Si su interés en este Roland Garros se centra en las opciones de Carlos Alcaraz puede desconectar hasta la semana próxima. Allí estará, si no fastidia una lesión, en cuartos de final y más allá, mucho más allá. Después del Masters 1000 de Roma quedaban pocas dudas sobre su físico, menos aún sobre su tenis, y este lunes, en su debut en París, quedaron despejadas todas. Ante un rival engañoso, el italiano Giulio Zeppieri, número 310 del ranking mundial con golpes para estar entre los 100 mejores, Alcaraz fue el Alcaraz campeón del año pasado.
Aseguró una victoria rápida por 6-3, 6-4 y 6-2 en una hora y 56 minutos de juego y mostró aquello necesario para dominar el Grand Slam por segunda vez: sus piernas vuelan, su mente también. Parece difícil que los rivales que vienen, como Fabian Marozsan en segunda ronda, le presenten mayores dificultades.
No es que fuera su mejor partido, pero tampoco hacía falta. En los deberes para los días que vendrán, por ejemplo, cierta mejora en su saque, que fue inofensivo. Su juego se mantuvo alrededor del notable, más que suficiente. Las trampas esta vez eran enredarse más de la cuenta, precipitarse o descentrarse y no cayó en ninguna de ellas. En otros torneos, en otros lugares, quizá lo hubiera hecho.
AP
Zeppieri se presentó como un adversario incómodo, incluso extraño, más siendo zurdo. Pese a su bajísimo ranking, ya se había enfrentado a Alcaraz, ni más ni menos que en unas semifinales, en el ATP 250 de Umag de 2022. Es cierto que entonces el español apenas era un adolescente, pero le consiguió arrebatar un set y complicarle la victoria. Esta vez pretendía lo mismo. Directo en el servicio y ante cualquier bola que se le pusiera delante, Zeppieri buscaba amenazar con sus golpes planos -especialmente con su revés- y que Alcaraz se equivocara. Si olvidaba su juego y entraba al trapo, podía dejarse en la pista unos minutos muy valiosos, pero no lo hizo. El español trabajó los puntos, alargó los intercambios, disfrutó en la red y construyó su triunfo como debía, con un ‘break’ por set cuando hacía falta.
“Ha sido un partido muy solido. La primera ronda de cada torneo nunca es fácil. Y llegar como vigente campeón la hace todavía más difícil. Pero he empezado bien. He intentado estar concentrado en mi tenis, en mi ritmo, y espero jugar mejor en la siguiente ronda”, analizó el actual número dos del mundo, que también confirmó que apoyará al PSG en la próxima final de la Champions -en las gradas de la Suzanne Lenglen había varios jugadores, como Achraf Hakimi y Joao Neves– y valoró el éxito de su documental en Netflix: “Muestra mi vida, que es una vida bastante normal. Cuando estoy en casa intento apagar el tenis y vivir como yo mismo, como persona”