Deporte en estado puro, lucha física, mental, generacional, 16 años de diferencia. Por un lado, Carlos Alcaraz, al que podría catalogar como el jugador más completo técnicamente de la historia a su edad. Ha revolucionado el tenis, usando sus golpes e
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A la espera de ratificar su participación en Roland Garros, que se inicia este domingo en París, Rafael Nadal ya goza del apoyo entusiasta de los aficionados. El ganador de 14 títulos en un torneo que aguarda su respuesta definitiva volvió a pisar la Philippe Chatrier por primera vez desde que el 5 de junio de 2022 logró su última copa de los mosqueteros al imponerse a Casper Ruud en la final. Lo hizo ante 6.000 personas que le aclamaron al grito de "Rafa, Rafa, Rafa", deseosos de ver al veterano guerrero, que el día 3 cumplirá 38 años, en la que puede ser la despedida de su torneo fetiche.
Después de dos años muy complicados por los problemas físicos, con escasos partidos en sus piernas y las dudas que arrojan los resultados obtenidos hasta ahora en la gira de tierra, el ex número 1 del mundo parece decidido a darse una oportunidad postrera en un territorio que domina como nadie. Eliminado por Alex de Miñaur en la segunda ronda del Conde de Godó, octavofinalista en el Masters de Madrid, donde dijo adiós definitivamente al torneo tras caer frente a Jiri Lehecka y detenido en segunda Ronda del Masters 1000 de Roma por Hubert Hurckaz, el ganador de 22 títulos del Grand Slam trata de afinarse en el templo de la arcilla.
Tanto en Madrid como en Roma, Nadal reiteró que no piensa comparecer en un torneo que significa tanto para él sin encontrarse en condiciones de competir. El escenario, que conoce como nadie y en el que ha logrado resultados que se adivinan inalcanzables, le favorece, pero persisten las dudas sobre sus condiciones físicas en una competición que, además, se disputa al mejor de cinco sets. Frente a su vitola indestructible, pesa también su ránking. El español es el número 276º del mundo y quedaría abocado a tempranos enfrentamientos con rivales de máximo peso.
De su lado, un Roland Garros más abierto que nunca. Novak Djokovic, defensor del título, juega esta semana el ATP 250 de Ginebra con la intención de ajustarse a la tierra tras un paso decepcionante en los torneos previos, con las semifinales de Montecarlo como mejor resultado. Carlos Alcaraz se dio de baja en el Foro Itálico tras resentirse en la Caja Mágica de sus problemas en el antebrazo derecho. Nombres como el de Alexander Zverev, reciente campeón en Roma, ganan peso en la prospección de favoritos, después de una secuencia de torneos señalada por la imprevisibilidad.
Fue en mayo de 2015 cuando Carlos Alcaraz visitó París por primera vez y se estrenó en Roland Garros. Tenía 12 años recién cumplidos. Como campeón de un torneo alevín en España, fue invitado al Longines Future Tennis Aces, un Roland Garros sub-13 oficioso, y junto a uno de sus primeros entrenadores, Carlos Santos, vivió la experiencia completa: jugó en unas pistas situadas a los pies de la Torre Eiffel, conoció la Philippe Chatrier y pudo ver la victoria de Novak Djokovic ante Rafa Nadal en unas pantallas gigantes instaladas en el Campo de Marte. Entonces cayó en semifinales ante un rival chino, Xiaofei Wang, que venía de derrotar a Holger Rune y que le desesperó: Alcaraz, raro en él, llegó a discutir con el juez de silla. Entonces ya soñaba con ganar algún día Roland Garros, el Roland Garros de verdad. Este domingo (14,30 horas, Eurosport) en la final ante Alexander Zverev tendrá la primera oportunidad de cumplir ese anhelo.
«Aquella fue la única vez que vine a París antes de debutar ya en el torneo grande [en 2020, cayó en el clasificatorio]. Fue muy bonito: jugar abajo de la Torre Eiffel, vivir la experiencia de un partido internacional... Recuerdo coincidir con Holger, por ejemplo. Guardo muy buenos recuerdos», explica Alcaraz que nunca ha escondido la importancia de Rafa Nadal en su formación y, por lo tanto, la influencia del Grand Slam parisino.
«Con este torneo siempre he tenido un feeling especial, está claro. Cuando era pequeño salía corriendo de clase para encender la tele y ver Roland Garros. Coincidía muy bien en horas, ya estaba acabando el curso... Vi muchos partidos. Por supuesto veía siempre los de Rafa y muchos otros», rememora el actual número tres del ranking mundial que, aunque triunfó antes en el US Open y en Wimbledon, ambiciona escribir por fin su nombre en la lista de campeones que decora la Philippe Chatrier. «1925. René Lacoste», se puede leer en las paredes exteriores y la enumeración va avanzando hasta que hay un momento que parece que se ha atascado. «2005. Rafa Nadal», empieza y luego, ya saben, medio estadio pintado con el mismo nombre.
Aquellos partidos en Tarbes
«Su sueño siempre ha sido ganar Roland Garros. Se ha criado viendo a Rafa, en su entorno siempre estábamos con Roland Garros en la boca y, es más, en su club sólo teníamos pistas de tierra batida», recuerda Kiko Navarro, entrenador de adolescencia de Alcaraz junto al propio Campos, quienes guiaron sus pasos antes que lo hiciera su actual técnico, Juan Carlos Ferrero. El ex entrenador del español incide en un detalle curioso. Aunque su juego se adapta a todas las superficies, hasta que tenía 14 o 15 años apenas había entrenado sobre cemento, mucho menos sobre hierba. Entonces en el Club de Campo de El Palmar sólo había tierra batida.
«Teníamos 13 pistas y todas eran de tierra. Luego con su tío abuelo Paco conseguimos convertir una de esas en una pista rápida. Creo que por eso nunca le fue muy bien en Le Petits As», analiza Navarro y nombra el otro torneo francés que encaró Alcaraz durante su formación. Cada enero, en Tarbes, cerca de Pau y de los Pirineos, se disputa una especie de Mundial sub-14 oficioso y el español estuvo dos veces, en 2016 y en 2017. La primera vez sólo ganó un partido y la segunda, tres. «Su formación en tierra le perjudicaba entonces», finaliza el ex técnico de Alcaraz que rememora sus aspiraciones infantiles.
Los dibujos con el trofeo
En un Campeonato de España sub-10 le entrevistaron por primera vez en su vida y reconoció que Roland Garros era su mayor deseo. Luego, dos años más tarde, con más partidos vistos, en otra entrevista añadió Wimbledon a la ecuación. «Sí, sí, en las primeras entrevistas hablaba de Roland Garros», asegura Josefina Cutillas, la psicóloga que ayudó a Alcaraz en sus inicios, de los 8 a los 16 años, con una anécdota: el hoy tenista solía dibujar y se retrataba a sí mismo levantando la Copa de los Mosqueteros. Cutillas guarda algunas de esas pinturas para la historia, aunque aseguran que no verán la luz si el tenista no lo pide expresamente. Quizá nunca haga falta: este domingo mismo puede convertir aquellos dibujos en realidad.
Enfrente, Zverev, un tenista ante el que ha perdido más partidos (cinco) de los que ha ganado (cuatro), pero que ha sucumbido ante él en los últimos meses. En cuartos de final del último Masters 1000 de Indian Wells, Alcaraz venció por 6-3 y 6-1. Entre las armas del alemán para ganar Roland Garros, su saque agresivo, la potencia con el revés y las ganas de levantar por fin, a los 27 años, un Grand Slam. Entre los argumentos del español, todos los recursos tenísticos que existen, un físico capaz de aguantar cinco sets al máximo y, sobre todo, el sueño de cuando era un niño.