El mayor de los Espargaró firma su fin de semana ideal llevándose el GP de Cataluña. Aparatosísimo accidente Bagnaia en el arranque
Espargaró, durante la carrera.JOSEP LAGOAFP
“Estoy sin palabras. Me alegro mucho de que al final no haya pasado nada en la primera salida y, además, me han dicho que Pecco está bien. Esta victoria quiero dedicársela a él”. La preocupación por el estado de Bagnaia, vigente campeón del mundo, fue lo más importante en el podio del Gran Premio de Cataluña.
Aleix Espargaró culminó su fin de semana perfecto sumando el triunfo del domingo a la victoria conseguida en la sprint race con un gran adelantamiento a Maverick Viñales, que acabó segundo.
La caída de Bagnaia fue de esas que hiela la sangre a cualquiera. Justo después de que Bastianini, quien sufrió además una fractura en el maleolo derecho, provocara un primer incidente que acabó con varios pilotos en el asfalto, al líder del mundial le hizo un extraño su montura, salió despedido y, por si fuera poco, Binder pasó por encima de sus piernas.
Que una ambulancia tuviera que recogerlo en la misma pista para trasladarlo al centro médico del circuito, por mucho que los sanitarios levantaran el pulgar para tratar de tranquilizar a propios y extraños, no era un buen presagio. Que, varios minutos después, se decidiera trasladar al italiano, quien permaneció consciente en todo momento, al Hospital General de Catalunya para llevar a cabo más pruebas no hizo más que invitar a pensar que a Bagnaia, hasta ahora líder intratable del mundial, se le iba a complicar muchísimo la opción de repetir el campeonato alcanzado el año pasado.
El doctor Charte, no obstante, dejó entrever un casi inesperado hilo de esperanza: a Bagnaia no se le detectaron fracturas en el centro médico del circuito, pero había que hacer un TAC para comprobar que todo estuviera realmente bien. Por ahora, se mantiene a la cabeza de la tabla, si bien Jorge Martín, tercero en Montmeló y segundo en el campeonato, ha conseguido colocarse a cincuenta puntos de distancia.
El 13 de enero de 2022, en el estadio King Fahd de Riad, capital de Arabia Saudí, María Arthuer fue feliz. Llegado el pitido final de la semifinal de la Supercopa entre el Athletic Club y el Atlético, sus hijos Nico (19 años ese día) e Iñaki (27) corrieron hacia ella, se subieron a la valla que separaba el césped y la grada y se abrazaron, como pudieron, casi a través de las rejas, con su madre. Nico, que se había estrenado como goleador unos días antes, marcó en ese encuentro su primer gol importante. Hoy, tres años después, es una estrella mundial tras ganar la Eurocopa, mientras que Iñaki lleva el brazalete y ha firmado un contrato vitalicio. Juntos, después de ganar la última Copa del Rey, vuelven a Arabia, a otro desierto clave en la vida de los Williams.
La historia de María y su marido Félix ya la conocen, aunque sea el resumen: abandonaron Ghana, cruzaron andando el desierto y las fronteras de Libia, Argelia y Marruecos y terminaron saltando la valla de Melilla, donde les acogieron voluntarios de la Cruz Roja. Ahí, María descubrió que estaba embarazada. A los tres meses volaron a Bilbao y un sacerdote llamado Iñaki Mardones (de ahí viene el nombre de su primer hijo) les dio cobijo. La conexión cristiana, potenciada por la profunda fe de María, llega ahora hasta el vestuario del Athletic, que reza un 'Padre nuestro' antes de cada partido.
Las vivencias de los padres son claves para entender la educación y la forma de ser de dos hermanos que son 'rara avis' en el mundo del fútbol. «Humildes, trabajadores y leales», cuentan los que mejor les conocen en San Mamés. Tres adjetivos que descienden directamente de María y Félix. No por la imagen del camino en el desierto, una situación que ocultaron a sus hijos hasta que fueron mayores de edad, sino por las consecuencias de esa situación: la necesidad de trabajar, de devolver los favores recibidos y de mantener siempre un perfil bajo.
La lealtad
Todo eso se ve en los Williams, que siguen con el mismo agente que les ayudó en su primer contrato y mantienen su rechazo a las grandes agencias de representación. Se ve también en la timidez de Nico a pesar de la estrella que lleva en su sombra: «Lo que más me enorgullece es que no se le ha subido a la cabeza. Es mi alumno, mi hijito, y sabe que el patrón soy yo», explica Iñaki sobre su hermano pequeño.
La broma de 'hijito' no es por decir. Ha sido así. «Su padre estaba fuera por trabajo, yo me tenía que ir a las cuatro de la mañana a trabajar e Iñaki se tenía que encargar de preparar a Nico para el colegio», resume María en el documental de 'Netflix' sobre la vida de los dos futbolistas. «A Iñaki le ha tocado hacer de padre conmigo», aseguró Nico. El mayor ha sido su "referencia" en todo, incluso en la lucha contra el racismo. Iñaki lo sufrió en Cornellá hace cuatro años y Nico en el Metropolitano hace unos meses.
Pero en el fondo, son hermanos, pelean, discuten y se enfadan, sea donde sea. En marzo se hizo viral una riña entre ambos tras ganar al Alavés en la que parecían estar en su habitación o en el patio del colegio. «Tuvo que intervenir nuestra madre y el pequeño pidió perdón», explicó Iñaki. Para sus cercanos, Iñaki es «muy cabezón» y Nico más «sensible», más «niño» todavía. «A veces me rayo porque lo único que quiero es que estén orgullosos de mí también», admite.
El abrazo en La Cartuja
Y todo vuelve al pueblo de Ghana desde el que salieron María y Félix. «Allí hay una cultura muy fuerte de que el hermano mayor tiene que cuidar mucho del pequeño. Muchos días le odiaba porque no podía salir con mis amigos porque me tenía que quedar con él, pero era lo que tenía que hacer», declara Iñaki en el documental. «Mi hermano me ha enseñado disciplina», dice Nico.
La vida les ha llevado del abrazo de Arabia en 2022 al abrazo en La Cartuja tras la final de Copa de 2024: «¡Te lo mereces! ¡Te lo mereces!», le gritó Nico a Iñaki en el césped. Fue el gran éxito futbolístico de la familia Williams, porque el vital había llegado mucho antes.
Siempre se han de aprovechar los días de tormenta para recurrir a los adjetivos rimbombantes que nos deja este fenómeno natural. Las crónicas agradecen, muchas veces, los aluviones de poderío ofensivo, los ataques en tromba (de agua) y las carreras fugaces (como el rayo). Es el Leipzig un equipo, además, al que le sientan como un guante todas estas esencias, como ha demostrado en los últimos años en la Champions, pero el Atlético supo aplacar su tormenta con dos fogonazos. Griezmann puso el combustible y Giménez la chispa al buen partido rojiblanco. [Narración y estadísticas (2-1)]
Los alemanes no son de pausa, buscan el vértigo y así lo entendió el Atlético, que les recibió junto y recogido en bloque bajo. Salió Reinildo de inicio, un bastión defensivo, pero sorprendió Simeone con Correa, Julián y Griezmann en el once. No importa qué se espere del técnico, siempre hará lo contrario a lo predecible.
Y el Atlético se dejó llevar de inicio a un juego vertiginoso que no es el suyo porque la veteranía de medio campo para atrás te da poso, pero no velocidad. Y, tras un buen ataque rojiblanco que malogró De Paul en el balcón del área, salieron los alemanes como rayos ante un equipo que no puede transicionar tan rápido. En 30 metros ya eran tres alemanes contra dos rojiblancos. Disparó Openda, que se encontró una buena manopla de Oblak, pero el cancerbero ya no pudo con el cabezazo de Sesko.
El regreso de Vermeeren
La reacción del Atlético se produjo 10 minutos después, primero con una picaresca protagonizada por el jugador más listo del campo. Un córner que saca rápido Griezmann con los dos equipos colocándose, pero con Julián Álvarez atento al primer palo aunque no pudo dar la orientación necesaria al esférico. Y luego, tras un regalo de Gulacsi que terminó en las botas de Riquelme y al plantarse ante él y le entró un ataque de juventud e intentó ceder a un Correa vigiladísimo. El argentino disparó, el rechace llegó a Griezmann y apareció una bota salvadora alemana para negar el gol al francés. El estadio elevaba las manos y Simeone se las llevaba a la cabeza.
Volvía Vermeeren al Metropolitano y se debió olvidar de que ya no llevaba la rojiblanca. Se durmió en el borde del área, le robó De Paul y Correa no pudo finalizar con éxito. Casi tiene el argentino el quite del perdón en la jugada siguiente. Tras la salida de un córner, Angelito se acercó al primer palo para meter la punterita y elevar el balón por encima de todos los jugadores que lo miraban hipnotizados cómo golpeaba en el palo y terminaba en las manos de Gulacsi.
Griezman celebra su tanto en el Metropolitano.Manu FernandezAP
Olía el Metropolitano a tormenta y olía también el gol, que llegaría pocos minutos después. Sería Griezmann, el jugador que partía en esta ocasión desde el mediocampo, lo que le confería un aura de indetectabilidad que aprovechó para rematar solo desde el punto de penalti un gran centro de Llorente. Un gol que encendió a las masas y a los jugadores. De hecho, un minuto después, Julián desperdició otro centro de Llorente para hacer el segundo. Definitivamente, se descubrió un partido que se escondía tras nubes negras.
La tormenta no sólo afectó al juego, sino que hizo lo propio con la tecnología de VAR. Cinco minutos estuvo el juego parado por un problema con el pinganillo. Eso no paró al Atlético, que mantuvo la intensidad con la que se había marchado a la caseta con Correa y Griezmann como puntas de lanza, ambos con posiciones intercambiadas para dar descanso al francés, algo fatigado.
La Araña, desaparecida
Sigue Julián Álvarez sin encontrar los espacios en el juego del Atlético. Sustituido por Sorloth en el minuto 60, apenas dejó un remate a puerta el argentino y más por picardía de Griezmann que por mérito propio. Otro cambio fue Correa por Molina, una pedrada del Cholo en un partido empatado y que es importante ganarlo en esta nueva Champions de todos contra todos.
El último cuarto de hora fue un toma y daca a base de cabezazos. Primero remató Sorloth blando a las manos de Gulacsi, luego fue Poulsen el que erró por centímetros y finalmente un buen centro de Molina lo remató Griezmann, pero se encontró la manopla del portero húngaro.
Entonces, con medio estadio dando bueno por el empate, apareció la cabeza de Giménez al segundo palo para poner la primera victoria en el casillero rojiblanco. Nunca se puede dudar de las decisiones del Cholo. Tres puntos sufridos, pero importantísimos en un formato, el de esta Champions, que no da tregua.