Baloncesto
Entrevista
El inesperado héroe de España en el oro de Berlín habla de sus orígenes, sus inquietudes y el arte de la defensa a unos días de otro desafío, la Copa con el Unicaja
Alberto Díaz pasea por las entrañas del Martín Carpena como si fueran los pasillos de su casa. Es un día de invierno cualquiera, un rato antes del entrenamiento del Unicaja, y reina un extraño silencio en el recinto malagueño. En el vestuario local, también raramente limpio y ordenado, en las paredes se agolpan los carteles con frases motivadoras y un calendario con las fechas de los cumpleaños de cada integrante de la plantilla de Ibon Navarro. Llama la atención la de Mario Saint Supery, que cumple 17 años en abril. “Este me va a retirar a mí”, bromea sobre la última perla de la cantera de Los Guindos el héroe improbable de un verano para la historia.
Han pasado ya cinco meses de aquel oro de Berlín con la selección y ahora el reto es la Copa del Rey en Badalona, en la que el Unicaja, en su mejor momento en años, se las verá con el Barça el jueves en cuartos. Más allá de la irrupción de Lorenzo Brown, de la lección de Rudy Fernández, del MVP de Willy Hernangómez o de la magia de Sergio Scariolo, de aquella conquista del Eurobasket quedará para siempre un nombre propio. Porque en la fogosidad en la pista de aquel chico pelirrojo, de sus lágrimas de espontaneidad tras la hazaña de batir a Alemania en semifinales, se reconoció todo un país a sí mismo. Como si cualquiera pudiéramos ser Alberto Díaz.
Para saber más
El base repescado a última hora por la lesión de Llull, el que hizo virales las defensas a las estrellas rivales, es, sí, un prodigio de la normalidad. Una conversación pausada con él para descubrir sus orígenes, sus inquietudes dentro y fuera de la pista y cómo todo te puede cambiar en unas horas. Salió de Málaga con las maletas a medio hacer y volvió con la vida en un torbellino. “Tardé mes y medio en poder quedar con mis amigos”, confiesa.
- ¿Se acuerda de cómo era el día a día del anterior Alberto Díaz?
- [Ríe] La fama me cuesta. Yo soy de Málaga, estoy acostumbrado a cierto tipo de medios, a cierta exposición social. Después del Eurobasket, todo creció exponencialmente. Fue todo una avalancha de entrevistas, de actos… Me agobié un poco, porque no era mi normalidad. Al final, lo vas asimilando. Es el precio que hay que pagar por algo tan bonito. Mira, que todo sea eso.
- ¿Qué y quién le hacen volver a la realidad?
- Mi circulo cercano. Mi pareja, mis amigos, mi familia. Son los que me ponen los pies en el suelo. Sigo con mi misma vida y la misma rutina. Soy introvertido y me considero una persona normal que va al cine, que le gusta leer para desconectar, estar en casa. Cuando puedo, quedo con los amigos. Vamos a cenar por el centro de Málaga o por el paseo marítimo.
- ¿Qué te decían esos amigos en los grupos de chats?
- La gente de fuera no se lo creía. Días antes de la semifinal vinieron a Berlín familiares y amigos. Y me veían tan tranquilo. Y ellos estaban atacados. Nosotros lo vivíamos como si fuese un campamento de verano en el que nos juntábamos los amigos y echábamos un buen rato. Me decían: ‘Alberto, estás muy tranquilo para jugar una semifinal’. Y les respondía: ‘Todo va a ir bien. Estando juntos, todo va a ir bien’.
- Aquel 25 de agosto le cambió la vida.
- En el primer corte me descartan. Me dolió. Porque quería estar ahí. No sólo era algo deportivo, era el ambiente que había, cómo te lo pasas durante la concentración. Sabes que puede pasar con jugadores de tanta calidad, pero duele. Pero mira, las vueltas que da la vida. Se alinearon los astros. La vida me cambió en una llamada, en un segundo.
- Pero hubo unas horas de incertidumbre.
- Había que confirmarlo. No se lo dices a nadie, porque no quieres crear esperanzas.
- ¿A nadie?
- A mi pareja, porque estaba conmigo cuando sonó el teléfono. Pero mis padres, mis hermanos, mis amigos… ellos no sabían nada de que podía ir. Preferí no crear ilusiones. Al final, llegó la confirmación y esa tarde, para Madrid.
- ¿Cuándo se dan cuenta de que pueden ganar una medalla?
- En la fase de grupos estaba todo el mundo asustado. El ambiente, el entorno… Cuando perdemos contra Bélgica, entran las dudas. Y llega el capitán Rudy y nos dice: ‘Oye, tranquilos, que es solo una derrota y esto sigue’. El partido contra Lituania fue nuestro punto de inflexión, claramente. Llegamos al vestuario y lo celebramos como si hubiésemos ganado la Copa. Ahí te das cuenta de que puedes plantarle cara a cualquiera, que podíamos dar guerra y ganar una medalla.
- Los highlights no eran los mates o los triples. Se hicieron virales sus defensas.
- Se magnificó un poco. Es algo que he hecho siempre. Es cierto que tenía tal confianza en mí mismo y en el equipo, que en esos momento finales me sentía seguro de que iba a salir bien en defensa. Agradezco que se le de ese valor a la defensa que quizá en las estadísticas no se ve. Si he ayudado a los más jóvenes, para demostrar que en este deporte no todo es meter canastas, pues me haría muy feliz.
- Pero, ¿cómo se llega a alcanzar ese grado de confianza? Porque luego entraban también los triples.
- Ojalá hubiese una clave. En el deporte en general va mucho por rachas, positivas y negativas. Llegué al Eurobasket de repente, sin esperármelo. Tenía claro que cualquier minuto que jugase iba a ser un premio para mí. Porque yo no debía de estar ahí. Fui a disfrutar sin presión. Ves que te van saliendo las cosas, te sale, te sale, te sale… es una dinámica positiva que me duró todo el campeonato. Me sentía muy bien en defensa, pero en ataque también tenía esa confianza para meter tiros.
- ¿Es muy complicado tácticamente jugar para Scariolo?
- Es una filosofía. Es responsabilidad, no puedes fallar al compañero. Y es supervivencia, te tienes que adaptar día a día. Pero para el rival sí que es complicado. Son muchos tipos de defensa, cambiante según el momento de partido. A nosotros nos da seguridad, saber que llegamos al partido con muchas tácticas y trucos. Es complicado pillarnos.
“Me recuerdo un niño cabezón. Tenía entre ceja y ceja que quería ser jugador de baloncesto. Y me exigía mucho, quizá demasiado. Los compañeros me aguantaban”. Alberto Díaz mira a los ojos cuando responde, sonríe mucho y de vez en cuando se ruboriza. Especialmente cuando rebobina hasta sus inicios, a los momentos no tan sencillos. Lesiones, aventuras fallidas… Y se pone serio cuando habla de aquello que, más allá del baloncesto, altera su aparente calma.
- ¿Se metían contigo?
- Sí, se metían conmigo por mi aspecto. Pero más como broma de amigos. Ahora con el tema de bullying hay que tener cuidado, porque la línea es muy delgada entre lo que es una broma y el momento en que a alguien le sienta mal. Entonces ya no es una broma, ya puede ser algo más serio. Con mis amigos siempre hubo buen rollo. Nos hemos pinchado los unos a los otros sin llegar a molestar. He tenido una buena infancia en ese sentido.
- Estuvo a punto de dejarlo todo por una lesión de rodilla.
- Una condromalacia. Duró un año. Crecí muy rápido, tuve varios tratamientos que no me iban bien, no dábamos con la tecla. Con 15 años, pasarte un año en blanco es duro. Porque ahí lo que quieres es disfrutar, competir. Sentía impotencia. No todo es bonito. Cuando no eres muy maduro en algunos aspectos y sufres, te replanteas si merece la pena. Me gustaba mucho el baloncesto, pero tenía mucho dolor. No me compensaba. Francis [Tomé, su entrenador] me convenció para intentarlo. Y estoy muy agradecido por aquellas palabras.
- Fuenlabrada, Bilbao… ¿Se considera un currante del basket?
- Sí. Eso te hace crecer, madurar, valorar las cosas. Tenía 19 años y salía por primera vez de casa y del club. Era un niño de cantera y el hijo de papá y mamá. Aprendí mucho. Deportivamente también fue un año duro. Bajamos de categoría, aunque después no se consumó por temas económicos. Antes estuve tres meses en Bilbao y fue cuando el club pasó por una crisis económica que parecía que iba a descender. No se cobraba.
- ¿Cómo se aprende a defender?
- [Ríe] La gente no sabe lo que duele cuando te caes de espaldas (en una falta de ataque). Siempre me ha gustado. Desde categorías inferiores era un jugador agresivo. Y cuando llegas al primer equipo, todo el mundo quiere meter 20 puntos y para hacerme hueco tuve que buscar otro camino: a base de defensa. Nadie podrá decir nunca que no me he esforzado.
- Si de repente le dieran con una vaita mágica el talento de Lorenzo Brown, ¿seguiría defendiendo?
- Es instinto, es algo que yo llevo dentro de mí. Pero si tuviese la clase de Lorenzo, quizá no estaría tan a tope en todas las defensas. Me ahorarría algún esfuerzo, porque cuando atacas con falta de oxígeno es más complicado.
- Los rivales le habrán dicho de todo.
- Sí, me dicen cosas. Pero con la mayoría tengo buena relación. Yo también les hago bromas. Les digo, ‘hoy tranquilo que te tengo que defender, no vayas a meter 20’.
- ¿Se imagina defendiendose a sí mismo?
- No me lo quiero imaginar.
- ¿A quién le hubiera gustado defender?
- En el Fuenlabrada jugué contra Navarro, creo que era su último año y no me emparejé con él, pero me hubiera gustado defenderle 10 años atrás, cuando él estaba en su gran momento. Me quedé con las ganas. He defendido a Doncic, a Diamantidis, Jasikevicius… También me gustaría a Ricky.
- Carrera universitaria, curso de entrenador…
- Yo lo tenía muy claro… Bueno, yo no, mis padres. Que el baloncesto podía salir o no, pero tenía que tener un plan B. Porque lo normal es que no salga. La gente piensa que con talento se llega. Pero no todo es talento, ni siquiera suerte. Son muchas cosas. Tenía que seguir estudiando porque vivía en su casa y debajo de su techo eran sus normas. Al final creas una rutina, un hábito de seguir formándote. Y ahora se lo agradezco. Hice el grado de Ciencias de la Educación, he hecho varios Másters, el curso de entrenador… Siempre intento seguir estudiando algo por simple rutina, por simple vía de escape, de pensar en otra cosa que no sea baloncesto.
- Le gusta la docencia.
- Si no hubiese sido jugador hubiese hecho unas oposiciones. Y hubiese seguido mi camino como profesor. Pero para mi la formación de niños es algo clave, fundamental. Y más en la sociedad de hoy en día, que está todo tan complicado. Con el tema de las redes sociales, de la concentración de los niños. Es algo que me atrae, que me llama la atención.
- Cuando Alberto Díaz pone el telediario, ¿qué le indigna?
- Sobre todo, el tema de la guerra. Es algo que me afecta mucho. Por desgracia, he tenido compañeros ucranianos, conozco algo la situación, están pasándolo mal. Aquel partido en Córdoba, donde jugamos contra Ucrania el día que estalló la guerra… Al ver sus caras, se te rompe el alma de lo que sufren. Uno no lo entiende desde fuera y me indigna. Que todavía con el tiempo que ha pasado no se haya acabado el conflicto.
- ¿El deporte puede enseñar algo a esta sociedad?
- Estamos en una sociedad crispada. Las redes sociales pueden ser muy positivas, pero también muy negativas. Las utilizamos para desahogarnos, para decir lo que pensamos sin pensar en el daño que puede causar, porque estamos detrás de una máscara. Esto es muy perjudicial, no se saca nada positivo de eso. En eso el deporte puede ayudar, en la unión. El deporte puede ayudar a limar esa crispación en la sociedad.
- ¿Qué le diría a un niño para el que ya eres un referente?
- Que disfrutase de su infancia. Que lo importante es hacer lo que te gusta, compartir con tus amigos, con tus compañeros. Después, si llega algo más, será una consecuencia de. Seguramente si llega, echarás de menos esos momentos con tus amigos, de disfrutar sin ninguna presión. Yo lo echo mucho de menos. Ahora todo es competición, tener que ganar, cumplir objetivos. Y ahora, con la tecnología se está perdiendo, ya no se ven en los parques niños jugando y que tu madre venga a buscarte. Eso, eso echo de menos.
- ¿Qué le ha pedido a 2023?
- Salud. Para todos, compañeros y rivales. Con eso, el resto ya vendrá
- ¿Y la Copa?
- Eso, como malagueño, es un sueño. Ojalá. Venimos de unos años malos. Hacía mucho tiempo que yo no veía a la gente tan ilusionada.