El sueño europeo de Cheikh Sarr convertido en pesadilla: diáspora por equipos y gritos racistas
Europa, el sueño de millones de africanos, era más real para el adolescente Cheikh Kane Sarr (Dakar, 2000) gracias a la pelota. No hay muchas formas de llegar a nuestro continente con garantías. Las demás conducen a un destino incierto que nada tiene que ver con un sueño, como son la explotación, el desamparo o hasta la muerte. Sarr era un privilegiado. El fútbol le permitió cumplir el suyo con 18 años. Aunque el camino que le esperaba no era el de una estrella, pese a ser ya internacional con la selección sub'20 de Senegal, era al menos un camino, un porvenir. Había pensado en todos los riesgos, pero jamás creyó que un grito pudiera convertir aquel sueño en una pesadilla. El grito que dijo escuchar en Sestao fue «¡puto negro de mierda!».
En silencio, absoluto silencio, por decisión propia y consejo de su club, el portero del Rayo Majadahonda se encuentra superado por las circunstancias. A pesar de haberse ejercitado en el gimnasio, ayer, en la primera sesión tras lo sucedido el sábado en Sestao, Sarr se sorprendía de que las cámaras intentaran perseguirlo en unas instalaciones sin los cortafuegos de los grandes clubes. El Rayo Majadahonda juega en Primera RFEF y utiliza instalaciones ajenas, en el barrio de la Oliva de la población madrileña, para algunos entrenamientos.
Los compañeros intentaron en todo momento arroparlo, especialmente el capitán Jorge Casado, el mismo que saltó a la grada de Las Llanas cuando Sarr agarraba por la bufanda al aficionado que presuntamente le había insultado. «Esto no hay que olvidarlo, pero vamos a intentar centrarnos en el siguiente partido, el sábado», dijo Casado. Al capitán y a todo el equipo les sorprendió, ayer, la llegada de la Guardia Civil. «Han venido a ofrecernos asesoramiento y a resolver las dudas que tuviéramos, no únicamente a Cheikh, y les estamos muy agradecidos», añadió.
Preocupado por su familia
La presencia de los agentes asustó un poco más al portero, que desde las horas posteriores a lo sucedido temía por las repercusiones que pudiera tener el episodio. Se mezclaban en su interior la rabia y una parte de vergüenza por su reacción, según observaron sus compañeros en el vestuario. También le preocupaba que el hecho pudiera alarmar a sus familiares en Senegal. Arrancó su coche y salió disparado del entrenamiento.
Sobre la cabeza del senegalés pesa una dura sanción, dado que el árbitro reflejó en el acta su actitud pero dijo no escuchar los insultos. Cada paso es importante, y más en un club al que llegó hace meses, en agosto, y en el que intenta asentarse después de una diáspora por clubes modestos desde que, en 2018, llegara al juvenil del Nástic de Tarragona, procedente del Ndagane de su país.
Por el club de Tarragona ha tenido varios pasos y también ha pasado por el Vetusta, filial del Oviedo, Recreativo Granada o Castellón, antes de llegar al Rayo Majadahonda al principio de esta temporada.
Contrato hasta junio
En el vestuario hablan de Sarr como de un «chico siempre dispuesto», un «buen tipo» al que creen capaz de inventarse nada semejante. El sábado, cuando todos se retiraron a la caseta tras negarse a continuar, el guardameta se derrumbó, abatido. Ayer continuaba del mismo modo, en shock.
El jugador, que tiene contrato con el club madrileño hasta junio, ha disputado únicamente seis partidos esta temporada, por lo que tampoco en el Rayo Majadahonda ha encontrado la regularidad que busca y ahora teme que este episodio pueda perjudicarle. Los próximos días serán clave, por lo que decida el Comité de Competición y las conclusiones de la Ertzaintza.