Jaël Bestué termina 35 años después con el récord de España de 200 metros de Sandra Myers

Actualizado Domingo, 29 junio 2025 - 22:40

Héroes y heroínas. Todos. Unos y otras. Atletas y público cociéndose en un horno de un tono cítrico que produce acidez visual. Buena entrada y gran ambiente en las gradas y la pista. Doble heroína Jaël Bestué por sudorosa y victoriosa con un récord de España en los 200 metros (22.19) especialmente valioso porque desbanca los 22.38 de Sandra Myers, que databan de ¡1990! Con ese registro, Jaël hubiera sido bronce en los Juegos de París. Lo mejor de España en el Campeonato por su significación, por la sensación, por la certeza de que el atletismo femenino español se mueve en la buena dirección y con razonable velocidad.

España concluyó la jornada como la empezó: sexta, con 378 puntos, cerca de los 381 de Gran Bretaña, mientras Italia, Polonia y Alemania ocupaban el podio. A pesar de Jaël, y en ese juego de contrastes, de compensaciones y descompensaciones, el equipo no terminó de remontar con algunas de las pruebas que más le favorecían. En los 1.500, Águeda Marqués fue séptima. Y su pareja, Adrián Ben, cuarto. Águeda sufrió especialmente la numerosa participación. Con 16 mujeres apelotonadas, en una carrera lenta, táctica, quedaron 10 para el envite final. Águeda sufrió un par de tropezones y se vio encerrada.

Thierry Ndikumwenayo, el mejor marquista de los participantes en los 5.000, se movió con prometedora soltura, con imagen de dominio. Su largo y sostenido ataque final pareció asegurarle el triunfo. No aguantó y sólo pudo ser agónico tercero. Ahí se enterraron las últimas posibilidades de España de podio, mientras Fátima Diamé, decepcionante, terminaba octava en el salto de longitud. Marta Serrano, hija de un ilustre como atleta y entrenador, Antonio Serrano, cuarta en los 3.000 obstáculos, sí respondió a lo que se esperaba de ella.

La gente se aprestaba a vivir una bonita traca final con los relevos mixtos 4x400. Nada iban ya a remediar, pero podían dejar un buen sabor de boca. Manuel Guijarro, Blanca Hervás, Julio Arenas y Paula Sevilla hicieron todo lo posible. Y, sí, en cierto modo hubo traca. España terminó cuarta, pero con récord nacional (3:10.48). La puntuación final del Campeonato no la acerca al cuarto puesto de hace dos años. Pero, poniéndonos optimistas, tampoco la aleja demasiado. Hay que perseverar.

El 'maillot' desteñido

El ‘maillot’ desteñido

Los mejores ciclistas españoles no han participado en el Campeonato de... España. Ni Juan Ayuso, ni Carlos Rodríguez, ni Enric Mas, ni Pello Bilbao (excluimos a Mikel Landa, convaleciente) han tenido a bien tomar parte en ese encuentro anual reservado sólo a compatriotas y consistente en perseguir en buena lid el honor de vestir el maillot con los colores de tu país. Una distinción que convierte al poseedor de la prenda en alguien único e irremplazable durante todo un año. En cierto modo, durante toda una vida.

El Campeonato nacional de un deporte individual es algo más que una competición: una ceremonia de índole íntima dentro de su exposición pública. Pero el profesionalismo y el patriotismo no siempre se llevan bien en estos tiempos de valores líquidos y principios gaseosos. El ciclismo y el deporte en general también experimentan (¿sufren?) su "cambio climático" y se han globalizado a causa y como consecuencia de la difuminación y casi el intercambio y superposición de fronteras. La geografía no ha desaparecido, pero encoge. Se contrae y comprime. Lo interior y lo exterior se unen hasta confundirse. El sentimentalismo retrocede ante el pragmatismo. A menudo es sustituido.

En esta España políticamente fragmentaria y disolvente, ser campeón nacional ha perdido atractivo y prestigio. El maillot destiñe. Desde la óptica puramente ciclista, la carrera, incrustada, como los otros campeonatos nacionales en Europa, en un calendario minuciosamente programado, resulta un incordio, un trastorno. Altera la preparación, en especial para quienes van al Tour, desvía la atención de lo principal a lo secundario y, en definitiva, impone un paréntesis no deseado en el ritmo general.

Logos comerciales

Además, los patrocinadores se quejan de que el jersey nacional obliga a reducir el tamaño de los logos comerciales. Y eso que nuestro maillot es una acomplejada camisola frente a las del resto de países, cuyos campeones van, literalmente, envueltos en una bandera. El de Alex Aranburu, campeón saliente, era una estrecha franja en el pecho y la espalda, y una sucinta en las mangas. Había muy pocos colores y mucho Cofidis. Por otro lado, gran parte de la clase alta del ciclismo español milita en conjuntos extranjeros, de ahí el fastidio del tamaño del logo. Para esos equipos, el Campeonato de España es un cónclave doméstico, un asunto de familia que en casi nada les atañe ni beneficia.

Así las cosas, como una forma de prestigio recíproco, el Campeonato coronó a Iván Romeo, que, en el descenso a Granada, soltó a Parra y Barceló bajo una chichacherra. El chicarrón del Movistar está mostrando esta temporada una enorme versatilidad. No es sólo un contrarrelojista. En una carrera de casi 200 kms. y 3.782 metros de desnivel, mostró una superioridad física y una capacidad estratégica de primer orden. Dejó a Fernando Barceló (Caja Rural) a 56 segundos y a Roger Adrià (Red Bull) a 1:53. Al Campeonato le viene bien que triunfe un corredor del único equipo español de primera categoría. En cierto modo, Iván lo ha salvado y cubierto la baja de Enric Mas a quien, en principio, le venía mejor el recorrido.

El maillot destiñe menos cubriendo sus anchas espaldas.

El relevo femenino 4x100 salva la papeleta de España en la segunda jornada del Europeo por Equipos

El relevo femenino 4×100 salva la papeleta de España en la segunda jornada del Europeo por Equipos

España se levantó segunda y se acostó sexta, aunque con posibilidades de acceder al podio. Italia, con 290 puntos, se aleja de Alemania (266), Polonia (256,5), Países Bajos (253,5) y Gran Bretaña (252). En una jornada agridulce, España (249 puntos) está cerca de estos cuatro equipos gracias sobre todo a unos soberbios relevos 4x100 femeninos, resueltos con un segundo puesto, tras Países Bajos (42.02), y un récord nacional: 42.11. Esperança Cladera lo hizo muy bien. Un defectuoso cambio de testigo entre Jaël Bestué y Paula Sevilla impidió tal vez la victoria. La rascó, enérgica, entusiasta como siempre, Maribel Pérez.

Hubiera mejorado España el puesto o, al menos, la puntuación si Daniela Fra no se hubiese caído en los 400 metros vallas cuando iba primera a la entrada de la recta. Se llevó el obstáculo por delante con la pierna de atrás, la izquierda. Iba muy cansada.

El equipo tocó suelo con ella, decimoquinta y con María González Sanchís, decimocuarta en el triple salto (¡Ay, Peleteiro!) No tocó el cielo con nadie, aunque, dicho está, lo rozó con las chicas del 4x100. Quique Llopis, cuarto en los 110 vallas, fue víctima de errores técnicos en el paso de los últimos obstáculos, cosa rara en alguien tan técnico. No es la primera vez que le ocurre esta temporada. En este juego de sorpresas negativas y positivas que definen una competición como este campeonato, Diego Casas, cuarto en el disco (64,77), compensó el semifiasco de Llopis. Los demás españoles se movieron en toda clase de puestos intermedios.

Ilusiones de podio

Mención negativa para Lester Lescay, uno de los puntales del equipo, en el salto de longitud. Empezó con dos nulos, se vio obligado a asegurar para puntuar, realizó unos pobretones 7,80 y acabó noveno. Rozó un desastre en el que cayó de lleno el representante de Países Bajos, el equipo que empezó la jornada como líder. Después de todo, España le recortó ocho puntos. He ahí el ejemplo de cómo un mal momento puede resultar positivo en una competición jugada a múltiples bandas, que sólo adquieren su valor real no por sí mismas, sino en comparación con las otras.

España, en resumen, salvó la papeleta en la jornada teóricamente menos favorable. Mantiene aún, pues, ilusiones de podio a la espera de la, también teóricamente, la más beneficiosa, la dominical y última. En una competición de esta naturaleza, las marcas son menos importantes que los puntos. Pero, claro, las mejores marcas aportan más puntos. Incluidas las fascinantes carreras tácticas, distintas de las vertiginosas pero rutinarias de los mítines. La mejor marca del día corrió a cargo de Militiadis Tentoglou en el salto de longitud: 8,46.

Domingo ardiente en la temperatura y en la pasión que despierta una competición abierta a todas las emociones.

España da la talla con el calor: segunda del Europeo por Equipos tras la primera jornada en Madrid

España da la talla con el calor: segunda del Europeo por Equipos tras la primera jornada en Madrid

España dio la talla y, como era de esperar, tuvo de todo, mayoritariamente bueno, en la primera jornada, ya en el estadio, del Campeonato de Europa de Atletismo por Equipos. Del primer puesto del inabordable Mohamed Attaoui en los 800 metros (1:44.01) al 12º del discreto Kevin Arreaga en el lanzamiento de martillo (69,19), nuestro atletismo recorrió en la pista, como Don Juan Tenorio en el amor, toda la escala social. Y acabó la jornada en segundo lugar (134 puntos), por detrás de Países Bajos (165,5) y por delante de Italia, que nos pisa los talones con 133.

Marta García (15:58.53) fue segunda en los 5.000 tras Nadia Battocletti. Misma posición que Dani Arce en los 3.000 obstáculos (8:22.04). Paula Sevilla acabó tercera en los 400 (50.70, marca personal) dominados por la imperial Femke Bol (49.48).

El calor no corría, no saltaba, no lanzaba. Pero fue el protagonista pasivo de la jornada. Despobló las gradas al sol, con el público concentrado en las zonas de sombra, bajo la visera del estadio. No afectó, sin embargo, a las marcas y al rendimiento, excepto, lógicamente, a las pruebas de largo aliento, los 5.000 femeninos y los 3.000 obstáculos masculinos. En los 5.000 se dispuso en la misma pista una mesa con botellas de agua, como si de un maratón se tratara. Algunas chicas acabaron para el arrastre.

Proliferaron los buenos registros, empezando por los mencionados 49.48 de Bol en los 400. Tres hombres superaron los 80 metros en el lanzamiento de martillo, con victoria del ucraniano Khokan Mykhaylo (81,66). La neerlandesa Jessica Schilder pasó de los 20 metros en el peso (20,14).

Hará más calor aún el sábado y el domingo. No importa. Parece que nos va bien.

Un atleta y un país por prueba en el atletismo de selecciones

Un atleta y un país por prueba en el atletismo de selecciones

Madrid acogerá desde hoy y hasta el domingo el Campeonato de Europa por Equipos de Atletismo, una competición heredera a partir de 2008 de la Copa de Europa, y que premia lo colectivo por encima de lo individual.

Naturalmente, las actuaciones individuales determinan el resultado general. Pero el interés reside y el énfasis se pone en el emocionante y continuo baile de números. Puntos que, entre lo lógico y lo sorprendente, se ganan por aquí y se pierden por allá, para, en el conjunto de las categorías masculina y femenina, determinar qué países ocupan el podio y cuáles, tres también, descienden a Segunda División.

La competición, en Vallehermoso

A la competición le aguarda el jueves un estreno aristocrático con el salto con pértiga, masculino y femenino, en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real. Un marco urbano bellísimo, artístico, promocional de la ciudad y una forma cada vez más frecuente de sacar el atletismo a la calle y acercarlo al ciudadano. El viernes, el sábado y el domingo, la competición se desarrollará en el viejo-nuevo estadio de Vallehermoso, un templo del atletismo español.

La fórmula de un atleta por prueba beneficia a España, que carece del fondo de armario de varias de las 16 naciones participantes: España (cuarta en el año 2023), Alemania, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Lituania, Países Bajos, Reino Unido, República Checa, Polonia, Portugal, Suecia, Suiza y Ucrania.

Nosotros tenemos algunas bajas importantes. En especial, todavía con molestias, Jordan Díaz, campeón olímpico de triple salto. También, lesionada, Yulenmis Aguilar (jabalina). Y, además, Ana Peleteiro, ausencia de última hora a causa de unas misteriosas razones personales «de fuerza mayor». Muy importantes tienen que ser para que Ana se vea obligada a privar de su concurso al equipo. Incluso una Peleteiro de bajas prestaciones, inferior a sí misma, hubiera aportado al acervo común unos puntos preciosos.

A pesar de las circunstancias, España no carece de recursos ni de posibilidades. Cuenta con Mohamed Attaoui (800), espléndido en este comienzo de temporada, Adrián Ben y Águeda Marqués (1.500), Quique Llopis (110 vallas), Lester Lescay y Fátima Diamé (longitud), Thierry Ndikumwenayo (5.000), Dani Arce (3.000 obstáculos) y los relevos 4x100 femeninos y 4x400 mixtos, con algunas de nuestras «chicas de moda»: Maribel Pérez, Jaël Bestué, Paula Sevilla, Carmen Avilés, Blanca Hervás...

La competición posee el añejo y nostálgico aroma de los enfrentamientos patrióticos. Casi una excentricidad en estos tiempos. En su originalidad a contrapelo, no le sobran estrellas. Pero, desde luego, no le faltan en absoluto, no pocas de máximo nivel olímpico y mundial en carreras, saltos y lanzamientos. No es fácil reunirlas, y menos por estos pagos. En Vallehermoso veremos a Miltiadis Tentoglou, Mattia Furlani, Simon Ehammer, Leonardo Fabbri, Emmanouil Karalis, Konrad Bukowiecki, Daniel Stahl, Julian Weber... Y un lujoso elenco femenino encabezado por Yaroslava Mahuchikh y Femke Bol, escoltadas por Malaika Mihambo, Nadia Batocletti, Ewa Swoboda, Lieke Klaver, Nadine Visser...

Unos países se lo han tomado más en serio que otros. Pero, en cualquier caso, todos poseen la suficiente entidad como para convertir este Campeonato de Europa por Equipos en un acontecimiento relevante. Mucho más en España, deficitaria en eventos atléticos de gran fuste. Un regalo para la vista y un placer para el paladar del buen aficionado.

Ni futuro ni presente

Ni futuro ni presente

El fútbol lleva décadas teniendo futuro en Estados Unidos sin que aún haya logrado lucir presente. Más o menos oficialmente se le considera el quinto deporte del país, tras el "football" (americano), el béisbol, el baloncesto y el hockey sobre hielo. Deportes de equipo, se entiende. A nadie que no sea un forofo ciego a todo cuanto se halle extramuros de su monóculo monocromático, se le ocurre situarlo por encima del atletismo, la natación, la gimnasia, el esquí, etc., que proveen sin interrupción al mundo de inagotables legiones de campeones "made in USA".

Es cierto que el "soccer" se practica mucho por esos pagos, pero como actividad escolar, de formación, de entretenimiento y recreo. No es menos cierto que la Selección femenina USA ha obtenido notables éxitos. Pero de un modo casi inercial en un ámbito mucho menos extenso, profundo y exigente que el masculino.

El fútbol, por mucho que se empeñen quienes lo catalogan de "deporte rey", ignorando que le importa un bledo a la mitad de la humanidad, por no decir las tres cuartas partes, no enloquece a los sobrinos del Tío Sam. No alzó el vuelo cuando Henry Kissinger, que era alemán (bávaro, por más señas) y, por lo tanto, miembro de una sociedad futbolísticamente vieja y plena, intentó hacer del Cosmos neoyorquino la locomotora en USA del balón universal. Ni Pelé, ni Beckenbauer, ni Cruyff (en Los Angeles Aztecs y el Washington Diplomats), ni otras estrellas ya mortecinas, surtieron el efecto perseguido.

Estiraban económicamente sus carreras en provecho propio. No iban en misión evangelizadora o didáctica. Mucho menos de conquista de un territorio lejano y ajeno. Objeto de curiosidad más que de interés, figuras animadas de pedestal y museo, no consiguieron alumbrar una pasión siquiera embrionaria en una ciudadanía volcada, en su sentido del espectáculo, con otros deportes que ofrecen marcadores abultados, no rácanos.

Tampoco la Copa del Mundo de 1994 sirvió para modificar una realidad social desinteresada. El fútbol no forma parte de la tradición y la mentalidad estadounidenses. Ni Messi con sus chispazos epilogales, ni Busquets, ni Suárez, ni Alba y compañía las van a cambiar.

Este artificioso Mundial de Clubes sólo está registrando buenas entradas, con la contribución de las hinchadas extranjeras, en las sedes con amplia población de raíces hispanas: Los Angeles, Miami, Nueva York. Un colectivo que supera los 65 millones de personas. Ese creciente segmento demográfico no aumentará la popularidad del fútbol. Los latinos no inmigrantes, los ya nacidos en EE.UU, se incorporan de cuna a la cultura deportiva imperante. Se integran en su maquinaria con la misma naturalidad que en los demás órdenes de la vida cotidiana.

El "soccer" no cala en la inmensidad autóctona de la América profunda de cualquier color e ideología. La próxima Copa del Mundo de 2026, compartida además con México y Canadá, tampoco abrirá el porvenir al fútbol en una nación que ni lo entiende ni lo necesita. Supondrá una presencia que no ascenderá a esencia.

Parafraseando al progresista cabecilla del Putiferio Sanchista Obsceno Español, no hay que elevar la anécdota a categoría.

Duplantis bate el récord del mundo de pértiga por duodécima vez

Duplantis bate el récord del mundo de pértiga por duodécima vez

Armand Duplantis era el nombre anunciado y Estocolmo la ciudad elegida. "Mondo" no había batido ninguno de sus once récords del mundo de salto con pértiga en su país, en Suecia. Su estado de forma, sus ganas y, prácticamente, su anuncio presagiaban, prometían acabar con esa especie de anomalía deportivo-patriótica. Y así sucedió. Duplantis, en la séptima escala de la Diamond League, se elevó por encima de los 6,28, un centímetro más de los 6,27 conseguidos el 28 de febrero en la pista cubierta de Clermont Ferrand.

Lo hizo en el primer intento, y era su quinto salto. No había necesitado más. Ni siquiera llegó a cansarse. Empezó, para calentar, en 5,60. Lo salvó a la primera. Y también los 5,80, los 5,90 y los seis metros. En los seis había caído el australiano Kurtis Marschall. Un compañero, no un rival. Duplantis no tiene rivales. Tiene compañeros, colegas, amigos... Pero no adversarios, en ese sentido de competitividad, de pugna entre pares que posee la palabra y admite el concepto.

Se quedó solo, pues, Duplantis, como es lógico, habitual e inevitable. El brinco, liviano en su potencia, sutil en su grandeza, propio de un hombre alado, casi ingrávido, se aproxima un poco más a otra de esas fronteras inimaginables: los 6,30. Nadie duda de que la franqueará. A ese respecto, en el mundo del atletismo hay consenso, no debate. En todo caso, el debate puede plantearse en torno a si Duplantis, de 26 años, superará los 6,50.

El día fue una fiesta nacional sueca. Andreas Almgreen, en la estela triunfal de Duplantis, batió el récord de Europa de los 5.000. Se lo arrebató a Mo Katir. Realizó 12:44.27 por 12:45.01 que el español poseía desde julio de 2023.

El movimiento continuo

El movimiento continuo

El movimiento continuo existe. Lo escenifican dos esferas: el planeta Tierra y un balón de fútbol. La Tierra lleva así, girando y desplazándose, 4.500 millones de años. El balón, que fascina a 4.500 millones de personas, la mitad de la población mundial, bastante menos. Pero rueda en tal cantidad de competiciones de clubes y de selecciones, algunas de nuevo cuño y otras de viejo pero ampliadas, que parece imposible que existan fechas disponibles para ubicarlas y futbolistas bastantes para servirlas.

Pero el dinero, como el Diablo, hace prodigios. No puede comprar el tiempo. No puede desfigurarlo por prolongación, ampliación o ensanchamiento. Pero, redistribuyéndolo, ahormándolo, lo flexibiliza. Y con él a cuantos se mueven dentro de sus estrictos márgenes.

Este mastodóntico Mundial de clubes, creado contra toda lógica en un calendario saturado, es por encima de todo el del dinero. Argumento contante y sonante, persuasivo hasta lo incontestable, seductor hasta lo irresistible, que convence a equipos descontentos y jugadores cansados para que se embarquen en una aventura incierta dentro de un país desinteresado. Incluso el último mono de la competición sacará tajada de los 1.000 millones que se derramarán sobre los participantes, atraídos al certamen como las mariposas a la luz. O, más prosaicamente, como las moscas a la miel.

La fiebre del oro mundialista sumió a los clubes en la agitación, el desasosiego y la impaciencia. Desatascó operaciones calmosas, adelantó urgencias aplazadas y aceleró el mercado de fichajes, muchos de los cuales debutarán de golpe y porrazo en la competición. Suprimió las pausas, acortó los plazos, alteró los ritmos y precipitó los acontecimientos.

El torneo flaquea en la universalidad que justifica geográficamente el nombre de Mundial. Sobran equipos marginales en el mapa del gran fútbol internacional, que penarían en las primeras fases de la Champions o incluso de la Libertadores. Y, víctimas del mejorable sistema de invitaciones, faltan algunos de los mejores del orbe, con sus correspondientes estrellas individuales. Para empezar, los recientes campeones de las Ligas española, inglesa e italiana.

Nervioso, inquieto, apremiado, el Madrid acude al Mundial en un estado de necesidad deportiva y avidez económica. Las dos caras de la misma moneda. O la sola cara de la única moneda. Supeditado más que ningún otro club a la simultánea exigencia de los títulos y los balances, precisa de los títulos para ganar más dinero, y del dinero para fichar a más y mejores jugadores que le proporcionen títulos. Eso también remite al movimiento continuo.

Xabi Alonso, recién aterrizado, no quería empezar sometido, sin calentar antes, a semejante presión en un evento metido con calzador en la programación anual e incorporado brusca y preferencialmente a los objetivos blancos. Pero se ha plegado a Florentino, a quien le pueden las prisas por restañar heridas y pasar página. En la autocracia madridista, que se inmiscuye hasta apropiársela en la parcela técnica, impera también un decente sentido de la responsabilidad que la redime de sus excesos. Valdebebas, por suerte para el Madrid, no es Moncloa.

Pogacar apabulla otra vez con su segunda victoria consecutiva en el Critérium Dauphiné

Pogacar apabulla otra vez con su segunda victoria consecutiva en el Critérium Dauphiné

Se repitió la historia. Bueno, no. Fue la misma historia, fue su continuación, no su repetición. Tadej Pogacar aceleró y se acabó, repetida o no, continuada o no, la misma u otra, la historia. Jonas Vingegaard, admirable en su esfuerzo, agachó la cabeza y punto final.

Trepaban ambos, en compañía de una treintena de ilustres, por la última dificultad de la etapa, la Montée de Valmeinier 1.800. Perseguían a un Romain Bardet que está dando las últimas pedaladas de su vida deportiva. Se retirará en este Dauphiné, en el que, orgulloso, profesional, ha asomado varias veces la testa antes de humillarla por la fuerza de los hechos. Ya en el Tour ejercerá de comentarista. Formó con Thibaut Pinot y Warren Barguil el trío de aspirantes a devolver a Francia el trono de la Grande Boucle. Estuvieron bastante cerca, pero no remataron, y todavía, ¿hásta cuándo?, y desde 1985, Bernard Hinault se mantiene como último francés en reinar en la Corte gala (y mundial) del ciclismo.

Merecía Bardet esta digresión a modo de homenaje. El grupo de notables lo atrapó a falta de 13 kms. para la llegada, situada en la mismísima cima del puerto, un obstáculo hors catégorie de 16,5 kms. de longitud, con una pendiente media de 6,7% y una máxima de ocho, en el ese macizo en el que, según tires por una carretera u otra, acabas en el Galibier o en el Télégraphe. No era tan duro como la Madeleine o la Croix de Fer, que se habían subido previamente, pero seguía siendo muy exigente y, además, las piernas de todos venían acusando esos esfuerzos anteriores. Puro desgaste.

La etapa había comenzado como se descorcha una botella de espumoso. Un estampido, un surtidor de espuma y el líquido que se derrama hacia las copas. La gente salió de estampida. El primero... ¡Campenaerts! Una excentricidad. Una broma. Atacaban, respondían, se juntaban, se separaban Kuss, Johannessen, Lutsenko, Buchmann, Armirail, Paret-Peintre, Jorgenson, Traeen, Higuita, Healy, Buitrago, Romeo...

Estábamos en la Madeleine, 246 kms. al 6,2% de media y con una pendiente máxima del 10%. Bajaron todos la Madeleine y luego ascendieron la Croix de Fer (22,4 kms. al 6,9% de media y al 10% de máxima. Bajaron la Croix de Fer y muy poco después, luego de un ancho valle con subiditas precursoras del envite final, afrontaron Valmeinier. Ya habíamos visto al honrado y esforzado Bardet, muy cerca, además, de su terruño, despidiéndose del ciclismo antes del definitivo adiós del domingo.

El grupo fue adelgazando y quedándose como un silbido. Cuando atacó Sepp Kuss, compañero de Vingegaard en el Visma, pensamos que podría establecer una cabeza de puente para el danés. Detrás tiraba Sivakov, el único amigo que le quedaba a Pogacar. Pero el esloveno, que hizo de aguador para su compañero, no necesita a nadie. Es autosuficiente. Kuss duró un suspiro. Y entonces, a 11 kms. de la meta, saltó Tadej.

En realidad, él no salta. Ni demarra. Sólo acelera. Y basta. Vingegaard, de nuevo, no pudo seguirle. Y menos Evenepoel. El pelotón ya no merecía en absoluto tal nombre. Estaba completamente diseminado. Pogacar mantenía las distancias y Vingegaard, pese a todo el tipo. No perdía mucho, aunque sí lo suficiente. Al final, Tadej aflojó un poco, seguramente no por falta de fuerzas, y Jonas, exhausto, eso sí, terminó a 14 segundos. Lipowitz, a 1:21. Johannessen, a 2:26. Evenepoel, a 2:39. Enric Mas fue séptimo a 3:48. Y Carlos Rodríguez, noveno a 3:51, como Paul Seixas, undécimo. En la general manda Pogacar con 1:01 sobre Vingegaard. Lipowitz está a 2:21. Evenepoel, a 4:11. Noveno es Carlos Rodríguez a 7:41. Décimo, Enric Mas a 7:43. No se les ha visto mucho. Pero ahí están. Confiemos en que, en la última etapa, lucen algo más.

Décima victoria de la temporada para Pogacar. Y 98 de su carrera. Si redondea el Dauphiné con la última etapa y la general, alcanzará las 100. Una cifra redonda en sí misma y más aún por la categoría de los triunfos. Tadej sigue incrementando su leyenda en vida. Una vida deportiva aún corta que afronta el reto de ser en el futuro aún más radiante que en el pasado y el presente.

Pogacar deja sin respuesta a Vingegaard y recupera el mando en el Criterium Dauphiné

Pogacar deja sin respuesta a Vingegaard y recupera el mando en el Criterium Dauphiné

Tadej Pogacar sustituye la emoción por el asombro sin reservas. La incertidumbre, por la admiración sin límites. Despoja a la carrera de esa competitividad entre iguales o entre similares que la convierten en una incógnita de cara al resultado. En la subida a la primera de las dos cotas encadenadas de segunda categoría, la de Domancy, forzó la marcha sin alzarse sobre los pedales y dejó tirado en el acto a Jonas Vingegaard. Por detrás, ya había cedido Remco Evenepoel, que viajaba en compañía de Lipowitz, Jorgenson y Wellens.

La subida no era nada del otro mundo: 2,4 km, a nueve de la meta, al 8,6% de promedio. Pero fue suficiente. Pogacar no tuvo oposición, no tuvo contestación, no tuvo rivales. Alcanzó a Alex Baudin, superviviente de la fuga del día, y lo mandó al desguace. En la segunda cota, la de Cry (2,7 km al 8%), que coronaba el trazado de la jornada, alzó los brazos con la alegría del vencedor y la naturalidad de la frecuencia. Vingegaard llegó a 1:01. Luego, diseminados. Lipowitz a 1:22, Jorgenson a 1:30, Evenepoel a 1:50, etc. Pogacar se viste de amarillo por delante de Vingegaard, a 0:43; Lipowitz, a 0:54; y Evenepoel, a 1:23.

La etapa, 127 km., la más corta en línea de las ocho del Criterium Dauphiné, hizo, bajo el impulso de Lipowitz, una selección en el Mont Saxonnex, el primer puerto de primera de esta edición del Dauphiné. Mantuvo la escapada de Michael Leonard y Baudin, y depuró el pelotón dejándolo compuesto por una treintena de unidades.

Pensando en la imponente etapa del sábado y la tremenda del domingo, la de este viernes entre Valserhone y Combloux no parecía destinada a establecer ya diferencias entre los grandes. Pero Vingegaard, Evenepoel y compañía se han rendido a las primeras de cambio. Aparentemente sin lucha. O sin la suficiente, aplastada por la impotencia. Se diría que sin rebeldía, aunque la superioridad de Pogacar es tal que minimiza las reacciones y los gestos ajenos, dando a impresión de que la resignación se impone en todos por encima del espíritu y el deber de lucha.

Tadej obtiene su novena victoria de la temporada (43ª del equipo UAE) y la 97ª de su historial. No es descabellado pensar que, entre el sábado, el domingo y la general, llegue esta misma semana a las 100. Ha propinado un contundente golpe moral a Vingegaard y, sobre todo, a Evenepoel, que sigue sin ofrecer garantías en la montaña, aunque la de este viernes no asustase demasiado. Cuesta admitir que en una etapa de, en el fondo, medio tonelaje, Tadej haya barrido de un solo y casi desdeñoso escobazo a sus adversarios. Esto no puede acabar aquí y así.

El sábado nos trae tres colosos de categoría especial: la Madeleine, la Croix de Fer y Valmeinier, donde concluye el recorrido. Un trazado digno de las grandes jornadas del Tour. Necesitamos confiar en una reacción de los primeros (segundos) tenores.

Necesitamos confiar en que no haya terminado todo. Las diferencias no son muchas, es cierto, pero se antojan irrecuperables. Hay un monstruo en el pelotón que come ciclistas.