Rodríguez y Primoz Roglic también entraron en el grupo de los mejores.

En la formidable cima alpina se volvió a escribir otra página gloriosa con un ejercicio tremendo de potencia de Pogacar y un emocionante descenso hasta Valloire, en el que sacó de punto a Vingegaard. La preparación del Tour del danés, tras la caída en el País Vasco, parece que se ha quedado corta.

Y es que el Galibier nunca defrauda. Desde la prehistoria de las máquinas de hierro, aglutina los relatos más épicos del ciclismo. En 1933 acogió la primera gran hazaña de esos escaladores con cuerpo de jilguero. Vicente Trueba, que presumía de recorrer Torrelavega y Madrid del tirón, estableció el primer gran récord de subida en el Tour de Francia: dos horas y 10 minutos en coronar la terrorífica cima alpina, 23 minutos menos que el mejor registro que ostentaba el francés Eugène Christophe.

"Donde las águilas no llegan''

El cántabro (1,57 metros y poco más de 50 kilos), corría sin equipo, sin asistencia mecánica y coronaba los puertos en primer lugar y en solitario. En las fotos siempre aparecía subiendo solo, por delante del pelotón. Fue el primer ganador del Premio de la Montaña y el pionero en escalar agarrado a la parte baja del manillar. Creó estilo. Henri Desgrange, el fundador de la ronda francesa, le bautizó como La pulga de Torrelavega. Al director y al público les apasionaba la manera salvaje de escalar del español nacido en el valle de Sierrapando.

Trueba fue un precursor al que le privaron de ganar el Tour. En la 10ª etapa de la edición de 1933, entre Digne y Niza, el cántabro se metió en una fuga de seis corredores que dejó a todo el pelotón descalificado por fuera del control. Pero Desgrange ordenó a los jueces que ampliaran el margen del retraso permitido, pasando del 8% al 10%, de esa manera rescataron a todos. En la clasificación general final, Trueba quedó sexto, los cinco primeros fueron corredores repescados. Lógico y entendible que siempre reclamara ese Tour.

Trueba, un peso pluma, volaba en las subidas y se hundía en los descensos. Carecía de la habilidad de Pogacar, que este martes se lució en la emblemática ascensión que determinó la resolución de la etapa. El esloveno retó a Vingegaard en un descomunal ataque a falta de 800 metros para la cima del Galibier y coronó primero, con una renta de ocho segundos, esa cúspide donde los ''hombres supieron elevarse a una altura donde las águilas no llegan'', según proclamó Desgrange.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.AP

La subida al Galibier (30 kilómetros de longitud) fue un ejercicio de desgaste. Después del paso por Lautaret, se abrieron las hostilidades. Tras neutralizar una fuga en la que se metieron Oier Lazkano, Van der Poel o García Pierna, Pogacar puso a trabajar a todos sus escuderos: Politt, Wellens, Soler, Sivakov y Almeida para estirar el pelotón y descolgar al líder Carapaz y a gente relevante como Bernal, Pidcock, Thomas, Enric Mas, Bardet o Simon Yates.

Carapaz, principal damnificado

A falta dos kilómetros ordenó a Juan Ayuso que asumiera el mando. El empuje del debutante español terminó por minar las energías de los enemigos de Pogacar. Cuando parecía que había quemado al equipo sin resultado, el esloveno saltó cerca de la pancarta de la Montaña y todos, excepto Vingegaard, se apartaron. En dos acelerones se desprendió del danés. A partir de ahí comenzó un nuevo festival, negociando con maestría las curvas en un descenso vertiginoso. Los ocho segundos en la cima se convirtieron en más de medio minuto en la meta.

El Galibier, una vez más, fue cuna de gestas y brutales desfallecimientos. El damnificado de hoy fue el líder Carapaz. Cedió cerca de cinco minutos y medio. Allí Vingegaard desnudó en 2022 a Pogacar con una sucesión de ataques coordinados del Visma; Contador firmó su ataque más desesperado en 2011, Pantani humilló a Ullrich en 1998. En su cima se lucieron Bartali, Coppi, Bahamontes, Charly Gaul, Merckx, Ocaña, Zoetemelk...Una subida sólo al alcance de los mejores.

Monsieur le Galibier nunca desilusiona.