La hazaña para el recuerdo del UCAM Murcia: gana otra vez en Málaga y jugará la primera final de su historia

La hazaña para el recuerdo del UCAM Murcia: gana otra vez en Málaga y jugará la primera final de su historia

El baloncesto guarda momentos asombrosos, citas que, contra todo pronóstico, se guardarán para siempre en la memoria. Una semifinal entre Unicaja y UCAM Murcia para contraponer un clásico por el otro lado. Lo que podría parecer intrascendente devino en una batalla antológica, repleta de momentos para la historia. El principal, el del colectivo de Sito Alonso, heroico, impredecible, capaz de presentarse en su primera final sin ganar ni uno sólo de los partidos de su camino en playoffs en casa. Lo logró, aquí lo increíble, porque se impuso en todos a domicilio. Incluidos el quinto en el Carpena. [70-79: Narración y estadísticas]

Será el rival a partir del sábado del Real Madrid un equipo inmortal, peleón, bravísimo. Encajado en una zona, resistiendo pese a la plaga de lesiones, pese al favoritismo de ese Unicaja que no ha hecho otra cosa que asombrar durante el curso, el campeón de la Champions League, el mejor equipo de la temporada regular en la ACB. Sabiendo jugar con los nervios el Murcia del oponente, escondiendo sus carencias y potenciando sus virtudes. Llegó a perder por 13 en el primer acto y de cinco al comienzo del último. Se sobrepuso a todo el UCAM, con Caupain y Dylan Ennis a los mandos y un rebote ofensivo vital de Morin en la recta de meta. Una victoria, una proeza, que nadie podrá olvidar jamás en Murcia, el más difícil todavía.

La primera mitad fue un reflejo de la serie, del ir y venir de unos días de maravilloso y atribulado baloncesto entre malagueños y murcianos. Golpeó Unicaja con contundencia, con la agresividad recobrada y un Carpena estruendoso. Un 10-0 para soñar, trampolín hacia un éxito que llegó a ser más (25-12) ante un rival que parecía, por entonces, atemorizado.

Los jugadores del Murcia celebran su victoria en el Carpena.

Los jugadores del Murcia celebran su victoria en el Carpena.Jorge ZapataEFE

Nada más lejos de la realidad, porque las zonas defensivas de Sito Alonso son un trampa que se apoya en la paciencia, en el desconcierto del rival, al que invita a lanzar, a tomar decisiones erróneas. Que juega con sus dudas. Y UCAM lo logró, impulsado también en los lanzamientos de Troy Caupain, en la electricidad de Ennis. Un parcial de 2-17 repentino que anuló por completo a los locales, apenas siete puntos en todo el segundo cuarto, enredados en pérdidas e incertidumbres.

La igualdad siguió a la vuelta, con una tensión insoportable. "El tiempo es un aliado", había avisado Sito al descanso, consciente de lo que juegan los nervios y la presión en estas cumbres. Y esos tiros que en Murcia no entraban a los suyos, ahora eran dianas de Caupain y Ennis, cada vez más dañinos. Cada vez más en la mente del rival, que se vio siete abajo (49-55) y al que rescató otro triple de Kendrick Perry sobre la bocina del tercer acto.

Fue el inicio de la rebelión, liderada, cómo no, por Alberto Díaz (dos triples). En ese momento de temor, apareció toda la rabia del Unicaja, todo ese baloncesto frenético que le ha hecho tan reconocible. Un 14-0 como un directo al mentón del Murcia, que se tambaleaba pero no caía. Y ahí, en esa resistencia de púgil embravecido, estuvo la historia. No había llegado hasta esta orilla para morir sin luchar y en un momento, a pesar de sus problemas con el rebote ofensivo, se había sacudido para volver a igualar (65-65).

Ya no hubo más equipo en el Carpena. Las muñecas malagueñas se encogieron a la vez que crecía la moral murciana, conscientes de lo que tenían ante sí. Igual daba que les birlaran el rebote. O que Kravish anotara un triple fuera de guion. Iba a ser la última canasta local. Un 0-12 final, con Ennis y Caupain como héroes. Una gesta.

Las claves del año en blanco del Barça: la "apuesta radical" por Grimau, el fracaso de Willy y una comparación demoledora con el Madrid

Las claves del año en blanco del Barça: la “apuesta radical” por Grimau, el fracaso de Willy y una comparación demoledora con el Madrid

"No soy idiota, la temporada no ha sido buena. Y, a partir de aquí, ya veremos qué pasa". La era Roger Grimau en el Barça no pasará a la historia. Si sustituir el pasado verano a un entrenador con el carácter, el prestigio y el salario de Sarunas Jasikevicius recién conquistada la Liga Endesa ante el Real Madrid campeón de Europa por un técnico de perfil bajo y sin ninguna experiencia en la élite como el ex alero parecía una apuesta arriesgada -"radical" la calificó el domingo mismo quien la tomó, Juan Carlos Navarro-, el año en blanco de los azulgrana ha confirmado los peores presagios.

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Grimau comenzó y terminó de idéntica manera, con una derrota ante el Real Madrid. La primera, allá por septiembre en la Supercopa en Murcia, tenía todas las justificaciones posibles. Ante un rival sin apenas cambios en su plantilla y reforzado con Facundo Campazzo, se plantaba un Barça bisoño y remozado. Ahora en junio, el 3-0 en semifinales de la ACB no puede resultar, sin embargo, más doloroso. Confirma el fracaso de un colectivo que quedó tocado de muerte tras perder el quinto de la serie de cuartos contra Olympiacos y no acceder por primera vez en cuatro años a la Final Four. Y que apenas puede rescatar de su camino algunos destellos, la pulcra temporada regular en la Euroliga y quizá la disputadísima final de la Copa en Málaga (donde, de nuevo, perdió contra el Madrid, como en siete de las nueve ocasiones en que se las vieron).

Grimau y Chus Mateo se saludan tras la victoria del Madrid en el Palau.

Grimau y Chus Mateo se saludan tras la victoria del Madrid en el Palau.ACB Photo

A Grimau, cuya hoja de servicios apenas incluía un paso por el filial y que se rodeó de ex compañeros como Víctor Sada, Carles Marco y Rafa Martínez en el cuerpo técnico, ya le buscan sustituto a pesar de tener un año más de contrato. Suena ya Xavi Pascual y sonarán algunos más (Dimitris Itoudis, Jaka Lakovic...), todos con salarios más elevados y mejores currículums. Y una misión casi desesperada, devolver al Barça a la primerísima plana, algo que no logró del todo ni Jasikevicius y esas Final Four que no remató. En las últimas 10 temporadas, los azulgrana, campeones de Europa por última vez en 2010, han sumado dos ligas (ambas con Saras) y cuatro Copas. Un palmarés incomparable al del eterno rival con Pablo Laso y Chus Mateo: en el mismo tiempo, tres Euroligas, cinco Ligas y cinco Copas.

El propósito de enmienda de Juan Carlos Navarro en la dirección deportiva junto a Mario Bruno Fernández fue el de españolizar la plantilla como clave de la competitividad perdida. Finiquitó al carísimo Nikola Mirotic y se la jugó por el no menos caro Willy Hernangómez de vuelta de la NBA, por pagar la cláusula de Darío Brizuela al Unicaja, por Joel Parra y por otra apuesta que, esta sí, iba a resultar lo más ilusionante que le ha sucedido al equipo durante todo el curso: Jabari Parker. En febrero, además, se incorporó Ricky Rubio tras su año apartado por sus problemas de salud mental, lo que parecía un plus para la hora de la verdad donde se disputan los títulos. "No he sido todo lo que esperaba", reconoció él mismo.

Pero, por primera vez desde 2017 con Bartzokas, el Barça se despide sin ningún título. Sin ni siquiera pisar la Final Four ni la final de la ACB por tercera vez en 18 años. Recibiendo casi 300 puntos en tres partidos del Madrid. Y volviendo a recurrir (como en la final de Copa) al arbitraje como excusa ("Estamos siempre supercondicionados").

Abrines, tras la derrota contra el Madrid.

Abrines, tras la derrota contra el Madrid.ACB Photo

Con sensaciones poco esperanzadoras en la plantilla y el vestuario, donde Willy, señalado por estatus y salario como el referente que se necesitaba, no sólo no ha estado a la altura en lo deportivo, también ha mostrado evidentes signos de poco feeling con Grimau. Con Kalinic, otro peso pesado, sin convocar para el tercero en el Palau. Con Vesely expulsado, Jokubaitis inédito y Ricky superado claramente por Campazzo. "Estamos en el Barça, el balance es malo porque no hemos ganado nada. Aquí hay que ganar. Es complicado en caliente ver más allá. Hemos tenido momentos en la temporada en los que hemos jugado muy bien al baloncesto, pero evidentemente esto no sirve porque hay que jugar bien cuando toca, cuando nos jugamos títulos. Y hay que luchar por ellos. Como mínimo, aquí en el Barça hay que estar en disposición de ganarlos. La temporada, a excepción de la final de Copa del Rey...", pronunciaba un Grimau con aroma de despedida.

Esa sensación de inferioridad ante el Real Madrid será, de nuevo, clave en los movimientos de mercado que intentarán reiniciar de nuevo el proyecto. "No será una revolución, a veces dos o tres piezas son muy importantes", admite un Navarro consciente de que las arcas culés no están para fiestas y que la mayoría de jugadores de la plantilla tienen contrato en vigor: sólo finalizan Oriol Paulí, Kalinic y un Ricky cuyo futuro es toda una incógnita. Los nombres de refuerzos ya han empezado a sonar, empezando por el ex madridista Juan Núñez.

Campazzo remata al Barça y lleva al Real Madrid a la final por la vía rápida

Campazzo remata al Barça y lleva al Real Madrid a la final por la vía rápida

Hace siete días exactamente perdía el Real Madrid toda una final de Euroliga en Berlín. Ya no hay rastro de aquella decepción porque hoy avanza al desenlace de la ACB, sin rasguños ante el eterno rival, un Barça desquiciado y sin alma, eliminado por la vía rápida en una temporada, la primera (y seguramente la última) de Roger Grimau en el banquillo, para olvidar. En el envite más igualado y pasional, en un Palau donde Chus Mateo no ganaba desde hacía dos años, los blancos finiquitaron la semifinal con un Campazzo mortal en la recta de meta. [92-95: Narración y estadísticas]

Pocas veces un choque 'clásico' resultó, en global, tan desnivelado. El Real Madrid ha borrado en apenas una semana sus males y buscará la reconquista de la Liga Endesa y el triplete nacional ante Unicaja o UCAM Murcia. El Barça cierra un año aciago, sin Final Four y sin nada que llevarse a la boca, con un doloroso 3-0, encajando casi 300 puntos en tres partidos, que es una estocada al proyecto post Jasikevicius.

Fue la calma lo que permitió al Madrid acabar con la semifinal que ya venía encarrilada desde el WiZink. Porque, sin red, los azulgrana pusieron sobre el parqué toda la agresividad y energía que les quedaba. A lomos de un extraordinario Jabari Parker (27 puntos y seis rebotes), llegaron con aliento a falta de minuto y medio (90-90), pero ahí temblaron las muñecas, las de Laprovittola y Abrines, y apareció la determinación de Campazzo para sentenciar con dos grandes canastas.

Mate de Jabari sobre Tavares.

Mate de Jabari sobre Tavares.ACB Photo

Desde el amanecer se mascaba la tensión que supone el abismo, la desconfianza con el arbitraje, la frustración de un Barça perdido, con quintetos nuevos cada vez y Kalinic, tan importante antaño, ahora ni siquiera convocado. Pero a Grimau no le quedaba otra que elevar la temperatura, que implicar al Palau, que enervar a sus pupilos. Incluso aunque eso supusiera que su mejor jugador, todo un veterano como Vesely, perdiera los nervios y fuera expulsado (por antideportiva y técnica) a los 12 minutos.

No había red y en estas angustias donde ya el baloncesto no parece alcanzar, tocar a rebato suele ser la única opción. Al menos demuestra amor propio. Especialmente cuando el rival, el que te ha hecho 200 puntos en los dos rounds anteriores, arranca con cuatro de cinco en triples, con una ventaja que llegó a ser de 13 al comienzo del segundo acto (20-33), con Yabusele inspiradísimo. Precisamente ese calentón de Vesely marcó la reacción local, ejerció de revulsivo, con Willy como única opción en la pintura y un maravilloso Jabari Parker. Entre la pareja de ex NBA, 28 puntos para arrimar a un Barça que seguía encendido y que había encontrado el perímetro -incluso con Hernangómez como amenaza- para seguir con vida al descanso (45-49).

La polémica dio paso al espectáculo tras el paso por vestuarios. El Barça parecía haberse sacudido los miedos y se sucedían las acciones asombrosas, como un poderosísimo mate de Jabari sobre Tavares o un alley oop de Campazzo y Hezonja. Con el primer triple de Abrines en la semifinal y la enésima de un Jabari que ya lo acaparaba todo (Hezonja no era capaz de frenarle) igualaron al fin los de Grimau se pusieron por delante (57-55), en una batalla ahora sin dueño y sin complejos.

Musa era la respuesta blanca, pero el Barça por primera vez en la serie estaba subido en la ola, finísimo en ataque. Las faltas en ataque penalizaban a un Madrid que no desesperaba -pese a la técnica a Mateo- y un triple sobre la bocina de Ricky cerró el tercer acto. Fue clave también porque enchufó momentáneamente al base, que tomó las riendas en el estupendo toma y daca que se había convertido la tarde en el Palau.

El Madrid tiró de lo mental para seguir agarrado a la batalla, para jugar con los nervios del rival. Y eso que Laprovittola anotó un gran triple a falta de dos minutos. Entonces, Campazzo como respuesta, como puntilla. Seis puntos del argentino (acabó con 21 y seis asistencias) para silenciar el Palau.

Contra Llull no hay nada que hacer: el Real Madrid, a un paso de la final y el Barça, del abismo

Contra Llull no hay nada que hacer: el Real Madrid, a un paso de la final y el Barça, del abismo

Si ya de por sí el Real Madrid parece un punto competitivamente (lo ha parecido todo el curso) por encima del Barça, luego está Sergi Llull. Y su genialidad desatada. Sus triples fuera de guion que son puñaladas a la mente del rival. El segundo round dejó a los blancos a un paso de la final de la ACB y al Barça completamente sobre el abismo de una temporada aciaga. Viaja la semifinal al Palau con un 2-0 rotundo, un equipo lanzado y que ha logrado olvidar en cinco días la final de la Euroliga perdida, y otro completamente desquiciado sobre el diván de sus dudas. [Narración y estadísticas: 104-98]

Pero el hombre es Llull, en esta madurez estupenda en la que habita. Lejos del declive, luce su temporada más pulcra que las anteriores, pero llegada la hora de la verdad, siempre está ahí. En el primer partido asestó cuatro triples de carrerilla en menos de dos minutos, puro éxtasis para dar la puntilla a los azulgrana. Este viernes fue de principio a fin, eléctrico, contagiando al resto, una segunda parte poderosa para dejar al Barça tiritando.

Y eso que, como no podía ser de otra forma, fue otro Barça. O lo intentó. 48 horas atrás hubo síntomas de hasta desidia, de poca bravura, de conformismo ante el vendaval del rival. Ahora, conscientes del abismo, con un quinteto bien diferente, las cosas estaban más claras. Más ritmo, más valentía y, sobre todo, más inteligencia táctica. Eso se tradujo en el 3-9 de salida, con un Willy menos miedoso ante Tavares y un Madrid fallón.

Tavares tapona a Willy.

Tavares tapona a Willy.JUANJO MARTINEFE

La rápida reacción fue un 11-0, en una noche de ritmo algo alocado, aún sin dueño. Da Silva era el termómetro azulgrana y Vesely (24 puntos, su tope en ACB) y Jabari, sus mejores hombres. Pero el que no entra en ningún plan es Llull. Se maneja en plena efervescencia, lleno de confianza y disfrutón. Cuando anotó su segundo triple le dijo al banquillo que aguardara su cambio. Se fue al descanso con 13 puntos cuando el Madrid, que siempre tiene la buena costumbre de meter la última antes de ir al vestuario, volvía a mandar.

El Barça se fue diluyendo como un paracetamol en agua. Punto a punto, golpe a golpe. Hezonja, que en la primera mitad se había cogido un cabreo de los suyos, hacía de todo en la pista y Musa le acompañaba con sus puntos fáciles. Un mate de Tavares puso la máxima (67-53) y, aunque con el empuje de Joel Parra pareció el Barça rehacerse algo, ahí estaba Llull para clavar sobre la bocina una mandarina desde 10 metros. Otro mazazo psicológico.

En la recta de meta, el Madrid estaba ya lanzado como un sprinter. Con sus veteranos en pista, con Rudy peleón como si fuera un rookie y el Chacho rompiendo tobillos... Avanzaban los blancos con tres marchas más (llegaron a mandar por 17) y el Barça sin perímetro, sin rebote y sin defensa. Y desquiciado. A su temporada le pueden quedar dos días, un año para olvidar.

El siguiente cielo de Doncic en la final de la NBA: "las orejas de Dumbo", la conexión con Irving y el desafío de los Celtics

El siguiente cielo de Doncic en la final de la NBA: “las orejas de Dumbo”, la conexión con Irving y el desafío de los Celtics

Es como si no hubiera nada que se pudiera interponer entre Luka Doncic y el éxito. En él lleva instalado desde su niñez, pese a los enormes desafíos que siempre afrontó. Tras conquistarlo todo en Europa con el Real Madrid y dar el salto lógico a la NBA, llega la siguiente estación. A partir del jueves, con 25 años y en la que es su sexta temporada en la mejor liga del mundo, buscará su primer anillo. Lo hará con los Mavericks, a los que ha devuelto a las Finales 13 años después.

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Enfrente estarán unos Celtics con ventaja de campo, que sólo han perdido dos partidos en todos los playoffs y que parten claramente favoritos. Pero es tal el estado de euforia y energía de los de Jason Kidd tras pasar por encima de los Timberwolves (4-1) -que a su vez eliminaron al campeón Nuggets en segunda ronda-, que cualquier cosa parece posible para Doncic y su compinche Kyrie Irving. Porque esa conexión con un talento como el del base, tantas veces incomprendido, es la clave del espectacular camino de los texanos en la postemporada.

"Ha sido increíble. Tenemos un buen equipo, pero lo más importante es que tenemos buenos tipos. Desde jugadores a entrenadores, pasando por toda la gente que rodea al equipo. Hemos estado juntos y hemos jugado a baloncesto. Hemos derrotado tres muy buenos equipos y sin tener ventaja de campo", reflexionó Doncic tras el triunfo en Minnesota.

Tras acabar quintos en temporada regular (el año pasado ni llegaron a los playoffs e incluso fueron multados por dejarse llevar para alcanzar una mejor opción en el draft), yendo claramente de menos a más y experimentado una gran mejoría tras los movimientos en la plantilla durante el mercado de invierno -llegaron dos interiores importantes como Daniel Gafford y PJ Washington-, los Mavericks han ido sobreviviendo a derrotas y lesiones durante unos playoffs salvajes en el que Doncic, lastrado en sus rodillas, ha ido de heroicidad en heroicidad.

"Tiene esas orejas de Dumbo. Escucha todo. Escucha desde el aficionado que está en primera fila hasta el que está en la fila número 20. Si lo necesita, encuentra a esa persona que le puede motivar. Le pasaba lo mismo a Gary Payton. Él buscaba a ese aficionado que lo enchufaba, una vez lo encontraba estaba todo hecho. Los entrenadores solo tenían que sentarse", le elogió su entrenador tras el tercer partido de la serie ante Minnesota, donde el esloveno, que minutos antes había recibido una durísima falta de Rudy Gobert, decidió con una preciosa canasta prácticamente sobre la bocina ante el pívot francés. Sus promedios en playoffs son extraordinarios: 28,3 puntos, 9,1 asistencias y 9,6 rebotes, con un 33% en triples y seis triples dobles ya.

Doncic, defendido por Anthony Edwards.

Doncic, defendido por Anthony Edwards.DAVID BERDINGGetty Images via AFP

Además está la parte de liderazgo y nada como su compenetración con el excéntrico Irving, del que está sacando toda su calidad para llevar a los Mavericks a la tercera final de su historia y buscar emular lo conseguido por Nowitzki y el propio Jason Kidd en 2011. "¿Es este el mejor backcourt en la historia de la NBA?", se preguntaba estos días su entrenador. "Kyrie ha dado muchas vueltas, ha estado junto a grandes jugadores, y no le importa ser segundo. Eso no es tan fácil de encontrar en esta liga. Sabes que aparecerá cuando le necesites, y eso es lo que ha hecho este año con Luka. Es paciente, es tranquilo, y su energía es positiva. Le encanta Dallas, le encanta este grupo, hacer de mentor a los jóvenes, de eso trata ser un profesional", seguía Kidd sobre un Irving que ya fue campeón junto a LeBron James en los Cavaliers (2016) y que también brilla en lo estadístico 22 puntos y 5,2 asistencias con un estupendo 43% desde el perímetro. En los últimos 50 años, ninguna pareja de estrellas había cosechado hasta tres partidos de 30 puntos cada uno en unos mismos playoffs.

Doncic, que ya alcanzó las finales de la conferencia Oeste en 2022 (entonces cayeron contras los últimos Warriors campeones), ha elevado todavía más su leyenda en unas semanas en las que ha ido superando dos eliminatorias salvajes contra Clippers y Thunder (empezando ambas con derrotas) en seis partidos y arrasando a los Wolves de Anthony Edwards, a lo que ha vencido en las tres ocasiones en el Target Center, la última este viernes con su enésima exhibición.

Además de lo deportivo, está el salto económico que pronto protagonizará el ex madridista. Con un contrato hasta 2027 de 215 millones de dólares y al haber sido elegido por quinta vez consecutiva en el mejor quinteto de la liga (además de MVP de las finales de la Conferencia Oeste y tercero en las votaciones a MVP de la temporada), Doncic podrá firmar una extensión histórica en 2025 por la que se ingresará 346 millones de récord.

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: "Nos levantaremos"

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: “Nos levantaremos”

Para bien o para mal, el Real Madrid no tiene demasiado tiempo para lamerse las heridas de Berlín. Hubiera sigo igual en el caso de levantar la Duodécima, el Barça aguardaría en la vuelta de la esquina, 72 horas después del bocinazo final en el Uber Arena. "Lloraremos esta noche y nos levantaremos mañana", pronunció Chus Mateo lo que es el sentir de una plantilla enrabietada. Si hace un año la euforia de Kaunas pasó factura en la final de la ACB, el eterno rival, ahora en semifinales, se presenta como a la vez como amenaza y acicate.

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Pero también como prueba de fuego de lo que puede terminar como una temporada de éxito o provocar una crisis. Aunque de eliminar al Barça aún le restará al Madrid la final -previsiblemente contra el Unicaja, que se las ve a partir del martes contra el UCAM Murcia, y sin factor cancha-, acabar reconquistando la Liga Endesa supondría un triplete lustroso tras la Supercopa y la Copa, acompañado del 'casi' de la final de la Euroliga. No hacerlo, sin embargo, se uniría al dolor de la derrota contra Panathinaikos y desembocaría en medidas quizá diferentes en la configuración de una plantilla que todavía tiene a muchas de sus piezas con la incertidumbre de no haber renovado.

El Real Madrid no ha tenido un año especialmente desafortunado con las lesiones. Más allá del grave percance de Deck en Valencia, Mateo ha llegado al tramo decisivo con la plantilla completa y habiendo podido dosificar esfuerzos durante el extenuante curso -"vamos a terminar con 90 partidos. No es fácil"-. Pero resultó llamativa la "falta de energías" ("nos ha faltado algo de fuerza, algo de físico") mostrada en las segundas partes de ambos partidos de la Final Four, donde, en total, anotó 57 puntos. Síntoma peligroso para lo que se viene, con un Barça que acude más fresco tras no haber participado en la cita de Berlín y finiquitar por la vía rápida al Tenerife el jueves en cuartos.

Y están las cuentas pendientes, especialmente las de la final de Copa, donde el equipo de Grimau estuvo más cerca del título de lo que pudiera parecer. El ambiente del WiZink el miércoles (20.30 h.), también será significativo del sentir de unos seguidores que fueron minoría en el Uber Arena. "Nos vamos a levantar de esta. Seguro que nuestra afición va a reconocer el esfuerzo", dijo Mateo. "Tenemos que usar esto como combustible ya que tenemos otro título por delante", recapacitó Campazzo.

Garuba y Lorenzo

Además de todo lo que va a suponer el choque deportivo contra un Barça consciente de la oportunidad de enderezar su propia temporada, está la batalla en los despachos del propio Madrid. Antes de la Final Four, varios de los que están en proceso de renovación se mostraron optimistas con su continuidad. Especialmente Edy Tavares, pero también Mario Hezonja, quien sorprendió mostrando claramente su intención de seguir e incluso bromeando con sus conversaciones con el presidente: "El señor Florentino me amenaza con que siga aquí. Ojalá...". Ambos fueron dos de los jugadores que rindieron a un nivel más bajo ante Panathinaikos, lastrado por las faltas y el poderío de Lessort el MVP de la Final Four 2023 y precipitado el croata, quien no dudó en entonar el mea culpa después.

Es seguro que será la última lucha por la ACB de Rudy Fernández, pero tampoco se descarta que lo sea para otros dos veteranos como Sergio Rodríguez y Fabien Causeur. La continuidad de Poirier tampoco parece garantizada y vuelven a sonar los nombres de Lorenzo Brown un Usman Garuba que regresaría tras su periplo NBA y que, además, proporcinaría una plaza de cupo nacional de las que el Madrid anda necesitado.

Muchas incógnitas sin resolver. Evidentemente, todo hubiera sido más sencillo en los despachos con la Euroliga conquistada. Y menos presión en la cancha en el desafío de la Liga Endesa.

Del “es mi culpa” de Hezonja a la “confusión” con el arbitraje de Chus Mateo: así fue la triste noche del Madrid en Berlín

Actualizado Lunes, 27 mayo 2024 - 00:48

Un año atrás, la euforia era colosal en Kaunas. La canasta de Llull bien lo valía. Dos años atrás, la tristeza era enorme en Belgrado. Esta vez en Berlín, tercera final seguida (no obviar el mérito) tocó otra vez la rabia por la derrota, por lo que se le escapó de las manos a un Real Madrid que se imaginó bien temprano con la Duodécima, cuando mediado el segundo acto mandaba alegre y pletórico por 14 ante el Panathinaikos. Ahí ya habían aparecidos los problemas sin embargo, como larvas que luego pudrirían la fruta, las faltas de los interiores como primer síntoma.

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Estaban avisados con Mathias Lessort, que ya en el WiZink (28 puntos), en la que entonces era la primera derrota del Madrid en Euroliga, allá por finales de febrero, había dominado la pintura. El francés es un portento. Tan poderoso como Tavares y Poirier y quizá más rápido aún. Cuando el africano cometió la segunda falta no habían pasado ni cuatro minutos y Chus Mateo se cogió tal cabreo con los árbitros que vio una técnica. A Poirier no le fueron mucho mejor las cosas. Acabó expulsado y también vio una técnica por protestar en la segunda parte.

Al entrenador madridista, que se mostró "orgulloso" de sus jugadores en todo momento, le extrañó mucho esta circunstancia. No fue una queja radical contra el arbitraje de Rocha, Belosevic y Difallah, pero sí disparó con intención. "Las faltas nos han sacado sin duda del partido. Estoy confuso con el arbitraje. Pronto nos pusimos con faltas con los grandes. Durante el año en Euroliga no nos había pasado. Facu también tuvo muchas faltas, pero en su caso fue cierta frustración (acabó eliminado con cinco). Una técnica a Vince que también le cargaron. Pero son cosas del juego. Hay que saber asumirlo. Seguramente no fue el mejor día en ese aspecto para nosotros. No me quejo, pero uno espera que el nivel sea un poco parejo a la hora utilizar las manos", explicó el entrenador, al que Ataman, como bromeó en la previa, acabó impidiendo meterse en el club de técnicos con dos Euroligas seguidas.

No hubo demasiadas excusas en las entrañas del Uber Arena, donde retumbaban los cánticos enfervorecidos de los aficionados griegos, reyes de Europa 13 años después. "Mentalmente no ha habido problema. Lo hemos intentado, como siempre, hasta el final. Cuando nosotros estábamos acertados, ellos respondían. No nos han dejado encadenar acciones en ataque. Han sido mejores, han estado más acertados y han merecido ganar", admitió un Llull que esta vez comprobó como el héroe era un viejo rival, un jugador con tantas cosas en común con él, el MVP Kostas Sloukas. "No supimos encontrarle solución a la intensidad en defensa que le metieron. Fuimos muy previsibles en ataque, no movimos muy bien la pelota... Podríamos haber jugado un poco más en el interior también. Eso nos ha hecho no ser eficaces en el ataque. Ellos atacaron bien, tuvieron paciencia", reconoció un Facundo Campazzo que lo intentó todo.

Coincidieron las palabras del argentino con una de las claves que también criticó Mateo. Sus jugadores no supieron conectar con sus pívots. "Después del descanso, empezamos a perder el control. No jugamos con la misma disciplina que al principio. Tenemos que crear de dentro a afuera. Pensamos que el camino fácil era jugar sólo de forma perimetral. Y nuestro baloncesto es ganar primero en la pintura. Perdimos cierta agresividad. La zona nos dio un resultado momentáneo, un efecto. Pero Sloukas metió dos tiros importantes", expuso.

La segunda parte fue un completo desastre. El Madrid pasó de 56 en la primera a sólo 26, siete apenas en el tercer cuarto. Un guion parecido al del viernes contra Olympiacos, aunque ahí los blancos lograron mantenerse. Esa precipitación en el perímetro tuvo una cara visible. Mario Hezonja lanzó tantas veces sin sentido. Y sin acierto, uno de siete desde el perímetro. Junto a Yabusele, fue el más señalado. Eso sí, el croata, siempre tan duro en sus declaraciones, no dudó en culparse a sí mismo. "La derrota ha sido culpa mía totalmente, he perdido un título muy importante para mi equipo. Absolutamente. Es la verdad y hay que decirlo como es. En baloncesto si no metes canastas no vas a ningún lado. Se puede hablar de defensas y todas estas mierdas que parecen muy guapas para internet, pero si no metes, no puedes hacer nada. Pero hoy he perdido un título muy importante para mi club. Siempre hablo de corazón. Lo grandes jugadores ganan torneos", dijo en Onda Cero a David Camps.

El amargo adiós europeo de Rudy Fernández

Actualizado Lunes, 27 mayo 2024 - 00:13

Era una conjura por Rudy y por Deck. Por la leyenda que se despedía y por el compañero caído. Pero el adiós fue triste para el balear, incapaz de ser revulsivo esta vez, derrotado en su último partido en Europa.

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Un 24 de octubre de 2006, con el verdinegro de la Penya, aquel fenómeno de pelo ensortijado que unas semanas antes había sido campeón del mundo con España en Saitama, debutaba en una competición en la que se iba a convertir en leyenda. Inició su cuenta en Badalona, precisamente contra el equipo con el que anoche en el Uber Arena dijo adiós, enfrente entonces de tipos como Batiste, Diamantidis, Siskauskas o Becirovic ante el que iba a ser campeón en Atenas, en una histórica Final Four para el baloncesto español con el Unicaja y el Tau presentes. Ese amanecer de Rudy, a las órdenes de Aíto García Reneses y con Ricky Rubio como compinche, aportó 14 puntos. Desde entonces, con el impás de sus años en la NBA y ya siempre con el blanco del Madrid, un total de 348 partidos divididos en 14 temporadas hasta Berlín, en la competición que conquistó tres veces. Cerrando con amargura un círculo inolvidable.

Rudy se despidió tras 10 minutos en cancha y tres corajudos robos que no sirvieron de mucho. Entre puñados de recuerdos, entre los 20 máximos anotadores y asistentes históricos, el quinto con más triples (594), el tercero que más balones robó (367, sólo por detrás de Diamantidis y Calathes) y tantas cosas de esas que no cuentan en la estadística. Imprescindible de la era Laso, de las finales perdidas y dolorosas de Londres o Milán, pero también actor principal en la de 2015 en Madrid y reconvertido en un líder de la experiencia, los intangibles y la defensa en la de 2018 en Belgrado y el año pasado en Kaunas. Curiosamente, esta temporada, aún más replegado en sus labores de inteligencia, pero no menos clave, apenas sumó un par de canastas de dos en toda la fase regular de la Euroliga, donde no fue nunca titular. Eso sí, pasó más por el perímetro con 20 triples.

Aportando «las ganas de ganar» y apretando a sus compañeros «cuando hace falta». «Son capaces de entrenarse pese a las mil batallas que llevan en sus piernas. Los tres se han adaptado a un calendario de 90 partidos transformando sus cuerpos. Han modificado su juego cuando han cambiado sus características físicas. Es para quitarse el sombrero. Chapeau», se rendía su entrenador, consciente del legado que deja Rudy, de ese ambiente de 'Familia' que ha trasladado desde la selección.

Cumplidos los 39, repleto de 'cicatrices' y problemas físicos, el balear afrontó esta despedida en Berlín -aquí alzó hace dos años el Eurobasket con España-, «como si fuera la primera». Y no pudo culminar su tarea. Eso sí, todavía le quedan un par de misiones. Desde el miércoles, la búsqueda de otro título liguero, para lo que el Madrid, con ventaja de campo, deberá derrotar a un descansado Barça en semifinales. Y a partir del 1 de julio, si el físico respeta, llevar a la selección hasta los Juegos en el torneo Preolímpico que se disputa en la Fonteta. En París serían sus sextos Juegos, lo que ningún jugador de baloncesto hizo jamás. Y cumplir así la promesa que le hizo a su padre.

El Panathinaikos arrebata el trono al Real Madrid y es campeón de Europa 13 años después

Actualizado Domingo, 26 mayo 2024 - 23:13

Se le escapó la gloria al Real Madrid en Berlín, esquiva esta vez, arrebatada por un histórico de vuelta. Tuvo que ser el Panathinaikos, 13 años después de su última Euroliga, ante quien cediera el trono el equipo de Chus Mateo. Ante ese Ergin Ataman que empieza a ser el ogro particular. Se derritió inexplicablemente el Madrid, sin referentes ni ideas ni pulmones, en una segunda mitad que le costó carísima. Los griegos, con un imperial Kostas Sloukas y apoyados en la fervorosa marea verde, son campeones de Europa por séptima vez. [80-95: Narración y estadísticas]

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Las Final Four guardan misterios difíciles de resolver. Como que un equipo que amanece con 36 puntos en un cuarto se queda en 26 en toda la segunda mitad, nueve canastas en juego. Un suicidio explicado en la defensa del rival, en su agresividad que no fue capaz de igualar el Madrid, falto esta vez de héroes, horrible y señalado Hezonja, superados sus dos gigantes por el francés Lessort y Campazzo y compañía por los dos americanos eléctricos de Ataman, Jerian Grant y, sobre todo, Kendrick Nunn.

Fue una muerte paulatina la del Madrid, pero igual de dolorosa. Pretendía, al fin, acabar con ese maleficio que indica que desde hace 56 años no es capaz de enlazar dos Euroligas seguidas. Y ahí seguirá, con el honor eso sí de haber disputado las tres últimas finales, de seguir siendo temible pese a todo. Ahora el rey es verde, como en los tiempos de Obradovic.

Pero nada fue así en el comienzo, que se asemejó al de la semifinal contra Olympiacos del viernes. Como si en estas batallas en las que la mayoría duda, el Madrid encontrara el patio de su recreo. Y eso que el ambiente en el Uber Arena, teñido de verde, era feroz en contra. Pero cómo explicar que un chico tímido y sin apenas protagonismo, un canterano llegado de niño desde Senegal y al que su entrenador ha decidido colocar como titular en los cuatro partidos de las dos últimas Final Four anote ocho puntos de carrerilla, incluidos dos triples. O que en el primer acto, pura adrenalina y rock and roll, los blancos se dispararan a 36 puntos de récord, la perfección ofensiva, pese a que Tavares pronto se tuviera que ir al banco con dos faltas con fuerte cabreo (y técnica) de Chus Mateo.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.ODD ANDERSENAFP

El Panathinaikos, como Olympiacos, volvió a encontrarse con un rival lanzado ya desde el amanecer. Eso no es casualidad. De nuevo el plan Mateo, al que sostenía un estupendo acierto, inspiradísimo Dzanan Musa. La máxima llegó tras un par de buenas canastas de la segunda unidad -el Chacho y Causer para el 41-27-, pero el soufflé blanco fue bajando a la vez que Lessort se adueñaba de la pintura. Coincidieron cuatro triples fallados, un robo en primera lídea de Jerian Grant (con antideportiva de Musa) y el subidón de las tribunas. Un parcial de 2-12 y la irrupción de un factor inesperado, pues Lucas Vildoza apenas cuenta para Ataman. Pero el argentino bien conoce a Campazzo. Fue su némesis, acercó a los helenos (46-45), aunque el propio Facu y Musa, con dos triples, volvieron a estirar la cuerda antes del descanso de una noche apasionante, la primera parte con más puntos de una final.

Si Sloukas (nombrado MVP) había cerrado el segundo cuarto, también abrió el tercero. Era el héroe. El veterano llegado este verano desde el eterno rival para devolver al equipo a estas cumbres. El PAO, con Juancho Hernangómez insertadísimo en su pujanza, importante en la intendencia griega (anulando a Yabusele), se estaba subiendo a las barbas de un Madrid cada vez más sufriente. Tavares y Campazzo cometieron la tercera bien rápido y un triple de Nunn al fin dio la vuelta al marcador (56-58).

El Madrid se encontraba de repente totalmente incómodo, sin recordar los resortes que le habían hecho poderoso, sin soluciones con los tres veteranos juntos en cancha, ni canastas (¡siete puntos en todo el tercer cuarto! su peor registro en toda la temporada), con un Hezonja desesperadamente errático, los pívots colapsados (cuarta de Poirier tras una técnica) y Ataman cada vez más seguro.

Las penetraciones valientes del Chacho eran oxígeno momentáneo en una selva de intensidad, pero cuando Lessort hizo la cuarta y Ataman optó por Mitoglou al cinco, fue el griego el que puso la máxima con un triple, extendida por Grant para encender todas las alarmas (65-73). El Madrid optó por la zona para cambiar la tendencia y Llull contestó los dos triples de Sloukas, en un duelo 'old fashion'. Una de las pocas canastas que el PAO concedió en transición, un mate de Tavares, arrimó al Madrid cuando ya visualizaba la orilla (76-79).

Pero ya no hubo más Madrid. Ya no hubo arrebato final, como tantas otras veces. Faltó frescura y talento. Dos hachazos de Nunn, un tipo que fue estrella en la NBA, y el temple del mágico Sloukas hicieron claudicar al rey en Berlín.

La pócima de Sergio Rodríguez en su idilio con las Final Four: “Pasármelo bien y mucha adrenalina”

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 22:44

Ese «cuerpecillo» del Chacho, como lo definió cariñosamente Chus Mateo el viernes en la euforia tras la semifinal, ha vuelto a llegar dispuesto a todo a la hora de la verdad. Han pasado 13 años de su primera Final Four -los mismos desde que el Panathinaikos ganara su última Euroliga, aquella del Sant Jordi- y 14 desde que fichara, por primera vez, por el Real Madrid. Se fue y volvió. Y ni él hubiera soñado que este último baile al que aún no quiere poner fecha de caducidad (aunque su retirada a final de este curso es algo que a nadie extrañaría) hubiera resultado tan asombroso. Pepu Hernández solía hacer un juego de palabras con el nombre de quien fue su pupilo en el Estudiantes y en aquella selección campeona del mundo en 2006. Con las mismas letras que forman el nombre de Sergio también se puede escribir riesgo. Pero hace tiempo que el veterano base es más bien todo lo contrario; es absoluta fiabilidad.

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"Es mi sexta final. A tratar de disfrutarlo", cuenta a EL MUNDO justo antes del entrenamiento del Madrid el sábado en el Uber Arena, con su calma habitual.

¿Cómo haces para mantenerte físicamente sin que parezca que pasan los años?
Con las cosas que me han ido bien en momentos anteriores, eso me ayuda. Más o menos es lo mismo, cosas que han ido bien. Pero también estar muy mentalizado de trabajar durante el año. El acoplarte al equipo, a los compañeros. Los años de cambio son más movidos, los que repites como este las rutinas son más fáciles.
Tu temporada y la pasada han sido muy parecidas en el rendimiento, con ese subidón durante el playoff y la Final Four.
Pero ha sido un año diferente este. El año pasado el equipo tuvo muchos cambios. Como era normal, la adaptación de todos es diferente. Este año ha ido más rodado, bien desde el principio, hemos entendido cómo iba la temporada y los momentos en los que había que estar bien. Y cuando juegas en el Madrid hay que culminar con los títulos.
¿Muchas diferencias entre Olympiacos y Panathinaikos?
Sí. Olympiacos tiene una gran defensa, son muy competitivos, muy físicos. Panathinaikos tiene talento, jugadores desequilibrantes... Tienen mucha calidad. Nuestros partidos contra ellos en temporada son una referencia extraña, hubo bajas en ambos en el primero y el otro, que perdimos en casa, fue justo después de la Copa, no estuvimos al nivel. Será complicado y diferente.
Llevas toda tu carrera dando la sensación de que lo estás pasando genial jugando al baloncesto. Este domingo, si fuera la última, no será diferente, ¿no?
Claro. A pasármelo bien. Y con mucha adrenalina. Estamos todo el año trabajando para este momento. Hay que estar muy concentrados.
¿Hubieras imaginado que tu vuelta al Real Madrid resultara tan exitosa?
Sabía donde venía. Al equipazo que había, con jugadores muy determinantes. Hemos trabajado bien. El año pasado nos llevamos la Euroliga, este otra final ya y queremos hacer lo mismo.

«Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four», le elogia su entrenador, que hace un año, mismo escenario, le comparó con un torero: «Cuando saca la muleta y se pone a torear...». En un par de semanas Sergio Rodríguez cumplirá los 38 y esta es su novena Final Four. En abril nació Roberta y la familia ya es más que numerosa con Carmela, Greta y Sergio. Todos están en Berlín "menos la pequeñita". El Chacho se conoce y se encuentra fresco. Hace más de una década que sigue la misma rutina física, la que comenzó con Joaquín Joan, el preparador de Pau Gasol y tantos otros. «Todo está planificado desde septiembre», cuenta quien decidió poner punto y final a sus veranos con la selección (154 partidos y siete medallas, entre ellas un oro Mundial y otro Europeo y la plata olímpica de Londres) tras los Juegos de Tokio con la vista puesta en lo que está sucediendo, alargar su carrera. Y en noches como la de este domingo (20.00 h.) ante el Panathinaikos, final inédita, en la que el Madrid buscará su Duodécima Euroliga y volver a ganar dos seguidas más de 50 años después.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.CLEMENS BILANEFE

Sergio ha hablado estos días de «aceptar los roles», pero también de esa sensación «tan buena y bonita de cuando ganas, que quieres perseguirla continuamente». Desde que volvió al Madrid, tras su temporada en los Sixers y su paso por CSKA (campeón de Europa en 2019) y Armani (Final Four 2021), ha calcado su hoja de ruta. El año pasado disputó 40 partidos en Euroliga, casi 15 minutos de promedio, 4,9 puntos y 4,4 asistencias. Pero lo mejor lo dejó para el final. El quinto partido contra el Partizán en el WiZink será siempre recordado como uno de los más plenos de su carrera: 19 puntos y seis asistencias para poner en pie al WiZink. En la Final Four de Kaunas también estuvo cumbre, 12 puntos y cinco asistencias al Barça y 15 y nueve en la final contra Olympiacos.

Este año, a pesar de la llegada de Facundo Campazzo, lo ha vuelto a hacer. 31 partidos en Euroliga, 15 minutos por noche, 4,2 puntos y 4,3 asistencias. Pero en el momento clave... «Tengo la confianza de entender que el equipo confía en mí», decía antes de partir a Berlín. Superior en la serie contra el Baskonia y estupendo el viernes ante el Olympiacos, donde Chus Mateo le otorgó los mandos en los últimos minutos cuando los griegos trataban de remontar y había que congelar el tiempo. Sin perder la magia. La noche en el Uber Arena se cerró con asombro, una preciosa asistencia por la espalda del Chacho a Dzanan Musa para terminar con todo.

Rudy dirá hoy adiós a la Euroliga, Llull seguirá y el Chacho... "Jugadores tan buenos mentalmente son capaces también de programarse o de sacar energías nuevas, frescas, desde la pura motivación y desde la capacidad de saber cuándo es el momento para sacar lo mejor", resumía mejor que nadie ayer Sergio Scariolo en Berlín, en declaraciones a Gigantes.