«Soy un remontador», bromea en conversación telefónica con EL MUNDO -camino de Sudamérica, donde cierra el año con tres Copas del Mundo-, aún paladeando un éxito que se antoja el principio de tantas cosas. El pasado 19 de octubre, cuando David Cantero salió de las turbulentas aguas abiertas de Wollongong (Australia), se encontraba a 33 segundos de la cabeza de carrera, una desventaja que rozó el minuto tras darlo todo en el sector de ciclismo. En ese preciso instante, comenzó a escribir su propia epopeya, una carrera a pie para el recuerdo, una de las páginas más ilusionantes de la historia del triatlón español. Un valenciano de Aldaia, de 22 años, volando hacia un segundo puesto en toda una final de la Series Mundiales, hazaña que retrotrae a la edad de oro.
Porque habían pasado seis años de algo parecido, el último podio nacional en una cita como ésta (Mario Mola y Fernando Alarza en 2019, en Laussane). Los tipos que, junto a Javier Gómez-Noya, fueron los ‘keniatas’ del triatlón mundial; de 2008 a 2018, ocho títulos mundiales entre el gallego (cinco) y el balear (tres). Los que ahora tutelan a la perla. «De niño los veía. Y, claro, lo normalizas, que los españoles ganaran los mundiales como churros. Pero con el tiempo te das cuenta de que eso es algo que sólo va a pasar una vez. Nos malacostumbraron. Ahora parece que hacer un décimo en una Series Mundiales… ni fu ni fa. Y realmente es súper difícil. Lo de Javi, Mario y Fernando fue una barbaridad», explica Cantero, que acabó quinto en el Mundial sin salirse del Top 10 en una sola carrera y quien, a diferencia de sus ídolos, tiene una peculiaridad: él es «triatleta puro».
Porque aquel niño «no quería ser futbolista». «De hecho, se me daba horrible. Empecé con el triatlón a los nueve años y a los 12 ya estaba en un club en Cheste». Formación integral, nada de acudir desde alguna de las tres especialidades. Y fue campeón de España cadete. Aunque, si por algo destacaba Cantero era por sus cualidades en la carrera a pie. De hecho… «Sí, se me pasó por la cabeza cambiar al atletismo. De júnior lo compaginé. Fui subcampeón de Europa sub 20 en 5.000 metros, fui al Europeo de cross con la selección…», cuenta quien este mismo año, en Bilbao, se proclamó subcampeón de España de 10K (por detrás de Jesús Ramos y por delante de especialistas como Carlos Martín y Javi Guerra), con récord nacional sub 23 incluido (28 minutos y 24 segundos).
Cantero, en Australia.
«Si crees que es una barbaridad, el mejor del mundo me mete dos minutos en esa distancia. Por mucho que entrenara, mi cuerpo no daría para eso. En atletismo jamás haría un top cinco en un campeonato del mundo como he hecho este año en triatlón. O ganar una medalla en unos Juegos…», razona el valenciano, que lo sabe de primera mano: su pareja, Lucía Rodríguez, es atleta profesional, olímpica en Tokio.
David creció con la «vida de monje» del triatlón y también lidiando bien temprano con las expectativas. Por eso, ahora, cuando se le señala como la gran esperanza, lo asume y lo proyecta con una madurez impropia de su DNI. «Me ha escrito gente cercana del mundo del triatlón, diciendo que les removía sentimientos, que les volvía a ilusionar ver a alguien pelear por las Series Mundiales. Pero yo no seré Javi, no seré Mario, no seré Fernando… seré yo. Y lo que haga… No sé dónde llegaré. Mi objetivo es ganar un Mundial. Intento hacer mi camino. Pero no me presiono con ser ellos», dice quien, obviamente, no deja de mirar a Los Ángeles 2028, allá en el horizonte, «un sueño».
Antes, siempre a las órdenes de Roberto Cejuela en Alicante, su tercer año de Series Mundiales, el próximo, cuya final en 2026 será en Pontevedra. Y mientras, la mejora continua. En el agua, consciente David que nunca será «un súper nadador». En la bicicleta, donde este curso ha visto una evolución brutal -«en cada carrera lo notaba, sabía más, la dinámica…»-. Y en la carrera a pie, donde el único objetivo es mantener y potenciar un don, el que la hace ser uno de los triatletas más espectaculares del mundo merced a sus remontadas: en Australia engulló a cada uno de sus rivales y sólo se le resistió el local Matthew Hauser, campeón del mundo.
Cantero, en el podio.
Y para todo eso, hasta aparcó los estudios. «Desde niño, mi vida ha sido siempre así. No conozco otra cosa. Salir nunca me ha gustado. Pero no siento que sea algo excepcional, es mi rutina. Y me gusta. Hay momentos complicados, mucho tiempo lejos de la familia, verano, navidades, entrenar de lunes a domingo… Pero si quieres hacer algo excepcional, es lo que tiene. No tengo la sensación de haberme perdido algo. Todo lo contrario, tengo la sensación de que el triatlón me ha aportado algo más de lo que podría haber sido una vida normal», expone, aunque, eso sí, hay caprichos: «comer bien, salir a un restaurante, un buen arroz».











