Javi Guerra y Rioja aplican el desfibrilador al Valencia y meten al Celta en problemas

Actualizado

Operación de reanimación en Mestalla. El Valencia vivirá en una final permanente y necesita la aparición de jugadores capaces de acelerarle el corazón cuando de síntomas de paro. La grada puede crear el clímax, pero en el césped deben aparecer las chispas que haga latir a un club que aún vive al borde del desahucio. Fue lo que ocurrió hace dos temporadas y lo que ante el Celta recordó todo el estadio cuando vio a Javi Guerra marcar por la escuadra dar la vuelta a un marcador que ya había abierto el incombustible Luis Rioja. Hay motivos para la esperanza aunque el camino sea muy empinado. [Narración y estadísticas (2-1)]

Está el Valencia condenado a convivir con la ansiedad. Si lo consigue, si es capaz de encapsular su delicada situación y acostumbrarse a disputar los partidos como si fueran 90 minutos a vida o muerte, podrá pelear la salvación. Si sucumbe, echa cuentas y hace cábalas mientras la pelota está en juego, Mestalla asistirá a un larguísimo funeral sin poder resucitar a su equipo. Durante muchos minutos del duelo ante el Celta, el equipo de Corberán tembló, dudó y se colapsó por el peso de la responsabilidad.

El reflejo más claro se encarnó en Hugo Duro en el minuto 41. Javi Guerra, a zancadas de orgullo que recordaron a las de su debut y a aquel gol salvador ante el Valladolid, se plantó en la línea de fondo para colocar un centro tenso que el ariete, a bocajarro ante Guaita, sólo tenía que empujar… y la mandó por encima del larguero. Se atenazó y mandó a garete la única y más clara ocasión del partido.

Jugar con el miedo

Había salido el Celta a desquiciar al rival y a toda su parroquia, desactivando el efecto de una grada a la que también silencia la congoja. Sabía Giráldez que debían jugar con el miedo porque el Valencia, tarde o temprano, no tendría más remedio que arriesgar. Le asfixiaron en la medular, hicieron que Mosquera y Tárrega se vieran obligados a iniciar las jugadas como un manojo de nervios y esperaron a cogerles la espalda. A punto estuvieron de ver sus planes cumplidos cuando Pablo Durán se escapó de Gayà por la orilla izquierda para asistir a Borja Iglesias en el punto de penalti al que un resbalón le impidió batir a Mamardashvili. Tampoco hicieron mucho más los gallegos, bien plantados y desquiciando a base de faltas.

Media hora le costó al Valencia acercarse al área, con balones en largo que casi nunca podía ganar Hugo Duro, aunque en una se libró de Starfelt de un empujón para marcar un gol que no tardó en anular González Fuertes. Por las bandas, Diego López sufría para librarse de Carlos Domínguez y Luis Rioja, con un ensombrecido Gayà como escudero, amagaba pero no lograba asestar el golpe. Todo era imprecisión mientras el Celta, cómodo en su plan de partido, intentaba crecer y en el 39 tuvo tres remates en el área entre un bosque de piernas. La respuesta la dio Javi Guerra. Si el primer centro no fue gol de Hugo Duro, el segundo sí lo cazó Rioja al segundo palo para poner a Valencia en ventaja al filo del descanso y obligar al Celta a la reacción en la segunda parte.

Coberán dio orden de poner la pausa al encuentro, atar la pelota y no dejar que el Celta creciera. Lo logró y hasta pudo marcar el segundo con un saque de faltaenvenenado de Rioja, enviado a la batalla en la banda derecha, que atrapó Guaita cuando Diego López iba a empujarlo en un remate acrobático. De ampliar la ventaja, a verse con empate cuando Carreira corrió a la espalda de la defensa valencianista para poner una asistencia perfecta para el disparo de Pablo Durán. Otra vez resoplidos en las butacas ante la necesidad de apretar los dientes.

El poder de la necesidad

Entonces apareció, de nuevo, el incombustible Rioja para filtrar una pase a Javi Guerra al corazón del área y que, otra vez como hace dos temporadas, el canterano soltara un derechazo a la escuadra que hizo explotar a Mestalla. Era el minuto 68 y el equipo tenía que buscar en su memoria lo aprendido: proteger este resultado que significa seguir con vida.

Tiró de piernas Giráldez intentando reactivar a un Celta al que la derrota le mete en problemas, pero la necesidad local se antojó más poderosa. Corberán buscó apuntalar con Pepelu e incomodar con Sadiq, a punto estuvo de provocar el gol en propia puerta de Carreira que salvó Guaita con el pecho. Pero lo que de verdad activó la sexta marcha fue la grada ante el regreso de Diakhaby. El francés apunto estuvo de marcar tras un córner en corto que Rioja envió al corazón del área en un añadido de ocho minutos que se hizo eterno. Esta vez sí, el Valencia aprendió a reinar en la agonía.

kpd