La madre de Muhammad Irsyad Aljuned ha cubierto con pétalos de rosas la tumba de tierra donde acaba de enterrar a su hijo. Tras el ghusl, el lavado completo del cuerpo como marca el rito islámico, la familia envolvió el cadáver con el kafan, pedazos de tela blanca, y procedió con el salat, el rezo fúnebre. Irsyad tenía 17 años. Murió asfixiado el sábado por la noche después de quedar atrapado bajo una montaña humana que se formó en una de las salidas del Kanjuruhan Stadium, protagonista de una de las peores tragedias en la historia del fútbol.
Irsyad era un aremania, como se conoce en la ciudad indonesia de Malang a los seguidores del Arema FC, uno de los clubes históricos de Java Oriental. La hinchada de este equipo ha servido de refugio para cientos de jóvenes de aldeas pobres que buscan en el fútbol una vía de escape. Irsyad la encontró. No se perdía ningún partido, al igual que sus primos Blitar y Kusaeni. Ellos también murieron aplastados en la estampida del Kanjuruhan.
Para saber más
Tras el pitido final del derbi de Java entre el Arema FC y el Persebaya Surabaya, miles de seguidores del equipo local interrumpieron en el campo. Irsyad y sus primos, en cambio, se quedaron en las gradas, en sus habituales asientos de la tribuna 12, contemplando el caos que se había formado en el terreno de juego: futbolistas del Arema corriendo hacia los vestuarios perseguidos por hooligans cabreados por la derrota de su equipo, seguidores peleándose entre ellos y policías tratando de dispersar a la multitud, primero con las porras, y luego con gases lacrimógenos que también lanzaron a las gradas. Uno de los botes cayó en la tribuna 12.
“Muchos se desmayaron por asfixia, mientras que otros entraron en pánico y corrieron hacia unas salidas que estaban bloqueadas”, cuenta Faisol, padre de otro adolescente que también se encontraba en la tribuna 12. Su hijo cayó al suelo durante la estampida y le aplastaron las piernas. Pero al final logró salir. No tuvieron la misma suerte Irsyad y sus primos. Tampoco Faiqotul Hikmah, una joven de 22 años que murió pisoteada en el mismo campo. Ni su amiga Noval Putra (19 años), a la que no pudieron reanimar en el hospital.
Las autoridades de Indonesia dijeron el domingo que 125 personas habían muerto por la estampida en el estadio. Además, 302 personas sufrieron heridas leves y 21 están ingresadas en el hospital con un parte grave. Entre los fallecidos hay 17 niños, el más pequeño tan solo tenía cinco años. También hay dos policías entre las víctimas. Uno de ellos, Fajar Yoyok Pujiono, era un veterano agente destinado en una brigada con la misión de disolver cada fin de semana las habituales peleas entre los ultras de los equipos de Java. Fajar deja una viuda, tres hijos y a una madre cuya foto acariciando la lápida de su hijo se ha convertido en una de las imágenes de la tragedia que utiliza la policía de indonesia para defender la actuación de sus agentes.
En las últimas horas, al cuerpo de seguridad se le acumulan las críticas por haber lanzado gases lacrimógenos contra los aficionados, lo que provocó estampidas y que la lucha por salir del estadio se convirtiera en un acto de supervivencia. “Hicimos una acción preventiva antes de finalmente disparar los gases lacrimógenos cuando los fanáticos comenzaron a atacar a la policía, actuando anárquicamente y quemando vehículos”, defendió jefe de policía de Java Oriental, Nico Afinta.
“Vi morir a muchos amigos”
Varios testimonios recogidos por medios locales y agencias internacionales desaprueban la actuación policial. “Vi morir a muchos amigos, la policía no nos trató como a seres humanos”, dijo a AFP Sam Gilang, superviviente de 22 años, que perdió a tres colegas en la estampida. “La gente se empujaba entre sí y muchos fueron pisoteados en su camino hacia la puerta de salida. Me ardían los ojos por los gases lacrimógenos. Afortunadamente logré escalar la valla y sobreviví”.
Rangga, otro aficionado que también logró salir del estadio, aseguró que los agentes dispararon cinco ráfagas de gases lacrimógenos, tres al campo y dos a las gradas que estaban llenas de público. “La zona mixta se convirtió en un corredor humanitario. La gente llevaba cuerpos de un lado a otro”, contó Rangga.
Algunos integrantes del Arema FC han atendido a algunos medios para describir el escenario de terror tras el partido. “En nuestras manos murieron cuatro aficionados”, dijo a la Cadena Ser Javier Roca, entrenador chileno del Arema, quien recordó que el uso de gas lacrimógeno está prohibido por la FIFA. “Muchos de los 42.000 aficionados que había -el estadio tiene una capacidad oficial para 38.000 personas- intentaron huir, pero los accesos estaban colapsados. Algunos se ahogaron y otros quedaron aplastados en la salida”, recordó Roca.
“Sabíamos que era un derbi de alta tensión, pero lo que se vivió no tiene nada que ver con el fútbol. Al acabar el partido dimos una vuelta al estadio para agradecer su apoyo y pedir perdón por la derrota. Sin embargo, cuando nuestros aficionados invadieron el césped, nos dimos cuenta que se podía desatar todo y comenzamos a correr“, relataba a MARCA Sérgio Silva, futbolista portugués del Arema.
Otro jugador del equipo local, el delantero luso-guineano Abel Camará, explicó a CNN que, cuando terminó el partido, el equipo se tuvo que atrincherar en el vestuario, atrancando la puerta con una mesa, porque los hinchas enfurecidos querían entrar y golpearlos. “Fue en ese momento cuando empezamos a escuchar gritos y tiros, y a ver mucho humo. Algunos aficionados consiguieron entrar en nuestro vestuario y acabaron por morir allí mismo. Tuvimos como siete u ocho muertos en el vestuario“, desveló Camará.
“Mis hermanos fueron asesinados. Investiguen a fondo”
El lunes amaneció rodeada con pétalos de flores una estatua de un león que hay a las afueras del estadio. La noche anterior hubo allí una vigilia que se celebró en homenaje a las víctimas. “Mis hermanos fueron asesinados. Investiguen a fondo”, se podía leer en un mensaje garabateado en una valla próxima al estadio. Las autoridades han prometido que investigarán lo ocurrido. Este lunes, el ministro de Juventud y Deportes, Zainudin Amali, dijo que el presidente Joko Widodo le había pedido que visitara Malang para realizar una evaluación. La Asociación de Fútbol de Indonesia (PSSI) suspendió todos los partidos de esta semana y prohibió al Arema albergar más encuentros por el resto de la temporada.
“Todos los responsables deben rendir cuentas por este desastre, independientemente de su estado o posición. No es suficiente que la policía nacional y la Asociación de Fútbol de Indonesia lleven a cabo su propia investigación porque pueden verse tentados a restar importancia o socavar la plena responsabilidad de los funcionarios involucrados“, reclama Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch. Desde Amnistía Internacional también pidieron una exhaustiva investigación independiente con la participación de la FIFA porque consideran que la policía usó una “fuerza excesiva” para dispersar a los aficionados.
Las autoridades indonesias han prometido que revisarán todas las medidas de seguridad de los estadios de los 18 equipos de la Premier League de Indonesia para que no vuelva a ocurrir una tragedia similar relacionada con un deporte dominado por la violencia de unos ultras que llevan años dejando un reguero de sangre en la isla de Java. En Indonesia muchos se acuerdan de lo que ocurrió hace cuatro años: el asesinato a palazos y pedradas de un joven seguidor del equipo de Yakarta a manos de los ultras del equipo rival. Su asesinato conmocionó al país porque fue grabado con un móvil y hasta acabó publicado en YouTube.