Un último cuarto memorable y una gran lección táctica de Spoelstra han servido para que Miami someta al astro serbio y envíe la serie empatada a Florida
Miami, una vez más Miami. 9-0 era el récord de los Nuggets en Denver durante estos Playoffs, pero, si alguien debía romper esa imbatibilidad, esos eran los Heat. Los imposibles parecen no existir para el conjunto dirigido por Erik Spoelstra, que, tras alcanzar las finales desde el Play-in y eliminar a Bucks, Knicks y Celtics, ansía hacerse con el anillo.
Así, este equipo, construido a partir de jugadores no drafteados y varias estrellas cuestionadas, ha tumbado a los Nuggets de un Nikola Jokic que ha vuelto a estar increíble (41 puntos, 11 rebotes), pero que, sin la ayuda de sus compañeros, no ha podido sellar la victoria.
De esa soledad de Jokic, poco frecuente durante todos los Playoffs, buena parte de culpa tiene Miami y Spoelstra. “Si me tienen que ganar, que sea Jokic quien lo haga”, debió pensar el legendario técnico de los Heat, y así ha sido. El serbio ha estado aislado por la defensa de Miami durante todo el encuentro y no ha podido conectar con sus compañeros, que, además, no han estado acertados en el tiro.
Pero eso solo era una parte del plan, el resto dependía de Jimmy Butler y eso siempre es sinónimo de seguridad. El escolta (21 puntos y 9 asistencias) ha vuelto a ser decisivo cuando la situación lo demandaba, cuando Jamal Murray tenía la prórroga en sus manos y solo él podía defenderle. Ahí es donde Butler se multiplica para hacer a Miami soñar y sellar una victoria que tampoco habría sido posible sin los papeles de Vicent (23 puntos) y Adebayo (21 puntos y 9 rebotes).
Miami vuelve a demostrar que es un equipo y que toman esa palabra como una especie de mantra inquebrantable al que deben pleitesía. Bajo esa creencia se llevan empatada la serie a Florida, donde deberán seguir luchando contra la tiranía que “El Joker” desea imponer en la NBA.
Tras un verano de no demasiados vuelcos en el mercado y con uno de los drafts menos entusiastas de los últimos tiempos, la temporada NBA pone sus focos y sus incógnitas en los rescoldos del curso anterior, en si lo de los Celtics campeones es una era que arranca, en si los Nuggets de Jokic serán capaces de resurgir, si Wembanyama está ya listo para llevar a un nivel superior a los Spurs o, evidentemente, si será la última temporada de LeBron James y en qué dará de sí el experimento de jugar junto a su hijo Bronny (y con su colega JJ Redick en el banquillo de los Lakers).
Aunque el más poderoso de los desafíos sin duda es el que atañe a Luka Doncic y no sólo por su inaplazable candidatura al anillo tras el fogonazo de los Mavericks en el tramo final del pasado curso que les llevó hasta las mismísimas Finales. La continuación de aquella química y la ilusionante adquisición de Klay Thompson, el inseparable compinche de Steph Curry en los históricos Warriors, elevan la presión y las expectativas en el colectivo de Jason Kidd a una NBA que ha visto cómo se disparaba su interés global gracias a su estrella.
Ayer mismo se hicieron públicos unos datos demoledores. Impulsada por los partidos de Dallas, la audiencia promedio de televisión de los partidos de los Playoffs 2024 emitidos en horario estelar en España aumentó un 44% el año pasado. El debut de Luka en las Finales tuvo un aumento del 61% en comparación con el año anterior. Y el ex del Real Madrid fue el cuarto jugador de la NBA más visto globalmente en redes sociales durante la temporada regular, con más de 1.200 millones de visualizaciones (solo por detrás de LeBron, Curry y Wembanyama). Además, los Mavericks fueron el equipo más visto en las redes sociales de la NBA durante los Playoffs y el segundo equipo en la plataforma League Pass la temporada pasada, con un aumento del 22% en su audiencia.
A Doncic, camino de los 26 años y en la que será su séptima temporada en la NBA, le persiguen las sospechas de su permanente enfrentamiento con los árbitros y de su aparente sobrepeso. De lo que no hay ninguna duda es en su rendimiento deportivo, hasta el punto de que ya a nadie le extrañaría que acabara el curso promediando un triple-doble (firmó 33,9 puntos, 9,8 asistencias y 9,2 rebotes), algo que sólo han conseguido Russell Westbrook y Oscar Robertson. Eso, sin duda, elevaría su candidatura al MVP, otro reto pendiente. Tampoco nadie recela ya de su capacidad de liderazgo, de involucrar a sus compañeros.
Lo logró con Kyrie Irving y parece que no le va a ser difícil conseguirlo con Klay, el cuarto jugador que más triples ha encestado en la historia de la NBA (2.982). Con esos dos veteranos talentos a su vera, se amplían las amenazas ofensivas de los Mavericks. Un equipo que ya demostró su salto defensivo tras los traspasos de mitad de temporada. Con la llegada de Daniel Gafford y PJ Washington, no sólo ganó 16 de los últimos 20 partidos de la temporada regular (además de las tres primeras eliminatorias de playoffs, pasando por encima de Clippers, Thunder y Wolves), también pasó a ser una de las mejores zagas de la competición.
"Una de las principales razones por las que vine aquí es la oportunidad de jugar junto a Doncic. Hay 82 partidos de temporada regular para que desarrollemos química. Pero para ser honesto, creo que es un jugador tan bueno que no necesitará mucho tiempo para eso", admite Klay, en busca de nuevos desafíos y de una versión similar a la anterior a sus graves lesiones: rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda y del tendón de Aquiles de la pierna derecha de forma consecutiva.
Doncic, que es duda para el inicio del curso por una contusión en el muslo izquierdo, ha tenido un verano como casi siempre movido. Pero tras no lograr el billete para París en el Preolímpico disputado en Atenas, ha podido descansar casi tres meses. "Todos hablarán de lo que hicimos el año pasado, pero esa temporada ya terminó. Este es un nuevo capítulo en el viaje de este grupo y tenemos que generar química. Internamente, la paciencia siempre ha estado ahí. Eso es lo único en lo que podemos apoyarnos. No tenemos prisa. Entendemos que va a llevar tiempo. Llegará un momento en que, si perdemos un partido, seguiremos trabajando por nuestro objetivo, que es ganar un campeonato", ha admitido un Kidd que aún no ha podido probar a su Big Three en pretemporada.