La competición nacional va camino de su récord histórico de rojas: en 23 jornadas ya se han mostrado 94, por 19 de la Premier. Varios ex árbitros lo analizan el fenómeno
No hay jornada sin un ramillete de expulsados en la Liga, cinco el pasado fin de semana, tarjetas rojas al viento por costumbre, aunque los datos alerten. Lo extraordinario ocurre en España, por comparación con el resto de grandes campeonatos, pero también con el pasado propio. En la jornada 23 son ya 94 las veces que un equipo de Primera no terminó con los 11 jugadores. En todo el curso pasado eso sucedió cinco veces menos, igual que en la temporada 2019/2020… En la Premier League, a estas alturas, son apenas 19 los expulsados. 29 en la Bundesliga, 40 en el Calcio, 71 en la Ligue 1…
El fenómeno disciplinario preocupa. Aunque las razones no parezcan evidentes. El Comité Técnico de Árbitros de la Federación Española, consultado por este periódico, no entra en comparativas con otros campeonatos. Y varios ex colegiados sondeados prefieren no contestar, como si la sombra de la sospecha del caso Negreira hubiera puesto nervioso a todo un colectivo. Entonces, ¿por qué en la Liga se expulsa más?
Para saber más
«No hay una explicación clara, sigo dándole vueltas», admite Alfonso Pérez Burrull, quien lleva la contabilidad de las expulsiones: con 0,41 rojas por partido, la Liga va camino de superar su récord histórico, el de las 149 de la 2009/2010, 81 de ellas directas entonces. El ex árbitro internacional, antes de mostrar varias de las razones, acude a un caso cercano. Durante el Tottenham-Chelsea del pasado fin de semana, el VAR corrigió una roja a Ziyech por «un bofetón» a un rival. En el derbi, el codazo de Correa a Rudiger ni fue revisado por Gil Manzano. «¿Dónde está el límite de la violencia y la simulación?», se pregunta.
El colegiado cántabro encuentra motivos futbolísticos al fenómeno y recuerda una regla que para él cambió todo: cuando se eliminó el requisito de que el balón tenga que dejar el área antes de que pueda tocarlo ningún jugador. «Se ganaron 20 metros, se saca menos en largo y se aumenta la presión. Eso hace que haya más faltas, muchas por detrás, pisotones al que recibe de espaldas. Y aumenten las tarjetas», razona Pérez Burrull.
“La primera amarilla”
Que también pone en la balanza la influencia del VAR en el incremento de las protestas, de «insistir en que se revise absolutamente todo». En esa vehemencia de unos y falta de paciencia de otros también incide Rafa Guerrero, que habla de que la enorme influjo de «la picaresca». «No es casualidad, las estadísticas hay que respetarlas. Pero no tienen nada que ver la Premier con la Liga. El fútbol español y el latino en general es más ardiente. Hay incluso diferencias entre arbitrar un partido en San Sebastián o Bilbao y Málaga, por ejemplo», razone el ex juez de línea. «La educación deportiva no es la misma, no es cuestión de ser peor o mejor árbitro. Somos un país de argucias. Intentas engañar al rival y luego te das un abrazo con él», denuncia.
«Son demasiadas tarjetas, se expulsa demasiado rápido. La primera amarilla se saca muy pronto. No sé si en este sentido ha habido instrucciones, me temo que sí», advierte otro histórico, Joaquín Ramos Marcos, de la piel fina de los trencillas nacionales. La jornada 9 fue la única en la que todos los equipos de Primera acabaron con 11. «También tiene que ver la formación del arbitraje. En Inglaterra desde siempre se permite más contacto», aporta en este sentido Guerrero.
Pérez Burrull también pone en valor tanto la forma física como la preparación del árbitro español en comparación con el de la Premier, donde no hay límite de edad, y del efecto contrario que puede suceder en cuanto a número de tarjetas: «Cuanto más preparado estás, más sabes y más capacidad tienes. Y ves más cosas que sancionar».
Y si todo esto fuera poco… «Francamente sí, detecto más crispación. Todos somos humanos, el árbitro no es ajeno al ruido, no está en una burbuja», cuenta Rafa Guerrero sobre la presión en aumento sobre el arbitraje, quejas, comunicados aquí y allá y más desconfianza aún desde que estalló el caso Negreira. Coincide Pérez Burrull: «Aumentan los decibelios del debate público, de las redes sociales. Y las sospechas. Y se pierde el respeto. Cuando eres árbitro, vas más a la defensiva. Sólo hay que observar el rictus de Gil Manzano el sábado en el derbi, desde el inicio. Al descanso había casi tantas tarjetas como faltas».