La organización del Mundial de F1 estudia si correr o no este domingo en la Emilia Romaña, una zona de Italia en alerta roja por las lluvias torrenciales
Lluvia, lluvia y más lluvia. Desde la semana pasada, el ciclón Minerva azota el centro de Italia, donde el desbordamiento de varios ríos ha provocado daños materiales y ha obligado a evacuar poblaciones. En ese escenario, este fin de semana, llega la Fórmula 1. El domingo, en el circuito de Imola debería celebrarse el sexto Gran Premio de la temporada, pero la organización del Mundial y las autoridades locales estudian este miércoles su cancelación. El cielo deja poco margen.
En primer lugar porque el trazado podría estar impracticable. El río Santerno casi bordea el asfalto y su crecida ya ha inundado la zona baja del recinto, donde se había instalado el paddock de la Fórmula 2. Ahora mismo la zona central del circuito no está abnegada, pero el acceso al mismo está cerrado y no se puede trabajar: los motorhomes están por montar, los mecánicos no pueden instalarse…
Inundaciones en Italia por las fuertes lluvias torrencialesEL MUNDO
Si la tormenta amaina, sería posible correr con un ajuste del programa, quizá suspendiendo los primeros entrenamientos libres, pero las autoridades locales temen por la llegada de aficionados. En las próximas horas, miles de fans de la Fórmula 1 aterrizarán en los alrededores de Bolonia y allí hay varias carreteras cortadas e incluso algunos pueblos evacuados. En una zona de alerta roja, la cancelación del Gran Premio es una posibilidad sobre la mesa.
En la era de la medición y el Big Data, la grandeza en el deporte se explica en números, récords y porcentajes, pero cuando Jannik Sinner se retire se recordará su prodigiosa serenidad. Nunca hubo un tenista tan firme, tan consciente de sí mismo, tan estoico. Muchos desaparecieron después de remontadas como la que sufrió en la final del pasado Roland Garros, hay casos recientes como Zverev, Tsitsipas, Medvedev o Thiem, pero Sinner hizo todo lo contrario: analizó lo ocurrido, entrenó más que nunca y regresó para superar este domingo a su cruel verdugo, Carlos Alcaraz, en la final de Wimbledon por 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 en tres horas y cuatro minutos de juego.
En la celebración no hubo revancha, ni rastro de rabia, no ganó desde el rencor. Levantó los brazos sobre la pista y de inmediato se fue a felicitar a Alcaraz; ni tan siquiera necesitó tirarse sobre la hierba. Pese a ser como fue, el italiano siempre entendió la derrota de París como parte del juego y, es más, como parte de la vida, donde venimos a perder. En los 15 minutos de lágrimas en los vestuarios de la Philippe Chatrier soltó cualquier pensamiento negativo -contra él mismo o contra el mundo- y se recompuso para alzarse sólo un mes después.
Como hace Toni Nadal, el primer entrenador de Sinner, Riccardo Piatti, narra anécdotas entre la realidad y la fantasía para describir sus éxitos. En una de ellas relata cómo, cuando era pequeño, le puso en la televisión la final del torneo de Marsella 2000, donde un joven Roger Federer perdió contra Marc Rosset jugando muy mal. "¿Por qué juega así? No se parece a Roger", preguntó Sinner. "Ese era Federer antes de muchas horas de trabajo", le contestó Piatti. Ahí se supone que el actual número uno aprendió que el talento no sirve de nada sin esfuerzo detrás. Después de Roland Garros aplicó esa lección y exageró su preparación para alcanzar la gloria este domingo. A sus 23 años, su primer Wimbledon, su tercer Grand Slam, ya sólo le queda París para completar la lista.
El plan distinto de Sinner
Al contrario que en otras ocasiones, esta vez el italiano tenía un plan. "Fuerza, potencia y velocidad", con esas tres palabras le describía en la previa su técnico, Darren Cahill, pero la reciente desdicha le enseñó que no era suficiente. Por eso planteó una apuesta arriesgada: contra Alcaraz se disfrazó de Alcaraz. Hay recursos que Sinner no necesita, apenas sube la red, prácticamente nunca hace una dejada; con sus golpetazos y sus piernas le sobra. Pero en la final apareció con otro tenis.
Durante un buen rato, Sinner abandonó su juego violento y robótico en el fondo de la pista para crear. El artista ya no era Alcaraz, era él. La intención era sorprender al español, llevarle a lugares desconocidos. Sin duda, era buena idea. Pero no le funcionó. Pese al desconcierto inicial, que le llevó incluso a ceder un rotura de saque, nadie gana a Alcaraz a lo suyo. En cuanto entendió las intenciones de su rival, el número dos del mundo le cazó con varios golpes pasantes, se divirtió, remontó, cogió ventaja. Del 4-2 al 4-6. Sólo hubo un problema: en el preciso momento en el que ganó el primer set empezó a perder el partido.
Kin CheungAP
Sinner le lanzó un derechazo deslizando de los que nunca vuelven y Alcaraz lo hizo volver de espaldas en un malabarismo imposible para dejar la bola plantada al otro lado de la pista. En su celebración, el índice en la oreja, el español olvidó unos segundos la prudencia. Y cuando se dio cuenta, había cometido una doble falta, había concedido una rotura, había perdido el segundo parcial.
La primera derrota de Alcaraz
Con la igualdad de nuevo en el marcador, Sinner recapacitó y volvió a su plan de siempre. Pum, pum, pum, pum. Esa derecha feroz, ese revés demoledor. El constante bombardeo. De repente Londres pareció París, pero París antes de que aquellas tres bolas de partido lo cambiaron todo. Con la rémora de su saque, desacertado esta vez -sólo un 52% de primeros-, Alcaraz empezó a sufrir, a pelear bolas de rotura en contra, a precipitarse al abismo. Cada break cedido se convertía en un set más en su contra. Hubo un punto, llegado el cuarto periodo, en el que sólo le quedaba la épica y el recuerdo de la última remontada. ¿Y si Sinner temblaba de nuevo? El italiano falló su primer 'match point', pero acertó un gran saque en el segundo. Ya era el campeón.
Sentado en su silla, mientras se preparaba la ceremonia de entrega de trofeos, Alcaraz conoció la derrota. Hasta este domingo había perdido, claro que había perdido, pero nunca había sufrido una verdadera derrota. A la sexta, perdió en la final de un Gran Slam. Mientras Sinner recogía el trofeo de la mano de Kate Middleton tuvo que pensar que el italiano le acababa de marcar el camino. Por muy doloroso que sea, sólo le queda entrenar y entrenar para vencer en la próxima.
Tienen los clásicos un aroma a partido añejo, histórico, como su propio nombre indica. Por ello el Comité Técnico de Árbitros ha recurrido a un colegiado con esas características para afrontar la final de Copa del Rey en La Cartuja entre dos transatlánticos que magnificarán cada posible error de un equipo arbitral que parte con un líder respetado dentro de su colectivo. Y la historia de Ricardo De Burgos Bengoetxea (Bilbao, 1986) está a la altura.
Tenía cinco años cuando su tío Francisco le pidió a Adolfo Suárez que no se moviera de su escaño. Era un 23 de febrero de 1981 y este cabo fue uno de los que participó en el frustrado golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero. Su hermano, Ernesto De Burgos Núñez y padre de Ricardo, fue árbitro profesional entre 1976 y 1982. El joven decidió obviar el subfusil y el puro que llevaba su tío en aquella negra fecha y, con buen criterio, eligió agarrar el silbato y seguir la carrera de su padre, que llegó a arbitrar hasta 69 partidos en Primera División. El trencilla le sigue llamando tras cada partido para tranquilizarle y explicarle cómo ha salido todo.
De Burgos Bengoetxea ascendió a Primera División en 2015 y lo hizo junto a José María Sánchez Martínez, curiosamente dos de los mejores árbitros actualmente de LaLiga EA Sports, aunque De Burgos no esté entre los cinco que hay en el grupo Élite de UEFA y sí el murciano. Llegó tras arbitrar dos temporadas en Segunda B (26 partidos) y cuatro en Segunda (86 duelos) hasta el ansiado Levante - Celta del 23 de agosto de 2015 en el que debutó oficialmente en la máxima categoría.
Si ese fue uno de sus mejores momentos con el silbato en la mano, uno de los peores se produjo en su primer clásico. El colegiado expulsó a Cristiano Ronaldo en la final de la Supercopa de España de 2017 tras un forcejeo con Umtiti. Le mostró la segunda amarilla tras haberle sacado otra por celebrar un tanto sin camiseta. Admitió en una entrevista que "fue un momento complicado" y que le costó "volver a salir al campo", pero que esa experiencia le ha hecho más fuerte en su profesión.
Su turno
Para el CTA era el turno de Richi, como se le conoce cariñosamente, puesto que, aunque debió pitar la final del año pasado, al haberse colado el Athletic, no pudo hacerlo al pertenecer al colegio vasco. La eliminación de la Real allanó un camino que tanto Luis Medina Cantalejo como el Comité técnico lo tenían claro, pese a los rumores de que este encuentro sería para César Soto Grado. Desde el CTA hay "gran confianza" en un colegiado de carácter "dialogante" que ha sacado partidos muy complicados en los últimos años "con gran nivel".
De hecho, De Burgos es el que tiene que afrontar el famoso derbi sevillano en el que lanzan un palo a Joan Jordán y también el encuentro en el que Vinicius recibe los insultos racistas en Mestalla, en el que el brasileño termina expulsado.
No hay corporativismo
El vasco califica a los árbitros como el equipo número 21 de LaLiga y es completamente contrario al corporativismo que, dicen, existe entre los trencillas. "Yo quiero que me corrijan si me he equivocado", expresó en una entrevista previa respecto al uso del VAR y la polémica y la desconfianza que genera en cada jornada. Aunque ninguna como la del caso Negreira del que asegura es lo "que más daño" ha hecho a su colectivo.
Fan del parchís y de tomar alguna que otra cerveza con los amigos y compañeros cuando la temporada lo permite, éste será el tercer clásico que arbitre en sus 10 años en Primera División. El primero, pese a la expulsión de Ronaldo, se lo llevó el Real Madrid y los dos últimos, otra final de Supercopa en 2023 y uno de liga en la misma temporada, fueron para el FC Barcelona.
Es, sin embargo, el Atlético de Madrid el equipo al que más veces ha pitado, 34. Mientras que el Barcelona es el tercero con 31 y el Real Madrid es sexto con 25 de los 380 partidos en los que ha estado en el campo. El balance de los culés con De Burgos son de 25 victorias, un empate y cinco derrotas mientras que los blancos están en 17-4-4. Internacional desde 2018, ya ha dirigido algún partido de la Nations League, pero le falta rematar con algún gran torneo.
McLaren confirma los pronósticos. El acelerón del equipo liderado por Andrea Stella era evidente y ni siquiera con una condición climática impredecible, Max Verstappen ha podido impedir que la marca británica se haya hecho con las dos primeras posiciones de la parrilla. Cuarenta y seis milésimas son las culpables. Lando Norris (1:17. 755) se hace finalmente con el liderato y tendrá en su mano la primera victoria de esta segunda parte del campeonato.
Carlos Sainz estará a un solo paso del pódium, aunque lo tendrá muy difícil con la velocidad que alcanzan los tres pilotos de delante, mientras que Fernando Alonso se tiene que conformar con un séptimo lugar después de las nuevas mejoras implantadas por Aston Martin.
Una ligera lluvia en los minutos previos al comienzo de la clasificación ha sido el signo de interrogación de la jornada de clasificación en el Hungaroring. Las miradas al cielo eran continuas y había que apostar. Todos salieron con neumáticos blandos para arañar esos segundos que marcasen la diferencia aun teniendo que lidiar con algún sector mojado.
Unas condiciones dudosas e inciertas que pronto dejaron el primer incidente. Sergio Pérez estrellaba su Red Bull contra el muro. Su rostro serio al regresar al garaje lo decía todo. También Russell, que pese a mejorar su tiempo en los últimos minutos, terminó quedándose fuera a las primeras de cambio. "Es culpa mía", confesaba el británico por radio tras confirmarse el desastre.
Sudor y sangre también para su compañero de equipo Hamilton que, a pesar de tocar la gloria en Silverstone, sólo una centésima de diferencia con Hulkenberg le salvó de caer eliminado en la Q2. Seriedad y alivio en Mercedes que finalmente logró asentarse en el quinto puesto.
Aston Martin y Ferrari
No es un mal resultado para el asturiano. Pese a que Lance Stroll sufrió en la primera parte de la jornada, la escudería ha logrado colocar a sus dos pilotos por delante de Tsunoda, que tuvo un accidente a falta de dos minutos para el final y detrás de Leclerc, que tendrá que salir en sexto lugar a dos puestos de Sainz.