El entrenador de los Portland Trail Blazers, Chauncey Billups, fue arrestado en el marco de una investigación sobre apuestas ilegales, informan medios estadounidenses este jueves.
El escolta de los Miami Heat, Terry Rozier, fue arrestado en un caso de apuestas separado pero relacionado, según informaron las cadenas de televisión ABC y CBS.
Citando fuentes policiales, ABC informó que el arresto de Billups, de 49 años, estaba vinculado a una operación ilegal de póker vinculada a la mafia. Según CBS, el director del FBI Kash Patel hará un anuncio al respecto de estos arrestos en Nueva York a las 10h00 locales.
Billups, que como jugador fue una estrella de los Detroit Pistons, se retiró en 2014 y ha sido entrenador de los Trailblazers desde hace cinco años.
Por su parte Rozier, de 31 años, lleva 11 en la NBA tras ser elegido como el 16º por los Boston Celtics en el draft de 2015. El miércoles no disputó el primer partido de los Miami Heats.
Un jugador de la NBA, Jontay Porter, de los Toronto Raptors, fue suspendido de por vida de la liga el año pasado por estar involucrado en un escándalo de apuestas.
Aquella mañana en la playa de Fuentebravía, en el Puerto de Santa María, la carrera con Jaime, el pequeño de sus tres hijos, no había sido como las demás. "Joder, me ganaba con seis años. Estaba reventado", revisita Tomás Bellas (Madrid, 1987) en voz alta al instante preciso en el que todo cambia para siempre, en el que uno se da cuenta de que algo, de verdad, no va bien. Las vacaciones familiares en Cádiz el pasado mes de julio tornaron en pesadilla, en una sucesión precipitada de acontecimientos. Noches de sudoración descontrolada, "como un animal", inflamación de ganglios, tos, una visita de urgencia al hospital y un ingreso sin tiempo que perder. "A los pocos días nos confirmaron todos los presagios. Tenía un linfoma", recuerda el base, 14 temporadas en la ACB, el salto inicial del otro partido de su vida.
El 10 de mayo de 2024 Tomás, sin saberlo, se había vestido de corto por última vez. "Ganamos al Valladolid. A un entrenador que me echó de Fuenlabrada, que le tenía ganas... Bueno, no es mal colofón", saca pecho con media sonrisa melancólica. Repartió ocho asistencias, disfrutó y se despidió del Fernando Martín dándose el gusto de un baile más: la siguiente temporada seguiría en el Fuenla, uno de los clubes de su vida, al que ayudaba en su retorno a esa Liga Endesa en la que él disputó 466 partidos. "Nada mal para un tipo normal que no levanta el 1,80", reivindica una carrera que "ha sido la hostia". Ya en pasado, confirmada su retirada, pese a "estar ya sin enfermedad en el cuerpo". "Eso no quiere decir que este curado. El alta no te lo dan hasta que pasan 10 años", explica.
Tomás repasa con EL MUNDO su batalla de los últimos meses sentado en la mesa de reuniones de su empresa familiar, en Las Rozas. La que fundó su padre hace 32 años y en la que ahora le acompañan sus cuatro hermanos. A la que volvía cada verano unas semanas para echar una mano, para hacer gala de sus estudios universitarios. Un jugador profesional. Ya le ha crecido el pelo, aunque aún le acompaña una boina, nueva seña de identidad. Llegó a perder nueve kilos. Está volviendo al deporte, al crossfit, y va tachando de su lista las cosas que apuntó que no podía dejar de hacer. Esquiar, tirarse en paracaídas, viajar con sus hijos, ver en directo un Partizán-Estrella Roja (lo hizo este mismo viernes, en Belgrado)... Porque el final era una posibilidad. "Te pones en el peor escenario, claro. Y piensas: 'Mi vida ha sido fantástica, no tengo un solo pero a los 37 años", pronuncia con crudeza.
Tomás Bellas, en su empresa familiar en Las Rozas.ANTONIO HEREDIA
El sopapo fue inesperado. "Cuando me dicen, 'tienes un linfoma', yo estaba con mi padre en la habitación del hospital. Así, de frente. Es difícil describir las sensaciones. Intentas no llorar [se emociona, "ahora me cuesta"]. Intentas hacer ver a todos que estás bien. Porque creo que yo he sufrido, pero mucho más los que están alrededor", cuenta. El 19 de agosto recibió la primera sesión de quimioterapia en el Puerta de Hierro. "Hay cuatro estadios y yo estaba en el cuarto. Fue un tratamiento súper fuerte. Una bomba para mi organismo. Mi médula no estaba preparada, tuve un problema en el pericardio porque tenía el corazón encharcado, la quimio te inmunodeprime: cogí fiebre, varias semanas ingresado...", relata un infierno físico y mental del que escapó también con velocidad, como siempre deambuló por la cancha. "Antes del segundo ciclo, a finales de septiembre, me hicieron una prueba de Pet Tac y vieron que no tenía enfermedad. Había sido efectivo. Me dieron dos más, de refuerzo. El último, a mediados de noviembre", celebra.
"Estoy convencido de que el deporte me ha ayudado muchísimo. Para coger el toro por los cuernos. Era como un partido, había un objetivo y sabía que iba a tener que esquivar balas. Gran parte es actitud. El baloncesto me ha enseñado a saber sufrir, a que no siempre hay una recompensa inmediata, a gestionar las emociones...", relata un tipo al que no le cuesta admitir que nunca tuvo "pedigrí", pese a que con 12 años ya estaba en la cantera del Real Madrid.
Tomás Bellas.ANTONIO HEREDIA
El hándicap de la altura siempre le acompañó. Fue a la vez su acicate. Como las miradas de sospecha: "Ser infravalorado forja tu carácter". "Nunca fui a una selección. Es mi espina clavada, lo reconozco. Me podían haber llamado, sin lugar a dudas. Hay gente que ha estado con mucho menos nivel que yo", se queja, consciente también de que no ayudó su forma de ser -"mi carácter. Yo no soy una ovejita a la que dirijas"-, para bien y para mal, es su otra gran seña de identidad. Ha habido pocos guerreros con más ardor en la cancha que Tomás Bellas, pesadilla para los rivales, pretoriano de los entrenadores en sus cuatro equipos ACB (Gran Canaria, Zaragoza, Fuenlabrada y Murcia), desde Pedro Martínez hasta Sito Alonso, pasando por Aíto García Reneses, Jota Cuspinera, Luis Guil... "Era una mosca cojonera. 'Joder, hoy me toca contra Bellas', decían los rivales. He tenido peleas con todos. Yo siempre fui a muerte. Hacía en la cancha lo que nadie quería hacer", admite de unas batallas que ahora son anécdotas de amistad con sus ex rivales, los que le han abrumado con mensajes de apoyo e interés.
¿Cómo llega un niño bajito de Las Rozas a la elite? "Todo es más o menos positivo en función de las expectativas que tengas. Las mías ni de lejos eran estar 14 años en la ACB, casi 500 partidos, más competición europea, haber jugado la Summer League de Las Vegas... y un denominador común: he jugado muchísimos minutos", se enorgullece de una trayectoria que empezó por su padre, entrenador en equipos femeninos, guardián de sus primeros entrenamientos en el patio de su casa. En infantil ya estaba en el Madrid, pero a los 18 jugaba en Primera Nacional en el Torrelodones, "entrenando a las nueve de la noche con abogados, dentistas, pintores...". Quería centrarse en sus estudios universitarios y en su novia. Y por eso rechazó, ahora ríe, hasta a Pablo Laso. "Me quería en Cantabria tras una pretemporada, se quedó alucinado", recuerda.
Tomás Bellas.ANTONIO HEREDIA
Pero le llamó el Cáceres de Piti Hurtado, destacó en LEB Oro, y después le surgió la oportunidad "de una vida". Saltar a la ACB con el Gran Canaria. Se acogió a aquel decreto 1006 que hizo famoso Alberto Herreros. "Con Pedro Martínez fue un máster de cinco años, diario. Con una exigencia bárbara. Pero es lo que me permitió estar tantos años en la liga". Tras seis temporadas en Las Palmas, sale a Zaragoza, la otra cara del baloncesto, "peleando por no bajar, impagos... No fue muy agradable. Remar y remar". "De ahí a Fuenlabrada. Decido acercarme a casa por el tema de la empresa, la familia...". Y después Murcia, "una segunda juventud". Tras tres cursos, repliega, otra vez el negocio familiar como prioridad, y Tomás, Paola y Jaime, claro. Pero mantiene el gusanillo del deporte de elite en su vuelta a Fuenlabrada. "Ha sido la hostia. Mi carrera ha sido la hostia", repite.
Cuando le sobrevino la enfermedad, Bellas, siempre celoso de su intimidad, no quiso hablar públicamente demasiado. Se centró en la recuperación, se fue despidiendo del baloncesto al que no sabe si volverá como entrenador o director deportivo quizá y del que, por ahora, sólo echa de menos lo bueno, "competir, el vestuario...". "Si me llega a pasar más joven, probablemente hubiera intentado volver. Pero ya no está en mis planes", dice. Ahora cuenta el proceso por primera vez. En unos días, en Gran Canaria, recibirá un homenaje durante la Copa del Rey, en el "club de su vida", en el que fue capitán. "Todo esto ha sido una lección de vida. Me ha retirado del baloncesto, pero no de la vida. Te hace cambiar las prioridades. Antes te preocupabas porque no metías dos canastas y ahora porque estás vivo".
El Barça volvió a doblegar este viernes al Mónaco en el cuarto duelo de los cuartos de final de la Euroliga, disputado en el Palau Blaugrana (79-72) y, tras un duelo de poder que no se decidió hasta el último minuto, forzó el partido de desempate, que se disputará el próximo martes a las 19:00 CET en el Principado.
Fue un encuentro trepidante, de una exigencia física máxima. Tras un arranque arrollador de los azulgranas (21-6, min.9), el cuadro monegasco reaccionó antes del descanso (35-38) y presentó batalla hasta el suspiro final, alimentado por las pérdidas (19) y los rebotes ofensivos (13).
Pero pese al arreón final del alero Alpha Diallo (13 puntos) y el talento de Mike James (16), el cuadro azulgrana, liderado en ataque por el ala-pívot Jabari Parker (22) de inicio y por el escolta Darío Brizuela (17) después, jugó mejor las posesiones decisivas y ratificó su mejoría defensiva, después de haber encajado más de 90 puntos en los dos primeros partidos. Un salto competitivo que le ha permitido igualar una serie que perdía 2-0 y gracias al que luchará el próximo martes por el billete a la Final a Cuatro.
Un desenlace que pudo intuirse en el arranque. El Barça entró al cuarto partido como si el tercero no hubiera terminado, alentado por el Palau Blaugrana de las grandes noches europeas, que ya rugía con 7.018 gargantas durante el calentamiento y celebró con estruendo las dos primeras pérdidas del Mónaco, preludio del vendaval barcelonista que estaba por llegar.
Porque el equipo de Peñarroya saltó al parqué con dos marchas más y atropelló al Mónaco, condenado a fallar lanzamientos lejanos (3/9) y perder balones (7). Mientras, el Barça, sólido en el rebote y duro en defensa, corría, compartía el balón y anotaba con mucho acierto. Nadie brilló en esos minutos como Parker, autor de 11 puntos y tres triples sin fallo.
El festival azulgrana tocó techo con un triple de Brizuela (21-6, min.9), y de ahí en adelante el Mónaco empezó a crecer. La energía de la segunda unidad cortó la sangría al final del cuarto (23-14), y el regreso de los titulares confirmó la reacción del cuadro visitante, que asfixió al Barça con su agresividad defensiva y cogió ritmo en ataque (27-30, min.18) de la mano de James (12 puntos al descanso).
Tuvo que reaparecer Brizuela, con dos triples, para terminar con la sequía del equipo catalán, que se marchó en desventaja al descanso (35-38) tras una acción de cuatro tiros libres de Strazel por una falta de Satornasky, castigado luego con técnica por protestar. El checo y sus compañeros enfilaron el camino de vestuario molestos con los árbitros, que fueron abucheados por la afición local.
Tras el receso, el Barça regresó algo descentrado: perdió varios balones, concedió rebotes, encajó puntos fáciles y falló tiros claros (36-44, min.23). Pero poco a poco, se ordenó en el ataque estático, recuperó la confianza, subió el listón físico y cargó al Mónaco de faltas.
Aunque los del Principado no se arrugaron y movieron el balón con criterio, con Strazel como acicate ofensivo, Punter apretó el partido desde la línea de tiros libres y Anderson empató al contraataque tras un robo de Satoransky al término del tercer cuarto (58-58).
Llegaban los minutos calientes y Brizuela entró en erupción. El guipuzcoano forzó dos faltas en ataque, anotó cinco puntos y levantó al público de sus asientos. Le relevaron Parker, con cinco puntos, y Hernangómez, certero en los tiros libres, pero las concesiones del Barça en el rebote, las pérdidas y la irrupción de Diallo mantenían el partido en un puño (73-70, min.37).
Con todo, el Barça llegó con tres puntos de ventaja a un último minuto marcado por los nervios. Parra falló un triple liberado con 55 segundos en el crono y Loyd hizo lo propio a 27.2 del final. Punter situó el +5 desde la línea con 14.9 por delante, James se jugó un triple inverosímil que fue al hierro y Parra capturó el rebote para sellar con dos tiros libres el victoria del Barça, que empató la serie y el próximo martes peleará por el pase a la Final a Cuatro.