Los Ángeles Clippers y los Kings de Sacramento acaban de protagonizar un partido con 351 puntos (victoria de Kings por 176-175, tras dos prórrogas). En esta ‘ofensiva’ NBA, con Klay Thompson metiendo 12 triples por segunda vez en la temporada, con Luka Doncic por encima de 40 puntos varias noches, con la media de anotación más alta desde los años 60, el buscador nos recuerda que el récord absoluto sigue fechado en 1983, cuando los Detroit Pistons se impusieron a los Denver Nuggets por 186-184, después de tres prórrogas.
Aquella floreciente NBA de Magic y Bird -“Larry, tú a Boston y yo a California, ¿ok?”-, a los que poco después daba el equilibrio perfecto Michael Jordan para que David Stern pudiera sacarnos la pasta al resto del planeta, dio pie a perfiles lógicamente muy reconocidos, pero también a otros muy de culto, sin impacto aparente fuera de los equipos en los que se desempeñaron, pero absolutamente claves en aquellos entornos. Lloyd Free, el número 29 del draft en 1975 por Philadelphia, All Star y segundo máximo anotador de la liga en 1980 cuando jugaba en San Diego Clippers (30,2 puntos de media, solamente por detrás de George Gervin), fue sin duda uno de ellos.
A Lloyd, un compañero de colegio lo había subido de estatus cuando empezó a llamarlo ‘The World’ al verlo tan capacitado para saltar como nadie y para anotar desde cualquier punto del campo (“he can score all around the world” -fueron sus palabras, según contó después el jugador-). El base-escolta decidió irse al registro cuando llegó a la NBA, dando comienzo a la biografía de un personaje al que había que dirigirse dentro y fuera de la pista como ‘World Be Free’.
En cada franquicia NBA donde tuvo que trabajar, su labor siempre fue más o menos la misma. Un equipo perdedor, con poco talento ofensivo, se ponía en manos de este ‘Mundo Libre’ para tratar de no ser el último de la liga. Su temporada más reseñable para la estadística anotadora fuera aquella de San Diego, pero, sin lugar a dudas, el mayor impacto lo llevó a cabo jugando para Cleveland, una franquicia que, muy probablemente, se hubiera vendido a otra ciudad, o hubiera desaparecido directamente de no ser por el liderazgo anotador y carismático de este hombre con denominación de origen.
Free llegó traspasado a mitad de una temporada, con el equipo habiendo ganado tres partidos de 22, siendo el peor en anotación de toda la liga, y con la asistencia de espectadores también más baja. El jugador contaba con gracia cómo quería invitar a sus amigos a los partidos, y la respuesta era: “No insistas, World, ya te llamamos nosotros si finalmente podemos ir”. Free estaba convencido de que “las luces del pabellón no se encendían con toda la potencia posible. Jugábamos casi en penumbra”.
Al terminar aquel año con 20 victorias y 40 derrotas, con Free tomando ya todo el protagonismo ofensivo -acabó con 25 puntos de media-, con algo más de moral y con un nuevo dueño en la franquicia, el ‘General Manager’ le firmó un contrato multianual. Pero, en paralelo, había fichado a George Karl en el momento en que se iniciaba como entrenador. Karl se empeñó en montar de nuevo ataques muy coordinados, donde todos participaran mucho, y el inicio fue desolador: dos partidos ganados y 19 perdidos. Cuando a Karl lo convencieron para dar el balón a Free en ataque y olvidarse de tanta táctica ofensiva, volvió a suceder lo de siempre; el equipo fue remontando, llegaron aquel año a playoffs (perdieron 3-1 con Boston en partidos súper ajustados), la gente volvió de nuevo la cancha… y Free dejó al periodista una reflexión que marca todo un estilo de entendimiento del negocio:
– “Cada vez cuesta más hacer 20”, le dijo.
– “¿20 puntos, World? Si nunca has estado por debajo de eso…”
– “No. Me refiero a tirar más de 20 veces cada noche. Es muy difícil cuando vas cumpliendo años y el resto del equipo no tiene talento. Al final las defensas solo están pendientes de mi”.
‘Ególatras del balón’
Tras una carrera de 13 años en la liga, del bueno de World, y de tantos otros entonces, se dijo que eran “solamente” gente con talento ofensivo, pero que jamás fueron interesantes para ganar el campeonato. Sin embargo, hay un dato que permitió entonces sostener el debate a los defensores de aquel tipo de ‘ególatras del balón’; en las cuatro temporadas de estancia en Cleveland del ‘Mundo Libre’, la asistencia media al pabellón pasó de 3.900 a 9.500 espectadores.
Es evidente que los nombres de Magic Johnson, Larry Bird o Michael Jordan; de LeBron James, Kevin Durant, Antetokoumpo y ‘nuestro’ Luka Doncic, fueron, son y serán materia prima de un negocio planetario. Pero algo pensado sobre la posibilidad de que un cliente pase más de tres horas de su ocio y lleve bastante más de 100 dólares en la tarjeta de crédito para que lo dejen entrar al recinto, necesitó, necesita y seguirá necesitando actores de reparto con la autoestima por las nubes y algo diferente que aportar.
Como dicen los aficionados más veteranos en Cleveland, “la camiseta que debería colgar de nuestro pabellón, antes que ninguna otra, es el 21 de World Be Free. Sin su aportación de entonces, el espectáculo jamás se hubiera podido mantener en la ciudad”. Traduciendo al lenguaje de marketing que allí tan bien manejan: el baloncesto profesional acaba siendo ‘Mágico’ cuando el ‘Mundo Libre’ lo hace primero sostenible.