Corría el año 1996 cuando el juez Gregory Weeks condenó a cadena perpetua a Daniel Green por la muerte de James Jordan, padre del mito de la NBA, Michael Jordan. Han pasado casi 30 años y el magistrado, ya retirado, ha pedido a la Comisión de Libertad Condicional de Carolina del Norte que libere al preso por supuestas irregularidades en el juicio, según informa ‘ABC News’.
El asesinato de James Jordan tuvo lugar cuando el hombre se paró a descansar dentro de su vehículo en mitad de un largo viaje. En ese mismo lugar, Larry Demery y Daniel Green se disponían a robar en un motel pero al ver el Lexus del padre de Jordan decidieron cambiar de objetivo.
Al parecer, los dos jóvenes de 18 años dispararon a James, que estaba dormido, para sustraerle el coche. Cuando registraron el cuerpo sin vida y vieron su documentación se llevaron una buena sorpresa. “Creo que hemos matado al padre de Michael Jordan”, le dijo Demery a Green.
Daniel Green durante el juicio.EM
En el juicio que tuvo lugar en 1996, presidido por el juez Weeks, ambos hombres, amigos de la infancia, se acusaron mutuamente del crimen. No hubo perdón para ellos, el magistrado les condenó a cadena perpetua.
Pero ahora el caso ha dado un giro inesperado ya que un informe publicado por ‘ABC News’ que afirma que un experto forense en sangre no reveló durante el juicio hallazgos clave, que no eran concluyentes contra los acusados.
Por ello, el juez considera que es posible que Green lleve casi 30 años cumpliendo condena en Southern Correctional Institute de Troy (Carolina del Norte) por un crimen que no cometió.
HUGO COSTA
@hugocostagolf
Casares
Actualizado Domingo,
24
septiembre
2023
-
20:48La española consiguió el último punto, venciendo a Nelly Korda, la número 3...
Cualquier debate sobre Simeone nace viciado porque para los atléticos no es un entrenador sino un familiar y un héroe y para los madridistas, que aseguran que a ellos el Atleti les da igual pero plagan las redes y los medios de ataques al Cholo, no es un entrenador sino un pimpampum. Este segundo grupo refuerza la reacción siciliana del primero y a partir de ahí todo es elegir bando. La más leve crítica te hace anticholista y cualquier elogio, un devoto ciego.
Y no. O no debería porque limita el asunto a una ridícula pugna de máximos: hay que renovarle de por vida o despedirle hoy mismo. Dos bobadas de similar calibre. Simeone recogió un Atlético en derribo y con las piezas de un triciclo destrozado construyó un avión. Es uno de los trabajos más brillantes de un entrenador en este siglo y eso no se lo va a quitar nadie.
Tan cierto como que una primavera más, y van cuatro seguidas, apenas comienzan las alergias y el Atleti ya está a verlas venir, con un partidito a la semana para acabar tercero sin sudar y decir que ha cumplido objetivos (la baza de la Copa cambiaría el ánimo más que la evaluación). La justa indignación con el (supuesto) doble toque de Julián Álvarez llega hasta donde llega y ese lugar no debería ser la rueda de prensa del Cholo tras dar pena ante el Espanyol. Era día para la autocrítica y, como ha pasado demasiadas veces en los últimos años, no llegó.
El Atleti no se dejó la Liga en el 2-4 del Barça sino en los esperpentos en Getafe y Cornellà. Una escena, la dimisión fuera de casa cuando no se mide a colosos, que repite desde hace un lustro. No es casualidad. Si la sensación es mejor esta temporada que las pasadas es porque el Cholo ha vuelto a crear un equipo competitivo ante Madrid y Barça, ha ganado la arriesgada apuesta de Giuliano y ha captado para la causa a un fuera de serie como Julián. No es poco, pero no es suficiente.
Simeone es el entrenador que es, como Guardiola, como Ancelotti, como Flick, como todos. Ha evolucionado, claro, pero dentro de los parámetros del fútbol en el que cree (control, que ocurra lo menos posible, esperar el error...). Y cuando lo basas todo en resistir, tus futbolistas morirán por ti en el Bernabéu, pero se sentirán peces fuera del agua cuando no tengan molinos enfrente en Leganés o Vallecas. Ahí ni encontrarán un enemigo ante el que ser David ni sabrán ser Goliat. Serán la nada. Así lleva años el Atleti y le condena al limbo de la decepción. ¿Es capaz el Cholo de cambiarlo? A estas alturas, la duda es legítima y el tiempo para resolverla no puede ser eterno.
Ni las predicciones más optimistas. Los Thunder no entraban en ninguna quiniela al anillo e incluso ahora, partiendo desde la 'pole' del Oeste a los playoffs -ya dominan 2-0 a los Pelicans en primera ronda-, muchos no les dan demasiado recorrido. Cuesta creérselos porque hace nada estaban en las catacumbas de la NBA, acumulando nostalgia, derrotas y rondas de draft (15 primeras y 22 segundas de aquí a 2030...) que parecían no tener sentido. Sin embargo, el plan a largo plazo de su arquitecto, el General Manager Sam Presti, esta vez ha funcionado.
Y eso que el dirigente ya conoció el fracaso cuando todos los focos apuntaban a esa franquicia que se había instalado en Oklahoma City desde Seattle en 2008 (los míticos y añorados Supersonics) y que juntó en tres temporadas a Kevin Durant, Russell Westbrook y James Harden (y Serge Ibaka). Lo que parecía un trío insuperable resultó incapaz de ganar la NBA. Lo más cerca que estuvo fue en las Finales de 2012 y todo se desintegró. Hasta ahora.
Ahora, la juventud asombra. Los Thunder que dirige desde el banquillo Mark Daigneault (39 años), quien, en su cuarta temporada va a ser nombrado entrenador del año por unanimidad, tienen una edad media de menos de 24 años. Sólo se pueden comparar a los Spurs, pero unos han quedado últimos del Oeste y los otros primeros. "He escuchado que somos demasiado jóvenes todo el año. No va a cambiar. Probablemente seremos jóvenes durante otros cuatro o cinco años. No nos preocupamos por eso. Nos centramos en lo que sucede entre estas cuatro paredes", desafía su estrella, Shai Gilgeous-Alexander, el titular más 'veterano' con 25 años.
El equipo de Oklahoma ha ganado 57 partidos, 16 más que la temporada pasada (play in) y 16 más que la anterior. Un brutal crecimiento exponencial. Igualados con los Nuggets, han logrado la corona del salvaje Oeste. Y nadie lo hizo con menos edad (ni los Suns de 2005). De hecho, en la historia de la NBA nadie ganó el anillo con semejante precocidad en sus jugadores. Lo más parecido serían los Blazers del 77 y los Warriors del 56.
Mark Daigneault, en el banquillo de los Thunder.Kyle PhillipsAP
"No estamos aquí por un accidente. Hubo mucho trabajo por el camino", reivindicaba Chet Holmgren tras lograr el galardón en la última jornada de la temporada regular. El gigante es uno de los secretos del éxito. Su irrupción tras no poder debutar en su temporada rookie a causa de una lesión ha sido fundamental con 16,5 puntos, 7,9 rebotes y 2,3 tapones por partido y una competitividad insospechada, hasta el punto de discutirle por momentos el premio de rookie del año al mismísimo Victor Wembanyama. Completa un quinteto junto al prometedor Jalen Williams, el australiano Josh Giddey y el todoterreno Luguentz Dort. La estrella, sin discusión, es Shai.
El canadiense es una reinvención en sí mismo, un claro ejemplo de ir superando expectativas. Llegó a los Thunder vía traspaso, en el paquete por Paul George en 2019. Y fue creciendo hasta colarse en la mismísima discusión por el MVP, en la que sólo le superan Nikola Jokic y Luka Doncic. "Es un base de la vieja escuela NBA. No tira triples y triples, juega un poco lento, cambia de ritmo muchísimo. Es probablemente el jugador con el que más disfruto", aseguraba Derek Fisher, ex de los Thunder, en una entrevista a EL MUNDO.
Shai Gilgeous-Alexander, durante un partido reciente de los Thunder.JOSHUA GATELEYGetty Images via AFP
Shai es hijo de Charmaine Gilgeous, ex velocista que corrió los 400 metros en Barcelona 92 por Antigua y Barbuda y que fue una madre soltera que inyectó la disciplina en sus vástagos en el suburbio de Hamilton (Ontario). El base ha ido creciendo paso a paso. Durante la pandemia transformó totalmente su físico y aprovechó la influencia de Chris Paul como compañero (casi un hermano mayor) para evolucionar su juego. Esta temporada, tras un verano en el que lideró a Canadá hasta el bronce Mundial, ha crecido en todos los aspectos estadísticos. Es el tercer máximo anotador de la liga (30,1 puntos) y el mejor ladrón (2). Y se convirtió en el tercer jugador en la historia en promediar más de 30 puntos, dos robos por partido y 50% de tiros en una temporada, uniéndose a Stephen Curry y Michael Jordan.
"Es como si fuera adicto a la sensación de mejorar. He llegado hasta aquí. He trabajado tan duro. Y sólo puedo hacerlo durante 10 años más, si tengo suerte. Entonces, ¿por qué no, durante los próximos 10 años, dar todo de mi y ver lo que puedo ser?", reivindica Shai, que come una manzana roja antes de cada partido. "No hay una noche en la que no sienta que tenemos al mejor jugador en la cancha. Nuestro ataque y nuestra defensa están entre los cinco primeros de la Liga. El contribuye en ambas cosas", pone en valor Daigneault. "Creo que su consistencia, su aplomo y su confianza han tenido un increíble efecto contagioso en uno de los equipos más jóvenes de la liga, uno de los equipos más jóvenes en la historia en lograr lo que este equipo logró", concluye el técnico.