Mejor que en el debut ante Nishioka, el español superó al búlgaro por la vía rápida
Carlos Alcaraz salió a la pista central del Masters 1.000 de París con el acelerador pisado. El murciano entró como un vendaval y antes de que Grigor Dimitrov se diera cuenta ya tenía un 3-0 en contra con dos roturas de servicio en la mochila. El estruendoso inicio del pupilo de Juan Carlos Ferrero marcó el tono del resto del partido, que se esperaba más nivelado y se jugó como si la pista estuviera inclinada hacia un lado. Triunfo comodísimo (6-1, 6-3 en 71 minutos) y pase a cuartos de final, donde se enfrentará a otro niño maravilla, Holger Rune.
Brilló Alcaraz, más fino que en el debut ante Nishioka, y dimitió Dimitrov. La única duda es si salió así de vestuarios o el empuje del murciano lo desarmó nada más empezar. Porque al búlgaro le queda lejos aquel tiempo en que llegó a ser número tres del mundo (ahora es 28º y no pisa el Top 10 desde 2018), pero venía de ser semifinalista en Viena, donde solo cedió ante Medvedev. Lo cierto es que el partido fue en una sola dirección.
Alcaraz se llevó por delante lo poco que Dimitrov puso sobre la mesa. El del Palmar tiene una habilidad desarmante para voltear los puntos, y poco a poco transformar buenos golpes defensivos en un puñetazo que coge descubierto a su rival. Así fraguó las dos primeras roturas ante Dimitrov, donde ya se pudo intuir que no sería su tarde. A poco que el búlgaro no lograba romper pronto la defensa, se enganchaba en la telaraña. De los 33 puntos que se jugaron a más de cuatro golpes, Alcaraz se llevó 27.
Dimitrov dio las primeras señales de vida en el quinto juego, metido ya en un agujero del que al menos en el primer set no tendría salida. Podía ser un punto de inflexión, una ventanita por la que entrar al partido, pero solo fue un espejismo. Si hacía falta otra señal de lo cómodo que se sentía Alcaraz fue verlo quitándose el vendaje de la rodilla izquierda. Ni molestias, ni precauciones. Con otra rotura, fulminaba la primera manga.
Poco Dimitrov, demasiado Alcaraz
El cambio de set le sentó bien a Grigor Dimitrov, que salió algo más entonado. Prueba de ello fue su primer bola de break. Prueba de lo seguro que estaba Alcaraz fue que la salvó con un saque directo, el primero de tres puntos seguidos para solventar lo más parecido que había tenido a un apuro. El murciano tenía el partido bajo completo control.
Tan seguro, quizá, que hubo un momento en que bajó la guardia. Fue el único momento, no más de diez minutos, en que Dimitrov tomó el mando del encuentro. Dio tiempo para consumar su primer (único) break y colocarse con un 15-40 para sumar un segundo. La derecha se quedó en la red. Las dos bolas de rotura se esfumaron. Y el búlgaro, fallón, inconsistente toda la tarde, bajó definitivamente los brazos.
Difícilmente Alcaraz podría haber pedido un estreno más plácido. Dos partidos resueltos en dos sets y poco más de 70 minutos cada uno. Mientras tanto, las derrotas de Rafa Nadal o Casper Ruud allanan el camino para terminar la temporada como número uno del mundo. Pero antes, para asegurarse llegar a las Finales en lo más alto, necesita por ahora ganar en París. En cuartos de final espera Holger Rune, que se deshizo de Andrey Rublev por 6-4 y 7-5. El noruego, compañero de generación (2003), llega en trayectoria ascendente. Solo en el último mes ha enlazado tres finales seguidas en pista cubierta: Sofía, Estocolmo, donde derrotó en la final a Tsitsipas, y Basilea, donde solo cedió ante Auger-Aliassime.