Mads Pedersen gana, de rosa, su tercera etapa en cinco días
Ganar, ganar y volver a ganar. Esto no es fútbol. Esto es ciclismo. Y éste es Mads Pedersen ganando su tercera etapa en cinco días de carrera y sumando puntos en las metas volantes. Viste de rosa y también podría vestir de morado. Viste de doble gala. Ganar vestido de rosa es como ganar dos veces en una. El aficionado y el periodista ven al primero de la clasificación adelantarse a todos como si no pudiera darse otro resultado, como si el rosa no fuera un color, sino un certificado. Vencer por mandato íntimo, aunque dejando atrás sólo por un cuarto de rueda a un sorprendente, por inopinado, Edoardo Zambanini. Y un poquito más lejos a un esperado pero insuficiente Tom Pidcock. Y más atrás, no mucho tampoco, al también sorprendente Orluis Aular, la revelación del Movistar, que está al plato y a las tajadas. Al plato de los sprints clásicos y a los que se resuelven después de breves y abruptas pendientes.
Ese final electrizante y violento coronó, como estaba cantado, una etapa inevitablemente perezosa, y así admitida, hasta su desenlace. Mereció la pena el contraste. Entre Ceglie Messapica y Metera, de 151 kilómetros, no ocurrió nada hasta que los corredores, a 30 de la llegada, toparon con puerto de cuarta por su brevedad (tres kms.), pero de segunda por su dureza (10%). El Montescaglioso.
No significaba nada que Lorenzo Milesi (Movistar), Giosue Epis (Arkea) y Davide Bais (Polti) emprendieran desde muy temprano un viaje sólo útil publicitariamente. Nunca pasaron de dos minutos y medio de ventaja. Ni lo pretendieron. ¿Qué hacía Milesi, un hombre para el Top-10 metido en aventuras sin futuro?
El puerto, primera criba, dejó fuera de juego a los velocistas. Fueron desprendiéndose del grupo, que goteaba. Milesi y Bais, que habían abandonado hacía tiempo a Epis, coronaron en cabeza demorando un poco la sentencia. Cayeron del todo a 13 kms. de la meta. Allá arriba esperaban, ceñudos, hermosos, salvajes, los riscos medievales de Matera.
El UAE (Vine, Del Toro, McNulty, Majka) rompió las hostilidades. ¿Iba a atacar Ayuso? No. No estaba lo suficientemente cerca. Sólo se trataba de endurecer la carrera a ver qué ocurría. Y ocurría que Roglic, que siempre anda, con equipo o sin él, por delante, pareció echar un órdago. Desistió pronto. Y ocurría que Mathia Vacek, jersey blanco de mejor joven, forzó tanto que despeñó a Pedersen. Fuego amigo. El danés se quedó tan atrás que parecía imposible que pudiera remontar. Lo hizo con el resultado conocido. Según confesó, sufrió como un perro. Pero está tan fuerte que se izó por encima de sí mismo. Cuando lleguen las grandes cumbres cederá la "maglia". Entretanto, la "maglia" no le cede a él.