El entrenador del equipo olímpico de boxeo de Samoa, Lionel Elika Fatupaito, murió el viernes en la Villa Olímpica de París-2024 a los 60 años después de haber sufrido una parada cardíaca, confirmó el sábado la fiscalía de Bobigny (cerca de París).
La Federación Internacional de Boxeo (IBA) presentó “sus más sinceras condolencias a la familia, a los amigos y a los colegas”, en un comunicado en su página web.
El entrenador se encontraba en su habitación con un deportista cuando sufrió el ataque cardíaco, hacia las 10:20 de la mañana de este sábado (hora de la Península y Baleares)
A pesar de que la intervención de los servicios de emergencia, se decretó su muerte “por causa natural”, precisó la fiscalía, añadiendo que no se decidió imponer ningún obstáculo médico-legal para su inhumación. La investigación sobre esta muerte fue confiada a la policía judicial del departamento de Seine-Saint-Denis (región parisina).
Ayoub Ghadfa (Marbella, 1998) desafía al porvenir y se vislumbra de oro en agosto, en la Suzanne Lenglen de París. Pero el púgil también otea el pasado y se proyecta en Uzkudun, en Urtain, en Evangelista y sueña con seguir esa estela rota de los grandes pesos pesados de la historia de España, ídolos de un país en blanco y negro, gigantes que conmueven como nadie sobre un cuadrilátero. Ayoub es ahora imponente, como lo fueron ellos, 195 centímetros, 105 kilos, bíceps como cañones para el asalto olímpico, un billete en juego el próximo mes de mayo en el último Preolímpico de Bangkok. Pero Ayoub no fue siempre así. Y esa infancia de bullying en Marbella la lleva tatuada en el alma con que afronta cada combate.
«Mi padre estaba harto. '¿Quieres aprender a defenderte?'», recuerda ahora esas palabras que le pusieron contra las cuerdas, no tan lejanas de su infancia. «Me hacían bullying en el colegio. Mi padre me apuntó a kickboxing. Yo estaba gordito, era muy grande. Si jugábamos al fútbol, me ponían de portero. Me excluían, se metían con mis orejas, con mi físico y llegaba llorando a casa», relata esa génesis de lo que ahora es su vida. Pues con el kickboxing como base y una fortaleza física y mental fraguadas en esos abusos, en esos insultos constantes -«me decían moro de mierda, gordo, orejón... de todo»- y en el racismo que le llevaba a preguntar a sus padres, de origen marroquí, que por qué él no era blanco como ellos, devino a su llegada a Madrid -fue descubierto por José Valenciano en su gimnasio del barrio de Argüelles- para estudiar la carrera de INEF en un boxeador de categoría, que no tardó en ser reclutado por el equipo nacional.
«Lo pasé mal, fue una época dura. Siempre eran los mismos. Hace años no estábamos tan mentalizados, se lo decías a los profesores y pasaban. Mis padres me iban a cambiar de colegio. Una vez me amenazaron con un cúter, el chaval decía que me quería matar. Luego le expulsaron. Ahora, con todos ellos me llevo bien. Cuando eres un niño haces cosas que te arrepientes», sigue Ghadfa, que hace unas semanas perdió contra el italiano Lenzi en el preolímpico de Busto Arsizio, una decisión controvertida de los jueces. «El segundo asalto lo gané claro, pero un juez no me lo dio. Era un rival factible e hice una buena pelea, lo suficiente para ganar. Pero no somos perfectos y hay cosas que mejorar. Vamos a trabajar y aprender la lección», reflexiona.
Ayoub Ghadfa.Angel NavarreteMUNDO
Ayoub forma una hermandad asentada en el noble arte y en la religión musulmana con Enmanuel Reyes Pla y Gazi Khalidov, otros dos púgiles españoles con anhelos olímpicos. Admira la personalidad de Mohamed Ali y la pegada de Mike Tyson. Está enganchado a la lectura, a la trilogía La novia gitana de Carmen Mola. Y cuando sube al ring, no tiene miedo. «Ahí arriba es una mezcla de sensaciones. La tensión, la responsabilidad de no cagarla, de no llevarte un mal golpe. Cuando suena la campana, se dispara la adrenalina. A veces ni te acuerdas de lo que pasa», describe quien fuera plata en el Europeo de 2022 y bronce en el último Mundial, donde se comprobó capaz de estar entre los mejores con su juego de pies y su dominio de la distancia larga.
Ghadfa, licenciado en INEF, se confiesa «obsesionado» con los Juegos. «Te cambian la vida para siempre. Lo quieres, lo quieres y lo quieres. Pero como me dice mi psicólogo, hay muchos factores y no hay que perder la cabeza ni estar ansioso». De momento, ya hay tres españoles con billete a París (José Quiles, Laura Fuertes y Reyes Pla). Ayoub quiere ser el cuarto.
Quedaban 30 segundos para el final del noveno asalto, cuando Oleksander Usyk conectó un gancho de izquierda a la mandíbula de Tyson Fury que hizo temblar al gigante británico. Resonaban las palabras prermonitorias de Usyk en la previa: "Si el tamaño importara, el elefante sería el rey de los animales".
The Cat (el gato), como buen felino, olió sangre y comenzó a golpear sin descanso al Rey Gitano que rebotaba de cuerda en cuerda. Lo hizo en cinco ocasiones, hasta que en el último apoyo el árbitro Mark Nelson decidió intervenir para iniciar un conteo.
"El árbitro tenía que haber parado la pelea", responde a EL MUNDO, Jero García, ex boxeador y presentador de televisión. A juicio de García, Nelson debió declarar ganador a Usyk para evitar la "golpiza" que le dio a Fury. "Es mejor parar la pelea un minuto antes que un segundo tarde", explicaba.
Sin embargo, Emilio Marquiegui, periodista especializado en boxeo, es de la opinión que el árbitro "hizo lo correcto". Marquiegui cree que Fury no se apoyó en las cuerdas sino que se desplomó sobre ellas y que fueron las que evitaron su caída. Así, Nelson obró según el reglamento al iniciar el conteo. "Queda a criterio del árbitro si le vio en malas condiciones o no, obviamente luego se vio que Fury aguantó hasta el final y no pasó nada más", cuenta Marquiegui.
Por su parte, Jaime Ugarte, otro periodista especialista en boxeo, compartía la visión de ambos y añadía que la campana salvó al británico del knockout. "Si el árbitro lo para cuando estaba a merced no hubiera sido raro, estaba inerte", explica el periodista y determina que fue cuestión de segundos el que Usyk terminara la pelea en ese asalto.
Uno de los golpes de Usyk a Fury.FAYEZ NURELDINEAFP
Pero continuó y finalmente el ucraniano fue declarado ganador por decisión dividida de los jueces. El español Manuel Oliver fue el que más ventaja le dio, 115-112, mientras que el estadounidense Mike Fitzgerald solo concedió 114-113 frente a los 113-114 que el canadiense Craig Metcalfe otorgó a Fury. Esa división llevó al británico a declararse ganador y a esgrimir la guerra de Ucrania como el factor que había determinado el dictamen de los jueces.
Todos los expertos consultados por EL MUNDO piensan que Usyk fue el justo ganador. Si bien si Jero García mantiene que debía de haber sido por ko en el noveno, Marquiegui cree que el "mejor final" del ucraniano le hizo merecedor de la victoria. "Fury tuvo la pelea más complicada de su vida", explica y detalla que el combate se le fue "por su desgaste físico al no dosificar" y "por los palos que recibió en el noveno".
"Papá, ¿me oyes? Lo hemos conseguido", gritó Usyk en ucraniano al pabellón de Riad cuando le colgaban los cuatro cinturones (Consejo Mundial de Boxeo (CMB), Asociación Mundial (AMB), Federación Internacional (FIB) y Organización Mundial de Boxeo (OMB)) de campeón de peso pesado en los hombros. Es el primer campeón unificado en más de dos décadas. Sustituía a Lennox Lewis cuya unificación databa del siglo pasado, noviembre de 1999, ante Evander Hollyfield.
Historia
Marquiegui, García y Ugarte sitúan la hazaña de Usyk en diferente medida. Mientras que para el primero es algo anecdótico, "un premio pichichi" que no te sitúa como uno de los mejores delanteros de la historia. García y Ugarte sí piensan que convertirse en campeón unificado pone al ucraniano en el escalón de los Ali, Lewis y compañía.
Pero ninguno se olvida que este chico, que dejó el fútbol con 15 años para pasarse al boxeo, ha sido oro olímpico así como gran dominador de dos categorías en su conversión a profesional: crucero, donde también fue campeón unificado, y pesado. Con esta victoria, además, ha arrebatado el invicto a Fury 34 (24 KO)- 1 por su 22 (14 KO)- 0.
Sin embargo, y pese a que el ucraniano ponía en liza tres de los cuatro cinturones, es el británico el que se lleva mayor bolsa por este combate del siglo. De los algo más de 100 millones que había en juego, 70 han sido para Fury, de los cuales uno irá supuestamente para organizaciones benéficas de la guerra de Ucrania, y 30 para Usyk. Un reparto que, previsiblemente, cambiará algo para la revancha de octubre. "Usyk no vende tanto", explica Ugarte.
Es precisamente esta revancha la que hará que Usyk pierda uno de los cuatro cinturones poco después de haberlo ganado. El ucraniano no podrá defender el título de la FIB ante el púgil Filip Hrgovic, por lo que el croata se lo disputará ante el también británico Daniel Dubois, al que ya venció Usyk en una defensa del título de la AMB.
Fue un triste espectáculo acrecentado más por el nombre que por la persona, por las palabras que por los hechos. No hubo pelea. Mike Tyson no quiso o no pudo y Jake Paul decidió respetar a la leyenda. No quiso humillarla. Tyson ya no es la persona más mala del planeta, no se le acerca porque la edad, como muchos intuían, no perdona. Pese a que Paul hablara del miedo que le tenía y fuera haciendo rodar la bola de nieve, ésta se derritió en el contacto con los focos del AT&T Stadium de Texas.
Sobre el papel hacían falta agallas para subirse a un ring ante un "asesino nato", como el propio Tyson se califica. Había que ser muy osado para desafiar al que fuera el campeón de boxeo más joven de la historia con tan solo 20 años y cuatro meses y había debutado como profesional con apenas 18 años. Pero, cuando Mike Tyson subió poco después de las 6 de la mañana españolas al cuadrilátero ya habían pasado casi 40 años de aquello y otros 20 desde su último combate.
Jake Paul nació el año en que Tyson arrancaba un trozo de oreja a Evander Holyfield en su revancha del MGM Grand de Las Vegas. Iron Mike no era ya el boxeador que llegó a encadenar 19 victorias seguidas por ko y, desde luego, no lo era esta madrugada del viernes al sábado en que por 80 millones de dólares decidió volver al ring en una pelea profesional, 7.097 días después, retado y finalmente apalizado por el youtuber.
A las 6.03 de la mañana en España volvían los pies de Mike Tyson a pisar un ring. Esos que pisó Paul en el careo de la pelea y que le costó al youtuber un bofetón que dio la vuelta al mundo. Ya no había espacio para bofetones, serían los guantes de 14 onzas, 4 más de los habituales, los que marcarían la contienda de ocho asaltos de dos minutos, que fue calificada de "circo" por muchos expertos y para la que Tyson debió de pasar unas pruebas especiales de la Comisión de Texas para poder pelear. Los expertos no se equivocaban.
Paul eleva el brazo en señal de victoria.DUSTIN SAFRANEKEFE
Ambos en poco más de 103 kilos, Paul contaba con un mayor alcance que Tyson, unos 12 centímetros, además de mayor altura cosa que aprovechó en los 16 minutos de combate. Ventajas nada desdeñables si se suman a la edad de ambos, 58 contra 27 años, lo que hacía presagiar que el de Brooklyn buscaría finalizar al chico problemático en los primeros asaltos frente a las 80.000 gargantas que jaleaban en el AT&T Stadium.
Así, empezó Paul el primer round precavido, especialmente después de recibir el primer jab de Tyson, como sorprendido por la potencia del neoyorquino. El youtuber combinó huidas con abrazos hasta que pudo soltar su primer crochet de derechas, que sintió el ex campeón. Después, fueron más los golpes al cuerpo que los que buscaron la cabeza del oponente. Se querían quitar el aire mutuamente.
Las fuerzas de Tyson tanto físicas como psicológicas no pasaron del segundo asalto. Tampoco su coordinación, propia de un señor de 60 años. Una vez Paul perdió el miedo a la leyenda, comenzó a bailar a su alrededor y a golpearle sin oposición. Combinaciones sin respuesta, ganchos y jabs sin defensa pese a que Tyson se mantenía mordiendo el guante para, probablemente, recordar el mantener la guardia alta y evitar ser noqueado.
Ese y no otro pareció el objetivo de Tyson en la pelea. Si no, no tiene explicación que, en ocho asaltos, apenas conectase 18 golpes y lanzase 97, por los 78 de 278 de su rival. Era una auténtica paliza, pero con el respeto del niño a la leyenda, de la persona el mito. Eso fue lo único que evitó que el de Brooklyn besara la lona, aunque se tambaleó en un par de crochets de derecha de Paul.
"Estoy contento" decía Tyson tras ver como el árbitro de la contienda, Mark Calo Oy, elevaba el brazo de Paul por decisión unánime de los jueces. "No tengo que probar nada ante nadie, solo a mi", expresaba el ex campeón. Desde luego no lo hizo, hasta el punto de que el propio Paul continuó con su respeto a Iron Mike diciendo que seguía siendo "la persona más mala del planeta". "Intenté hacerle daño, pero tenía miedo de que me lo hiciera a mi", concedía el youtuber ante un atónito público.
Gran combate femenino
Venía el show del verdadero gran combate de boxeo de la noche, la revancha entre Katie Taylor y Amanda Serrano por el título indiscutido de los pesos superligeros. Dos peleadoras muy duras con cartillas casi inmaculadas. Un combate que fue marcado por una terrible brecha en la ceja de la puertorriqueña, que el equipo médico decidió ignorar. La irlandesa, que fue la responsable del corte tras uno de los múltiples cabezazos, perdió un punto por seguir usando la misma táctica durante los 10 asaltos. Pero le sirvió, porque Taylor mantuvo sus tres cinturones ante una atónita Serrano por decisión unánime pese a que la puertorriqueña conectó 100 golpes más.
La velada, segundo gran evento retransmitido por Netflix en abierto para sus suscriptores, tuvo muchos problemas de emisión. Hubo varios cortes, probablemente debido a la expectación que generó esta velada entre los más de 282 millones de abonados que cuenta la plataforma en todo el mundo. No todos los días se podía presenciar la vuelta de un mito al cuadrilátero y otras leyendas como Shaquille O'Neal o Robert Gronkowski, tetracampeones de la NBA y NFL respectivamente, así como multitud de actores y personalidades quisieron verlo en directo.
Disfrutaron poco. Aquello, como se presagiaba, no fue un combate de boxeo pese a que contara como tal. De hecho, Paul eleva a 11 sus triunfos y Tyson suma 7 derrotas de manera oficial. "No creo que sea mi última vez", sorprendía Tyson al finalizar el combate y retaba al hermano de Paul. "Te mato", respondía Logan. Visto lo visto, hay que creer más al youtuber que a aquel boxeador que lleva desde 2011 en el salón de la fama.