Las noticias inquietantes para el Barça en la capital de Flandes Occidental comenzaron mucho antes de que arrancara el partido, cuando a una inocente pregunta sobre Lamine Yamal, el presidente Joan Laporta anunció que se encargaría personalmente de protegerlo. El entorno que rodea al jugador, y que tanto preocupa al aficionado del Barça, sería monopolizado por la luciérnaga de Luz de gas, de las duchas en Moët & Chandon, del puro en ristre y de las noches en Ibiza. El día en que Lamine se quede en calzoncillos en un control de seguridad en un aeropuerto, el presidente es capaz de anunciar que el jugador ya está preparado para volar solo. De momento, a efectos de resultados, es Lamine quien está cuidando de Laporta, y de paso del resto del Barça.
Hay un esfuerzo porque el futbolista se centre en el fútbol, e incluso los periodistas, por lo que no tiene ningún sentido que se sepa muchísimo más de los detalles de su ruptura con Nicki Nicole que de su pubalgia. Lamine lo está jugado todo, y no hay ningún motivo que impida que este viernes Hansi Flick vuelva a cabrearse con Luis de la Fuente.
Está claro que este noviembre, el Barça no está para hacer corrillos saltando en el centro del campo. Que para eso ya está el Madrid. Pero su juego invita a pensar que tampoco lo estará en mayo, donde probablemente para eso también esté el Madrid.
Lamine volvió a ser Lamine en Brujas. Su partido fue para mandárselo en vídeo a Vinicius, quien se quejó en el Bernabéu de que el 10 del Barça no encaraba. Y de paso verse él el suyo en Liverpool. Incluso viendo el segundo gol, Lamine también fue un poco Messi. Del Messi cuando empataba. Dando un recital sólo superado por el recital que dio el Brujas de salir a la contra.
La peor noticia para el Barça fue constatar que Lamine no es Pedri. El Barça defiende mal, pero eso es irrelevante, porque sucede desde que el 4 de mayo de 1988, Johan Cruyff decidió defender con tres, y que ninguno fuera defensa. El estilo del Barça se convirtió desde ese momento en una lucha permanente por tapar sus carencias con tipos que tuvieran siempre la pelota, y este lustro le toca a Pedri, al que el presidente, por cierto, no ha tenido que prometer cuidar.


