Como la mejor de las clásicas: Van der Poel se impone a Pogacar y Vingegaard en Boulogne sur Mer y es el nuevo líder

Como la mejor de las clásicas: Van der Poel se impone a Pogacar y Vingegaard en Boulogne sur Mer y es el nuevo líder

Como si fuera una clásica, como si de la Milán-San Remo se tratara, las tres cotas antes de la meta de Boulogne sur Mer dejaron ya la postal de una etapa preciosa, puro espectáculo aún sin daños considerables en la general. Fue el extraordinario zarpazo de Mathieu Van der Poel el que se llevó un triunfo de pura agonía, en un sprint de quilates, pues le precedieron nada menos que Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. El amarillo de Jasper Philipsen lo hereda su compañero, dos de dos en este Tour para el Alpecin Deceunick. [Narración y clasificaciones]

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Es el segundo triunfo de etapa en la Grande Boucle para el nieto de Poulidor tras el logrado en el Mûr-de-Bretagne hace cinco años, también por delante de Pogacar, también en la segunda etapa, también el que le colocaba entonces de líder. Es otra muesca más en el asombroso palmarés de un ciclista único, que acabó rendido en el asfalto tras exprimir vatios en los 500 empinados metros finales, los que completó a 56,9 km/h. Fue un sprint de un pelotón ya mermado por los vaivenes anteriores, valiente siempre el Visma, atentísimo esta vez sí Evenepoel.

De los que optan a los puestos nobles de la general, sólo Carlos Rodríguez y Ben O’Connor se dejaron 31 segundos. Aunque Pogacar y Vingegaard arañaron seis y cuatro de bonificación. Enric Mas, tan seguro de sí mismo como el sábado, es ya sexto.

Todo son nervios en el comienzo del Tour, las opciones intactas aún, el pelotón apenas sin bajas (el sábado cayeron Filippo Ganna y Bisenger, para empezar). En la salida inédita de Lauwin-Planque, la lluvia, intensa, encendió el caos, autobuses atascados y un retraso de 15 minutos en la salida. Era la etapa más larga de la presente edición, casi 210 kilómetros llenos de trampas, con el viento como elemento desestabilizador mientras se acercaban a la costa norte, a Boulogne sur Mer, allá donde ganaron Sagan, Zabel o Van Poppel.

Hasta en la temprana fuga del día, con un cuarteto formado por Armirail, Van Moer, Fedorov y Leknessund, hubo caídas, los dos últimos al suelo en una curva. Apenas llegaron a los tres minutos de diferencia máxima y luego, mientras el sol amagaba con salir, el pelotón, especialmente Alpecin al mando, los tuvo controlados. Calma tensa a la espera de esos últimos 30 kilómetros, con tres colinas pero especialmente con el viento como amenaza, con la lección de Lille como aviso.

Hasta el primero de los repechos, el de Haut Pichot (poco más de un kilómetro, pero al 9%), se llegó entre más tensión, con bronca hasta en el sprint especial: Jonathan Milan reprendió de mala manera a Girmay. La fuga murió a falta de 50 kilómetros, acudió una calma que fue electrizándose hacia la cota. Ahí tomó el mando Van Aert y luego Wellens, dos gregarios fuori classe, seguidos a rueda por sus líderes, atentísimos Vingegaard y Pogacar. A los que no afectó el enganchón entre Milan y Geraint Thomas que partió momentáneamente el pelotón.

En las dos últimas subidas más rock and roll, Vauquelin siempre con el colmillo. El francés fue uno de los seis integrantes de un grupo que se formó en Saint Etienne au Mont, en el que no estaba Roglic. No hubo continuidad y sí más amagos, como el del propio Vingegaard bajando la Cote d’Outrean. Con Narváez y Almeida cerrando el intento final de Lipowitz, Van der Poel fue el más listo y el más fuerte en el desenlace.

kpd