LeBron James, el máximo anotador histórico de la NBA, será el abanderado masculino de la delegación de Estados Unidos este viernes en la ceremonia inaugural de los Juegos de París, según ha anunciado este lunes el Comité Olímpico Estadounidense (USOPC).
La superestrella de Los Angeles Lakers fue seleccionado en una votación de los propios miembros del ‘Team USA’, compuesto de 592 deportistas, y es el primer jugador de baloncesto masculino elegido como abanderado.
La deportista femenina que también portará la bandera estadounidense en la ceremonia sobre el río Sena será anunciada el martes.
“Es un increíble honor representar a Estados Unidos en este escenario global, especialmente en un momento que puede unir al mundo entero”, declaró James en el comunicado del USOPC.
“Para un chico de Akron, esta responsabilidad lo significa todo, no sólo para mí, sino para mi familia, todos los chicos de mi ciudad, mis compañeros de equipo, mis compañeros olímpicos y tanta gente de todo el país con grandes aspiraciones”, afirmó.
‘King James’, de 39 años, disputará sus cuartos Juegos Olímpicos, logrando el oro en las ediciones de 2008 y 2012, el bronce en 2004.
El alero, cuatro veces campeón de la NBA, no será la única superestrella de baloncesto en ejercer de abanderado ya que Giannis Antetokounmpo, líder de los Milwaukee Bucks, tendrá ese papel con la delegación de Grecia.
Se espera que más de 350 atletas estadounidenses participaren el viernes en la primera ceremonia de inauguración de unos Juegos organizada fuera de un estadio olímpico.
No puede ser más improbable una medalla que, en su génesis, tuvo un canasta de espaldas en el último segundo. El baloncesto español celebró bajo el sol de La Concorde el éxito de su especialidad más callejera y novedosa. El 3x3, que se estrenó en los pasados Juegos de Tokio sin representación nacional, es de oro o plata. La selección femenina derrotó a Estados Unidos (16-18) en semifinales y esta noche (22.00 h.) se enfrentará al ganador del Canadá-Alemania.
Todos pendientes de la chicas de moda. En primera fila, su majestad el Rey Felipe, la ministra de Educación y Deporte, Pilar Alegría, y el secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes (y Dirk Nowitzki y Jorge Garbajosa y las chicas de la selección 5x5... todos bien cerca), que iban a vivir un partido eléctrico y emocionante. Puro rock and roll.
Estados Unidos comenzó mandando, con el dominio del rebote (9-4). Pero también cargándose pronto de faltas, algo que en el 3x3, con sus reglas propias, es pecado mortal. A la sexta, la selección rival goza de dos tiros libres. Oro puro.
España no tembló en ese abismo. Un triple (dos puntos) de Camilión fue clave para contrarrestar los tantos de Van Lith, la jugadora más pequeña del USA Team. Un tormento con sus penetraciones. Entonces, en la hora de la verdad, Sandra Ygueravide tomó la responsabilidad. Iba a anotar las cuatro canastas finales de España, cuatro puntos para la historia.
Primero, para empatar a 15 a falta de 32 segundos. Poco más tarde, a falta de cinco segundos, la del 16-16, precioso aro pasado, para llevar el duelo a la prórroga. Una especie de tie-break en el que gana quien mande por dos canastas.
La posesión inicial fue para España, que en vez de ir a por el triple, anotó con una penetración de Ygueravide. Falló después USA, que en la siguiente posesión empujó a la estrella española para condenarse. Una falta que dio dos oportunidades a la selección para acceder a la final. Sandra (nueve puntos en total, la mitad) no iba a fallar con el primero.
El cuarteto que maneja Ana Junyent se había clasificado para directo a semifinales tras un carambola. Después de una primera fase de vaivenes, en la que ganó cuatro partidos y perdió tres (entre ellos contra EEUU, 11-17), las españolas evitaron la ronda de cuartos y empezaron a soñar con una medalla que ya es realidad.
Serán cinco oros seguidos y cuatro de ellos para Kevin Durant, lo que nadie hizo nunca jamás. Serán. Porque nadie duda de este Dream Team, tan golpeado en los Mundiales (no lo gana desde 2014), afrentas que asume y recoge, con las que pinta las paredes de su motivación, la venganza como estímulo, tan americano. Nadie duda de que en los Juegos el USA Team no falla y eso que a su alrededor todo tenga aroma NBA. Los 11 rivales poseen ya jugadores de esa liga (hasta 52...), incluso el debutante Sudán del Sur, los herederos de Manute Bol; España, con sólo Santi Aldama, es ahora el más raquítico en ese sentido.
Desde Atenas 2004, EEUU únicamente ha perdido un partido olímpico, en el estreno de Tokio contra Francia. Quizá el único rival que les puede amenazar esta vez, espoleados bajo el efecto patrio pero sobre todo con el gigante Victor Wembanyama, uno de los grandes nombres propios de estos Juegos. También Canadá, una especie de USA Team 2 a las órdenes de Jordi Fernández. Y, para empezar, este domingo (17.15 h.), la Serbia de Nikola Jokic.
A la espera del arranque y con la duda de alguno de los resultados de la preparación (apenas consiguió derrotar por un punto a una Sudán del Sur, que ganaba de 14 al descanso), el escaparate yankee luce pletórico, con el abanderado LeBron James a la cabeza y la novedad, poderosa en la pintura y no sin polémica (nació en Camerún y coqueteó con unirse a la selección francesa), de Joel Embiid. También está el mencionado Durant, Steph Curry en busca de su primer oro, Jayson Tatum o Anthony Davis. Una plantilla carne de comparaciones. Y ninguna tan recurrente como la del Dream Team original.
La mecha la encendió el veteranísimo Svetislav Pesic, entrenador serbio, que nunca tira sin bala. «Esta plantilla es más fuerte que el Dream Team», afirma. Él era entonces seleccionador alemán y hoy comprobará sus propias palabras, que pronto fueron respondidas hasta por el rival. «Nuestro equipo es sin duda tan fuerte como el Dream Team, pero en 1992 el mundo no era tan bueno como hoy, ni mucho menos», razonó Steve Kerr, que añade: «En aquel momento, sólo Yugoslavia podía haber puesto en dificultades a los estadounidenses, pero Serbia y Croacia acababan de obtener su independencia. Por eso nunca fueron amenazados. Puede que nuestro equipo sea igual de fuerte, pero el nivel general ha evolucionado. En París nos espera un desafío mucho más difícil».
Y, aunque la comparación es golosa, resulta complicado pensar que este equipo que perdió por lesión a Kawhi Leonard puede fascinar del modo que lo hicieron Michael Jordan, Larry Bird, Magic Jonhson y compañía en la Ciudad Condal. La profundidad de aquel roster nunca podrá ser superada (Barkley, Olajuwon, Karl Malone...). El Dream Team, que hubiera establecido también un récord de selfies, amaneció en el torneo olímpico ganando por 46-1 contra esa Angola (finalmente 116-48), de la que Charles Barkley dejó una frase para la historia: «No sé nada de ellos, salvo que están en problemas». Los de Chuck Daly terminaron ganando sus siete partidos con una diferencia media de 43,8 puntos (algo que esta vez no va a pasar) y sin pedir un tiempo muerto. En la final en el Olímpico de Badalona, la Croacia de Drazen Petrovic resistió 10 minutos (23-22) y terminó cayendo por 'sólo' 32.
Esta noche, desde la lejana y norteña Lille, los chicos y las chicas de las selecciones de baloncesto verán por la televisión con añoranza uno de esos momentos por los que vale la pena clasificarse para unos Juegos. La ceremonia de inauguración en la que tan bien lucen sus centímetros, el orgullo patrio de compartir el espíritu olímpico, la foto para toda la vida de la que, aquellos que nunca estuvieron (Santi Aldama, Lorenzo Brown, Megan Gustafson...), no podrán presumir. Allí, en la lejana Lille, tuercen el gesto por lo que consideran una injusticia y se enrabietan, ellos y ellas, para darlo todo por sobrevivir a la primera fase y poder viajar en unos días a la París olímpica.
La denuncia la pronunciaba, por todos, el capitán, en EL MUNDO. Rudy Fernández es historia del olimpismo, el jugador de baloncesto con más presencias (nadie superará sus seis Juegos), pero el recuerdo de los últimos partidos de su carrera estará empañado. «Este año va a ser diferente a nivel olímpico, porque no se podrá vivir en la Villa al estar en Lille. Eso es algo que me parece fatal. Y también que no tengamos ni voz ni voto en ese tipo de decisiones», protestaba.
Algo que el propio seleccionador refrenda también en este periódico. «Es una pequeña injusticia, pero no podemos hacer nada que no sea así», dice Sergio Scariolo, que ya se quejó amargamente de otros problemas logísticos al fin solucionados. Tras disputar el último amistoso de preparación, el pasado martes en el WiZink contra Puerto Rico, en el horizonte de la selección no se dibujaba la posibilidad de entrenar el Lille, donde llegaban el jueves. «Parece absurdo. Estamos muy preocupados por la situación de los entrenamientos. Esto nos obliga, posiblemente, a salir de Francia», acusó. Después, tras barajar incluso la posibilidad de viajar a Charleroi (Bélgica), las gestiones de la Federación, del Comité Olímpico y de FIBA dieron sus frutos: España pudo entrenar en la pista oficial.
«No nos gusta, pero nos adaptamos y nos concentramos en la competición. Pero si me dicen esto en mis primeros Juegos en 2012, que no podéis ir al desfile porque vais a Lille y a otra Villa, hubiera sido como si me hubieran cortado una pierna», admite Scariolo. «Menos los americanos (de baloncesto), que viven fuera, el resto ha disfrutado de la Villa, la ha considerado un premio. Es como si en el preolimpico nos hubieran puesto la zanahoria y ahora te la alejan unos metros más adelante tras lograr clasificarnos».
Porque para poder vivir en la Villa de Saint Denis y probar sus colchones de cartón, para viajar a París, para escapar del Pierre Mauroy de esta Lille que, sin embargo, tan bonitos recuerdos trae -aquel oro europeo en 2015 con el heroico Pau Gasol de semifinales ante Francia-, España debe superar el grupo de la muerte, eso sí, con Juancho Hernangómez y Alex Abrines recuperados con respecto al torneo previo de la Fonteta. Y, para empezar, hoy temprano (11:00 h.), un viejo conocido. Australia, rival por el bronce en Río y en semifinales del Mundial de 2019, es el primer obstáculo, quizá el menos fiero pues luego llegan la Grecia de Antetokounmpo y la Canadá de Jordi Fernández y sus NBA.
Es la sexta ocasión consecutiva que la selección está en los Juegos. No se ausenta desde Atlanta 96 y, aunque está vez costó mucho más de lo acostumbrado -el durísimo trámite de un Preolímpico que no superaron potencias como Lituania, Eslovenia o Croacia, por ejemplo-, no se baja de la elite en la que se instaló hace tanto. Se empeña en no hacerlo, pese a la evidente nueva realidad. Las cinco ocasiones olímpicas anteriores la selección se estampó contra el mismo muro, el USA Team como verdugo en Atenas, las plateadas Pekín y Londres, Río y Tokio. Quizá ahora firmaría verse las caras con LeBron y compañía en los cruces, porque todos los sentidos están puestos en ganar al menos uno de los partidos (con dos o tres victorias la eliminatoria de cuartos sería esperanzadora) y estar en el Bercy Arena: «Queremos intentarlo».