El ciclista italiano se impuso a su compatriota Filippo Ganna y al neerlandés Marijn Van den Berg
Alberto Dainese celebra la victoria en Íscar.Manu BruqueEFE
El italiano Alberto Dainese ganó este viernes al esprint la 19ª etapa de la Vuelta a España, entre La Bañeza e Íscar, tras la que el estadounidense Sepp Kuss está un poco más cerca de la victoria final.
El italiano se impuso en la meta de Íscar a su compatriota Filippo Ganna, que fue segundo en una apretada llegada, y al neerlandés Marijn Van der Berg, que entró tercero. Lo hizo poco después de una dura caída en la que se vieron implicados cuatro ciclicistas, en un principio sin consecuencias físicas graves.
Dainese se impuso en una etapa destinada a los velocistas antes de afrontar el sábado la penúltima etapa de La Vuelta en la que Kuss podría ya prácticamente hacerse con la victoria final.
El estadounidense del Jumbo-Visma sigue liderando la general por delante de sus compañeros de equipo Jonas Vingegaard, a 17 segundos, y Primoz Roglic, a 1 minuto 8 segundos.
Los tres corredores que tienen a mano completar el primer triplete en el podio de Madrid, desde el logrado por la formación Kas-Kaskol en 1966.
El sábado tendrá lugar la 20ª y penúltima etapa de La Vuelta, de 208 km, con un recorrido rompepiernas entre Manzanares el Real y Guadarrama con diez puertos de tercera categoría.
La temporada ciclista en Europa se desperezó con el sol de invierno del Levante, con las primeras victorias pero también con los primeros e inevitables accidentes. Fue un 2024 durísimo en cuanto a caídas - 497 incidentes en las pruebas UCI, masculinas y femeninas-, de los peores que se recuerdan, con la curva maldita de la Itzulia como paradigma de todas las amenazas. Pero también como punto de reflexión. ¿Se ha vuelto el ciclismo peligrosamente rápido?
El debate lo desataron hace unas semanas Chris Froome y Wout Van Aert, dos estrellas que han vivido en sus carnes las graves consecuencias de besar el asfalto. Ambos llegaron a una conclusión parecida: es el momento de poner freno a la tecnología. "Sería tan sencillo como limitar los desarrollos de los cambios", lanzó el cuádruple ganador del Tour, a quien una caída en el Critérium du Dauphiné en 2019 cambió para siempre su carrera. "Si bajando tienes ese límite... Ahora, con los desarrollos tan grandes que llevamos, hay quien aún se plantea ir sobrepasando corredores en las bajadas", corroboró el belga, arruinado su 2024 en A través de Flandes y después en LaVuelta en el descenso de Collada Llomena.
La conversación está en el pelotón, también a la expectativa por las nuevas normas introducidas por la UCI en este 2025. Ya se han visto las primeras tarjetas amarillas, por ejemplo. "Parece interesante. Veremos si nos baja los humos", reflexionaba Urko Berrade antes de la salida de la Clàssica Camp de Morvedre que conquistaría después. El corredor del Kern Pharma, ganador de etapa en la última Vuelta, entona el mea culpa, "la ambición de los corredores, que queremos estar siempre bien posicionados...". "Pero la carretera da para lo que da. Somos humanos, cometemos errores", y exige seguridad: "limitar los desarrollos reduciría la velocidad, que cada vez es más alta y las consecuencias son peores". Un discurso que coincide con el de su director. "Cada vez se llevan platos más grandes. En pendientes que antes no les daba el desarrollo y dejaban de pedalear, ahora siguen. A 80 kilómetros por hora siguen pedaleando e imprimiendo fuerza. Eso crea más velocidad. Y a más velocidad, más peligro", expone Jon Armendariz.
El pinganillo
Hace no tanto, apenas 15 años, lo normal en el pelotón eran grupos de 10 velocidades, con la combinación 53x11 como habitual. Ahora ya no es extraño que avancen con 13 velocidades, con multiplicaciones mucho más potentes, desde el extendido 54, al 56, 58 e incluso 60, ya visto en contrarreloj. En la guerra tecnología vs seguridad, también hay sus dudas. No todos lo tienen claro.
"Los corredores vienen con más talento y pueden mover más desarrollo. ¿A un atleta de 100 metros le dices que vaya más despacio? ¿O a un nadador? No hay ningún deporte en el que se prohíba batir récords", argumenta Jesús Hernández, director del Polti VisitMalta y el escudero más fiel que tuvo Alberto Contador en su carrera profesional. "Los asfaltos son mejores, los corredores más habilidosos, las gomas son mejores... Si todo mejora y evoluciona, es normal que se vaya más deprisa. Las caídas forman parte y es un riesgo que el corredor asume. Dejemos que el ciclismo evolucione", pide. Y si hay que limitar algo, que sea, quizá, el peso de las bicicletas. "El límite ahora está en 6,8 kilos. En una bicicleta va un ser humano encima, va una vida. Si es muy muy ligera, quizá esa fragilidad sea perjudicial para la seguridad", argumenta. "Neumáticos de 30 de ancho, frenos de discos... La tecnología también ayuda a la seguridad. En una bajada, ir a 60 a 65 kilómetros hora, ¿qué puede suponer? La hostia es la misma", aporta Josemi Fernández, director del Caja Rural.
En una línea parecida se mueve Iván García Cortina. "Sin duda se va mucho más rápido. Es evolución, es un deporte de riesgo, es lo que hay. Todo es más aerodinámico, cascos, bici, ropa... Limitar el desarrollo no es la solución, porque limitas a los que tienen más fuerza o potencia. Yo sería más partidario, aunque sea difícil, de mirar el tema aerodinámico, de que el freno sea la bici y el ciclista", expone el del Movistar en EL MUNDO antes de tomar la salida en el Gran Premio de Castellón.
Tarjetas amarillas
No sólo es la 'pausa tecnológica'. Las medias de velocidad suben y suben. Influye la tecnología, pero también la nutrición, la ciencia aplicada a los entrenamientos... Algunas de las medidas de la UCI van en otro sentido. Por ejemplo, la zona de protección se va a poder ampliar de tres a cinco kilómetros, para reducir la tensión en los finales de etapa al sprint. También se va a penalizar a los compañeros del ganador que celebren brazos en alto por detrás. Y se analizan otras soluciones relacionadas con el equipamiento, como el uso de 'airbags' para los ciclistas, la normativa sobre la altura de la llanta y la anchura del manillar...
Hay quien habla también de la precocidad de los ciclistas, de su falta de experiencia al llegar al pelotón. Y luego, en entredicho está el uso de pinganillos. ¿Ayuda o perjudica a la seguridad? "Yo los dejaría. Una bajada en mal estado, un punto estrecho, un camión parado, una caída de una moto, gasolina en el asfalto... Si puedo avisar a mis corredores... ¿Qué deporte a este nivel no tiene comunicación con sus integrantes? Ninguno. Iríamos hacia atrás", dice Jesús Hernández. "Sirve para avisar de giros, de manchas de aceite... Es una herramienta que es indispensable para la seguridad. El tema de las tarjetas sí que me parece una medida buena, que puede hacer que se piensen dos veces las cosas antes de hacerlas", expone Josemi Fernández
El director del Caja Rural - Seguros RGA pone sobre la mesa el último de los elementos, quizá el menos tenido en cuenta. El respeto. "Ahora hay unas jerarquías y unos egos muy marcados en el pelotón. Equipos que no toleran que les ganes la posición. Están dispuestos a cerrarte o hacer lo que haga falta. Comportamientos mafiosos. No vale todo", protesta, poniendo como ejemplo la actitud del AG2R en la pasada Vuelta a España. En una línea similar a lo que aporta el veterano David de la Cruz. "Limitar el desarrollo bajaría las velocidades, podría ayudar. Pero la clave para mí es el correr con cabeza y respeto. Ser conscientes de la peligrosidad de este deporte. Es un trabajo que tenemos que hacer todos. Los corredores y los organizadores al buscar recorridos seguros", concluye el corredor del Q36.5.
Afronta su séptima Vuelta a España con la incomodidad de no haber culminado la obra. Enric Mas (Artá, 1995) ha sido segundo en tres ocasiones, quinto, sexto y 71º en su debut (2017). A sus 29 años, el balear se encuentra en un periodo sereno, sin las urgencias del pasado, esas que le presionaban para ser el heredero de la generación de oro del ciclismo español. Se ha quedado en una situación intermedia entre los veteranos y esos jóvenes que arrasan con todo. A pesar de la numerosa competencia, él asegura que busca el podio de la Vuelta. El mallorquín atiende al periodista en un rápido encuentro telefónico en el inicio de una Vuelta que este martes presenta la primera etapa de alta montaña, un oportunidad para mostrar sus galones de líder en el Movistar.
¿Qué objetivos se ha marcado para esta Vuelta?
Entrar en el podio y ganar una etapa.
El podio incluye tres plazas. ¿No aspira a la primera?
Mi objetivo es el podio y conseguir una etapa.
¿Las ausencia de los galácticos Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician o perjudican a la organización y desarrollo de la Vuelta?
Esas ausencias benefician a la Vuelta. La no presencia de ellos genera más espectáculo, porque todo queda más abierto. Sin ellos, todo es menos monótono. Cuando Tadej está presente en las carreras todo cambia debido a su superioridad. Es un auténtico 'crack'.
¿Las ausencia de los galácticos Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician o perjudican a Enric Mas?
Sus ausencias también me benefician a mí, porque sin ellos mis opciones y oportunidades aumentan. Con sus bajas crece el número de candidatos.
La relación de aspirantes a conquistar esta edición de la Vuelta es amplísima, lo nunca visto en las últimas temporadas.
Sí, hay un grupo numeroso de corredores con opciones. Para mí, el principal es Primoz Roglic, que ya ha ganado la carrera en tres ocasiones.
¿Roglic es superior a Sepp Kuss, último ganador de la ronda?
Primoz es superior. Es un gran corredor, muy bueno en todos los terrenos. Yo le pongo como el gran candidato para el final en Madrid.
¿En esta edición de la Vuelta tiene subrayadas algunas etapas?
Me gustan las etapas de Lagos de Covadonga y las de Sierra Nevada. A ver si puedo hacer algo importante en ellas.
¿Usted ya tiene 29 años, considera que aún le queda margen de mejora en este ciclismo dominado por unos chavales precoces y sin complejos?
Claro que tengo margen de mejora, todavía puedo avanzar y eso lo sé porque cada año tengo mejores números, como reflejan los entrenamientos y los trabajos realizados.
¿Cómo son esos números?
Son números.
¿Ha sido segundo de la Vuelta en tres ocasiones, qué le falta para ser primero?
«Me he caído muchas veces, tengo cicatrices por todo el cuerpo, pero nada iguala ese sufrimiento. Recuerdo una etapa del Tour. Me dolía tanto que no podía ni pedalear, se me saltaban las lágrimas». Ane Santesteban (Rentería, 1990) revive en voz alta su 2024, el que era el año de la vuelta a casa después de una década corriendo en equipos extranjeros, siendo una de las mejores ciclistas españolas de siempre, dos Juegos Olímpicos, Mundiales, top 10 en Giros y Tours... Un dolor tan insoportable como misterioso, una tortura mental también, hasta que en el lugar más improbable halló la solución. Una revisión ginecológica rutinaria iba a dar con el problema. «Tienes un quiste grande en el ovario y una endometriosis», le anunciaron. «Gracias a Dios. Qué liberación», respondió.
Ane cuenta lo que muchas otras callan, «por vergüenza o por miedo», por tratarse de salud femenina. Lo hace, una vez superado, para «normalizar, dar visibilidad y ayudar a otras mujeres». Las que le escriben en privado confesándole que su caso es el mismo, pidiéndole consejo. Detalla su experiencia, que es la de tantas deportistas, un tabú del que ahora escapa y se vuelve a sentir plena encima de la bici. Con los colores del Laboral Kutxa - Fundación Euskadi, el pasado fin de semana corrió la primera edición de la Milán-San Remo femenina. Acabó 35ª (a 1:25 de la ganadora, Lorena Wiebes), pero dejó un alarde. Como Pogacar en la masculina, la ciclista vasca marcó el mejor tiempo de siempre en la emblemática subida a la Cipressa, los 5,6 kilómetros en 11 minutos y 37 segundos (a de 29,1 km/h). «Este año quiero hacer las tres grandes, Vuelta, Giro y Tour», anuncia en conversación con EL MUNDO desde Rentería.
Es un renacimiento el de la menuda corredora errenteriarra. Porque, tal dolor le provocaba el problema ginecológico, que pensó hasta en dejarlo: «Al final dudas de todo». Hasta de sí misma, de si lo que le estaba ocurriendo no sería producto de su propia imaginación, porque ninguna prueba detectaba nada. «Le decía a Pablo (Rodríguez, también ciclista profesional, de mountain bike), mi pareja: '¿A ver si me estoy volviendo loca y me estoy inventando el dolor?' Entré en un bucle bastante complicado».
Ane Santesteban.Rosa GonzalezMUNDO
La temporada no arrancaba como las de antaño. No sólo era el malestar, tampoco los números salían. Tanto en entrenamientos como en competiciones, su rendimiento había bajado «entre 20 y 30 vatios». «Empecé el año pasado sin encontrarme bien en la bici. Estaba siempre con dolores, en las lumbares, hacia la espalda, me bajaba a una pierna. En ningún momento lo relacioné con los ovarios, claro. Y el Tour fue un calvario de dolor. Hablé con el médico del equipo y le dije los síntomas. Que no encontraba postura en la bici. Hicimos una resonancia en la espalda y no había nada. Yo decía: 'Algo tiene que haber'. Estaba en el sofá, sin entrenar, y no me podía ni mover, tenía muchísimo dolor», describe Ane.
Allí, en la Grande Boucle, donde en 2023 había finalizado octava de la general (fue séptima en el Tourmalet en la etapa reina), donde todo se hizo insoportable. «Recuerdo un momento durísimo. Día tras día, iba acumulando el dolor. En las últimas tres etapas... Sobre todo, hubo una, que se salía subiendo un puerto, donde yo mejor me defiendo. Lloraba. Pedía analgésicos para poder competir. Por mi experiencia, quería estar al lado de Usoa Ostolaza, aportar al equipo. Por intentar terminar, fue un sufrimiento bastante agónico», rememora.
Lo terrible para Ane era, sobre todo, no saber de donde provenía aquello. «No puedes empezar un tratamiento porque no sabes lo que es. Nuestros médicos están más acostumbrados a trabajar con resfriados, clavículas, dolores musculares...», explica. El calvario acabó el 31 de octubre en el sitio más insospechado, el ginecólogo, «en la revisión rutinaria de todos los años». Tenía un quiste en el ovario y sufría endometriosis, una enfermedad que se define por la presencia de endometrio (tejido mucoso que tapiza el interior del útero) fuera de la cavidad y musculatura uterinas y que afecta al 10% de las mujeres en edad reproductiva. «Me dijeron que lo mejor que podía hacer era tomar la píldora. El problema iba a seguir estando, pero iba a tener 'calidad de vida'. Desde que empecé, al poco ya empecé a sentirme muchísimo mejor», desvela, aliviada.
Pero no fue hasta el mes pasado que Ane quiso dar a conocer lo que le había ocurrido. Lo hizo con un sincero post en sus redes sociales en el que hablaba de «desesperación», pero también de que «las buenas sensaciones» habían vuelto. «No pensé que fuera a tener tanta repercusión. Llevaba tiempo dándole muchas vueltas. Venía guardando para mí todo lo que estaba sufriendo. Me daba un poco de miedo o vergüenza. Decidí que, como deportista, con el altavoz que tenemos, quería hablar de algo que muchas mujeres sufrimos en silencio. Darle visibilidad y contar mi experiencia por si podía ayudar a otras», proclama. Y tanto. La escribieron compañeras, ciclistas y de otros deportes. También ginecólogas y nutricionistas «para ofrecerme su ayuda».
«Es algo de lo que no se habla en el pelotón ni en el deporte femenino en general. Igual que hablas de una rotura de fibras, de una rotura de clavícula o de cualquier otra lesión o enfermedad. ¿Porque sea el ovario o el útero no se va a hablar? Es un tema tabú, da como vergüenza o respeto tratarlo», reflexiona Ane la escaladora, aquella niña a la que su padre, profesor de ciclismo en las escuelas del pueblo, inyectó en vena la pasión. Y a la que los puertos, en los que desde bien temprano se desenvolvió con facilidad, la hicieron profesional.
Ane Santesteban, en carrera con el Laboral Kutxa, esta temporada.Laboral Kutxa - Fundación Euskadi
Ane, que en diciembre cumplió 34, se siente ahora renacida. Dispuesta a aprovechar esta segunda oportunidad que le ha dado el ciclismo, a lograr su primera victoria después de tantos buenos puestos. «Creo que va a llegar, porque veo las cosas de diferente manera, porque vengo de pasarlo mal. He cambiado la forma de correr. Disfruto más y no tengo miedo de perder. Otros años me costaba más arriesgar, era más conservadora», explica, echando un vistazo a una carrera en la que transitó el camino del «cambio brutal» en el ciclismo femenino. «Ahora hay más equipos, más dinero, se retransmiten las carreras... En mis inicios, terminaba y tenía que escribirle a mis padres para decirles que estaba bien. Ahora hay salarios que son buenas cantidades, se ha conseguido tener un sueldo mínimo. Unos avances muy grandes», se sincera a quien le hubiera gustado nacer «un poco más tarde»: «Mi carrera hubiera sido diferente. Hubiese sido más sencillo. Cuando empecé era muy difícil tener un referente. Casi no podías soñar con ser profesional, porque no había ni estructuras. Tenías que ir al extranjero...».