Pogacar cae, el Visma frena y Abrahamsen se lleva otra etapa loca en Toulouse

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Llegando a Toulouse, a falta de seis kilómetros (fuera de la zona protegida), los nervios desatados por los desconcertantes aguijonazos de Vingegaard y Jorgenson en el muro de Pech David y sus rampas del 20%, Tadej Pogacar saliendo en primera persona a falta de compañeros por la labor, un despiste, un toque de ruedas, un rival que se cruza, y el esloveno al suelo. De pronto, unos segundos de alarma total. Se levanta, se sacude los rasguños, recompone su bicicleta y vuelve a la carrera. Un Tour en un fogonazo. El Visma, tan agresivo un rato antes, levanta el pie y respeta a su rival, que no tarda en volver. [Narración y clasificaciones]

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Habrá que valorar el golpe y cómo Pogacar se lame las heridas, que llegan justo antes de la hora de la verdad, de bajar a los Pirineos, de tres etapas para despejar dudas. En una etapa que fue de todo menos de transición, el triunfo fue para el noruego Jonas Abrahamsen, que culminó una maratoniana fuga desde las mismas calles que le vieron alzar los brazos un rato después, en la etapa de su vida, en un poderoso sprint contra Mauro Schmid.

Ellos fueron los más fuertes de los que resistieron. Ellos fueron capaces incluso de no flaquear y ceder ante el empuje de Van der Poel, que acudía desde atrás como un lobo, otra vez a las puertas de la proeza.

Antes de la primera hora de la verdad del Tour, de la llegada a los Pirineos y un tríptico para empezar a poner claridad en la general, la etapa de Toulouse, enclave clásico con hasta 28 metas (entre ellas la de 2003, con victoria de José Antonio Flecha), se antojaba un impás de calma o bien para la escapada o hasta para los sprinters que lograran esquivar la única trampa del trazado, los 800 metros de la Cota de Pech David, tan empinada que por momentos pasa del 20% de desnivel.

Y, sin embargo, como si el día de descanso hubiera insuflado de energías al pelotón o el calor hubiera trastornado sus pensamientos, todo resultó un bendito caos desde la salida en el Estadio del Toulouse. Como todos aventuraban allí, la escapada pronto logró formarse con cinco rodadores de nivel (Schmid, Ballerini, Abrahamsen y después Fred Wright y Burgaudeau), pero por detrás hubo un zafarrancho permanente.

Van Aert no paró quieto ni un momento. Se formaban grupos y subgrupos, en un caos permanente. Y hasta hubo un instante que el propio Jonas Vingegaard pegó un acelerón en el llano al que tuvo que responder el líder en persona, un Ben Healy que de no ser por el amarillo hubiera gozado en la batalla. Pogacar y el resto llegaron un rato después y justo entonces, con poco más de 50 kilómetros ya a la meta, se estabilizó la carrera, con otro quinteto de renombre por detras (Van Aert, Van der Poel, Simmons, Laurence y De Lie). El Movistar volvió a llegar tarde: cuando reaccionó con Oliveira ya no había nada que hacer para alcanzar a los fugados.

Los dos grupos se mantuvieron kilómetros y kilómetros con 20 segundos de diferencia. En las dos últimas cotas, Abrahamsen y Schmidt se compenetraron, se reivindicaron y se jugaron un bonito y merecido triunfo. Pero la noticia estaba por detrás, en el susto de Tadej, en el gesto deportivo de sus más enconados rivales, que no quisieron sacar tajada de la desgracias ajena.

kpd