El marchador vence en los 20 kilómetros con un ataque arrebatado, fortísimo, dos minutos de antología
Álvaro Martín, durante la prueba.ATTILA KISBENEDEKAFP
“¡Con cabeza!”, le reclama su entrenador, José Antonio Carrillo, en la zona de avituallamientos. “¡Con cabeza!”, le repite el federativo Luis Saladie más adelante, en la zona de meta, situada en la Plaza de los Héroes de Budapest. Va Álvaro Martín con el corazón en llamas y las piernas hirviendo; cómo pedirle cabeza si son los mejores minutos de su vida. Un oro en los 20 kilómetros marcha del Mundial. Por fin un oro.
A los 29 años y después de hasta cinco intentos, Martín se subió por fin a un podio mundialista este sábado, lo hizo al cajón más alto y fue gracias a un ataque de otra época. En un instante era quinto y, de repente, primero, desatado, arrebatado, en vuelo hacia la victoria. En el instante justo, a los 15 kilómetros, saltó del grupo, donde había estado guardado tras el sueco Perseus Karlstrom, veteranísimo, y desapareció. Ni el japonés Koki Ikeda, que antes intentó romper la prueba: nadie pudo pararle.
Al encarar la meta, agarró la bandera española y cruzó con un grito tan sentido como cansado. En sus dos éxitos anteriores, dos oros en el Europeo, había podía festejar con fuerza, pero esta vez no. La extenuación por su demarraje y, sobre todo, por la tensión de los últimos kilómetros, cuando tuvo que mantener su ventaja acabó con sus fuerzas. Después de la victoria apenas podía caminar un metro más.
En la primera prueba del campeonato, España vivió su primera alegría, un oro que no celebraba desde Miguel Ángel López en 2015, en la misma prueba.
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JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Jueves,
1
junio
2023
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En el agua, siempre en el agua. Támara Echegoyen (Ourense, 1984) creció sobre un barco, maduró sobre un barco, triunfó sobre un barco y, cómo no podía ser de otra manera, hoy disfrutará sobre un barco, el que llevará a la delegación española por el Sena con ella al frente. «Me encanta que la ceremonia de inauguración se haga dividiendo a los equipos en barcos, ¡imagínate! Los estadios están muy bien, pero para mí será como un sueño. Estoy disfrutando mucho de los momentos previos. Estas ceremonias cansan, son muchas horas de pie, pero se pueden vivir muy pocas en la vida», asegura a EL MUNDO.
La vela, el deporte que más medallas ha dado a España, tendrá otra abanderada, una campeona olímpica, aunque de aquello hace 12 años y la lejanía duele. Por el camino, Echegoyen ha logrado el récord que nadie querría: tanto en los Juegos de Río 2016 como en los Juegos de Tokio 2020 acabó cuarta, dos medallas de nada. En París quiere olvidar la racha.
Su padre tenía un barco en Sanxenxo, navegaba con la familia desde que era una niña. No imagino unos inicios tan idílicos.
Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia en el mar, pero aquello tenía poco que ver con el deporte, menos aún con la competición. Te lo contaría de manera muy romántica, pero sería mentira. Mi familia sólo tenía un barco de ocio y yo quizá probé 10 deportes antes de decidirme sólo por la vela.
Cuentan que ahora es imposible sacarla del mar, que no sale ni para ir a tomarse algo.
(Risas) Totalmente. En mi vida hay muy pocos días sin mar. Incluso de vacaciones estoy en el agua. A veces necesito desconectar de la competición, pero nunca del mar. Lo único que me cuesta es convencer a mis amigos a que salgan conmigo porque siempre voy al 100%, me sale sin querer, y ellos quieren que el barco vaya tranquilito, plano, para que no se vuelquen las cervezas.
RFEV
En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 apareció de la nada, junto a sus compañeras Ángela Pumariega y Sofía Toro, para ganar el oro en aquel barco Elliot 6m.
Es inolvidable, aquello fue una sorpresa incluso para nosotras. Nos costó clasificarnos y llegamos a los Juegos con un objetivo muy realista, conseguir un diploma. Quizá esa fue la clave. No presionarnos nos permitió disfrutar de los Juegos al máximo, centrarnos en nuestra rutina, hacer lo nuestro. Aún tenemos las tres un grupo de Whatsapp y la relación es muy, muy buena. Muchas veces sólo nos centramos en el resultado, pero el valor de lo vivido es enorme.
Fueron el 'Chiquitas Team'.
¡Eso es! En mi casa siempre me han llamado 'chiquita' y de ahí vino. Luego, como estaban empezando las redes sociales, nos pusimos ese apodo y aún hay gente que lo recuerda.
Luego vinieron dos 'casi' consecutivos. ¿Cómo los vivió?
El tiempo es necesario para asimilar que has acabado cuarta. Las dos veces me sentía igual, desolada, triste, frustrada... ¡uf! Sería injusto no llorarlo, pero luego vas dándole el valor que tiene. En tres Juegos Olímpicos he acabado con opciones de medalla. Es difícil relativizarlo, pero el deporte es así, no todo es bonito.
RFEV
¿Seguiría aquí si se hubiese colgado un bronce en Tokio?
No lo creo. Ese diploma me ha permitido llegar a París, puedo decir que soy abanderada gracias a mis derrotas. Con una medalla no hubiera seguido navegando y no estaría aquí, pero la cabezonería siempre ha sido mi tripulante. Acabar cuarta es doloroso, pero hay que apreciarlo.
Ahora que lo aprecia, ¿Se retiraría tranquila sin otra medalla olímpica, con el oro de Londres 2012?
Tendría que hacerlo, ¡Qué remedio! Pero me quedaría una espina clavada, no te lo puedo negar.
Ya ha vivido varias aventuras fuera de la vela olímpica. ¿Hasta qué punto llegó al límite en sus dos vueltas al mundo a vela en 2018 y 2023?
¡Buf! Hasta límites insospechables. Llegué a estar completamente agotada. Antes hablábamos de estar siempre en el mar y ahí sí que deseé pulsar un botón que me devolviera a tierra. Pero siempre había algo que me empujaba a seguir adelante. Unos Juegos Olímpicos tienen dificultades, tienes que navegar muy rápido, con presión, pero no llegas al límite. En la vuelta al mundo pude comprobar qué es realmente la extenuación.
«No estoy preparado para entrenar como entrenaba antes. Me encanta el deporte, me encanta competir, pero todo el proceso ha sido duro. Un día tenía ganas de correr o de salir en bicicleta y los tres siguientes no me apetecía hacer nada. Pesaba 70 kilos y ahora peso 84. No le veo recorrido, me parece imposible recuperar el nivel de hace dos años».
El 19 de febrero de 2023, Celestino Fernández, entonces vigente campeón de España de duatlón, compitió en la prueba ciclista Challenge La Plana de Castellón y al final, ganador de una etapa y de la categoría máster, le tocó pasar el control antidopaje. Nada nuevo. A los 39 años -hoy tiene 41-, internacional en Mundiales y Europeos, ya había pasado por muchos. Pero dos meses y medio después llegó la sorpresa. El 3 de mayo del mismo año le notificaron que había dado positivo por oxandrolona, un esteroide anabólico ilegal que ayuda a desarrollar el músculo y que tiene cierto uso en deportes de fuerza como el culturismo o la halterofilia. En ese mismo instante, Fernández quedaba inhabilitado temporalmente y después recibiría una sanción de cinco años. Hasta el 19 de febrero de 2028 no podría volver a competir en cualquier prueba federada y, lo que era peor, tenía que retirarse del deporte como un tramposo.
David GonzálezAraba
«Volvía de trabajar, leí la notificación electrónica y me quedé en shock. No sabía qué decir ni qué hacer. Se me cayó el mundo encima. Era imposible porque yo sabía que no había tomado nada. Se lo conté a mi pareja y empezamos a buscar ayuda», recuerda Fernández en conversación con EL MUNDO desde su domicilio en Náquera, cerca de Valencia. Durante un tiempo peleó contra la Comisión Española para la Lucha Antidopaje (CELAD) en la justicia deportiva y no consiguió nada. Fue luego, con el resto de vías ya agotadas, cuando decidió acudir a la justicia ordinaria con un enfoque novedoso.
Muchos deportistas han recurrido sus sentencias por dopaje alegando errores en la cadena de custodia de sus muestras, pero Fernández fue más allá: arguyó que la orina no era suya. Y en cuanto se comparó la muestra positiva con su propio ADN se confirmó que decía la verdad. Había sido condenado por el positivo de otro. El pasado lunes, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 8 de Madrid le levantó la sanción, condenó a la CELAD a pagar las costas del proceso y expuso al organismo público a una denuncia histórica.
"No sé cuánto reclamar"
¿Ahora qué va a hacer?
Lo estoy valorando con mi abogado. Las costas del juicio fueron 1.000 euros, pero yo me he gastado mucho más. Si las pruebas de ADN que presenté ya costaban la mitad. Ahora supongo que toca reclamar a la CELAD por daños y perjuicios, pero no sé cuánto. No tengo ni idea.
Cómo se pudo traspapelar una muestra orina positiva sólo se entiende al leer la sentencia, donde se especifica los muchísimos errores de la CELAD en su custodia e incluso las muchas horas en las que no se sabía dónde estaba, pero ahora eso ya da igual. Un despropósito del antidopaje español, uno más. Para Fernández, aunque quizá no vuelva a competir, lo importante es que su reputación vuelve a estar impoluta y eso va más allá del deporte.
Agente de la Policía Nacional, el positivo pudo costarle una falta grave y, por lo tanto, entre tres meses y cinco años sin empleo ni sueldo. «El caso era mala imagen para mí y mala imagen para la institución. Hubo algún medio que tituló 'Un Policía Nacional da positivo'. No fue agradable, para nada. Tenemos un régimen interno de análisis y yo siempre di negativo, pero no sé qué hubiera pasado laboralmente si mis recurso no hubiera salido adelante», expone Fernández, que compitió como ciclista de adolescente, entre los nueve y los 18 años, y lo dejó hasta los 30 años, cuando regresó y empezó a brillar en el duatlón.
Ahora, pese a levantarse su castigo, pese a recuperar su buen nombre, es improbable que vuelva a competir porque, además, siempre deberá responder ante quienes le perjudicaron. «Imagina que encuentro la motivación y la forma, vuelvo a subir al podio en una prueba y me tienen que hacer un control antidopaje. ¿Qué hago? ¿Acepto sabiendo que pueden cometer otro error y volver a condenar? ¿Me niego y me sancionan? No veo la manera», finaliza Fernández.