No es un secreto que el All Star de la NBA languidece. Las audiencias se desploman a la misma velocidad que la calidad baloncestística y el público ya no disfruta de un partido que antaño era uno de los eventos más importantes de la temporada en la mejor liga de baloncesto del mundo. Por eso, los responsables de la competición tratan de resucitar este clásico y buscan que en 2026 sea, como en la década de los 90, un evento espectacular.
Así, el comisionado de la NBA Adam Silver ha anunciado de que el All Star de la NBA de 2026 enfrentará a “alguna versión” de un equipo de Estados Unidos contra otro del Resto del Mundo, informa Efe. “Qué mejor momento para organizar alguna versión de Estados Unidos contra Resto del Mundo. Todavía no sé qué formato será”, afirmó Silver en el programa ‘Breakfast Ball’.
La NBA lleva años buscando formas para devolver brillo al partido de las estrellas, que en las últimas temporadas ha sido marcado por un muy modesto nivel competitivo. Ya utilizó esta fórmula en 2019 durante el fin de semana que engloba el All Star, pero no como el partido principal y sí como uno de los muchos entretenimientos que se ofrecen durante el evento.
“El verano pasado nuestra competición olímpica fue un gran éxito, esos partidos EEUU-Serbia…”, recordó Silver.
El comisionado de la NBA dijo, además, que está muy pendiente de lo que hizo este año la NHL, que remplazó su All Star con un torneo entre cuatro selecciones que enfrentó a Estados Unidos con Finlandia, Suecia y Canadá.
El All Star NBA de 2026 se disputará en Los Ángeles el 15 de febrero de 2026.
Aquella mañana en la playa de Fuentebravía, en el Puerto de Santa María, la carrera con Jaime, el pequeño de sus tres hijos, no había sido como las demás. "Joder, me ganaba con seis años. Estaba reventado", revisita Tomás Bellas (Madrid, 1987) en voz alta al instante preciso en el que todo cambia para siempre, en el que uno se da cuenta de que algo, de verdad, no va bien. Las vacaciones familiares en Cádiz el pasado mes de julio tornaron en pesadilla, en una sucesión precipitada de acontecimientos. Noches de sudoración descontrolada, "como un animal", inflamación de ganglios, tos, una visita de urgencia al hospital y un ingreso sin tiempo que perder. "A los pocos días nos confirmaron todos los presagios. Tenía un linfoma", recuerda el base, 14 temporadas en la ACB, el salto inicial del otro partido de su vida.
El 10 de mayo de 2024 Tomás, sin saberlo, se había vestido de corto por última vez. "Ganamos al Valladolid. A un entrenador que me echó de Fuenlabrada, que le tenía ganas... Bueno, no es mal colofón", saca pecho con media sonrisa melancólica. Repartió ocho asistencias, disfrutó y se despidió del Fernando Martín dándose el gusto de un baile más: la siguiente temporada seguiría en el Fuenla, uno de los clubes de su vida, al que ayudaba en su retorno a esa Liga Endesa en la que él disputó 466 partidos. "Nada mal para un tipo normal que no levanta el 1,80", reivindica una carrera que "ha sido la hostia". Ya en pasado, confirmada su retirada, pese a "estar ya sin enfermedad en el cuerpo". "Eso no quiere decir que este curado. El alta no te lo dan hasta que pasan 10 años", explica.
Tomás repasa con EL MUNDO su batalla de los últimos meses sentado en la mesa de reuniones de su empresa familiar, en Las Rozas. La que fundó su padre hace 32 años y en la que ahora le acompañan sus cuatro hermanos. A la que volvía cada verano unas semanas para echar una mano, para hacer gala de sus estudios universitarios. Un jugador profesional. Ya le ha crecido el pelo, aunque aún le acompaña una boina, nueva seña de identidad. Llegó a perder nueve kilos. Está volviendo al deporte, al crossfit, y va tachando de su lista las cosas que apuntó que no podía dejar de hacer. Esquiar, tirarse en paracaídas, viajar con sus hijos, ver en directo un Partizán-Estrella Roja (lo hizo este mismo viernes, en Belgrado)... Porque el final era una posibilidad. "Te pones en el peor escenario, claro. Y piensas: 'Mi vida ha sido fantástica, no tengo un solo pero a los 37 años", pronuncia con crudeza.
Tomás Bellas, en su empresa familiar en Las Rozas.ANTONIO HEREDIA
El sopapo fue inesperado. "Cuando me dicen, 'tienes un linfoma', yo estaba con mi padre en la habitación del hospital. Así, de frente. Es difícil describir las sensaciones. Intentas no llorar [se emociona, "ahora me cuesta"]. Intentas hacer ver a todos que estás bien. Porque creo que yo he sufrido, pero mucho más los que están alrededor", cuenta. El 19 de agosto recibió la primera sesión de quimioterapia en el Puerta de Hierro. "Hay cuatro estadios y yo estaba en el cuarto. Fue un tratamiento súper fuerte. Una bomba para mi organismo. Mi médula no estaba preparada, tuve un problema en el pericardio porque tenía el corazón encharcado, la quimio te inmunodeprime: cogí fiebre, varias semanas ingresado...", relata un infierno físico y mental del que escapó también con velocidad, como siempre deambuló por la cancha. "Antes del segundo ciclo, a finales de septiembre, me hicieron una prueba de Pet Tac y vieron que no tenía enfermedad. Había sido efectivo. Me dieron dos más, de refuerzo. El último, a mediados de noviembre", celebra.
"Estoy convencido de que el deporte me ha ayudado muchísimo. Para coger el toro por los cuernos. Era como un partido, había un objetivo y sabía que iba a tener que esquivar balas. Gran parte es actitud. El baloncesto me ha enseñado a saber sufrir, a que no siempre hay una recompensa inmediata, a gestionar las emociones...", relata un tipo al que no le cuesta admitir que nunca tuvo "pedigrí", pese a que con 12 años ya estaba en la cantera del Real Madrid.
Tomás Bellas.ANTONIO HEREDIA
El hándicap de la altura siempre le acompañó. Fue a la vez su acicate. Como las miradas de sospecha: "Ser infravalorado forja tu carácter". "Nunca fui a una selección. Es mi espina clavada, lo reconozco. Me podían haber llamado, sin lugar a dudas. Hay gente que ha estado con mucho menos nivel que yo", se queja, consciente también de que no ayudó su forma de ser -"mi carácter. Yo no soy una ovejita a la que dirijas"-, para bien y para mal, es su otra gran seña de identidad. Ha habido pocos guerreros con más ardor en la cancha que Tomás Bellas, pesadilla para los rivales, pretoriano de los entrenadores en sus cuatro equipos ACB (Gran Canaria, Zaragoza, Fuenlabrada y Murcia), desde Pedro Martínez hasta Sito Alonso, pasando por Aíto García Reneses, Jota Cuspinera, Luis Guil... "Era una mosca cojonera. 'Joder, hoy me toca contra Bellas', decían los rivales. He tenido peleas con todos. Yo siempre fui a muerte. Hacía en la cancha lo que nadie quería hacer", admite de unas batallas que ahora son anécdotas de amistad con sus ex rivales, los que le han abrumado con mensajes de apoyo e interés.
¿Cómo llega un niño bajito de Las Rozas a la elite? "Todo es más o menos positivo en función de las expectativas que tengas. Las mías ni de lejos eran estar 14 años en la ACB, casi 500 partidos, más competición europea, haber jugado la Summer League de Las Vegas... y un denominador común: he jugado muchísimos minutos", se enorgullece de una trayectoria que empezó por su padre, entrenador en equipos femeninos, guardián de sus primeros entrenamientos en el patio de su casa. En infantil ya estaba en el Madrid, pero a los 18 jugaba en Primera Nacional en el Torrelodones, "entrenando a las nueve de la noche con abogados, dentistas, pintores...". Quería centrarse en sus estudios universitarios y en su novia. Y por eso rechazó, ahora ríe, hasta a Pablo Laso. "Me quería en Cantabria tras una pretemporada, se quedó alucinado", recuerda.
Tomás Bellas.ANTONIO HEREDIA
Pero le llamó el Cáceres de Piti Hurtado, destacó en LEB Oro, y después le surgió la oportunidad "de una vida". Saltar a la ACB con el Gran Canaria. Se acogió a aquel decreto 1006 que hizo famoso Alberto Herreros. "Con Pedro Martínez fue un máster de cinco años, diario. Con una exigencia bárbara. Pero es lo que me permitió estar tantos años en la liga". Tras seis temporadas en Las Palmas, sale a Zaragoza, la otra cara del baloncesto, "peleando por no bajar, impagos... No fue muy agradable. Remar y remar". "De ahí a Fuenlabrada. Decido acercarme a casa por el tema de la empresa, la familia...". Y después Murcia, "una segunda juventud". Tras tres cursos, repliega, otra vez el negocio familiar como prioridad, y Tomás, Paola y Jaime, claro. Pero mantiene el gusanillo del deporte de elite en su vuelta a Fuenlabrada. "Ha sido la hostia. Mi carrera ha sido la hostia", repite.
Cuando le sobrevino la enfermedad, Bellas, siempre celoso de su intimidad, no quiso hablar públicamente demasiado. Se centró en la recuperación, se fue despidiendo del baloncesto al que no sabe si volverá como entrenador o director deportivo quizá y del que, por ahora, sólo echa de menos lo bueno, "competir, el vestuario...". "Si me llega a pasar más joven, probablemente hubiera intentado volver. Pero ya no está en mis planes", dice. Ahora cuenta el proceso por primera vez. En unos días, en Gran Canaria, recibirá un homenaje durante la Copa del Rey, en el "club de su vida", en el que fue capitán. "Todo esto ha sido una lección de vida. Me ha retirado del baloncesto, pero no de la vida. Te hace cambiar las prioridades. Antes te preocupabas porque no metías dos canastas y ahora porque estás vivo".
Un parcial de 7-0 en los últimos 98 segundos, coronado con un gran lanzamiento desde seis metros de Saben Lee en el último segundo, obraron la remontada del Maccabi en la Sala Pionir de Belgrado, donde el Real Madrid protagonizó un nuevo capítulo en su pésima racha a domicilio. La sexta del curso. La cuarta en la presente Euroliga. [Narración y estadísticas (79-78)]
De nada sirvieron los 18 puntos de Mario Hezonja, ni los 16 puntos y siete asistencias de Facundo Campazzo, porque el vigente finalista del torneo volvió a ofrecer preocupantes errores de concentración. No sólo a la hora de cerrar el rebote defensivo, sino para sentenciar a un adversario que venía de sumar tres tropiezos consecutivos.
En esa precupante montaña rusa de sensaciones, el Madrid dejó escapar un triunfo que parecía seguro. Una espectacular bandeja Xavier Rathan-Mayes, más dos tiros libres de Campazzo y una bandeja de Gabriel Deck subían el 72-78, que dejaba casi en la lona al cuadro de Oded Kattash. Sin embargo, la reacción hebrea tomó forma tras un espectacular triple de Jasiel Rivero y la fallida réplica, escupida por el aro, de Hezonja.
La zurda de Jokubaitis
Rokas Jokubaitis, uno de los más inspirados del Maccabi, dibujó entonces una gran jugada para que Rivero anotase desde abajo (77-78). Con 36 segundos por delante, Campazzo forzó una penetración, pero ni su intento, ni el posterior palmeo de Edy Tavares y Deck dieron fruto. Sergio Llull pudo robar ante Jokubaitis, aunque los árbitros, tras la revisión en vídeo, otorgaron la última posesión al Maccabi.
Entonces, Lee mostró ese descaro anotador que había cautivado a los ojeadores del Maccabi. Nada se pudo objetar a la defensa de Deck, que provocó un lanzamiento muy forzado. Sin embargo, el ex base de los Pistons rubricó una de esas canastas que pueden marcar un cambio de tendencia para el eterno campeón israelí. De momento, la inercia negativa corresponde al Madrid.
España defenderá oro en el Eurobasket el próximo verano. Lo que no debería ser noticia, estar entre las 24 mejores del continente, lo fue, porque los días han cambiado. Son los tiempos de los Preolímpicos y de ganar con milagros a Eslovaquia. No así anoche en Ourense, que festejó lo que antaño era un trámite. Sufrimientos para crecer, esperanzas para impulsarse y héroes que piden paso. Ninguno como Santi Yusta, protagonista total otra vez. [84-71: Narración y estadísticas]
En el Pazo dos Deportes Paco Paz hubo aroma de reivindicación, una especie de rabia con la que los meritorios de las ventanas acabaron con la misma selección que unos días antes les había llevado a un límite insólito. En este grupo que maneja Scariolo hay tipos consolidados en ACB como Alberto Díaz, Guerra, Alocén o Yusta y, novedad, al fin, algunas de esas pregonadas perlas llamadas a reconstruir el futuro. Entre el amor propio de los primeros y la frescura y osadía de De Larrea o Izan Almansa, Eslovaquia fue un poquito menos fiera que en Bratislava.
Hubo que sudar, cómo no. Hubo que espantar fantasmas, propios y ajenos. La parálisis ofensiva ante esos gigantes de segunda fila con los que cuenta Eslovaquia (Pavelka, 2,17 m., ex LEB Oro y Fusek, 2,24, en la liga eslovaca), sin perder el colmillo en defensa que es la única forma de despegar. Con esa marcha más amaneció la selección, confiada en su lanzamientos de media distancia, en Yusta, tras su hazaña del viernes, en plan estrella bien entendida: el tipo que asume la responsabilidad en ataque.
Brodziansky (fue baja Krajcovic), con el que se turnaban Pradilla, Salvó y Barreiro, aplacó el primer arreón local, las ganas de un Alocén al que resulta maravilloso verle desempeñarse con semejante electricidad. En el segundo, el que estiró la cuerda (47-32) justo antes del descanso, estaban en pista Almansa y el debutante Villar (también se estreno, como titular, Puerto). Y por supuesto Yusta, en una estupenda dimensión de sí mismo.
Fran Guerra, ante Fusek.Brais LorenzoEFE
También parecía el duelo encarrilado a esas alturas en Bratislava... Del vestuario España volvió fría y sin la lección aprendida. Tampoco el Paco Paz era una olla a presión. Fue otro ratito espantoso, un 2-15 que devolvió a la batalla a los eslovacos y despertó todas las dudas en la selección. Al menos el sopapo esta vez sirvió para espabilar. El coraje y Santi Yusta. La selección ha encontrado un guerrero en esta ventana.
El alero del Casademont Zaragoza se echó al equipo a la espalda cuando más apretaba el fuego. Un 10-1 de respuesta en el que todo pasó por las manos del que fuera canterano blanco. Le tomó el relevo Alocén, con el que comparte madurez y efervescencia tras superar ambos gravísimas lesiones.
Superado el mal trago, España, al fin, se olvidó de apuros. Y se intentó divertir en Ourense, desplegando sus talentos e imponiendo su superioridad. Y cerrando la noche, cómo no, con dos triples de Yusta, que era lo único que le faltaba. Como siempre en las ventanas (aún queda la de febrero, contra Bélgica y en Letonia), la mayoría de los que se curraron el billete no estarán en el Europeo. Otros, sin embargo, se han ganado el derecho a opositar con fuerza.