Carlos Alcaraz sufrió más de lo previsto en su estreno en Barcelona ante Ethan Quinn, a quien derrotó en 106 minutos. El estadounidense, procedente de la previa, planteó un partido que el campeón de cuatro majors no se esperaba. Sin complejos, acortando los intercambios para no dar ritmo al español, el número 126 de la ATP alternó derechas ganadoras con errores no forzados y Alcaraz tuvo que emplearse a fondo en el tie-break del segundo set para resolver su pase a segunda ronda, donde se medirá al serbio Laslo Djere. [Narración y estadísticas (6-2, 7-6 [8])]
El español se apuntó con comodidad la primera manga, pero para lograrlo tuvo que salvar tres bolas de ruptura en el segundo juego y otras dos en el sexto, y aprovechar la poca efectividad de su adversario en los primeros saques. Pese a ese ventaja parcial, Alcaraz no parecía sentirse cómodo con el guion. Y las malas sensaciones se confirmaron en la segunda manga, que empezó con un break que Quinn recuperó de inmediato, encadenando dos roturas que Alcaraz devolvió para forzar el desempate.
El estadounidense, muy mejorado con su potente servicio, incluso tuvo bola de set con 6-5 y saque en el tie-break, pero se precipitó a la hora de subir a la red y Alcaraz no perdonó en los puntos siguientes, cerrando el partido con una dejada.
Sin homenaje a Borg
El partido dio comienzo sin el previsto homenaje a Björn Borg, al que la organización había invitado al cumplirse 50 años del primero de sus dos títulos en Barcelona. El campeón de 11 majors llevaba varios días en la Ciudad Condal y había visitado las instalaciones del RCT Barcelona-1899. Sin embargo, según confirmó el propio torneo, “desgraciadamente” había adelantado “su salida de Barcelona”.
Alcaraz, de 21 años, levantó el domingo en Montecarlo su sexto Masters 1000, su segundo título del año tras el conseguido en Rotterdam, y llega al Godó tras 17 victorias en sus 18 últimos partidos sobre arcilla.
Junto al número dos de la ATP, el Conde de Godó cuenta con otros tres top 10 del circuito –Alex de Miñaur (7), Andrey Rublev (8) y Casper Ruud (10)- a los que se suman cuatro de las mejores 20 raquetas – Holger Rune (13), Arthur Fils (14), Stefanos Tsitsipas (16) y Frances Tiafoe (18).
En la biografía de Carlos Alcaraz queda un capítulo por explicar. Su idilio con el tenis se ha narrado muchas veces: del niño que jugueteaba con la raqueta todo el día por las pistas de la Real Sociedad Club de Campo de Murcia al adolescente que asombró al mundo. Su ascenso siempre se narra directo, sin paradas, de la infancia al éxito. Pero no fue así. Durante unos meses, Alcaraz quiso dejar el tenis y dedicarse a otro deporte.
Lo recuerda Alfredo Sarriá, entrenador y coordinador de su club, ahora rebautizado como Carlos Alcaraz Academy: "Carlos tenía 13 años, cambió de categoría, se quedó sin grupo de entrenamiento y en muchas clases estaba solo. Estuvo una temporada así. Al mismo tiempo había empezado a jugar al fútbol sala, era el pichichi del equipo y los compañeros de la escuela le iban a animar. Recuerdo que decía: ‘Quiero dejar el tenis y pasarme al fútbol sala. Aquí ganó un punto, miro alrededor y no hay nadie. En el fútbol sala estoy con mis amigos’. Por suerte, su padre le animó a seguir y, bueno, el resto es historia".
Las dudas de adolescencia de Alcaraz hoy no son más que una anécdota, pero demuestran una máxima: necesita estar arropado. Más allá de lo tenístico, que revalide su título de Roland Garros, el Grand Slam en el que debuta este lunes ante Giulio Zeppieri, depende de que sienta el amor de los suyos. En un circuito repleto de jugadores que viven en Montecarlo o Dubai y viajan con sus entrenadores y, como mucho, sus parejas, Alcaraz todavía reside en El Palmar y moviliza a todo su entorno para los torneos.
Un paseo por Roma
Su hermano Álvaro es su sparring; su amigo íntimo Fran Rubio se ha incorporado este curso a su equipo como fisioterapeuta; sus padres no fallan en su palco; y en las gradas, siempre que pueden, animan sus colegas. Estuvieron muchos en Barcelona, donde fueron los más ruidosos, otros pocos en Montecarlo y estarán todos los que puedan en la Philippe Chatrier si todo va bien. En su entorno aseguran que su reivindicación en el documental de Netflix ‘A mi manera’ se entendió mal: no eran ganas de fiesta, eran ganas de seguir en su mundo. El tenis le exige una vida solitaria, pero él se resiste. Más importantes que las noches en Ibiza, eran las mañanas en el piso de sus padres, donde todavía duerme, aunque se ha comprado una casa cerca. "Nunca se sabe qué pasa en el futuro, pero a corto plazo es imposible que se vaya a vivir a otro sitio", comentan. La semana pasada en el Masters 1000 de Roma, de hecho, una de las cosas que más disfrutó Alcaraz fueron sus visitas al Coliseo y la Fontana di Trevi junto a dos amigos.
Roberto RamacciaEFE
"Los tenistas se acostumbran a viajar desde pequeños y algunos generan pronto un desapego, pero Carlos siempre ha necesitado ese vínculo con los suyos. Cuando estaba fuera, llamaba a familiares y amigos cada día. Tuvimos que trabajar su marcha a Villena para entrenar con Ferrero como una renuncia personal, aunque no dudó en hacerlo", analiza Josefina Cutillas, psicóloga deportiva de Alcaraz durante su adolescencia en Murcia, que añade: "Ha humanizado el deporte de élite. Tiene muchas cosas a su alcance, pero sabe que su felicidad no está en otro sitio que con su gente".
El mismo peluquero de siempre
Esta misma semana, Alcaraz ha pasado un par de días en El Palmar, lunes y martes, donde apenas tuvo tiempo de nada. Ni tan siquiera sacó un hueco para cortarse el pelo. En algunos hoteles caros en los que se hospeda e incluso en torneos como Wimbledon, el actual número dos del mundo cuenta con servicio de peluquería, pero él sigue recurriendo a un vecino, Víctor Martínez, al que conoce desde hace años. "No es mi cliente, es mi amigo. Voy a su casa a cortarle y también a sus hermanos Álvaro y Jaime. Iba a ir al Mutua de Madrid, pero como al final no jugó hubo que esperar. Por eso en Roma llevaba el pelo tan largo. Nos veremos cuando vuelva de París", cuenta Martínez que empezó con la estética masculina como hobby cuando trabajaba en El Pozo.
CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
"A veces le da por raparse y antes me pedía más degradados, pero en el tenis se llevan cortes más clásicos. En el fútbol es lo más normal, pero en el tenis queda agresivo", analiza quien ha podido ver en directo a Alcaraz en varias ocasiones, como en una Copa Davis. Cuando recibe visitas así, el tenista suele seguir una tradición: él pone las entradas, claro, pero también invita a la cena.
Carlitos, Carlico o Charly
"Carlos siempre va a jugar muy bien en Barcelona y en Madrid porque allí siempre tiene a muchos amigos en las gradas. En otros torneos es más difícil, en Roland Garros se intenta, pero escuchar a los suyos en casa le da un punto más de motivación. Sabe que piden permisos en el trabajo, que se pegan una paliza en coche, que se pagan el hotel y él responde", proclama Sarriá y concluye con una cuestión esencial que flota alrededor de Alcaraz y su gente: ¿Cómo le llaman?
De toda la vida, en su casa le han llamado Carlitos para diferenciarlo de su padre, pero últimamente los amigos le animan a base de gritos de "¡Vamos, Charly!". Por Carlitos responde -así todavía le reclaman muchos-, pero él mismo se autoproclama Charly cuando se anima en voz alta. "Lo de Charly se lo pusieron en Villena cuando se fue a entrenar con Ferrero y muchos amigos le llaman así ahora. En su casa siempre era Carlitos, o mejor dicho 'Carlico', que eso de Carlitos es muy fino para lo que hablamos nosotros en Murcia", concluye el coordinador de la Carlos Alcaraz Academy sobre el jugador que a partir de este lunes buscará su segundo Roland Garros consecutivo.
Era la pista, que estaba demasiado húmeda, maldita noche de primavera. Era la noche, como aquella canción, y la falta de costumbre de jugar a esas horas. Era la raqueta, o las cuerdas de la raqueta, ni su equipo adivinaba el problema. Era un poco todo y era un poco nada. Carlos Alcaraz sufrió este domingo uno de esos partidos raros en la tercera ronda del Masters 1000 de Roma y, pese a ello, venció por 7-6(2) y 6-2 a Laslo Djere y se clasificó para la ronda siguiente, donde se enfrentará a Karen Kachanov.
Es la condena de su talento. De vez en cuando, el español salta a una pista de tenis, se descubre incómodo y cae en una suerte de desesperanza difícil de entender. No es tanto que pierda, o que haya riesgo de derrota, es que no se divierte y si no se divierte nada tiene sentido. Desaparece esa alegría tan suya y se vuelve gruñón o distraído o todo junto. Pese a ello, lo habitual es que gane, como ocurrió este domingo.
FABIO FRUSTACIEFE
Ante Djere tenía todas las de ganar, de hecho, y sólo tuvo que cumplir. El serbio es el modelo de rival que más le gusta, un notable pegador desde el fondo de la pista; en otras circunstancias hubiera ofrecido espectáculo. Pero esta vez no era la suya y sólo le quedó el triunfo. Acostumbrado a jugar de mediodía, bajo el sol, le costó adaptarse al cambio y tuvo que ponerse a trabajar.
Muchos errores, mucho trabajo
Los cuatro golpes ganadores que acumuló en los primeros puntos fueron un espejismo. Hasta el tie-break del primer set, sumó errores de todos los colores, especialmente con la derecha, aunque también hubo problemas con el revés paralelo e incluso con las dejadas. En el primer set sumó 18 fallos por sólo nueve ‘winners’. Muchas prisas, mucha precipitación. Con 6-5 en el marcador y saque para Djere, si Alcaraz salió ileso fue porque supo serenarse, poner a pelear con largos intercambios y porque en la muerte súbita recuperó la magia, su magia. En los ‘highlights’ aparecerá un ‘passing shot’ suyo cuando ya estaba vencido y sólo podía defenderse. A Djere le temblaron las piernas y, de paso, su potente saque. Ahí se terminó el partido.
Con el serbio doliéndose de ciertas molestias en el brazo derecho, el segundo set fue completamente distinto. Alcaraz, con la comodidad de su ventaja, optó por minimizar el riesgos, y dejar que su adversario fuera quien tuviera que jugársela. Le funcionó. Sin nuevos sustos, cerró su victoria de la manera más rápida posible. Fue uno de esos partidos raros, no se divirtió, pero ya está en octavos del Masters 1000 de Roma.