“Estoy trabajando en mis nervios. Tener nervios es normal, es algo bueno, pero tengo que controlarlos. En Roland Garros lo hice mejor en ese sentido, excepto en la final, pero aquí en Wimbledon me noto más tenso. Quizá es lo que me genera el torneo, jugar en esta Central, no sé”, reconoce Carlos Alcaraz y parece tan lógico y natural, pero es algo así como una revolución. Un cambio de paradigma. Hasta hace unos pocos años la mayoría de estrellas repetían que ellos dominaban los sentimientos a su gusto, que en su mente sólo cabían pensamientos positivos y, por supuesto, que no sufrían los nervios. Los nervios, ¡ja!, cosa de perdedores.
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Muchos profesionales de la psicología deportiva, de hecho, todavía sostienen que admitir una debilidad en público es un error, pero Alcaraz demuestra que algo está cambiando. A las puertas de otra final en Wimbledon este domingo (15.00 horas, Movistar), su segunda final consecutiva, ante Novak Djokovic, el mito de los 24 Grand Slam, el español asume que su madurez pasa por su mente más que por su saque, su derecha o su revés.
“Cuando me noto muy nervioso opto por una dejada, por un hot shot, un golpe complicado, porque me relajan. Me dan confianza, me sirven para recuperar mi juego, para volver a divertirme”, explica quien todavía tiene 21 años pese a que ya puede sumar su cuarto grande. Hasta el momento ha ganado todas las finales de Grand Slam que ha jugado, hecho que niega que sufra por los nervios, pero los nervios están ahí, vaya si están.
“Es un jugador muy emocional”
“Para mí es el aspecto en el que más está creciendo, aunque todavía le cuesta. Es un jugador muy emocional, pero cada vez lo maneja mejor y ya se ha dado cuenta que la fortaleza mental gana partidos. Está trabajando en ello. Por ejemplo, ante Djokovic sabe que tiene que empezar mejor que el año pasado [perdió el primer set por 6-1], más calmado, para afrontar el partido de tú a tú”, analiza su entrenador, Juan Carlos Ferrero, que reconoce que esa calma no es fácil de conseguir.
Como reconocía Alcaraz le ayudará ya haber vivido una final en el All England Club, saber qué le espera las horas previas, los minutos previos. Como aseguraba Ferrero, todos en su equipo conocen la importancia de que esté fresco, por eso ayer volvieron a ir a jugar a golf y hoy posiblemente estarán de bromas hasta que toque saltar a la pista. Pero igualmente la serenidad no aparece de repente.
“Ya era un niño con mucha activación”
“No hay varita mágica que haga desaparecer los nervios y, de hecho, tampoco hace falta. Los nervios no dejan de ser una mezcla de sentimientos como la ansiedad competitiva, que es buena, que se puede transformar en activación. Carlos lleva toda la vida preparándose para esto. Cuando empezamos a trabajar juntos, uno de los primeros factores de aprendizaje fue cómo lidiar con estos picos de estrés, pero está claro que exige entrenamiento continuo como la técnica o la táctica”, analiza Josefina Cutillas, psicóloga deportiva que acompañó a Alcaraz en la adolescencia, en su crecimiento, en los primeros pasos en la élite.
“Entonces Carlos ya era un niño con mucha activación, no diría que nervioso. Necesitaba buscar recursos para focalizar esa activación, pero emocionalmente siempre fue muy equilibrado. De manera natural no se quedaba mucho tiempo en la victoria o en la derrota y es algo muy positivo para un deportista”, añade Cutillas que señala los ejercicios que el ahora número tres del mundo puede hacer en busca de la calma. Uno de ellos es muy sencillo: repasar mentalmente o volver a ver en Youtube la final de Wimbledon del año pasado y recordar que él ya remontó y ganó a Djokovic (1-6, 7-6, 6-1, 3-6, 6-4).
Esta vez otros factores le favorecen, como la reciente operación del serbio o la guerra que mantiene estos días con el público inglés -Nole fue abucheado en cuartos y semifinales-, pero Alcaraz también tiene algo en contra. Ahora es favorito. Su estado de forma desde Roland Garros o su evolución sobre la hierba de Wimbledon le ponen por delante de Djokovic en las apuestas y eso siempre crea inquietud. Hoy, otra final para la historia. Qué nervios.